Entre los medios que manifestaron posiciones críticas en relación a la Revolución Libertadora podemos mencionar a El Líder, De Frente y Norte y la efímera vida de El 45, Federalista y Lucha Obrera. Junto a ellos surgieron de manera efímera El descamisado / El proletario, orientados por Aníbal Leal y El Grasita, un medio que no llega a categoría de periódico, pero que hace las veces de tal y que procura expresar el más prístino espíritu peronista.
Esta publicación fue orientada por Enrique Oliva, quien contó con la colaboración de otros militantes de base. Su producción fue artesanal y su salida, irregular. La distribución estaba ligada a una forma organizativa creada con anterioridad y denominada “Comandos Coronel Perón volviendo a las Bases”, cuyo propósito era el de multiplicarse a lo largo del país. Entre las actividades de dicho agrupamiento, del cual el “periódico” sería expresión, estaban las relacionadas con el objetivo de lograr de una forma, digamos, más “orgánica” la difusión de volantes, de las pintadas con tiza y carbón y desde el principio, lde las célebres Directivas de Perón en el exilio. Entre los méritos que se atribuyeron estuvo la temprana instalación de la consigna “Perón vuelve”.
El nombre de la publicación estuvo inspirado directamente en el lenguaje de Eva Perón, quien invirtiendo la carga afectiva antiperonista del término, solía hablar públicamente de sus “grasitas”.
En lo que sigue expondremos sumariamente la trayectoria de su director, trataremos de explicar su posicionamiento político y luego haremos una breve revista de algunos de sus contenidos.
Enrique Oliva nació en 1923 en Mendoza. Con dieciocho años fue alumno de Perón en Tropas de Montaña. Después de concluir sus estudios secundarios se trasladó al litoral y vivió el 17 de octubre de 1945 en la ciudad de Rosario. En la Universidad Nacional del Litoral obtuvo una Licenciatura Diplomático-Consular y luego el Doctorado en Ciencias Políticas en el año 1949. A los veinticinco años ocupó en su Mendoza natal el cargo de Secretario General de la Universidad, durante el rectorado de Ireneo Fernando Cruz. En el año 1951 participó de la creación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, del cual fue asesor hasta el año 1955. La caída del peronismo lo empujó hacia la “resistencia” desempeñando un papel significativo en las organizaciones de base que surgían para rechazar a la dictadura militar. A fines del año 1955 creó el primer Comando “Coronel Perón” y luego tomó contacto con Perón, a través de la política chilena María de la Cruz, quien ya estaba en contacto con el presidente derrocado. Antes del levantamiento de Juan José Valle fue detenido junto a numerosos peronistas merced al descubrimiento de documentos en poder de alguno de los miembros del Comando Nacional Peronista (Melon Pirro, 2002: 243-254). En este lapso se registró la primera salida de El Grasita, una hoja de la que solo han quedado registros y referencias fragmentarias.
En la confección de El Grasita, aunque no figuraban sus nombres, colaboraron varios mlitantes. María Elena Vázquez, maestra y de sobrenombre “Porota”, fue la proveedora de la primera tecnología: un reproductor de gelatina que utilizaba en la docencia. También se mencionó a su cuñado, de apellido Stagnaro, un empresario comprometido con esa causa. Un tal López, ingeniero de la Provincia de Tucumán, al ex diputado nacional Gallo y a un militante de apellido Manso.
Otros colaboradores anónimos, según el testimonio de Oliva, fueron los empleados de teléfonos que se insertaron en la red de producción de la publicación: “Como en esos tiempos no había llamadas automáticas, los telefonistas constituían un comando. Nos hacían conexiones múltiples a varias provincias, para hacer llegar información o instrucciones. Y no las facturaban” (Cichero, 1993: 188).
Los comandos Coronel Perón se desarrollaron en la base y, en las condiciones impuestas por el golpe militar, no había un liderazgo político claro en el país. Por esa razón el grupo decidió tomar contacto directo con Perón.
