El Movimiento Nueva Argentina suele presentarse como una escisión de Tacuara, una de las tantas rupturas de ese tipo sufridas por esa organización durante los primeros años sesenta.  Conviene recuperar su entidad y especificidad para poder reconstruir su derrotero.

En junio de 1961, más precisamente el día 9 como fecha simbólica, siete activistas liderados por Dardo Cabo y Edmundo Calabró se separaron de Tacuara y tomaron distancia de Alberto Ezcurra Uriburu para crear el Movimiento Nueva Argentina.

Su incorporación a Tacuara había sido reciente, fechándose en el año 1960. En ese espacio se desenvolvían en las Brigadas Sindicales. En un acto en Parque Lezama de la CGT lanzaron unos volantes identificándose como peronistas. La dirección de Tacuara que había creado la agrupación no avaló esa adscripción y se produjo una ruptura.

El encuentro que dio origen al MNA se realizó en el bar Matheu de la zona de Once. Se presentaron en público mediante una Proclama, fechada en octubre de 1961.

Tenían su logo particular (el cóndor y dos lanzas) que remitía a los símbolos utilizados en la época de la Unión Nacionalista de la Juventud a inicios de la década de 1940. Usaban camisas azules y portaban cachiporras, cuando no armas livianas. Establecieron un compromiso de sangre: “Juremos por Dios y por la Patria vivir por y para la Revolución hasta que la muerte nos separe de la lucha”.

Contaron con una publicación periódica que llevaba el nombre de la organización: Nueva Argentina. Tuvo catorce entregas, entre 1961 y 1965. Citaban una frase de San Martín, como leit motiv: “Juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”. En la primera entrega colocaron en tapa: “¡Perón o Guerra!”. Entre sus colaboradores se contó el escritor nacionalista-peronista Jorge Perrone.

Tuvieron despliegue territorial en el país contando con filiales en ciudades tales como La Plata y Bahía Blanca.

La formación de cuadros, con un “sentido heroico de la existencia” incluía prácticas de formación para la lucha callejera y armada.

Entre los miembros fundadores se contaron, además de los nombrados Calabró y Cabo,  Américo Rial, Andrés Castillo, Rodolfo Pfafendorff, López Vargas y Antonio Arroyo. Luego se sumaron: Pedro Bernardini, Norberto Karasiewicz y Alejandro Giovenco, entre otros.

Sus referentes sufrieron detenciones sucesivas. Dardo Cabo, en esa época, fue detenido en cuatro oportunidades en el marco del Plan Conintes, por los cargos de asociación ilícita y daños con explosivos. Américo Rial estuvo detenido en tiempos del gobierno de Illia (Nueva Argentina, Número 10, julio 1965).

En su Proclama fundacional afirmaban: “Somos una generación que marcha sobre los escombros del régimen caduco para plasmar la arquitectura revolucionaria de una NUEVA ARGENTINA Justa, Libre y Soberana” (Proclama, MNA).

Se concebían como “vanguardia revolucionaria”, de una nueva “generación” que debía cumplir un “deber ineludible” como era el de “realizar el destino histórico de la Patria”. Ese “deber” generacional era subrayado ya que se concebían como instancia “portadora de la última oportunidad como Nación”. La opción resultaba clara para ellos: “pueblo soberano” o “sumisa y miserable colonia”. Para el MNA la “Patria, agotada su capacidad de resistencia” no podría soportar otra frustración (Manifiesto MNA).

Reconocían al “General Juan D. Perón como único e indiscutible Conductor de nuestra lucha”. Su adscripción al peronismo tenía una doble vertiente, la que remitía al pasado y la que llevaba al futuro. Por un lado, reivindicaban las acciones del peronismo histórico y el intento de Valle y sus combatientes por restaurarlo. Por otro lado, su horizonte de expectativa era la realización de la Revolución Nacional Justicialista. Su nombre, Nueva Argentina, sintetizaba esa doble operación: retomaban la denominación usada repetidamente en el pasado por el gobierno de Perón para nominar la situación creada por su obra y por otra parte llamaban así a la realidad que buscaban alumbrar.

El nacionalismo que predicaban tenía tres pilares: “la lucha de los pueblos dignos por lograr su soberanía”; “afirmar su personalidad” y “realizar su destino histórico”. El peronismo “era el gran movimiento nacionalista de nuestro país” (Reportaje a MNA).

Ante la acusación de nazis, fascistas o falangistas, señalaban que apoyaban a “todos los movimientos nacionales que levantan la bandera de la tercera posición” y que siendo argentinos eran justicialistas. Si bien afirmaban su condición de católicos y respetaban a la Iglesia, se diferenciaban de los grupos “clericales”. 

