Tras el golpe de 1955 que derrocó a Juan D. Perón, en Bolivia se constituyeron distintos Comandos de exiliados. Por entonces, el gobierno de ese país estaba en manos del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Sus líderes (Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo) y figuras intelectuales más destacadas (Carlos Montenegro y Augusto Céspedes) se habían exiliado anteriormente en Argentina. Asimismo, la revolución de 1952 había contado con el apoyo decidido del gobierno de Perón y generó adhesiones entre múltiples sectores políticos de Argentina. Estos vínculos contribuyen a explicar la hospitalidad hacia los exiliados peronistas en el país limítrofe.
Como los demás Comandos, el de Bolivia tenía asignada una zona del país para actuar como “organismo de intermediación” estableciendo enlaces y comunicaciones. Se trataba de la región que abarcaba las provincias de Jujuy, Salta, Tucumán y parte de Córdoba.
En Bolivia actuaron varios Comandos. Los grupos principales fueron los de La Paz y Cochabamba, aunque también encontramos testimonios sobre la actuación de sectores peronistas en Villazón, Oruro, Atocha, Tupiza, Yacuiba, Chulumani, Uyuni, Tarija, Santa Cruz y Potosí.
En el caso de La Paz pueden reconocerse dos Comandos con diferentes alianzas locales y perfiles político-ideológicos. El primero, caracterizado por Perón como “nacionalista”, fue dirigido por el periodista e historiador Fernando García Della Costa (conocido por su colaboración en el periódico Octubre). Este sector tenía lazos con miembros del gobierno boliviano y Della Costa ejercía el periodismo en un diario paceño. Allí revistaban los hermanos Julio y Bernardo Troxler, Norberto Gabino, Narciso Herrera, Reinaldo Benavidez, Juan Carlos Torres, Edgardo Falcón y el Capitán Jorge Morganti. Como se puede apreciar, en ese núcleo participaban civiles y militares sobrevivientes del levantamiento del General Juan J. Valle.
El segundo Comando actuante en La Paz estaba ligado a la Central Obrera Boliviana (liderada por Juan Lechín Oquendo). Era conducido por Claudio Adiego Francia, dirigente de la Alianza Libertadora Nacionalista de la zona de Mataderos (Capital Federal). Este grupo se identificaba con la sigla AENPA (Agrupación Emancipación Nacional Patriótica Argentina) y contaba entre sus militantes a Mary Francia, René y Roque Racca, Ricardo Perelman, Américo Rodríguez, Armando Pagano, Carlos Burgos y Atilio Paz. También participaban allí Saúl Hecker, proveniente del Partido Socialista de la Revolución Nacional, y Manuel Enrique “el Gallego” Mena, del Comando 17 de Octubre (Tucumán).
Las divergencias en sus alianzas y perfiles alimentaron tensiones recurrentes entre ambos Comandos, lo cual obligó a Perón y a Cooke a intervenir en varias oportunidades hasta llegar a un modus vivendi con tareas diferenciadas. A pesar de estas diferencias, unieron a ambos Comandos la hostilidad de la Embajada Argentina en Bolivia, que buscó mantenerlos a raya evitando que intervinieran públicamente. En ese marco puede mencionarse la denuncia, por parte de la Embajada, de la existencia de un taller de impresión clandestino donde se editaba la obra La fuerza es el derecho de las bestias.

El Comando de Cochabamba, instalado previamente al de La Paz, fue organizado y liderado por Alberto Iturbe, exgobernador de Jujuy (1946-1952) y senador nacional (1952-1955). Allí revistaban David Casas (alias Aldo Ferraceti), Julio Catanesi (alias Ernesto Ferrante), Alfredo Carlos Carrizo, Aníbal Gómez, Roque López Echenique, Aníbal Paz, Mario Rivero y Dante Varela. Los integrantes del Comando de Cochabamba intercambiaban información sobre la situación de la Argentina y, tal como lo demuestra la correspondencia de Iturbe, informaban a Perón de manera directa. Cabe recordar que el expresidente recomendaba por entonces la organización de “círculos de amigos” de quienes “simpatizan con nosotros”, estructura que parece haber modelado la experiencia del comando en Cochabamba. Según una investigación de la Policía Federal Argentina, los contactos del exgobernador con los dirigentes radicados en Jujuy eran recurrentes, declarando uno de ellos haber recibido “instrucciones de Iturbe para organizar los comandos” en la provincia norteña. En esa misma dirección, la autoridad de Iturbe fue invocada por los delegados de los Comandos bolivianos que actuaron en Jujuy a fines de 1956. El activismo del exgobernador llevó a las autoridades argentinas a presionar, por la vía diplomática, para que el gobierno boliviano lo trasladara detenido a Sucre, donde residió entre fines de 1956 y comienzos de 1958, cuando regresó a Argentina. Una denuncia publicada por el diario Norte (Jujuy) en marzo de 1957 identificó a Iturbe como integrante de la Agrupación de Exiliados Peronistas Argentinos, organización que “respondía a las órdenes del mayor Pablo Vicente” y que tenía en aquel a uno de los “jefes más destacados”. Se trataba de una entidad con ramificaciones en numerosos puntos del país vecino, que fue descubierta y denunciada por las autoridades argentinas en marzo de 1957. En junio de ese año, Perón identificaba una ofensiva por parte de la dictadura militar hacia los Comandos, diagnóstico que pudo haber respondido a las referidas acciones.
