Entonces, cuando llega la caída, nos llaman los socialistas disidentes que se están inclinando, algunos grupitos, hacia Perón. Y formamos parte de lo que se llamó hacia el año ’54, ’55, el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Y entramos con Carpio, con Spilimbergo, yo, no sé quien más, a formar parte del Comité Ejecutivo, con Enrique Dickman, los socialistas amarillos tradicionales que ahora habían cambiado un poco de color, estaban azul y blanco, y entonces la cosa estaba muy difícil, y ya nos entreveramos con el peronismo y ya nunca más nos apartamos. Ahora vamos a entrar pero resulta que siempre estuvimos entreverados. Porque nos llama Albrieu, el ministro del Interior de Perón, un antiguo radical, peronista riojano, Oscar Albrieu y nos dice “bueno, muchachos, acá se viene la cosa muy dura, hagan algo”, y entonces ahí le decimos “hay que sacar un periódico, para hacer algo hay que tener plata”, entre los curas que eran unos sinvergüenzas espantosos, cipayos de lo último, era la Iglesia preconciliar. Perón perdió la cabeza totalmente con la Iglesia, y la Iglesia estaba en una posición totalmente oligárquica, tan distinta a la que va a tener después de los concilios, después de Juan XXIII y del gran Papa Pablo VI, en que la Iglesia descubre al Tercer Mundo. En ese momento la Iglesia estaba con todos los grandes canallas, masones, socialistas y demás contra Perón. Entonces le decimos a Albrieu, bueno, den algo, y entonces, a la manera peronista, dio una “orden de coche”. Perón había dicho “o acá hacemos autos argentinos o acá no entra un coche a la Argentina”. Y entonces ahí empezó la Aeronáutica a fabricar coches y tanques. Empezó a fabricar la moto Puma en Córdoba. Tenemos acá, gracias a Dios, a un auténtico trabajador de la industria automovilística, mecánico, Piro, que estuvo allá y ahora está acá. Y empezó a fabricar todo, Córdoba. Córdoba se transformó por obra de Perón y del Brigadier San Martín en una potencia industrial porque Perón no quería dejar entrar a nadie. O, si venía un gringo, que instalara la fábrica, que fue cuando vino Kaiser.

Pero entonces estaba la burocracia peronista, que dejaba cada tanto, entrar 500, 600, 1.000 unidades por año y se las daba, teniendo en cuenta que era generoso, y se las daba a cada general. A cada general, una “orden de coche”. Ese papel costaba una bicoca. A un dirigente sindical, a un periodista que fuera suficientemente de lengua larga… Con esa “orden de coche” sacamos Lucha Obrera. Y ahí decíamos todas las barbaridades que podía esperarse de nosotros. Bueno, cae Perón y viene la infantería de Marina, estábamos nosotros en la imprenta, en la Calle Perú, nos clausura todo, disuelve el partido y nos vamos a los caños con la Revolución Libertadora y cuando viene la Revolución Libertadora yo me refugio en la Embajada de Bolivia porque andaban capando elefantes y, como ustedes saben, no preguntan, así que eran días peligrosos.

Entonces viene la Revolución Libertadora y nuevamente no podemos hacer nada. Disuelto el Partido Socialista de la Revolución Nacional, clausurada Lucha Obrera, nosotros en los caños… y yo empiezo a escribir Revolución y Contrarrevolución en la Argentina.

El 9 de junio de 1956 están fusilando a Valle, al coronel Yrigoyen en una comisaría de Lanús y yo estoy terminando en la madrugada, ese libro, que iba a ser después de todos estos años de trabajo, una tentativa de ver a la sociedad argentina en su conjunto. Yo me había ido a la Embajada de Bolivia a refugiarme y Jauretche se había ido a Montevideo, ocurrieron toda clase de incidentes y de líos, porque los tipos eran asesinos.

Luego viene Frondizi. Nosotros no teníamos organización, éramos un grupo, nos llamábamos Izquierda Nacional. La palabra Izquierda Nacional se inventa en el ’55. Están Spilimbergo, Carpio, éramos ocho o diez compañeros y nada más. El viejo Narvaja está encerrado en una cripta, somos nosotros los que nos movemos, como podemos. Llega Frondizi, Frondizi nos llama al grupo que podríamos denominar de Izquierda Nacional pero que carecía de organización y de fuerza, y nos pide que lo apoyemos, a su candidatura. Y nosotros decimos que no. Y votamos en blanco. 700.000 argentinos votaron en blanco para no votarlo a Frondizi.