Caracterizaban al capitalismo como “contrario a la naturaleza del hombre”, producto de las “tortuosas mentes del liberalismo materialista”. Lo calificaban como “corrupto e injusto” negador de la “trascendencia”.

Su crítica al marxismo se sustentaba en la acusación de constituir un “supercapitalismo”, donde se ha perfeccionado la explotación sin posibilidad alguna de rebeldía. Sumaban a ello su condición de ideología “apátrida, atea y reaccionaria” (Reportaje a MNA).

El “judaísmo” era una “colectividad que se había convertido en burguesía comercial y oligarquía financiera como forma de ejercer dominio político sobre los demás pueblos mediante el dinero”. Los acusaban de falta de integración, de aislarse en sus escuelas, clubes, etc y de no agradecer la magnanimidad propiciada por el liberalismo argentino. Para ellos, en ese momento, el judaísmo controlaba las finanzas, comercio, prensa, universidades, “casi diríamos de  nuestro país”  (Reportaje MNA).

A nivel global, se desarrollaba una “plutocracia supranacional que controla a ambos bandos”, visualizaban un avance del comunismo sobre el capitalismo, porque los sectores dominantes buscaban perfeccionar los mecanismos de dominación.

Para ellos, la Revolución Libertadora significaba la restauración de la partidocracia tradicional. El frondicismo una versión del “marxismo, con su concepción dialéctica de la lucha de clases y de grupos”. Descreían del régimen de partidos y proponían una “organización política natural, estructurada en base a los sindicatos” (Proclama MNA). Proponían que los trabajadores fueran propietarios directos de los medios de producción y en el orden rural proponían la aplicación de la máxima “la tierra para el que la trabaja”.

Reivindicaban la tradición sanmartiniana en el Ejército, y postulaban su necesidad ajustada a su “origen y misión histórica” (Proclama MNA).

La Iglesia debía “recuperar” su catolicidad, siendo “guía espiritual de los pueblos que luchan por su liberación integral”, eliminando la “influencia de minorías oligárquicas” (Proclama MNA).

Su “rosismo” estaba basado en la consideración de Rosas como caudillo con “vocación de mando”, “identificación con su pueblo”; “sentido del orden y la justicia” y “acendrado nacionalismo” (Reportaje al  MNA).

Propugnaban el “nuevo orden Justicialista, para la Argentina y toda Hispanoamérica”, ya que “la Argentina forma parte de una comunidad histórica a la que está indisolublemente unida en su destino”. La tarea antiimperialista consistía para MNA en “liberar de la tutela yanqui o de cualquier otro imperialismo que intente sojuzgarnos para formar la Gran Nación Iberoamericana” (Proclama MNA). Aun así, denunciaban un “afán de expansión nunca saciado” por parte de Chile (Nueva Argentina, Número 13, noviembre de 1965) y caracterizaban a Brasil como “nuestro enemigo histórico” (Nueva Argentina, Número 14, diciembre de 1965).

Se proponían “voltear” al “Régimen”, no “pactar” con él: “toda postura legalista [es] solo parte de un plan general revolucionario” (Proclama MNA).

En otro plano, entre sus propósitos buscaban abatir el “colonialismo cultural que nos domina y que ha prostituido a nuestros intelectuales” (Proclama MNA).

Sus lecturas eran variadas, desde Perón a José Antonio Primo de Rivera. Publicaron obras de Carlos Alberto Voss y Alberto Ottalagano.

En su derrotero pasaron por distintas estaciones en el ámbito del multiforme peronismo de la época.

En la primera etapa llegaron a algunos acuerdos tácticos con Brito Lima, uno de los referentes de la JP para la época.

En 1962 apoyaron decididamente la campaña de Andrés Framini para la gobernación de Buenos Aires.

En septiembre de ese año negaban enfáticamente el denominado “giro a la izquierda del peronismo”. Para ello se hacían eco de declaraciones de Perón a dirigentes que habían viajado a Madrid y de un reportaje reciente al líder (Nueva Argentina, Número 2, octubre 1962).

Desde sus medios de prensa reclamaron por Felipe Vallese (Nueva Argentina, Número 4, enero 1963).

Más tarde, tuvieron relaciones con sindicatos. En primer término con los de la Construcción y Telefónicas. Más tarde, al salir de la cárcel Armando Cabo, con la UOM liderada por Augusto Timoteo Vandor. Esto resultaba común para la época con los grupos juveniles que recibían resguardo, apoyo y protección de las estructuras sindicales. El MNA, poco a poco, pasó a constituirse una suerte de Juventud Peronista de la UOM, interviniendo en conflictos internos de la organización. Por ejemplo, en el acto del 17 de octubre de 1963, en el acto de Plaza Once, organizaron una chiflatina contra Paulino Niembro, adversario circunstancial de Vandor.

