Hernández Arregui había publicado dos libros antes de dar a luz ¿Qué es el ser nacional? El primero, Imperialismo y cultura, editado en el contexto de la Revolución Libertadora, cuando otros autores del denominado “pensamiento nacional” como Chávez, Jauretche, García Mellid y Ramos salían a la palestra a polemizar en el ámbito cultural e histórico. El segundo, La formación de la conciencia nacional, respondía a otro momento, a los tiempos de Arturo Frondizi, en los que el debate parece desplazarse a otros espacios y otros ejes: el nacionalismo y las izquierdas. 

            El libro que comentamos se encuentra inmerso en este clima y en esas coordenadas de discusión. Si nos atenemos al contexto de producción del mismo veremos que nació, en sus trazos fundamentales, en 1961, aunque su publicación se dio dos años después.

            El núcleo originario fue presentado en una conferencia, que llevaba ese mismo título, dada en ambientes académicos, desplegada en el diálogo con estudiantes reformistas de la Universidad Nacional del Nordeste en 1961 y luego reiterada en Santiago del Estero.  El año siguiente, fue ampliada para otra intervención, ahora con estudiantes reformistas de la Universidad Nacional de Tucumán. Otro grupo de orientación peronista organizó una presentación en la Universidad Nacional del Litoral, que gozó de gran y heterogénea convocatoria.

Si bien las intervenciones van orientadas a ese público, con la intención temprana de trabajar por la “nacionalización de la izquierda” y la “peronización” de estudiantado (Friedemann,  2017) podemos notar que aparecen otras interlocuciones. Por un lado, con el uso que realiza el liberalismo conservador de la época (Mariano Grondona, el presidente Provisional José M. Guido o el diario La Nación). En otro registro, cuestiona las perspectivas “metafísicas” o “intemporales” sobre el tema, propias de los nacionalistas elitistas. Por último, la discusión va orientada a sus colegas del “pensamiento nacional” que guardan prevenciones para con la izquierda. Es a ellos a quienes dirige las palabras introductorias, señalando que la crítica al papel desempeñado en el pasado no condena definitivamente a la izquierda, ni le cierra el paso a su “nacionalización”. Es más, reafirmando su posición, consideraba que ya había un proceso de “fecundo viraje hacia el país” por parte de esos grupos.

Aunque se había propuesto realizar un “libro iberoamericano”, terminó siendo un “libro común” más centrado en la cuestión argentina. La obra, en palabras del autor, fue “un largo ensayo”, diferenciado de sus obras anteriores por la ausencia de referencias bibliográficas. Aunque tenía como criterio actuar de manera moderada, a diferencia de sus libros anteriores  “hijos de la discusión que sacude al país”, aclaraba que no había “podido dejar la polémica”. Entre sus fuentes reconocía dos fundamentales: la obra Nacionalismo y coloniaje del boliviano Carlos Montenegro y Consciencia e realidade nacional del brasileño Álvaro Vieira Pinto.

Sea porque no consiguió editor o por desconfianza hacia las relaciones contractuales (Peña Lillo, 2007) hizo una tirada con numeración y venta previa. Las iniciales de su apellido componían, de alguna manera, el sello editorial Hachea.

En un reportaje orientado a difundir el libro, buscó fundamentar las credenciales que lo posicionaban como pensador “peronista de izquierda nacional” dispuesto a trabajar en el campo ideológico exclusivamente (Caruso, 2021). Buscaba diferenciarse de las críticas que le hacían los desarrollistas identificándolo con las posiciones de Marcelo Sánchez Sorondo y otros nucleamientos de la izquierda cercanos a Ramos, de contribuir con esos trabajos a las posiciones del nacionalismo católico de derecha (Compañero, 1963).

Definido como “lucha anticolonialista de las masas” el ser nacional no podía  reducirse, según Arregui, a un esencialismo fijista o a un espiritualismo reaccionario. “Es un hecho político vivo empernado por múltiples factores naturales, históricos y psíquicos, a la conciencia histórica de un pueblo” (p.22). El ser nacional, “no es una categoría reseca del espíritu”. Es un “compuesto de factores reales”. En sus palabras:

Es una comunidad establecida en un ámbito geográfico y económico, jurídicamente organizada en nación, unida por una misma lengua, un pasado común, instituciones históricas, creencias y tradiciones también comunes conservadas en la memoria del pueblo y amuralladas, tales representaciones colectivas, en sus clases no ligadas al imperialismo, en una actitud de defensa ante embates internos y externos que, en tanto disposición revolucionaria de las masas oprimidas, se manifiesta como conciencia antiimperialista, como voluntad nacional de destino (p.22).