Según Oliva “el único que lo conocía al General era yo. Lo había conocido siendo chico, él me enseñó a esquiar. Estuvimos vinculados por razones deportivas hasta que trabajé en la Secretaría de Presidencia durante su gobierno. El que debía ponerme en contacto con él era yo. Entonces viaje a Chile. Busqué a la senadora María de la Cruz que era amiga de Perón y le dije que quería conversar con él. Ella me dijo que por teléfono era imposible pero que le escribiera: ella me garantizaba que le haría llegar la carta” (Cichero, 1993: 188).
De este modo fue que redactaron un informe relatando la situación, la organización que habían generado con los Comandos, la creación de la consigna “Perón Vuelve”, la ausencia de referencia y conducción y la solicitud para que Perón los dirigiera a la distancia descontando su lealtad. María de la Cruz le avisó a Oliva que a través de un gerente de Lan Chile le iban a llegar noticias de ellos. Fue así que pronto recibió un grueso sobre: “Encontré varias páginas de Perón dirigidas a mí. Primero exponía nuestros errores: cómo caímos, cómo debíamos actuar. Y luego venían las Instrucciones Nº 1 para la Resistencia Peronista. Todas las páginas firmadas. Una carta era para mí. Y había otras. Eran hojas escritas a mano que decían: ‘Panamá’, la fecha, ‘Al dirigente que está al frente de la CGT’, ‘Al dirigente que está al frente del Partido’, al de la Juventud, a la de la Rama Femenina…Tristísimo. Todas así: donde los saluda, les da instrucciones y los autoriza a actuar en nombre suyo. Eran no menos de cinco cartas, y en la carta dirigida a mí me pedía ‘A estas cartas póngales usted el nombre que le parezca más conveniente’. Eso quería decir que yo era el primer peronista de base o de la resistencia que me había puesto en contacto con él luego de varios meses de la caída de su gobierno” (Cichero, 1993: 188).
Perón le indicó a otros grupos que tomaran contacto con Oliva y su grupo. Así lo buscaron Rodolfo Traversi de la primera juventud peronista y Raúl Lagomarsino del Comando Nacional Peronista. Perón les indicó que corroboraran si Oliva había sido profesor de la Universidad de Cuyo para asegurarse que se trataba de la misma persona teniendo en cuenta la fragilidad de los lazos que se constituían en ese momento de clandestinidad.
Para asegurar las comunicaciones con el líder inventaron, junto a los miembros del Comando Nacional, un sistema de claves que requería el uso de dos diccionarios iguales, anotando entre paréntesis el número de la página y el número de la línea donde estaba la palabra y le enviaron un diccionario a Perón.
Entre esos mensajes cifrados llegó uno de Perón en el que les pide que organicen la liberación de Cooke y Antonio del penal de Rawson….
Las Directivas y comunicaciones circulaban, pues, entre los “Comandos”, aunque efectivamente Oliva parece haber sido su introductor inicial, como hemos expresado vía su contacto en Chile, María de la Cruz. Al decir de Oliva, ellos eran un “comando” de vocación mas “grasita” (Cichero, 1993: 188), y de allí el nombre elegido para la hoja de comunicación de la clandestinidad peronista.
El Grasita respondió a un patrón común para las acciones de “resistencia” con una fuerte orientación de trabajo en lo territorial: “El otro ámbito fue el barrio en la ciudad de Buenos Aires, en el conurbano y en las ciudades más importantes del interior del país. Nuevos y viejos militantes se reunían en el café, en el club, en casas de familias, apareciendo en estas reuniones clandestinas estructuras informales que se irían preparando para la acción. Primero será la reiteración del objetivo principal: ‘el retorno incondicional de Perón a la Patria’, luego el análisis político de la situación, se pasará después a la confección de una hojita volandera, que se transformará en alguna publicación efectuada en alguna imprenta clandestina…” (Chávez, 1993:106).
Al conformarse como grupo comenzaron a confeccionar volantes a través de la tecnología del reproductor a gelatina y luego pasaron a una estructura, artesanal, pero superior: “publicamos una revistita mimeografiada que se llamaba El Grasita” (Cichero, 1993: 188).