Bueno, siguen las cosas, cae Frondizi. Antes de caer Frondizi, su secretario, un muchacho médico, que me conoce a mí, me viene a ver, Mario Valotta, y que como Frondizi andaba mal por los golpes militares que le daban, tuvo 34 planteos militares en cuatro años, Valotta me viene a ver a mí porque Frondizi había asumido el control del Diario Democracia, entonces quiere que yo haga declaraciones. Y como el diario Democracia abarcaba todo un edificio con maquinarias que venían de la época de Perón y Valotta, un buen médico y muy buen tipo, y estaban las máquinas en el edificio, controladas por el Presidente que ya no controlaba ya ni a la familia, en ese momento, y yo entonces le digo “saquemos libros, saquemos algo” y entonces sale Coyoacán. Y sacamos cuarenta titulos de Coyoacán, unos libros chiquititos, donde está todo, la Virgen María, Lenin, Herrera, Jauretche, todo, todo, todo. Y sacamos ocho semanas el semanario Política, con todo, ya con las posiciones… con todo. Porque Frondizi estaba tan decepcionado que le dijo al secretario “hagamos algo”. Eso, al final.

Entonces cae Frondizi, viene Illia y ya más o menos el grupito nuestro se había extendido por todos lados, la antipatía que alcanzaban nuestras posiciones ya tenía proporciones considerables. Teníamos una gran influencia ya en materia de conocimientos que nosotros habíamos tipificado a las fuerzas antinacionales que nosotros habíamos caracterizado y cauterizado al fuego, ya había salido el libro de Sábato, todo el mundo sabía quien era yo, el de la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Y entonces un día cae un grupo socialista de Tres de Febrero con un concejal socialista llamado Iovine, dueño de una cadena de (…).

Llegamos al ’66, cae Illia, pasamos a los caños de nuevo por un tiempo, pero Onganía era un dictador benigno. Él disuelve los partidos políticos pero no molesta a nadie. No es Videla. Entonces seguimos con Carpio y otros compañeros y armamos una imprenta propia y escribimos cosas infinitas, folletos, libros y demás. Era tanto lo que escribíamos, de desproporción era tan grande entre lo que escribíamos y los que en realidad éramos, que parecíamos uno de esos chicos que hay en Jujuy, que vienen con todas las cajas, los tambores, que meten un ruido espantoso en la sierra con la virgen y detrás de ellos no hay nadie. Bueno, así éramos nosotros, hacíamos mucho ruido pero detrás nuestro no había nadie pero no obstante, bueno, la ideología, todo eso se expandía y en un momento determinado, hacia el año sesenta, setenta, qué se yo, empiezan a tener un auge desproporcionado los libros de Puiggrós, los libros míos, los libros de Chávez, de Pepe Rosa, de Hernández Arregui y de pronto, los libros míos…bueno, decenas de ediciones. Todo el mundo los lee y nos damos cuenta que, en algún momento determinado, contribuimos a conformar una nueva ideología nacional y revolucionaria para los argentinos aun que no participaban de nuestras ideas pero que de algún modo, nosotros estábamos estableciendo en el pasado un cierto corte. Había un sentido en lo que hicimos. Y eso es mérito de Puiggrós, de Chávez, de Pepe Rosa, también mío, de toda una generación que con distintos puntos de vista intentábamos asumir a la Argentina como un ser diferenciado con historia propia y viviente.

La única diferencia que nosotros agregamos o aportamos en esa tarea, con respecto a todos esos escritores que acabo de mencionar es que nosotros no veíamos a la Argentina como una nación, la veíamos como parte de la Gran Nación Latinoamericana. Y esa es, después del ’43, la contribución de nuestra generación: descubrimos América Latina como una gran patria posible. Y primero habíamos descubierto al…….. Esos son los dos instantes que yo diría que de algún modo están en la historia del pensamiento argentino.

