Mi primer accionar político fue en un acontecimiento de bastante importancia, que en La Plata después iba a generar montones de militantes: la huelga de Laica o Libre en 1958.
Yo vivía en esa ciudad que era fundamentalmente estudiantil, adonde habían empleados públicos, una población del interior muy grande y muchísimos estudiantes latinoamericanos. En la universidad no había un pensamiento nacional, el pensamiento era siempre gorila -salvo excepciones- y donde la expresión peronista y obrera la ponían Berisso, Ensenada y algunos gremios de la ciudad de La Plata. Pero normalmente era una ciudad de sectores medios, con un «medio pelo» bastante insoportable; la posibilidad de la militancia se daba en los barrios periféricos y si no directamente en Berisso y Ensenada.
La huelga estudiantil por Laica o Libre en la época de Frondizi fue una cosa que dividió claramente a la población de la ciudad y donde la juventud participó masivamente. Una huelga larga con tomas de colegios, tomas de universidades. En esos días la conozco a la Negra Amanda Peralta que era dirigente de un colegio secundario. Participamos de todo eso y además fue una forma de conocerse y de iniciarse en un accionar social. Lo que más nos identifica con la Negra es que los dos nos reconocíamos como peronistas, cosa rara en ese momento en el ámbito estudiantil. La Negra Amanda ya militaba en la JP de La Plata.
En el año ’58, después de esa huelga, me junto con otra gente y surge la idea loca de irme a pelear a Cuba. Todavía Fidel Castro no había asumido el poder y tomamos contacto con un grupo que se llamaba Pro Cuba Libre. Éramos todos chicos de barrio, ser peronista fue muy signante; yo además me movía en el centro, tenía en ese momento diecisiete años. Uno recibía también las cosas que pasaban en la zona: las huelgas de Berisso, Ensenada, la huelga bancaria.
Nosotros seguimos con esa forma de militancia barrial y eso se va extendiendo con el encuentro de diferentes grupos de compañeros que tenían accionar en distintos lugares; trabajábamos en el barrio como era la militancia de esa época, desde la solidaridad, la discusión, escuchar algunas veces las cintas de Perón, leer las famosas cartas del General.
Se hacían actividades sociales fundamentalmente y yo además no tenía un compromiso político a nivel de estructura.Muchas de las cosas para mí estaban bastate oscuras, bastante difíciles de entender: los diversos grupos, las diferentes cosas. Con el paso del tiempo se va perfilando todo eso, descubríamos que el accionar en los barrios no bastaba, que era necesario tomar otras formas organizativas.
Las discusiones con la izquierda que en La Plata era fuerte en la parte universitaria eran permanentes. Nosotros sentíamos la obligación de aprender, de robar conocimientos para poder defender nuestras cosas. Recuerdo que una vez un compañero para ganar una elección, una postura, lo nombró a Mao en una reunión donde estaba toda la zurda; todo lo que él necesitaba decir lo dijo, poniéndolo en la boca de Mao para que le dieran pelota.
Por eso, cada vez que iba alguien a La Plata, o lográbamos llevar a alguien para que hablara -Jauretche, Cooke o montoto- intentábamos exprimirlo como una naranja. Encontrarnos con compañeros que tenían una mayor formación o que habían participado más directamente de un accionar político, era discutir como locos durante horas, para ir formando un chamuyo, un discurso propio.
Es así que uno tenía contacto con compañeros que habían sido presos del Plan Conintes, gente que había estado mucho más activamente en toda la etapa de la Resistenciay que ya andaban buscando otras formas de organización.
Por ese entonces se produce una revolución que para nosotros fue signante: la argelina. Yo creo que nosotros desde el punto de vista de la posibilidad de «hacer un cambio» en las ciudades en aquella época, nos conmueve realmente todo lo que era la guerra en Argelia. Por el tema insurreccional, el tema de la liberación, por sus teóricos, por lo que era la identidad en el Tercer Mundo.