“El nombre de El Grasita fue muy usado en los primeros grupos de la resistencia, para identificarse claramente con las bases humildes, adoptándose esa expresión tan cariñosamente repetida por Evita. Era una forma de volver a las fuentes. Con la misma intención se crearon los Comandos Coronel Perón, destacando lo de «Coronel» para evocar los sentimientos revolucionarios que inspiraron los comienzos del peronismo. En los primeros momentos posteriores al golpe de 1955, las bases se encontraron solas. Sus dirigentes estaban detenidos, escondidos y hasta algunas figuras habían desertado. Se comprendió la obligación de actuar de cualquier forma, por cualquier medio. Así, en fábricas y barrios de todo el país, entre amigos y vecinos, surgieron espontáneamente los primeros comandos. Desde las bases venía la principal presión para estimular y sostener el fuego popular peronista y su determinación de lucha para alcanzar la única solución posible: el regreso incondicional de Perón. No se disponía del apoyo ni comprensión de los medios de difusión, sino todo lo contrario, llegando hasta el ensañamiento más vil. El decreto, 4161 consideraba subhumanos a los peronistas, despojándolos de los derechos más elementales, con la complicidad de todos los partidos políticos» democráticos» y de los ‘constitucionalistas’, que legalizaban cuanto atropello se decretaba contra trabajadores y afiliados. Ante las calumnias en los barrios surgió una frase: ‘puto y ladrón nos quedamos con Perón’. Había que sintetizar y la imaginación popular creaba respuestas a todas las arremetidas de la antipatria. Un barrio carenciado de Rosario puso un cartel: ‘A los militares los reconocen ocho países. Villa Manuelita no’. En tales condiciones se impuso el método de escribir consignas con tiza y carbón y en especial los nombres de Perón y Evita y la famosa V con la P encima. Los primeros panfletos que circularon fueron pedazos de papel escritos a mano, sin importar mucho la ortografía. El estilo era intimista, con lenguaje popular. Luego se pasó a los precursores del mimeógrafo, los reproductores de jalea que utilizaban las maestras. Una docente, modelo de militancia y solidaridad, la desaparecida María Elena ‘Porota’ Márquez, organizó una eficaz red de impresión y distribución, alcanzando a todo el país. A fines de 1955 EL GRASITA, nombre ya utilizado en panfletos, se convirtió en unas hojitas abrochadas, como vocero de los trabajadores humildes. De Director figuraba «Juan Grasa» un nombre colectivo inventado, que los representaba a todos, pues muchos grupos de la Resistencia, como los ‘Comandos Coronel Perón’, desde sus comienzos no personalizaban méritos, aunque se conocían todos. Por eso la consigna de la primera página decía: ‘Órgano de los Soldados Anónimos del Movimiento Peronista’…. EL GRASITA dio grandes satisfacciones porque fue útil, apreciado en todos los lugares donde llegaba. El General Perón lo empezó a recibir en Panamá…” (Oliva, 2000).
La finalización de la breve experiencia de la hoja de El Grasita coincidió con la prisión de su director, inmediatamente antes del levantamiento de Valle. Meses después Oliva tuvo la opción de salir del país y se exilió en España. Viajó luego a Venezuela donde compartió un mes con Perón en el exilio, colaborando en la transcripción del Pacto Perón-Frondizi.
El Grasita, no obstante, tendrá una segunda época luego de las elecciones de febrero de 1958, e incluso se dedicó a participar, atento, en la compleja evolución del peronismo bajo las nuevas circunstancias. Pese a la semi-legalidad de quienes de todos modos seguían proscriptos, el responsable y director siguió firmando, sencillamente, “Juan Grasa” y el medio, consecuentemente, continuó considerándose “Órgano de los soldados anónimos del movimiento peronista”.