En relación al peronismo, cuando viene Onganía, por primera vez yo trabo relación con Perón. Le mandamos a Perón un número de la revista que sacábamos nosotros. Primero le mandamos una carta pidiéndole autorización para publicar unas conferencias que él había dictado en la Escuela Superior de Guerra cuando era presidente, relativas a sus relaciones con Ibáñez y con Vargas. Notables conferencias muy poco conocidas donde él planteaba con una enorme osadía intelectual y política, dignas del gran hombre que fue Perón, que cada día –como Gardel- canta mejor, donde él plantea la unidad con Chile y con Brasil. Le mando una carta… yo nunca me había escrito con Perón, a pesar de que viajábamos en el mismo colectivo todos los días porque en el diario Democracia cuando yo estaba en Europa, yo escribía abajo con el nombre de Víctor Almagro y él escribía arriba con el nombre de Descartes así que viajábamos juntos pero en realidad nunca hablamos. Yo le escribo años después, cuando él estaba en Madrid y me manda una carta muy cariñosa, me autoriza a publicar sus conferencias, le mando la revista, que es en el año 70, creo cuando hacemos el Congreso de FUA.

Ya el movimiento nuestro, no sé si como PSIN o como FIP, tenía una gran influencia estudiantil, incluso teníamos tipos muy peligrosos, de acción, tipos de temer, hay uno que está acá, que es Alejandro Gorsky, que ahora ha perdido el pelo, que tiró a un intendente de Roca por el balcón de la Municipalidad, en el famoso “rocazo”. Es decir, había toda una oleada de estudiantes que estaban sosteniendo a este pequeño movimiento en crecimiento en el período del “cordobazo”. También hay un personaje muy peligroso del “cordobazo”, el Pelado Gómez, fotografiado entre los caballos de la montada en Córdoba, compañero Gómez que ha sufrido varios años de cárcel precisamente por su integridad revolucionaria. Grandes compañeros valerosos e inteligentes compañeros que en ese momento de ascenso popular, entre Onganía y Lanusse, va a conmover el país en protesta contra la política contra natura que los distintos gobiernos civiles y militares posteriores a Perón realizaban contra un país que quería aumentar de tamaño y al que, por el contrario, querían meterlo en un botín japonés.

Entonces ya entramos a entreverarnos con Perón. Me acuerdo que un abogado de origen liberal que desgraciadamente se perdió en la noche de la dictadura, Mario Hernández, tenía ganas de conocerlo a Perón. Tenía medios suficientes para ir a Europa y me vino a ver. Muy buena persona, por cierto, y me pidió una carta de presentación a Perón. Yo le di una carta de presentación, va a Madrid, lo ve al General, charlan de distintas cosas y en un momento dado la conversación cae sobre mi persona y Perón le pregunta cómo anda Fulano, qué se yo cuanto, y no sé el giro que toma la conversación y Mario Hernández le dice “Mire General, que Ramos se considera socialista”. Y Perón le contesta: “Macanas, en el fondo es peronista”.

Pero lo gracioso de la cuestión de Perón es que lo usual era que él desconfiaba de aquellos que afirmaban su fe peronista, sabiendo que el peronismo estaba lleno de sinvergüenzas. Él veía otra cosa, él veía algo próximo. Eso era una actitud que luego va a contar Pavón Pereira respecto de Perón y otros y que se va a manifestar además por escrito, por el propio Perón cuando en el Congreso no sé si me equivoco, de FUA, cuando ganamos la FUA, no sé cuando fue, creo que en el ’70, él manda un mensaje y me manda una carta que publiqué yo en México en unos libritos, donde Perón dice: “me cuento orgullosamente en las filas de la Izquierda Nacional” (N.R.: en realidad fue una cinta grabada que envió Perón en 1968 al IV Congreso del Partido Socialista de la Izquierda Nacional, PSIN).

Ha habido siempre entre nosotros, antes que política, una corriente de ideología militante. Porque no fue la nuestra una doctrina de libros, fue un pensamiento trocado en actos. Siempre hubo esa situación, desde el ’45. El hecho es que a partir de ese momento… yo lo visito a Perón en el ’68. Yo voy a Madrid, y estamos ahí un par de días, y hablamos con el General de todo lo que había ocurrido, etcétera, etcétera, se desarrollan los acontecimientos que ya conocemos y se produce el regreso de Perón, en el ’72.[1]


[1] RAMOS, Jorge A. Discurso de disolución del Movimiento Patriótico de Liberación e incorporación al Partido Justicialista. 27 de agosto de 1994. Disponible en: https://jorgeabelardoramos.com.ar/1994/08/27/disolucion-del-mpl-e-incorporacion-al-pj/