Esta sección incluye una diversidad de testimonios sobre el período que corre entre 1955 y 1969. Los relatos contenidos en ellos parten de una inquietud y una problemática común, manifestada en sus relatos por testigos y protagonistas, la que se vincula con la vida y experiencia de los múltiples peronismos en la etapa de proscripción.

            El origen de este agregado, en una obra colectiva, abierta a los comentarios y en progresiva construcción, obedece a la disponibilidad de materiales y a un señalamiento crítico- reflexivo realizado por uno de los colaboradores del Diccionario.[1]

            La inclusión de una sección con estos testimonios merece una justificación valorativa, práctica y conceptual.

            Consideramos que la incorporación de testimonios de actores del período bajo estudio enriquece y complementa las otras aproximaciones que integran la obra. Más allá de la evidente variedad en los registros, la inclusión  de materiales de participantes de distintos niveles y grados de responsabilidad e involucramiento en los acontecimientos y procesos aquí abordados, suma perspectivas y elementos para la comprensión del período, introduciendo escalas y problemáticas que, la más de las veces, la interpretación no otorga o no termina de integrar cabalmente.

            La razón práctica de su incorporación reside en la posibilidad de disponer de manera rápida de un cúmulo de materiales dispersos en obras de género diverso, que fueron dadas a conocer en distintos momentos, algunos de las cuales resultan inhallables en la actualidad.

            En el orden conceptual, es en el que nos detendremos con mayor detalle por los recaudos teóricos y metodológicos que requieren el abordaje de este tipo de materiales.

            Nos interesaba darle un lugar al testigo o protagonista de los hechos para restituir densidad a los procesos, para recuperar el lenguaje de los actores y sus vivencias, para considerar sus puntos de vista y construcciones de sentido y realidad.

            No partimos de la idea que en esos testimonios esté ínsito lo real histórico, lo que supone dejar de lado la teoría que consideraba esas primeras impresiones y lecturas como portadoras excluyentes de la “verdad histórica”.

            Sabemos que esos testimonios constituyen una narración particular, quizá la primera lectura construida sobre los hechos mismos. 

            Son testimonios voluntarios, organizados lógicamente para dar cuenta de un accionar. En ciertos casos guardan cierta espontaneidad e ingenuidad, dando lugar a recuerdos, anécdotas, sucedidos. En otros, tienen intencionalidades precisas, que muchas veces incluyen justificaciones sobre determinadas decisiones o iniciativas. Algunas veces recrean elementos míticos o imaginarios construidos en la tradición oral. En todos los casos constituyen explicaciones construidas ex post. De manera reciente Ginzburg ha retomado los ejes de la reflexión de Bloch sobre esta cuestión señalando límites y posibilidades en sus usos.[2]

            Sabemos, también, que los testimonios tienen sus condicionamientos y temporalidades. Existe cierta cercanía o distancia de los hechos  de los que se da cuenta, lo que constituye la temporalidad de la narración. A ello se suma las circunstancias de tiempo y lugar y el modo en el que se transmite el relato. Por último, pesa, también, la relación establecida con los procesos a través de las simpatías o antipatías y el registro de los mismos en la memoria del testigo.

            Interesa en particular la narrativa que testifica cómo alguien observó, oyó, sintió o vivió ciertos hechos o sucesos, con la pretensión de veracidad que emana de la posición privilegiada de la que gozan aquellos que presenciaron en vivo y en directo tal o cual acontecimiento.“Quien testimonia, sin lugar a dudas, goza del privilegio de haber percibido de manera directa ciertos hechos o sucesos. Su posición es única. De allí emana la autoridad de la que otros carecen por no haber presenciado los acontecimientos que el testigo si percibió de forma directa a través de sus sentidos.[3] Tucídides, en su magna obra, subrayaba estascuestiones: prestaba particular atención a si el testigo había visto él mismo lo que narraba o porel contrario había recogido lo dicho por otros participantes. En su trabajo otorgaba prioridad aaquellos hechos en los que él mismo había estado presente esforzándose por contrastar las versiones de los diferentes testigos en los que no habíaestado.[4]

            Categorías nativas, literalidad, lenguaje de época, modos de ver, silencios constituyen la perspectiva emic que estos testimonios dejan disponibles a la perspectiva etic de la interpretación, de la que siempre se parte, sea para establecer un diálogo con ellos sea para atenerse a sus estrictos términos en una suerte de disolución en su propio entorno.[5]

            Más allá de esos problemas, de los que conviene estar precavido al momento de la lectura, consideramos que los testimonios dan cuenta de experiencias particulares y grupales que configuran la sustancia misma de la tarea de reconstrucción del historiador. Éste realiza, en base a la interrogación de esos testimonios y la consulta de otros materiales un registro de segundo o tercer orden buscando entregar una narración coherente de los resultados de sus búsquedas.

