Cuando cae Perón se produce un desconcierto general, militares presos, sindicalistas presos y un terrible revanchismo del gorilaje. A toda una juventud que no habíamos militado pero que teníamos una ideología política -éramos peronistas­esto nos golpear nos shockea. Pero lo que nos sacude, por lo menos a mí, y pienso que al grupo que militó conmigo y que nos incita a enfrentarnos con todo el tema de qué es el peronismo, son los fusilamientos de José León Suárez.

Mi padre participaba de la conspiración de Valle, tenía que tomar el Departamento de Policía con Pablo Vicente. Iban a reuniones de conspiración, se encontraban en distintas plazas, en lugares públicos, llevaba contraseña y yo lo acompañaba «para disimular», decía mi padre. Así empecé participando en tareas conspirativas a los dieciséis años.

Fracasa la revolución de Valle y vienen los fusilamientos en los basurales de León Suárez con el agravante de que yo iba al colegio con Jorge y Miguel Lizaso, y el fusilado es Carlos Lizaso, el hermano mayor. Y entonces, toda esa cosa que se nos viene encima de golpe. En la Argentina fusilados, compañeros nuestros del colegio … era una sensación terrible de bronca, de impotencia que a mí me marcó para toda la vida.

La reacción fue que nos empezamos a buscar los que sentíamos lo mismo, los que habíamos tenido alguna reunión, los que sabíamos que había grupos peronistas. Empezamos a buscar, a canalizar esa desesperación que nos agarra de reaccionar ante lo que había pasado. La vieja dirigencia del peronismo está borrada y la gente está acobardada, tiene miedo.

A nosotros nos conmueve toda esta injusticia, toda esta impunidad. Al producirse el primer año de los fusilamientos, en el homenaje en la Penitenciaría de lacalle Las Heras -donde había sido fusilado Valle-nos concentramos, convergimos todos aquellos que pensamos que había que hacer algo. Es más, es ahí donde conozco a Susana Valle por primera vez.

Tomo contacto con ella y nos volvemos a encontrar también los que habíamos sido compañeros de Colegio. «¿Seguís en Vicente López? Bueno ¿qué podemos hacer?». Y empezamos a trabajar juntos.

A la edad que teníamos qué otra cosa podíamos ser que Juventud Peronista. Ya Perón hablaba de que nos teníamos que organizar porque teníamos que funcionar en la clandestinidad. No te olvides que estábamos proscriptos por el decreto 4161. El solo hecho de pararse en una esquina y gritar «Viva Perón» bastaba para que te llevaran preso; esa psicosis qué había, innegable, después de los fusilamientos, hacía que la gente tuviera miedo.Teníamos que buscar los medios para expresar todo eso que no se podía expresar; hoy la gente no lo entiende, lo del decreto 4161 . Hay alguno que dice  ¿pero existió? Sí, claro que existió.

Todo esto nos pone ante una cruel situación: no existe la dirigencia, el que no negoció está preso o está fuera del país. Esto nos determina a hacer algo por nosotros mismos, teníamos que buscar los mecanismos de cómo expresarnos como peronistas. No teníamos estructura, porque el partido había desaparecido y los sindicatos estaban intervenidos. Entonces qué hacemos. Decimos, y bueno, nos constituimos como JP de Vicente López. Con el tiempo nos fuimos conociendo con otros grupos de San Isidro, San Fernando, Tigre; más tarde constituimos Zona Norte.

 Así, junto a Jorge Lizaso, Miguel Lizaso y otro conjunto de compañeros creamos el primer grupo de JP de Vicente López. La actividad como JP eran actos relámpagos, resistencia a la policía. Por ejemplo, con unas chapas que había conseguido Jorge Lizaso (no sé de dónde cuernos las sacaba, de una empresa metalúrgica creo) las pintábamos de azul y le hacíamos dos agujeros -arriba y abajo- y le dibujábamos con esmalte sintético blanco las siluetas de Perón y Evita. Como no se podía escribir ni decir … Ibamos en el camión de la empresa donde ellos trabajaban, con escalera arriba y el techo tapado de lona para que no nos viera la cana, llegábamos, subíamos la lona y con la escalera poníamos las chapas. La cana después recorría y sacaba las chapas; cuando se iban ellos otra vez pasábamos con el camión, otra vez poníamos las chapas…

Porque no podías escribir, te llevaban preso. Pero si vos ponías la silueta de Perón la gente lo sabía perfectamente, eralo mismo. Nos corrían y nosotros volvíamos al día siguiente. Yo cuando llegaba del colegio hacía los dibujos y después me ponía a pintar las chapas. Hoy todo esto puede resultar un infantilismo pero aunque te parezca mentira, a las cinco o seis de la mañana cuando la gente entraba al trabajo, en la estación Munro, Padilla, en todas las estaciones donde viajaba la gente trabajadora, encontrarse en los andenes la silueta de Perón y Evita … no sabés lo que eso significaba para ellos.

