Surestada se imprimió en Bahía Blanca. Sus inspiradores provienen de la familia ideológica forjista. En su accionar no solo utilizaban materiales de las publicaciones de esa raigambre, como eran EL 45 y Federalista, sino que hacían suyos varios de los ejes temáticos de esas publicaciones.
Una característica diferencial de este medio fue que estuvo confeccionado sobre moldes más homologables a los de la prensa tradicional que a los de sus colegas de Buenos Aires. El formato no lo aleja, empero, de cuestiones más comunes y familiares en contenido y orientación.
Surestada fue un semanario de ocho páginas e información organizada en columnas definidas. Como en muchos otros medios de la época el recurso a la gráfica fue limitado y las fotos de las personalidades aludidas en los textos no están actualizadas. En contraste, llegaron a reproducir documentos sensibles para la opinión pública, particularmente irritativos para el gobierno militar.
Aunque espejado en las líneas editoriales de De Frente, Federalista y El 45, no dejaba de ser un medio regional, de modo que los comentarios y análisis del acontecer nacional hacían lugar a informaciones locales referidas al mundo del trabajo y, muy directamente, a la participación de distintos actores en el clima de desperonización vigente a finales de 1955.
Amén de estas características, el medio tenía la singularidad de editarse en Bahía Blanca, ciudad vecina a la base naval de Puerto Belgrano, la más importante del país y punto de concentración del arma más hostil al peronismo.
Su director, José “Pepe” Cafasso, pertenecía a una familia acomodada de Bahía Blanca. En los años cuarenta, en ocasión de cursar sus estudios de abogacía en Córdoba, se vinculó con Juan José Hernández Arregui y con la política universitaria. Integró la Unión Federalista Revolucionaria Argentina (UFRA), la expresión cordobesa del FORJA. Cuando, luego de recibirse de abogado, regresó a Bahía Blanca, se reencontró con sus amigos de adolescencia, el grupo de jóvenes radicales forjistas que se habían sumado a la gestión Mercante. Uno de ellos, Julio César Avanza, lo llevó como subsecretario de cultura cuando asumió como ministro de educación provincial en 1949. Sufrió las desgracias del grupo forjista – mercantista con los procesos judiciales incoados por la gobernación de Aloé. En las postrimerías del peronismo logró la libertad. Luego del golpe siguió vinculado al peronismo a partir de diversas funciones y actividades, en particular el ejercicio del periodismo. Entre 1974 y 1976 se desempeñó como juez federal, fue cesanteado con el golpe de 1976 y retomó esa función en 1984. Murió el 6 de julio de 1986. Lo secundaba el comerciante local Ismael Bevilaqua, militante peronista de origen conservador que luego de 1948 se desempeñara como presidente y voz cantante del concejo deliberante de Bahía Blanca. Bevilaqua siguió muy activo políticamente luego del golpe, al punto que ocupó el primer lugar en la lista de candidatos a concejales de la Unión Popular en marzo de 1962.
El 14 de diciembre de 1955 apareció Surestada en los puestos de venta con una leyenda frecuente en la prensa peronista: el dibujo de una cinta en la portada incluía las palabras “Soberanía política, Independencia Económica y Justicia Social”. Un recuadro sobre el ángulo superior derecho completaba la seña de identidad: “lo mejor que tenemos sigue siendo el pueblo” (Número 1, 14-12-55, p. 1).

El medio aparecía muy bien editado en términos de calidad gráfica. Escrito con corrección, orden y fluidez, no derrochaba espacios en proclamas y pese al claro corte identitario se caracterizaba por la serenidad de los análisis.
Estaba organizado en formato convencional de columnas, afín a los periódicos de la época, se vendía a dos pesos el ejemplar y se anunciaba como quincenario del que se editaron, hasta donde sabemos, dos números.