Después viene -ya en el años ’62-la famosa elección de Framini con el programa de Huerta Grande. Yo estaba en el servicio militar y participo en la campana cuando puedo. Es cuando descubro que con gritar «la vida por Perón» no bastaba. Cuando a Framini no le entregan la gobernación queda nuevamente invalidado el camino de las elecciones y la democracia.
Entonces la idea mía es que en esos momentos hay que dejar de hablar y hay que empezar a accionar para la vuelta de Perón, lo que nosotros llamábamos «el retorno de Perón y el pueblo al poder».Cuando entro en esa forma de pensar, creo además que la resistencia espontánea de la gente no basta y un día tomo contacto con un grupo que iba a largar la guerrilla. Me pongo a charlar con lagente que era de ese grupo, que resultó ser del EGP (Ejército Guerrillero del Pueblo), era el grupo de Masetti. Poco después fueron detenidos en la Provincia de Salta.
En el año ’64 tomo contacto con un grupo que venía de Palabra Obrera. Los troskos habían planteado la proletarización de sus cuadros y los habían mandado a todos a laburarmenos a Nahuel Moreno, lógicamente- ya hacer entrismo en el peronismo. De ahí sale un grupo de gente que se plantea alzarse en armas, hacen una autocrítica de su accionar dentro del trotskismo, asumen el movimiento nacional y rompen con Palabra Obrera. Entre ellos está el Vasco Benqochea. Se incorporan con otra gente que pertenecía a la Juventud Peronista donde estaba la Negra Amanda Peralta, que me propone ingresar al grupo. La muerte de los compañeros en la explosión de la calle Posadas -en la que mueren algunas person que vivían en el edificio más algunos compañeros que estaban en el departamento- aborta este proyecto.
Nunca se supo bien qué pasó y no quedó nadie para contarlo. Se había hecho acopio de material en ese departamento porque se iban a ir a Tucumán en cualquier momento. Hay una explosión, muere el Vasco y otros compañeros, y al resto nos salta captura. Como consecuencia de esa captura, caigo preso. Me detienen el14 de agosto de 1964 y paso ocho meses en cana. Ahí pude poner en práctica todo lo que me habían transmitido los compañeros, desde saber hablar con las manos hasta tener una conducta diferente dentro de lo que es un penal. Conocí tres penales: Olmos, la Unidad 9 de La Plata y Caseros.
Cuando salí retorné a La Plata a seguir participando con otros compañeros que estaban trabajando políticamente. Entré a trabajar con los metalúrgicos y organizamos una huelga. Me echan. Participamos en las manifestaciones por la invasión a Santo Domingo y apoyamos activamente, como grupode Juventud Peronista, una huelga bastante larga en la Petroquímica. Apoyamos en la olla popular, consiguiendo dinero, víveres, cooperando con ellos en las diferentes seccionales que tenían en la huelga … todo lo que fuera grupo de solidaridad.
Después de eso vino el golpe de Onganía en el ’66 y yo me voy más de medio año a Trelew, en la Patagonia. Cuando volví me reencontré con ex compañeros, con la Negra Amanda, que estaban trabajando en el grupo de Cooke, el ARP (Acción Revolucionaria Peronista). Esto ya era a principios del ’67.
Nos metemos a trabajar en el ARP y nos comenzamos a vincular con otra gente que tenía posiciones similares a la nuestra. En ese momento surgen un montón de grupos, grupitos, grupúsculos que desde el peronismo sustentan una posición combativa y comienzan a plantear la lucha armada como el único camino posible y efectivo para enfrentar a la dictadura militar y lograr el retorno de Perón. Esto no surgía como resultado de ningún elaborado análisis teórico sino que era laconclusión evidente de toda la práctica de resistencia que venía desarrollando el peronismo desde 1955.