Realmente la teníamos loca a la policía en esa época. Mi mamá nos esperaba a las cinco de la mañana con el desayuno, veníamos muertos de frío con dos grados bajo cero a veces. Nada más que eso era el aliciente, era decir esto sigue vivo, esto está de pie . Había que mantener encendida la antorcha de la esperanza, vencer el miedo, ganar otra vez la calle, demostrarle a la gente que el retorno de Perón era el objetivo prioritario de todo el pueblo y el único camino posible era la lucha. Para esto la actividad era incansable. Un día salíamos a clavar las chapas, el otro a pintar la Panamericana que en ese entonces estaba todavía en construcción. Al día siguiente íbamos con un cajón de manzanas y hacíamos un acto relámpago en el centro de San Isidro, veníamos a Palermo y nos parábamos en una esquina y decíamos un discurso, gritábamos «Viva Perón» y cantábamos la Marcha Peronista y mirábamos de donde venía la cana para escapar.

Era una tontería hacer un acto relámpago. Juntábamos gente, invitábamos de otros lugares, inclusive mujeres activistas. En la noche anterior habíamos estado haciendo una cosa, ya la noche con el cajoncito y mirardecónde venía la cana pa­ra rajarnos a la otra esquina, y que la cana diera la vuelta y viniera. Cosa que no tenía gollete, totalmente desorganizados. Estábamos mentalizados que había que hacer algo, nada más. Después la cosa se hizo mucho más exquisita. Nos reuníamos en el taller de Burgos y nos planteábamos: «actividad política, ir a pegar carteles, pintar paredes… ¡macanudo! pero eso no puede ser todo. Empieza la época del «hay que hacer algo más». Y algo más era todo el tema de la química, caños, prepararnos, tratar de hacer algo aunque sean clavos miguelitos para las concentraciones, conseguir rulemanes para la Montada.

En el ’58 se produce la vuelta de la gente que estaba exiliada por la revolución de Valle, o desde la caída del peronismo. Regresa una persona que fue clave para nuestro grupo de JP: Julio Troxler. Estaba exiliado en Bolivia, vuelve en cuanto sube Frondizi y declara la amnistía. Se inserta nuevamente én Vicente López.

Nosotros empezamos a dividir nuestra actividad como JP y como colaboradores de Julio en todas las tareas que viene a preparar. También participamos en el armado del partido político ya que viene la orden de reorganizar el Partido Justicialista. La prueba está que yo tengo todavía la ficha de afiliación del año ’57, cuando me afilié al Partido Justicialista por primera vez.

¿ Por qué? porque nos dicen que si no trabajamos en coordinación no sirve para nada; entonces realizamos tareas de superficie y otras que no son de superficie. Pero nos encontramos con un Partido Justicialista hueco, que no tenía nada. Toda la gente que ponía el hombro era la que militaba en la proscripción y entonces se superponían las tareas, pero no es porque nosotros quisiéramos abarcar todo, era porque no había nadie. Todo el mundo tenía miedo, no quería comprometerse.

Por otra parte, los muchachos no querían insertarse en la estructura partidaria y tuvimos grandes discusiones en esa época. Querían que funcionemos como JP y colaborar en toda la tarea de la Resistencia; pero Julio siempre peleaba con nosotros, discutía, trataba de convencemos de que debíamos también ganar espacios dentro de la estructura partidaria. De alguna manera, teníamos que suplir las dos tareas y hubo momentos en que hacíamos las tres: la Resistencia, militar en la JP y militar en el Partido.

Mi tarea más fuerte fue en la Resistencia y por eso a partir del ’58 empieza la persecuta en mi casa, la caída de la policía a buscarme porque me conectaban mucho con Julio Troxler. Es decir, mi tareade superficie no alcanzaba a cubrir la otra tarea que realizaba. Julio fabricaba cosas: era un experto en armas y explosivos. Había que hacer planos para que alguien construyera y yo me encargaba de hacer todos esos dibujos a escala milimétrica, o sea dibujos técnicos para que el tipo al que se los llevaran hiciera las piezas y las ensamblara. Yo estaba en el colegio secundario todavía.

La llegada de Julio aporta toda una serie de conocimientos que nosotros no disponíamos. También se produce una separación, porque hay un grupo de gente de trajecito y corbatita que cuando les mostramos .. un día Jorge Lizaso llevó un paquete de pólvora y un caño, para explicar cómo era. Salieron rajando, nos dejaron plantados. «¿Qué quieren hacer? iQué barbaridad!». El trabajo ese de ser del partido, afiliar, ser JP sí, pero cuando se habló de llevar las cosas a otro terreno, se abrieron directamente. Así como hubo otro grupo que terminó con los Uturuncos. Es decir, había grupos de gente decidida que se dijo: «esto por la vía de la reconciliación y el trabajo político no va a llegar a ningún lado, no se puede». Había grupos de los dos extremos.