La línea editorial era la de una firme defensa de la identidad peronista, sin altisonancias. Realista respecto de los lineamientos emprendidos por el gobierno después de la remoción de Lonardi, fueron sumamente críticos de las orientaciones del denominado plan Prebisch, en línea con sus pares de Buenos Aires, Federalista y El 45.
Si bien se hacía eco de todo lo que se discutía en Buenos Aires, atendía a la información local y, sobre todo, realizaba una equilibrada toma de posición respecto del momento por el que atravesaba el país, el peronismo y los peronistas. Sensibles a la marea investigadora enunciaban, en pleno comienzo, diferenciaciones poco frecuentes en la prensa peronista.
Las primeras cuatro columnas del número inaugural implicaban, más que una carta de presentación pública, una marca de identidad ensamblada en la compleja coyuntura histórica. “Nuestra Palabra” era la nota de presentación que Surestada, “con la pujanza del viento homónimo” hacía desde un lugar que, sin descuidar seguramente a lo acontecido tres meses atrás con el concurso decisivo de la Marina de Guerra, pero con una cuota de exageración que no será propia de sus páginas, los editores proclamaban como el “epicentro geopolítico de la realidad argentina”.
La aparición del medio era equiparada al inicio de una “marcha bajo el signo del pueblo para continuar afirmando los principios de la Revolución Nacional del 17 de octubre de 1945”. Lo que caracterizaba esta época histórica era, pues, una perspectiva defensiva del “contenido nacional y popular” de aquella revolución que soportara –vaticinaban- “los embates circunstanciales de la reacción coaligada” (Número 1, 14-12-55, p. 1). Es que el medio tenía toda una idea de la complicidad reactiva del conjunto de las fuerzas políticas que participaron de una solución militar a un conflicto escenificado como una disputa entre la democracia y la libertad que terminó con ambas para dar protagonismo a una política económica que se simbolizaba en el nombre de Prebisch y en el espectáculo minoritario de la Junta Consultiva. “Dirigentes sin partidos o partidos sin expresión popular se atribuyen la representación democrática de la república para decidir su destino”, son las palabras que usaban, junto a otras más fuertes y también, más comunes en los tiempos por venir. Pero la singularidad no venía de subrayar el carácter de “restauración de la oligarquía reaccionaria y liberal” sino en señalar la distancia que existía entre la pérdida de la independencia y el proceso peronista en el que, sin examinarlas directamente, reconocían “deformaciones”. Una cosa no conducía ni justificaba la otra, parecían querer decirnos, en abstracto, estos forjistas que no corrieron la mejor de las suertes durante los años de endurecimiento del gobierno de Perón o, más particularmente, durante la administración del gobernador Aloé.
El proceso de la historia que “polariza los extremos” es el que, parece, permitió el desenlace conocido y ha tornado imposible ese otro, sobrevenido hace aún menos tiempo, inspirado en “la solución intermedia intentada por el general Lonardi y sus amigos”. Profetas tempranos, y profetas exitosos, sostienen que “tampoco serán posibles los propósitos del doctor Frondizi”.
La columna de la izquierda, tan nutrida como el editorial, “4 puntos sobre las ies”, comenzaba con una respuesta inequívoca al instalado y trabajado tema de la corrupción del gobierno depuesto.
“1.- REPUDIAMOS a todos cuantos hayan cometido delitos comunes de carácter doloso”.
2- DESPRECIAMOS a todos cuantos, obtuvieron ventajas personales, acumularon sueldos y prebendas, desplazando en no pocos casos a auténticos luchadores del movimiento para luego… formar la corte de ‘panqueques’…” Eran los más serviles y genuflexos. No pocas veces oficiaban de delatores…. De quintacolumnistas y traidores ha hablado siempre la historia de la humanidad…”.
3- HOMENAJEAMOS a las mujeres y hombres del pueblo que fieles a las mejores tradiciones humanas se han mantenido leales a los ideales y principios que animaron nuestra lucha…
4- RESPETAMOS … a nuestros adversarios…”.