Se ha señalado la marca “stalinista” de los trabajos de Hernández Arregui en cuanto a su visión “etapista” de la historia. La definición utilizada en ¿Qué es el ser nacional? lo aleja del trabajo clásico de esa matriz. Nos referimos al libro del propio Stalin titulado El marxismo y la cuestión nacional y colonial, en el que tomaba esta definición:

«Nación es una comunidad estable, históricamente formada, de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura» (p.16).

Hernández Arregui, transmuta la “comunidad de destinos” de La cuestión nacional y la socialdemocracia de Otto Bauer (p.139), en “voluntad nacional de destino”. Ese desplazamiento, como puede intuirse, refiere a la condición colonial o semicolonial atribuida a la Argentina e Hispanoamérica.

Hernández Arregui, a diferencia de Bauer y Stalin, introduce dos factores determinantes en su armado conceptual. Por un lado, las “creencias y tradiciones” que incluyen el factor mítico y religioso, de significativo peso en la región. Por otro, la conservación de esos elementos en “la memoria del pueblo” en general, y “amuralladas…en sus clases no ligadas al imperialismo” en particular, constituyen un reservorio que “…en tanto disposición revolucionaria de las masas oprimidas, se manifiesta como conciencia antiimperialista».                       

El autor rescataba el sentido liberal clásico de la “comunidad…jurídicamente organizada en nación…[y] las instituciones históricas”, como factores constitutivos del “ser nacional”, en lo que resonaban viejos ecos republicanos de su radicalismo juvenil.

Por último, conviene detenerse en la importancia dada al “pasado común”. Usando el concepto de “vida histórica” para enlazar los factores reales enunciados para la definición de “ser nacional”, señalaba que “es obligatorio buscar sus orígenes en la  historia” (p.23). Esa pretensión historicista, que no podemos dejar de filiar a su maestro Rodolfo Mondolfo (1955), se combinaba con el uso de la categoría de vida histórica que venía forjando José Luis Romero (1945:8-9).

El otorgamiento de un peso decisivo a la historia lo obligó a incursionar por el pasado hispanoamericano. De ese modo, Hernández Arregui descartó las narraciones de la “leyenda negra” anglófila y liberal y su contrapuesta “leyenda rosa” hispanista y católica, para centrarse en el mestizaje original indígena y español. En esa incursión filiaba su visión en el ensayismo latinoamericanista que iba de Rodó a Vasconcelos, pasando por Ugarte, Haya de la Torre, Mariátegui y los forjistas argentinos. La idea de balcanización que siguió a los procesos independentistas, la dependencia oligárquica, así como la sucesiva penetración británica y norteamericana se inscribían en los relatos producidos por la “izquierda nacional” (Ramos, 1949). Productos menores de ese armazón, fueron los “intelectuales coloniales”, “amonedados a la universidad de la oligarquía liberal”, que “no pueden pensar como argentinos”, pues “su dependencia intelectual es parte de la dependencia del país mismo”. Como contraposición, aparecían las masas resistentes y los intelectuales aislados que se encontraban dispuestos a luchar contra el aparato cultural dominante.

En la región, dice Hernández Arregui, no puede hablarse específicamente de culturas nacionales, sino más bien de “subáreas interrelacionadas”, que compartían formas de expresión artística y folklore, propiamente locales. Esas realidades culturales se enfrentaban a lo “importado” desde los puertos, “mercancías artísticas…guante perfumado del imperialismo cultural”.

La cuestión económica del momento era relacionaba con el desarrollo de cierto nacionalismo asociado a los movimientos populares de la primera mitad del siglo XX: favorable transición caracterizada por una mezcla de estatismo y capitalismo producida por la “ausencia de poderosas burguesías nacionales, supervivencia de latifundios e intervención del Estado”. En esos procesos, en los que vacilaban y oscilaban sectores industriales y clases medias, distinguía como  únicos grupos consecuentemente revolucionarios a la clase obrera y sus sindicatos.

La liberación nacional, vinculada a la profundización de los procesos de industrialización y organización obrera, para Hernández Arregui, debía darse a escala continental, mediante la unidad hispanoamericana, motorizada por la “formación de un frente antiimperialista latinoamericano”.