También participamos en las movilizaciones cuando toman el frigorífico Lisandro de La Torre, haciendo resistencia desde afuera. La JP hizo el apoyo logístico. Trataban de privatizar el frigorífico Lisandro de La Torre, directamente de venderlo: parecía imposible que sucediera en la Argentina. Esto hace que nos nucleemos, que nos reencontremos con gente y a otros recién los conocíamos, ahí, trabajando, en la lucha. Los Lizaso fueron un buen nexo, nosotros teníamos eso de bueno, que como teníamos el apellido Lizaso … Aunque yo no lo tengo pero era como si lotuviera porque Carlitos era como un hermano. Vos en todos lados decías «soy del grupo de los Lizaso» y era una garantía de que nos insertábamos en cualquier lado. No había duda dónde estábamos parados y qué queríamos con sólo mencionar a Carlos Lizaso. Eran los fusilados de León Suárez … De alguna manera eso era bueno porque ya nos daban una ubicación concreta dentro del peronismo que a lo mejor otros no tenían y por ahí los podían cuestionar «¿ustedes, de dónde vienen?». A nosotros no nos cuestionaron nunca y siempre tuvimos posiciones muy radicalizadas los de Vicente López.

En esa época se empieza a formar lo que sería después la mesa ejecutiva de la JP. Ya estaban todos los nombres que después han sido más o menos conocidos: El Kadri, Brito Lima, Spina. Toda esa gente ya se reunía en el ’59/60, nos juntábamos clandestinamente.

Todos los grupos de la JP coordinábamos nuestro accionar aunque tuviéramos un desarrollo autónomo, hasta que a mediados del ’61 se produce la primera división de la JP. Para ese entonces muchos dirigentes de juventud habían caído presos por el Conintes y Albertito Brito Lima pretende copar la estructura de la JP. Un sábado de junio o julio del ’61 hacemos un congreso con todos los grupos de Juventud en el salón del sindicato del Calzado, en la calle Yatay. A la izquierda nos sentamos los que estamos en contra de Brito Lima -de Vicente López fuimos como veinte- y a la derecha los que estaban a favor. Presidían el acto Tankof y El Kadri que, pobrecito, tuvo que bajarse después del escenario porque le dijeron tantas cosas que tartamudeó y se fué, y quedó Tankof dirigiendo el plenario. Cuando Brito vió que la cosa se le ponía espesa, trató de romper todo, cuestionó a unos compañeros que estaban del lado nuestro porque decía que eran de Tacuara, del grupo de Joe Baxter.

La cuestión es que cuando fuimos a votación le ganamos por un voto: 171 a 170. Ganamos, no lo podía creer. Dos veces hizo hacer el recuento de levantada de mano porque no se podía convencer. Cuando ya le habíamos ganado el Congreso vino Norma Kennedy con Pocho Rearte y pudrieron todo. Empezaron a los tiros desde el entrepiso.

El asunto es que a partir de este congreso Brito quedó por un lado y todos los grupos de JP por el otro. Como Brito había ocupado la Secretaría de Organización de laJP, cuando se produce la división él sigue presentándose a todas partes con ese cargo. De ahí viene el nombre de su grupo C. de O. (Comando de Organización).

Por esa época también se empieza a producir un hecho que hasta ese momento era desconocido. Muchos grupos de JP se relacionan con distintos sindicatos y toda su actividad queda determinada por la plata que les pasan estos sindicatos, algunos inclusive se convierten en guardaespaldas o grupos de choque de algunos sindicalistas.

Esto fue lo que pudrió muchas cosas en la JP, el tener medios y no tener que laburar, porque una cosa es cuando trabajás y después salís a militar, y otra cuando te mantienen. Se comienzan a crear divisiones, a traer problemas, uno era J P de Alonso, otro de Vandor, otro de Cavalli, otro … Cada sindicato tenía su grupito de JP yeso nos fagocitó, nos desmembró.

En esto el grupo de JP en que yo milité fue muy coherente; teníamos muy en claro que debíamos trabajar en un espacio político, no en la estructura gremial. Por otra parte, el caso que seda en Vicente López es bastante atípico. Ahí muchos de los compañeros de la JP ocupamos cargos en la estructura partidaria. En mi caso hay un hecho que precipita mi ingreso a la actividad en el Partido Justicialista. En el año ’59 se produce la gran huelga metalúrgica. En este contexto, algunos activistas del gremio realizan atentados con bombas. Benito Moya que era miembro de la Comisión del Sindicato Metalúrgico, junto a Lucía Aráoz de La Madrid salen de la sede sindical con elementos explosivos y al llegar a una lechería de la Avenida de Mayo, no se sabe bien porqué, explotan causando un desastre. Un muchacho perdió una pierna, un señor un brazo, un verdadero desastre. Moya logra escapar y la gente del sindicato le ayuda a irse a Bolivia donde queda exiliado. Lucía, que era empleada del sindicato, va presa, la echan de su trabajo y los dirigentes metalúrgicos niegan toda vinculación con el hecho.