Oliva, que también siguió siendo su principal redactor, era ya un hombre informado de los pormenores de la vida interna del movimiento, alguien que había participado de la resistencia y que, como hemos dicho, fue testigo privilegiado del pacto. En agosto de 1958 difundió la noticia de que por necesidades del movimiento “El Hombre” (es decir, Perón) había disuelto el Comando Táctico, esto es, la dirección local del peronismo con Cooke a la cabeza. Sobre el delegado de Perón decía: “debemos hacerle justicia al cuerpo y reconocer que al pobre le toco bailar con la más fea”. No se refería a la dura resistencia, sino particularmente al pacto: “¡Lindo encarguito le dieron de aconsejar el voto al narigón!” (El Grasita, 7-8-58: 1). Oliva solo esperaba que quienes se quedaron afuera del nuevo cuerpo, la Delegación Nacional del Comando Superior que incluía a 15 miembros, esto es, siempre menos que los aspirantes- “se la sepan aguantar piola y no se encabriten” ya que “el que chille se deschava fiero y merecerá el repudio del graserío” (El Grasita, 7-8-58: 1).
La apelación a un lenguaje popular con prevalencia por momentos del lunfardo, en Oliva, aparecía como mucho más auténticamente peronista y potencialmente más eficaz para llegar a las masas que otras expresiones de época.
Una serie de notas de color, plenas de ironía, humor y provocación directa, nutrían las páginas del medio de expresión peronista por entonces. Notas como “Una preguntita a los yanquis” llamaban a pensar en qué pasaría si el peronismo apoyara o diera cabida al comunismo o afirmaciones contundentes sobre los precios de artículos de primera necesidad, componen el cuadro de interpelación popular peronista propio de sus siempre rústicas hojas (El Grasita, 8-8-58: 3-6).
El Grasita en su primera como en esta su segunda época, como el mismo Oliva en su trayectoria, pareció siempre inclinado a un centro de lealtad peronista que, independientemente de los avatares del contexto, no era sino la lealtad a Perón.
En la coyuntura de agosto de 1958 –la del último ejemplar de que disponemos- consideraba que la nueva Delegación del Comando Superior Peronista tenía claras instrucciones y plazos para realizar la afiliación y para elegir a los convencionales que “darán una organización piola al Movimiento”, y hablaba de cuatro meses para que Perón disponga de “una organización política de fierro”.
Advertía constantemente contra eventuales “macaneos y vivos” y declaraba suprimir varias “bombas” previstas para este número contra “personajes” del Movimiento a quienes había decidido darles “una oportunidad más”.
La constitución de la Delegación, primero, y la conformación del Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo, después, relegaron la figura de Cooke (Melon Pirro; Pulfer, 2020), no obstante lo cual, en pleno proceso y en congruencia con la amistad y admiración que le tributó siempre, Oliva le dedicó una bienvenida oficial que expresó en los siguientes términos:
En pocos días más los grasitas podremos recibir al tordo Cooke que regresa al país conjuntamente con su entusiasta jermu, la compañera Alicia Eguren…. “EL GRASITA” les desea un feliz reencuentro con la patria de los peronistas. El dogor Cooke viene a encabezar la Delegación del Comando Superior Peronista y le cabe una enorme responsabilidad ante el graserío esperanzado en que la nueva Delegación prepare el camino para el pronto retorno del Potro (El Grasita, 8-8-58: 8).
Referencias:
Cichero, Martha. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1993.
Chávez, Fermín. Historia Argentina. Bs.As., Oriente, 1993. Tomo XV.
Melon Pirro, Julio. “Enrique Oliva. Resistencia Peronista, cárcel y exilio”, entrevista realizada el 24 de enero de 2002. Publicada en Gustavo Contreras y Mara Petitti, (comps). En primera persona. Testimonios para la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX: peronismo, política, sindicalismo y prensa. Mar del Plata, Eudem, 2018.
Melon Pirro J.; Pulfer, Darío. Cooke en 1958. Del centro a los márgenes. En GAUDE, Leonardo (Comp). Cooke. Bs.As., UNGS, 2019 (en prensa).
Oliva, Enrique. Testimonio. En Moyano Laissue, Miguel A. El periodismo de la resistencia peronista. Bs.As., Asociación Amigos de la Resistencia Peronista, 2000.
Julio Melon Pirro y Darío Pulfer