Como otras obras suyas, el libro llevaba una ilustración de tapa realizada por Pascual Di Bianco, formado en el taller de Castagnino y artista del Grupo Espartaco. En la contratapa incluía una interpretación de José Hernández de Ricardo Carpani, otro miembro de ese grupo, a quien Arregui había prologado un libro recientemente (Carpani, 1962). Ambos artistas, que habían protagonizado una ruptura entre los hombres de Espartaco, se habían orientado a la realización de murales para los sindicatos y la misma CGT. En ellos veía Hernández Arregui parte de la “intelectualidad” resistente y revolucionaria, como parte y expresión de la crisis de la sociedad burguesa.

Hernández Arregui envío de manera inmediata su libro  a dos personas, que consideraba sus referentes.

Por un lado, remitió el volumen a Rodolfo Mondolfo, a quien trataba de maestro y atribuía el mérito de ser el  “único europeo que ha contribuido al desarrollo de los estudios filosóficos en la Argentina” (Hernández Arregui, 1963). El filósofo respondió rápidamente, agradeciendo el envío, la afectuosa dedicatoria y su mención en el prólogo. Excusándose de no haber leído completo el texto, le manifestó sus divergencias, tanto en el tono (dureza de juicios y apasionamiento versus necesaria  serenidad e imparcialidad) como en los puntos de vista (Compañero, 1963). Como sabemos, Mondolfo fue un duro crítico del marxismo filtrado por el leninismo, así como de sus seguidores, al estilo Gramsci, lo que explicaba la distancia que tomaba con las perspectivas del libro (Roland, 2016).

Por otro lado, Hernández Arregui envió el libro a Perón. Este realizó el acuse de recibo y le agregó una consideración halagueña:

«He recibido su libro «¿Qué es el ser nacional?», que ha tenido la amabilidad de enviarme con una generosa dedicatoria y le agradezco ambas cosas desde lo más íntimo de mi corazón. He leído sus anteriores obras «Imperialismo y Cultura» y «La Formación de la Conciencia Nacional» que representan dos jalones de la cultura sociológica argentina, hasta entonces servida en su mayoría por vendepatrias y cipayos. Le considero a Usted el mejor escritor argentino de la actualidad, y así me daré un gran placer al leer detenidamente su nuevo libro para lo que pienso utilizar una semana de vacaciones».

No podemos conocer las notas realizadas por Perón a ese ejemplar, ya que fue subastado y se encuentra en manos privadas, siendo utilizado como objeto decorativo. Solo nos queda un juicio realizado por Perón en una entrevista de época:

«Me bastaría conservar dos o tres libros. Entre las plumas argentinas, lo de Scalabrini Ortiz, la fundamental Caída de Rosas de Pepe Rosa, y este último que Hernández Arregui acaba de enviarme sobre el ser nacional» (Pavón Pereyra; 1964).

Esta opinión fue refrendada en una carta de Perón a Compañero, de agosto de 1963, en la que consideraba a Hernández Arregui “como el mejor escritor de la actualidad» (Compañero, 1963).

En el ámbito privado, el autor recibió diversos comentarios. Su esposa, Odilia Giraudo, lo consideró el mejor de sus libros, en ese momento (Piñeiro Iñiguez, 2007: 310). Alfredo Terzaga, en carta al autor, elogiaba sus definiciones, no sin señalar algunos matices en cuanto a la caracterización de Sarmiento y al fechado del  surgimiento de la izquierda nacional (Galasso, 1986:136).

El libro fue comentado críticamente en la Revista Desarrollo Económico y en Nuestra Palabra, mereciendo una réplica de Ortega Peña y Duhalde en las páginas de Compañero.

Este trabajo de Hernández Arregui, como otros de sus libros, fue reeditado en 1972 y en 1973 al calor de una demanda creciente sobre sus obras. Poco antes había sido traducido al portugués y editado en Brasil.

                                                                                                                                                En 1988, uno de los integrantes de su grupo, César Arias, ordenó una nueva impresión.

Bajo el ciclo kirchnerista, en 2005, fue reeditado nuevamente por Ediciones Continente-Peña Lillo.

En 2010, en ocasión del Bicentenario y en un proyecto de recuperación de materiales amplio y plural de la Editorial Docencia fue reeditado nuevamente (Hernández Arregui, 2010).

Los análisis posteriores arrojaron algunos elementos sobre los que resulta interesante detenerse aunque sea, sumariamente.