Nos habían sacado del gobierno a los tiros y llevábamos más de una década de proscripción. Se había intentado el golpe de Valle y había concluido en masivos fusilamientos. Se habían realizado frentes y convenios electorales, habíamos votado en blanco, habíamos ganado las elecciones con Framini y nuevamente nos habían proscripto. Sabíamos que éramos mayoría, que el pueblo era peronista pero que todo intento de recuperarel gobierno y lograr el retorno de Perón había sido reventado por el gorilaje.
Sabíamos positivamente -después de más de diez años de Resistencia- que el accionar de meter caños no tenía ningún resultado, nada más que caer compañeros presos y de vez en cuando que muriera alguien que no tenía nada que ver.
Se había peleado también desde los sindicatos y desde la C.G.T. con grandes huelgas o con el famoso Plan de Lucha, pero después de 11.000 establecimientos fabriles tomados no se había podido generarninguna cosa concreta. Habíamos generado sí un vacío de poder, y volteamos a IlIía. Pero volteamos a IIlía y viene Onganía que está apoyado por el vandorismo, yeso se revierte en contra de la gente de nuevo.
También participamos en el conflicto entre los «de pie» y los «sentados» que planteaban que había que estar «en contra de Perón para salvar a’ Perón». Nosotros habíamos participado en la custodia de Isabel y apoyado a Alonso en su enfrentamiento con Vandor.
Intentamos hacer las cosas, nos reprimieron; el gobierno avalaba la intervención yankee a Santo Domingo, nosotros nos levantábamos en contra y nos reprimían a garrotazos en la calle; nos prohibían el17 de octubre, nos perseguían en la universidad. En fin, una serie de cosas que iban generando un caldo de cultivo como para decir «bueno, señores, basta, se acabó».
Saquemos el macro análisis político, caigamos en la bronca que teníamos. Reconozcamos de una vez cómo nosotros nos movíamos, que no era desde el gran análisis político sino desde la bronca que veníamos acumulando desde el ’55, luchando por el retorno de Perón. Bronca porque lo único que habían hecho era cagarnos a trompadas, meternos presos, torturamos, y en nombre de no sé qué. Cada vez era mayor la dependencia, cada vez el nivel de la entrega era mayor.
Y frente a todo esto comienza a surgir la lucha armada como el único camino posible, el único válido, el único que faltaba transitar. Aunque este tema de la lucha armada tampoco era nuevo en el Movimiento; basta recordar a los Uturuncos en el ’59 y otras acciones que se habían realizado.
Sin duda, Onganía actúa como el desencadenante final de todo este proceso ya que era lo único que faltaba, un gobierno militar que disolviera todos los partidos políticos y dijera que se iba a quedar por veinte años. No es casual que la mayoría de los grupos del peronismo que venían ligados a una línea más o menos combativa -ya sean de JP o activistas sindicales- comienzan a hablar de lucha armada.
Y así nos empezamos a vincular entre estos grupos. Nosotros tomamos contacto con uno que estaba en Villa Jardín yque tenía más o menos nuestro mismo planteo. Ahí estaban Gerardo Ferrari, Ferré Gadea, el ciego Deslarme, el Narigón, el Tano, el Cura, la Petreca -que después se casó con el Tano- y estaba otro al que le decíamos el Huevón. La mayoría eran ex seminaristas o curas, y también había gente de la villa.
Estábamos en la tesitura que mejor que decir es hacer y empezamos a hacer. Se genera entonces una crisis en nuestro grupo y rompemos con el ARP. En un momento, quedamos la Negra Amanda, su compañero Néstor Verdinelli y yo, solos. Decimos «somos tres, suficiente» y seguimos para adelante. Al poco tiempo nos contactamos con un compañero que venía de la experiencia del MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara) y que había estado viviendo un tiempo en Uruguay con José Luis Nell y otros muchachos de ese grupo. Este compañero, Gustavo -le decíamos «el Pata»- viene un día y dice «yo tengo contacto con una gente, un grupo que plantea la lucha armada» y apareció Cacho El Kadri. Cacho tenía un grupo de compañeros, todos viejos militantes de JP, que venían de la experiencia del MJP (Movimiento de Juventud Peronista) y que además también tenía relación con la gente de Villa Jardín.