El horizonte de esta resistencia que no oía los cantos de sirena y que tampoco se había envilecido en las conductas del pasado inmediato no era sino la competencia política, de ahí que en medio de esta declaración de puntos sobre las ies aparezca la idea de una depuración interna, la necesidad de la competencia política y la palabra “comicio” como la hora esperada para poner en valor lo sostenido en la triada declarativa e identitaria que, comentábamos hace unos momentos, estaba inscripta en el dibujo que envolvía el nombre de Surestada (Número 1, 14-12-55, p. 1). No deja de llamar nuestra atención el tono enfático respecto de estos puntos. De Frente refirió en su oportunidad el ejercicio de una “línea insobornable” para recordar a los contemporáneos que existió un periodismo crítico en tiempos de uniformidad, y no había dejado de vilipendiar a los traidores a la hora de calificar las “confesiones” de Teissaire. Pero ninguno de los medios o de las hojas peronistas fue y sería tan enfático y menos, tan categórico en el reconocimiento de rémoras “propias” o no tanto, en el pasado inmediato.
Las otras dos columnas de la presentación en sociedad tenían que ver con la naturaleza, las posibilidades y las condiciones en que podía desarrollarse la actividad de la prensa para un medio como el presentado.
Como sería una característica frecuente de los medios de la “resistencia”, la búsqueda de ayuda económica entre lectores, suscriptores o donantes resultaba algo urgente para no desaparecer, concretamente para poder editar el próximo número: “esta edición cuesta varios miles de pesos. La venta no cubre los gastos. Normalmente el periodismo nutre su administración con los avisos… por razones obvias, no podemos contar con ellos”. Llamaban, en consecuencia, a acercarse con ayuda material a la dirección del medio, Alsina 211, escritorio 15, de Bahía Blanca (Número 1, 14-12-55, p. 1).
El titulo restante, un democrático “aceptamos rectificaciones”, constituía una pequeña declaración de refinamiento periodístico: las correcciones solo podrían hacerse cuando se hubiera incurrido en algún dato o consideración sobre los aludidos en las notas, pero no respecto de la orientación o línea editorial: “el nuestro no es un órgano apolítico y, en consecuencia, en su orientación, mandamos nosotros” (Número 1, 14-12-55, p. 1).
Una segunda gran sección concebida como permanente llevaba el título de “página obrera” y en ella se incluían, obviamente noticias referidas a la actividad del sindicalismo y de la conflictividad social, amén de tener la atención puesta en los procesos internos de los sindicatos y los intentos del gobierno en controlar la representación de la CGT a través de la intervención de casi todas las organizaciones.
No faltaba la información local: indagaciones realizadas en la sede de la administración municipal sobre empleadas telefónicas y obreras textiles. Tampoco, un tanto más extemporáneamente, a la “Joven, culta, bella, inteligente, tenaz, valiente, heroica” Alicia Eguren, en ocasión de solidarizarse con ella a raíz de su encarcelamiento (Número 1, 14-12-55, p.2).