Lucía, además de trabajar con el gremio metalúrgico, era compañera nuestra. Dirigía una Unidad Básica en Vicente López y tenía una gran relación con la JP. Cuando ella cae nadie se quiere hacer cargo de esta Unidad Básica, ya que la cana estaba muy pesada y se había armado un desbande general. Entonces se realiza una asamblea de afiliados y me eligen a mí en su reemplazo.

Cuando se produce la reestructuración -porque se vencen los mandatos- paso a ocupar cargos en la Junta del Partido, primero como protesorera, después como vicepresidenta. Por esa época empiezan a ingresar otros compañeros de JP a la estructura partidaria y ya para el ’62, cuando son las elecciones de Framini, manejábamos el Partido Justicialista de Vicente López. Alfredo Lerner era el presidente, yo la vicepresidenta, Jorge Lizaso el secretario general, Miguel…todos teníamos cargos en la Junta del Partido pero seguíamos siendo de la JP.

Fuimos autoridad del Partido justamente por la falencia de dirigentes. Los viejos se las habían tomado y no querían saber nada, estaban todos debajo de la cama y la mayoría de íos activistas de la Resistencia estaban presos por el Conintes. Entonces salimos nosotros a ocupar espacio y venían los compañeros y decían «alguien tiene que hacerse cargo ¿qué hacemos? Si Santa Cruz está preso, Acosta también, todos están presos, alguien tiene que hacerse cargo, responsable del Partido». Hacemos una asamblea de militantes, se eligen los candidatos y adelante con la Junta del Partido. Claro, siempre en la JP hubo mucha resistencia a militar en la estructura partidaria porque se entendía que te burocratízabas.

Yo mantuve doble actividad, en el Partido y en la JP, hasta que en el ’65 un grupo de mujeres me viene a hablar para que me integre a trabajar en la rama femenina. «Vos sos de la JP pero igual tenés que venir porque si no… ¿cuándo vamos a hacer el trasvasamiento generacional?», me dicen. El tema era que las mujeres estaban juntando fuerzas para oponerse a Delia Parodi, que era la delegada nacional pero que no había hecho nada, no había organizado nada, ni dos mujeres juntas había puesto. Ahí se puede decir que termina mi actividad como JP y me integro a trabajar de lleno en la rama femenina.

Formamos un lindo grupo de mujeres, ungrupo grande y llegamos a ser como cincuenta mujeres de la rama femenina de Vicente López. Las compañeras me dicen si me animo a planificar en los papeles un esquema de organización para la rama. Como animarme, me animo y entonces se me ocurre hacer un trabajo de secretarías. Se lo proponemos a Delia Parodi que no había hecho nada. Lo que nunca supuse es que iba a terminar implementando yo la organización que había proyectado, porque en el ’66 me nombran delegada nacional.

Así que prácticamente pasé de JP a autoridad del Partido Justicialista de Vicente López, a delegada nacional de la fama femenina, nombrada por Perón.

Saltée muchas etapas, fue muy corto el período para lo que llegué. No fue porque haya sido algo extraordinario, pienso que se dio la coyuntura, era la persona indicada en el momento necesario.

Isabel Perón tenía que dejar nombrada una delegada. De las cuatro candidatas propuestas ella no quería ninguna, y sale una quinta, como siempre, de la manga de alguien que me propone. Ella no conocía a nadie, así que una u otra era lo mismo. La persona que me proponía era Atilio Renzi que le dijo: «hay una chica de Vicente López, una compañera joven que está en la JP, que está trabajando en la rama femenina, que hizo un plan de organización». El sabía porque la hija trabajaba en la rama.

Isabel me mandó llamar porque quería charlar conmigo y me nombra delegada, así fue todo.

Entonces ¿qué pasa? Fue muy corto el período del ’57 al ’66 que salgo nombrada delegada nacional, con muy poca experiencia, profunda en calidad pero poca en cantidad. De ser una militante que pegaba carteles y clavaba chapas a las cinco de la mañana, que hacía el apoyo a la Resistencia, encontrarme en etss siendo delegada nacional nombrada por el propio Perón. ¿Qué te parece? No es común.[1]


[1] ANZORENA, Oscar. Historia de la Juventud Peronista, 1955-1988. Buenos Aires, Ediciones Cordón, 1988. p.46  y ss