            Poco después de su muerte, Eduardo Romano, resumía un sentir de la intelectualidad afín al peronismo, señalando que la obra de Hernández Arregui abría “una manera inédita de ‘leer’ nuestro pasado cultural, más integradora y comprensiva que cualquier otra previa o coetánea”. Asimismo, reconocían “su inestimable aporte a la nacionalización mental de las capas medias intelectuales y a la clarificación ideológica de la clase trabajadora sobre la base de las grandes banderas del justicialismo” (Romano, 1974; 25-28).

            Norberto Galasso, a mediados de los años ochenta, en su trabajo de reconstrucción biográfica e intelectual sobre Hernández Arregui, ubicó la obra como parte de la reafirmación ideológica del autor en la izquierda nacional peronista y en debate con las perspectivas metafísicas del nacionalismo de derecha y el uso del liberalismo conservador (Galasso, 1986).

            Pablo Hernández, consigna la salida del libro, menciona su origen en la conferencia dada en Resistencia en 1961, señala el matiz polémico y consigna los comentarios elogiosos de Alfredo Terzaga y Perón (Hernandez, 1997:78).

            Carlos Piñeiro Iñíguez, dedicó un importante volumen al estudio de la trayectoria y obra de Hernández Arregui. En esas páginas se detuvo en el análisis y glosa del libro en cuestión. Trabajó el origen, las fuentes, los tópicos fundamentales, deteniéndose en el análisis arreguiano sobre las clases sociales, y en particular sobre el lugar asignado a las clases medias en los procesos latinoamericanos  (Piñeiro Iñíguez, 2007).

            Horacio González, en prólogo a la segunda edición de la obra de Galasso citada, señalaba el “sobrecargado y precioso hegelianismo” común a la izquierda nacionalista heredera de  las posiciones leninistas sobre las etapas de la historia y la cuestión nacional, que se unía a un “fondo historicista” en el caso de Hernández Arregui (González, 2012). En esa clave debía ser leída su obra, saturada de finalismo, erudición y cierto nacionalismo con rasgos excluyentes. Tiempo atrás había anotado las dificultades del autor con su genealogía intelectual, su relación con Mondolfo, “a quien quiso ver sin Europa”, así como a Scalabrini sin Macedonio, o a Lugones sin irracionalismo (González, 89).

Fuentes:

Carpani, Ricardo. La política en el arte. Buenos Aires, Coyoacán, 1962.

Carta de Juan D. Perón a Juan José Hernández Arregui. 20 de agosto de 1963.

Compañero. Carta de Juan D. Perón. 20 de agosto de 1963.

Compañero. Reportaje exclusivo a Hernández Arregui. “Una revolución nacional que rompa con el colonialismo”. Número 12. 27 de agosto de 1963.

Pavón Pereyra, Enrique. Coloquios con Perón. Buenos Aires, s d, 1965.

Mondolfo, Rodolfo. Espíritu revolucionario y conciencia histórica. Buenos Aires, Ediciones Populares Argentinas, 1955.

Ramos, Jorge A. América Latina: un país. Buenos Aires, Indoamérica, 1949.

Romano, Eduardo. Hernández Arregui, pensador nacional. Revista. Crisis. Número 19, 1974.

Romero, José L. Crisis y salvación de la ciencia histórica. En La historia y la vida. Tucumán, Yerba Buena, 1945.

Stalin, José. El marxismo y la cuestión nacional y colonial. Buenos Aires, Problemas, 1939. Traducción de Rodolfo Puiggrós.

Referencias:

Caruso, Valeria. Hernández Arregui y la invención de una historiografía para la izquierda peronista. En Historia da historiografía. Número 14. Ouro Preto, 2021.

Friedemann, Sergio. La peronización de los universitarios como categoría nativa (1966-1973). Folia Histórica. Número 29, 2017.

Galasso, Norberto. J.J.Hernández Arregui. Del peronismo al socialismo. Buenos Aires, Ed.Pensamiento Nacional, 1985.

González, Horacio. Prólogo. Galasso, Norberto. J.J.Hernández Arregui. Del peronismo al socialismo. Buenos Aires, Ed.Pensamiento Nacional, 2012.

González, Horacio. Juan José Hernández Arregui: el intelectual a contrapelo. Revista Las palabras y las cosas del Sur. Buenos Aires, 7 de mayo de 1989.

Piñeiro Iñíguez, Carlos. Hernández Arregui, intelectual peronista. Pensar el nacionalismo popular desde el marxismo. Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

Roland, Ernesto. Hernández Arregui y la formación de una nueva izquierda argentina (1960-1970): claves para su interpretación teórica. Síntesis. Número 6, 2016.

Darío Pulfer