Un día Cacho plantea que tenía contacto con otro grupo de compañeros, que eran muy importantes, qué sé yo, que se estaban organizando, etcétera. Y apareció el compañero importante que se estaba organizando: era Carlitos Caride.
Así surgen las FAP, las Fuerzas Armadas Peronistas, que a su vez este nombre ya tenía historia dentro del peronismo. Venía de la época de Rulli, pero como siempre, en el peronismo nada es privativo de nadie; nosotros tomamos el nombre como propio y le empezamos a meter.
La idea nuestra era que si éramos una organización que nos planteábamos el retorno de Perón, teníamos que ser nacional y para eso había que tratar con gente de todas las provincias. Aprovechamos la vieja estructura del Movimiento que era el MJP y convocamos entonces compañeros de las diferentes provincias para el retorno de Perón, con la idea de levantarnos en armas con esa bandera. Nuestra principal consigna era «por el retorno de Perón y el pueblo al poder».
Comenzamos a realizar acciones acá en Buenos Aires para conseguir medios económicos y pertrecharnos; nuestro objetivo era instalar un «foco» de guerrilla rural en los montes tucumanos. El lugar elegido fue Taco Ralo y hacia allí partieron compañeros de todo el país. La idea era que en el monte estuvieran I.os compañeros más representatlvos de la Juventud Peronista de las distintas provincias. Así estaban el «Chancho» Luceero de Rosario, el «Aguila» Olivera de Santa Cruz, el Negro Laredo de Corrientes, la Negra Amanda y yo de La Plata y Cacho El Kadri, que era reconocido como dirigente a nivel nacional de la Juventud Peronista. Había otros compañeros, en total éramos trece.
Estamos dando un nombre porcada provincia porque la idea era que el día que se operara se iba a operar en todos los lados, todos juntos con un mismo volante; todo el grupo que era MJP en las diferentes provincias se asume como FAP, y también otra gente que no era de MJP.
En Taco Ralo caemos presos antes de poder empezar a accionar. Caemos prematuramente, todo se aborta por la ignorancia militar que teníamos nosotros en ese momento. Por eso yo pienso que esto se puede analizar desde dos puntos de vista. Desde un punto de vista político. Creo que a nosotros nos llevaron a eso y lo que estábamos haciendo era lo correcto. Lo correcto no es lo ideal; no creo que un estado de guerra pueda ser nunca lo ideal pero sí que no nos quedaba otra salida; políticamente no quedaba otro camino. El problema estaba en cómo se encaraba eso militarmente, y si nosotros estábamos en condiciones de hacerlo.
No teníamos ninguna experiencia rural y no teníamos una gran sistematización de lo que podía ser una estrategia militar. Más bien guitarreábamos y tocábamos de oreja.
El problema más grande se plantea a partir de que nosotros caemos presos en Taco Ralo; nos descabezan en ese momento y se pierde el contacto que había entre el interior y Buenos Aires y al frente del grupo nuestro queda gente que no era la más representativa. No era la más capaz, estaba en pésimas condiciones de supervivencia y se alía en ese momento a sectores que no tenían las cosas muy claras. Se pierden entonces los contactos que les habrían permitido mantener esa orgánica nacional.
El error nuestro esque, por querer ser representativos -ya que íbamos a firmar como representantes desde el monte-nos llevamos a tiposqueeranimportantísimos, convocantes. Había gente en Tucumán que tenía mucha mayorcapacidad que la gente que quedó; eran cuadros políticos como El Kadri, El Chancho, El Aguila. Eran representativos de su zona y de su gente. Los llevamos ahí y la gente que quedó no pudo bancarse la realidad que debieron afrontar.
De todas maneras, yo haría un corte de lo que fue nuestra etapa y la etapa de lo que después se llamó la Tendencia.[1]
[1] Anzorena, Oscar. Historia de la Juventud Peronista. Buenos Aires, Del Cordón, 1988. p.128 y ss.