            Dar lugar a las voces de los actores, siendo conscientes de los problemas que conlleva esa operación, resulta de valor para integrar elementos (de categorías, ambientales, mentales) que toda reconstrucción retrospectiva debe tener en cuenta.Allí reside su valor fundamental. 

            Esos testimonios, nacidos de relatos orales, fueron transcriptos y en algunos casos mutilados o seleccionados por quienes realizaron las entrevistas o los registros.

            Por otra parte, debe tenerse en cuenta que fueron producidos bajo los efectos de temporalidades diferenciadas, dan cuenta de espacios de experiencia y de horizontes de expectativas sobre los que resulta clave detenerse.  Esos clivajes de lectura propuestos por Kosseleck, pueden ser recuperados a la hora de mirar estos materiales, ricos en detalles acerca de esas dimensiones.[6]

            La crítica al giro subjetivo y testimonial común en las prácticas memorialísticas en torno a acontecimientos traumáticos contemporáneos, que por momentos parecen reemplazar narraciones realizadassobre lógicas más complejas de reconstrucción, no debe conducirnos a dejar de lado estos materiales, de por sí valiosos, al momento de presentar escenas y trayectorias del pasado reciente.

            De un pasado que dura en los debates públicos actuales y en la producción historiográfica y que invita a ser visitado y problematizado.

            Resulta fundamental integrar este tipo de relatos, ya que ellos habilitan a diálogos productivos, interacciones, complementos entre las intervenciones y perspectivas de los testigos y de los historiadores, tal como postula Todorov.[7]

            Presentar una diversidad de testimonios, elaborados en distintos contextos –cuestión que también debe ser tenida en cuenta en el momento de leerlos y analizarlos- facilita una mirada con múltiples puntos de abordaje.

            No se trata con ello de seguir machacando sobre la relatividad de los mismos, sino de la riqueza que implica ponerlos en diálogo buscando una reconstrucción sinfónica o con puntos de fuga o no sutura.

            A las razones valorativas, prácticas y conceptuales podríamos agregar otra de orden cuantitativo. Si bien se mira, resulta profusa la cantidad de materiales producidos sobre este período. Reunirlos, colocar su producción en configuraciones situacionales concretas y ponerlos en diálogo entre sí y con las reconstrucciones realizadas por los autores contribuye, además de enriquecer la lectura y comprensión del período, al desarrollo de futuros trabajos de investigación centrados en nuevas preguntas, temas y enfoques.

Darío Pulfer


[1]Agradecemos a Fernando J. Devoto la sugerencia para la organización de una sección con la “voz de los testigos”, las reflexiones en torno a sus virtualidades y los comentarios a esta presentación.

[2]Ginzburg, Carlo. Cinco reflexiones sobre Marc Bloch. Rosario, Prohistoria-Contrahistoria, 2018. Revelaciones involuntarias. Leer la historia a contrapelo.p.96 y ss.

[3] Contreras, Gustavo; Petiti, Mara. En Primera Persona Testimonios para la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX: peronismo, política, sindicalismo y prensa. En Primera persona.Testimonios para la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX.  Mar del Plata, Eudem, 2017.

[4]Tucídides. Guerra del Peloponeso. Madrid, Gredos, 2019.Libro I, 20-22.

[5]Ginzburg, Carlo. Tentativas. Rosario, Prohistoria, 2004. Conversar con Orion.p.229 y ss.

[6]Kosselleck, Reinhard. Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona, Paidós, 1993. “Espacio de experiencia” y “Horizontes de expectativa”, dos categorías históricas.p.333.

[7] Todorov, Tzvetan. Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX. Barcelona, Península, 2002. Testigos, historiadores, conmemoradores.p.155.