(Buenos Aires,1913- s / d).

            Alias: “G 1”.

            De niño, sufrió una parálisis.

            Egresado a los veinte años de la Escuela Mecánica de la Armada.

            En 1933 fue destinado en una comisión naval a Italia, dedicándose a la supervisión de los acumuladores para submarinos. Allí se enteró de las declaraciones del vicepresidente Roca en Lisboa, quien había declarado “Argentina es parte integrante del Imperio Británico”. Ello preparaba el terreno de la firma del tratado entre Argentina y Gran Bretaña, luego conocido como Roca-Runciman.

            Luego volvió a la Argentina. En 1937 pidió la baja y se fue a vivir al sur, dirigiendo una usina eléctrica y tuvo a su cargo algunos faros.

            En 1944  escuchó la prédica de Perón adhiriendo a su movimiento.

            Durante el gobierno peronista participó de cerca de quinientas Misiones Monotécnicas, visitando escuelas intermedias diseminadas por el interior del país.

            Por ese tiempo, organizó cooperativas y estudió la importación de madera de Chile.

            Estaba en Buenos Aires cuando estallaron los bombardeos de junio de 1955. Consideró que el llamado a pacificación de Perón, constituía una debilidad y una concesión. Presenció el derrumbe del gobierno peronista, sin encontrar dirigentes que se pusieran frente al movimiento de los insurrectos.

Volvió a Comodoro Rivadavia. Siguió de manera atenta los acontecimientos. Leyó el periódico de Jauretche El 45. Se hizo de las declaraciones de Perón en el mes de octubre en Villarica, participando de la cadena de difusión de las mismas, haciendo copias a máquina para distribuirlas.

Al tiempo, comenzó a viajar a Chile como importador de madera.

Estando en Balmaceda, a la espera del avión de traslado a Santiago, escuchó el anuncio del libro de Perón titulado La fuerza es el derecho de las bestias. Se acercó a la dirección de venta, en la calle Huérfano en Santiago. Allí conoció a María de la Cruz, política chilena con fuerte afinidad con el peronismo y encargada de la impresión y difusión del libro de marras. La realidad resultó otra: se trataba de un aviso para generar vínculo y reclutamiento de adherentes al peronismo.  De ese modo se relacionó con el naciente Comando de Exiliados de Chile.

Guizzardi confeccionó un Plan de Operaciones y se lo remitió a Perón a Villarica, quien acusó recibo, señalando sus coincidencias, en carta de abril de 1956.

Por otra parte, con otros miembros del Comando de Exiliados, instalaron una radio en Maipo. La transmisión comenzaba a las 12 de la noche. Seguían una secuencia: música característica, mensajes de Perón, interpretaciones de Carlos Gardel o Tita Merello. Al cierre: Heroica de Chopin y el Coro del Himno.

Las acciones de organización en Chile así como el desarrollo de viajes al interior del país en su condición de empresario para colectar información, hicieron que Guizzardi fuese reconocido como figura clave del Comando por parte de Perón.

En ese marco, Guizzardi intercambió correspondencia con Perón para favorecer su traslado a Chile, como paso previo al regreso al país. Las condiciones internas de Chile, con la derrota electoral del Gobierno de Ibáñez del Campo de marzo de 1957, impidieron el traslado.

La fuga de Ushuaia y la radicación de Cooke en Chile, hizo que Perón, a la función de delegado le sumara la responsabilidad sobre el grupo chileno y pusiera el resto de los Comandos de Exiliados bajo su mando.

Perón le escribió a Cooke el 21 de marzo de 1957, recomendándole conversar y tener en cuenta a Guizzardi. En un primer momento, Cooke valoró su colaboración.

Su trabajo comercial, como señalamos, le permitió trasladarse de Argentina a Chile. Estando en Buenos Aires, por razones de conveniencia política, negó la autenticidad de las cartas de Perón designado a Cooke como “heredero”. “No hay jefe”, repetía.

El progresivo debilitamiento del gobierno de Ibáñez del Campo enfrío las iniciativas de desplazamiento de Perón. Además, obligó a Guizzardi a pasar a la clandestinidad. Fue acusado de espionaje y partícipe de un plan de penetración de la ideología justicialista en Chile, por parte de la Fiscalía Militar.

En las elecciones a convencionales constituyentes de julio de 1957 apostó por una vía insurreccional. No aceptaba la opción del voto en blanco. Estas posiciones fueron expuestas a Cooke en las visitas que le hacía a la Penitenciaria de Santiago,  haciéndose pasar como hermano del dirigente peronista.

En la misma línea de intransigencia, no se fiaba del acuerdo entre Perón y Frondizi.

Al retornar la normalidad institucional en la Argentina, salió de Chile, huyendo a caballo junto con otro peronista, Eduardo Medina. En el camino divisaron a carabineros a sus espaldas y les argumentaron que eran “correos de Perón” y que Frondizi estaba al caer. Tras una serie de consultas y consideraciones, el Sargento les permitió seguir.

Poco después se trasladó a Santa Cruz.

Su huella se pierde por esta época, sin conocer, al momento, más datos sobre su derrotero.

Fuentes:

Carta de Juan D. Perón a Julio Guizzardi. 10 de abril  de 1956. Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Colihue, 2007.

Carta de Juan D. Perón a John W. Cooke. 21 de marzo de 1957. Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Colihue, 2007.

Referencias:

Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1993.

Julio Melon Pirro y Darío Pulfer