Pero las definiciones, posicionamientos y reivindicaciones propias de la agitada hora cedían espacio, como ocurriera primero en El Líder y luego en Federalista y El 45, al cuestionamiento de lo que se percibía como la antítesis antinacional y antipopular de las políticas económicas peronistas, esto es, aquellas inspiradas en el celebrado asesor de la Revolución Libertadora, Raúl Prebisch. Los títulos al respecto resultaban inequívocos y contundentes:” Prebisch, el mito y la economía. Introducción al estudio de la entrega”. Una nota profusa en datos, anónima, pero en la que puede reconocerse lo que contemporáneamente publicara en otros lugares la pluma de Jauretche o del propio Scalabrini, abarcaba la totalidad de la página y más de la mitad de la siguiente. Al cuestionamiento de los números de Prebisch sucedía, en detalle, una enumeración de los factores que iban a jugar, de modo antitético al de las precedentes, en la definición de las políticas oficiales de seguirse los consejos del economista de la Cepal. “Para que pueda aumentar la exportación y las reservas de divisas, habrá que ahorrar sobre el consumo…” y la devaluación, explicaban, es una forma de abaratar los costos disminuyendo el salario, amén de colaborar en el encarecimiento de las importaciones. El análisis no se detenía tanto como los de Jauretche y Scalabrini en la idea de una refuncionalización agroexportadora tendiente a recuperar la complementariedad con la economía británica, sino que subrayaba la presunta entrega a los intereses norteamericanos ya que, sostenían, los planes prevén una financiación de ese origen: “El Plan Marshall que el que el Dr. Prebisch se propone aplicar… significa el dominio mercantil del mundo por los Estados Unidos” (Número 1, 14-12-55, pp.3-4). Más allá de esta diferencia en el enfoque estratégico utilizaban la imagen de EL 45 que ilustraba la nota que enfatizaba el uso “mágico” de las cifras por parte del asesor económico del gobierno dictatorial.

Una solicitada propuesta “por vía postal” pero sin mención del firmante, se presentaba bajo tal título, aunque con el carácter de “comentario” sobre los dichos públicos del interventor en el Instituto Tecnológico del Sur, Profesor Pedro González Prieto. El “solicitante” mencionaba todas las ocasiones en que el aludido ahora interventor incurrió en loas al gobierno de Perón, algo que en la edición que a continuación realizaba Surestada se perfeccionaba por la vía de considerar la falta de razón o de autoridad del aludido para erigirse en “censor implacable del régimen depuesto”. Consideraban específicamente que buena parte de las censuras argumentadas por González Prieto se justificaban por sus diferencias con “un hombre” y no con “el régimen”, diferencias en las que incluso ellos (los que ahora editaban Surestada) consideraban asistía la razón al aludido. Según el mismo comentario, González Prieto había sido cesanteado de un cargo docente, pasando luego a trabajar en el diario La Nueva Provincia, “cuya dirección general ya ejercía, a nombre de Aloé, Maresca”. Ahora Surestada quitaba al interventor derecho a reclamar renuncias de docentes por haber acompañado al “régimen depuesto” ofreciendo a su vez al aludido las páginas del medio para hacer cualquier aclaración o descargo al respecto (Número 1, 14-12-55, p. 4).
En la página siguiente era la propia publicación la que editorializaba los antecedentes de tres jefes militares argentinos, caracterizados por su definición antiperonista pero todos, los dos primeros y contundentemente el último, en la cercanía que supieron profesar, y que hoy negaban, con el gobierno que fue derrocado en 1955. Se trataba de los contraalmirantes Samuel Toranzo Calderón y Aníbal Olivieri, por una parte, cuyos antecedentes en dicha materia resumían, y por la otra, del inefable caso del también contraalmirante Alberto Teissaire, vicepresidente de la nación electo en 1954. De este último se recordaba varios antecedentes, entre los cuales el de “Presidente –dueño y señor-del Consejo Superior del Partido Peronista” y, sobre todo la confesión que emocionara al contraalmirante Rojas y que motivara aquella contundente editorial de De Frente, que Surestada evocaba: “La palabra ‘asco’, tiene ahora nombre y apellido” (Número 1, 14-12-55, p. 5).
El “Panorama Político” incluía consideraciones analíticas pero mordaces respecto de demócratas cristianos, radicales, conservadores y comunistas, pero en la página siguiente había dos notas breves, elogiosas y contundentes respecto de dos dirigentes del peronismo. La primera, con foto y en forma de columna, estaba dedicada al “Dr. John William Cooke”. La Segunda, en recuadro, al “Dr. Alejandro Leloir”. Ambos presos, como sabemos, pronto encarnarían en los medios de la “resistencia”, y particularmente por la pluma y la correspondencia de Cooke, dos sectores que rivalizarían en actitud, estrategia y cercanía con el ex presidente Perón (Número 1, 14-12-55, p. 4).