El Comando de Villazón estaba dirigido por Alberto Colomband Cáceres. Allí revistaban Omar H. Pino, Hortensia Altamirano, Rubén Vargas, Jorge Alcázar, Isabel Gutiérrez, Antonio Godoy, Adrián Lázaro, Luis Velarde Zuazo, Nicolás Conde, Antonio Velardez, Francisco Muñoz, Alejandro Álvarez, Patrocinia Abadie, Carlos Toloba y Humberto Soto. Contaban con el apoyo de José Zalazar, quien actuaba como cónsul boliviano en La Quiaca. Por su parte, el Comando de Oruro estaba a cargo del General Alfredo Pacheco y Severo Vargas. En Atocha estaba conformado por Guillermo Huarachi y Hugo Pérez Flores, mientras que en Tupiza revistaban el Mayor Carranza, el Capitán Alex Orellana y Francisco Liquitaya. Otros comandos menores eran los de Tarija (Bonifacio Vallejos y Mario Olagibel); Yacuiba (Roque Herrera); Chulumani (Antonio Olmos); Uyuni (Natalio Mamani); Santa Cruz (Francisco Sosa) y Potosí (Remberto Céspedes).
Los nombres de los participantes dejan entrever la activa participación de dirigentes bolivianos en los Comandos, presunción que se confirma si se observan los informes policiales sobre las detenciones de miembros en Argentina. Ciertamente, la fluidez en la circulación de dirigentes y la estrechez de lazos interfronterizos fue una característica de los Comandos del país andino. Esta influencia trascendió a las provincias limítrofes para irradiar hacia puntos distantes de la Argentina.
En Tucumán, los vínculos fluyeron a través del ya mencionado Comando 17 de octubre, que tenía entre sus principales referentes a Antonio Flores y Eduardo Bastos Gerez. En Salta resaltan los vínculos con Juan Alonso, Vitalicio Concha, Enzo Dery, Lauro Román, Salvador Valery (alias Jesús Valle), José Solivares (alias Pedro Portal); Jorge Genefe (alias Gerardo Coca); Mario Roncal Antezana (alias Oscar de Torre Alba). En Jujuy los referentes eran Juan Dozo y Ramón Domenech. En Santiago del Estero actuaba como referente Francisco Javier González. En Catamarca, el vínculo era con Armando Casas Nóblega y en La Rioja con Oscar Albrieu y Beba Donoso.
Los vínculos de los comandos de Bolivia se extendieron hasta Santa Fe, donde actuaba José Domínguez. Los hermanos Racca provenían de esa provincia. Hacía allí partieron cargamentos de explosivos en la segunda mitad del año 1956. Uno de los miembros del comando “nacionalista”, Julio Troxler, fue el encargado de confeccionar el manual para armado y uso de los mismos.
Al igual que en los demás países, la relación de los comandos de Bolivia con Perón era epistolar y se desarrollaba de manera permanente. El líder exiliado enviaba directivas para ser transmitidas a los Comandos que actuaban en el interior del país y recibía informes sobre el accionar de los distintos grupos. Cuando Cooke se instaló en Santiago de Chile pasaron a depender de su dirección. Hasta él llegaron de manera frecuente delegados de los comandos de Bolivia portando informes.
En el momento de la planificación de la “Operación Elefante”, sobre finales de 1957, el Comando de AEMPA de La Paz tenía asignada la provisión de los explosivos para colaborar con el levantamiento cívico-militar. Este finalmente no se produjo por el cambio de táctica del Consejo Superior del peronismo (Perón-Cooke), que optó por una salida negociada.
Fuentes:
Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Ediciones Papiro, 1972.
Referencias:
Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1992.
Duhalde, E. L. (comp.) Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Colihue, 2007.Tomo II.
Lichtmajer, Leandro. La construcción de un intermediario. El rol de Alberto Iturbe en el peronismo del exilio (1955-1962). Anuario IEHS, Vol.2. Tandil, 2020.
Lichtmajer, Leandro; Pulfer Darío. La génesis de la intermediación. Perón y los comandos de exiliados (1955-1958). En Folia Histórica Número 48- Sept-dic 2023.
Melon Pirro, Julio C. La resistencia peronista o la difícil situación del peronismo en la proscripción. Buenos Aires, GEU-EUDEM, 2018.
Monzón, Florencio. Llegó carta de Perón. Buenos Aires, Corregidor, 2006.
Prieto, Ramón. El Pacto. Buenos Aires, En Marcha, 1963.
LEANDRO LICHTMAJER – DARIO PULFER