Se relacionaron al naciente Movimiento de Juventud Peronista. Fueron a las reuniones convocadas en el sindicato de telefónicos. Disentían con ellos en cuanto al uso de la palabra Movimiento, ya que preferían reservarla para el Peronismo. Por tal motivo en la acción pública, cuando pintaban siempre lo hacían bajo la sigla JP, acompañada de Comando Nueva Argentina.

Apoyaron los planes de lucha de la CGT del año 1964. En ese contexto se hicieron solidarios y reivindicaron como mártires a los militantes tacuaristas Antonio Giardina y Eduardo Bertoglio y al tesorero del sindicato de la madera, Néstor Militello, fallecidos en Rosario en un acto de la CGT en una confrontación con grupos de autodefensa del Partido Comunista.  Para el MNA cayeron bajo la “metralla asesina del marxismo” (Boletín Informativo MNA, enero de 1965). 

Entre las acciones del MNA hay que destacar que en agosto de 1964, un comando de esta organización interrumpió con disparos y bombas de estruendo en una cena en homenaje al ex presidente Frondizi, atentado que generó un acalorado debate en el Congreso Nacional. Cabo fue detenido y en su favor testimoniaron Augusto T. Vandor y Paulino Niembro, siendo defendido por Fernando Torres, uno de los abogados de la UOM.

Un año más tarde, varios miembros del MNA formaron parte de la custodia de Isabel Perón en su visita a la Argentina, en acuerdo con Brito Lima del Comando de Organización.  Mientras estuvo alojada en el Hotel Alvear se produjeron varios incidentes en las cercanías con refriegas, gases lacrimógenos y tiros.  El grupo había alquilado habitaciones cercanas, llegando hasta allí requisas policiales ante las denuncia de tenencia de armas, que lograron esquivar. Quien hizo esas gestiones fue Andrés Castillo.

En febrero de 1966, Cabo negaba la condición de “grupo de choque” que le asignaban, subrayaba que luchaban contra la “infiltración comunista” y reiteraba la identidad del grupo: “estamos en el peronismo y obedecemos las órdenes de Perón, como los demás”. En apretado cálculo, para la época, contaban con cien militantes, reclutados en las disidencias del nacionalismo y en la juventud obrera (Panorama, febrero 1966).

Tras la muerte de Rosendo García, un grupo del MNA liderado por Castillo toma distancia de Cabo y de su vínculo estrecho con la UOM. A su vez, este grupo se había relacionado más estrechamente con José Alonso del Sindicato del Vestido y referente del antivandorismo.

La acción más audaz del MNA fue la “Operación Cóndor”, nombre por el que se conoció el intento de abordar las Islas Malvinas con un avión de pasajeros, secuestrado y desviado a fuerza de armas por este movimiento hacia las islas el 28 de septiembre de 1966. A sus filas se había sumado, nuevamente, Andrés Castillo, quien enterado de la empresa se sumó rápidamente.

La operación fue desbaratada a los pocos días de que el avión hubiese aterrizado –con los rehenes a bordo– en suelo malvinense. En poco tiempo más los responsables del operativo fueron procesados y encarcelados. El presidente argentino de facto en aquel momento, Juan Carlos Onganía condenó públicamente el hecho y declaró que la soberanía de las islas no podía recuperarse por esta vía, a manos de “facciosos”, lo que despertó duras críticas entre distintas vertientes del peronismo y del nacionalismo de entonces.

Fuentes:

Panorama. Ellos quieren salvarnos. Nota de María C. Verrier. Febrero 1966.

Movimiento Nueva Argentina. Proclama MNA. Octubre, 1961.

Nueva Argentina. Colección.

Ottalagano, Alberto. Justicialismo. Concepción Doctrinaria. Buenos Aires, Nueva Argentina, s d.

Vea y Lea. Reportaje al MNA. 1965.

Voss, Carlos A. La oligarquía financiera internacional. Buenos Aires, Nueva Argentina, s d.

Referencias:

Bartolucci, Mónica. El cóndor pasa una vez más. Antiguas causas nacionales en nuevos peronistas.: Dardo Cabo y las Malvinas en 1966. En Bartolucci, M.; Favero, B. En el nombre de la patria. Buenos Aires, Teseo,

Campos, Esteban. De aristócratas revolucionarios a vanguardia de clase. La revisión del peronismo en Tacuara y sus agrupaciones derivadas. Revista Prohistoria, Vol 32, 2019.

Carman, Facundo. El poder de la palabra. Buenos Aires, BN, 2015.

Velazco, Carlos. ¿Y si invadimos las Malvinas? La trama secreta de la Operación Cóndor. Buenos Aires, Fabro, 2010.

Julio Melon Pirro y Darío Pulfer