“Charlando en las esquinas” era una sección que se proponía como de franca coloquialidad y en esta oportunidad se basaba en un dialogo imaginario y estereotipado entre el “doctor democrático” y el “amigo obrero”, en el que ambos sujetos debatían sobre el sentido de la libertad. La síntesis encuadraba en una de las enunciaciones del “obrero” respecto del carácter indivisible de la libertad argumentado por su oponente: “Yo entiendo que la libertad es poder o posibilidad. Quien no tiene posibilidad, no tiene libertad…” (Número 1, 14-12-55, p.6).
Muy amplia era la crítica y análisis de los términos del discurso radical, que se realizaba en la séptima página, titulada “El Dr. Balbin y la Democracia”. Había toda una polémica, un cuestionamiento, un desmenuzamiento analítico del discurso del jefe radical que tampoco era tan frecuente en los medios peronistas y que parece participar de la noción de la especial calidad de un sector del peronismo para debatir sobre la base de las inconsistencias de sus oponentes. La idea de que el electorado se ha confundido momentáneamente en cada coyuntura electoral propicia al peronismo era solo una, de las más pueriles, que el medio erigía señalar pero tanto estas, como las otras respuestas que se le ofrecían, parecen volcadas en el molde de un lenguaje parlamentario que no existía, o que si existía estaba restringido al seno de la Junta Consultiva donde tenían cabida todos, o casi todos, menos los peronistas (Número 1, 14-12-55, p.7).
El sustento “teórico” o la inspiración de buena parte de las notas que se incluyeron en este número aparecían casi en el corolario de esta primera entrega y en la forma de reproducción de la nota editorial de De Frente (tercera mención del medio dirigido por Cooke en este ejemplar), donde se planteaba la peligrosa encrucijada entre la “Libertad” y la “Democracia”. También se reproducía, en la misma edición, una viñeta de El 45, considerado tácitamente, entendemos, encuadrado en la misma “línea” de Surestada que, como vimos hace un momento, sostenía tanto a la figura de Cooke como la de Leloir, el último presidente del Consejo Superior del Partido Peronista, también apoyado por Jauretche.
Un recuadro de esta, la última página del número inaugural, llama la atención por su carácter ciertamente extemporáneo. “Ingalinella” es el título dedicado al médico comunista Juan Ingalinella, torturado y desaparecido por miembros de la policía santafecina en junio de 1955, luego considerado muerto, y que en su oportunidad se había constituido en un caso fuertemente utilizado por la oposición al gobierno de Perón. “Desgraciadamente en todos los regímenes políticos y en todos los países, aun en los de cultura más evolucionada, han existido y existen funcionarios policiales con alma de verdugos… Para terminar con este estado de cosas debe unirse toda la ciudadanía, sin limitaciones ni exclusiones”. Un dato más, quizá, de esa vocación por diferenciarse, por contar, en una Argentina que acababa de proscribir al partido hasta ayer mayoritario pero cuya definitiva radicalidad, apenas estrenada, no permitía presumir necesariamente la definitiva exclusión de todos los peronistas.
El segundo número de Surestada fue editado el 30 de diciembre de 1955. El quincenario bahiense aparecía bajo los mismos parámetros de formato que el de su debut, haciendo gala de un marcado optimismo respecto de su éxito y acusando el signo de la crítica antigubernamental. Fue la última entrega, en una decisión, entendemos, motivada por el último punto. Los editores consideraban o proclamaban que el primer número había sido todo un éxito, por lo que en esta edición llevaban la tirada a 5 mil ejemplares (Número 2, 21-12-55, p.3). No contamos con datos para sostener que hayan sido los problemas económicos los determinantes de su desaparición, sino dos puntos irritativos para los funcionarios del gobierno de la “Revolución Libertadora”.
Así podemos ver en página 4 la reproducción de una nota de Francisco Capelli, cercano a Jauretche en las acciones de la Capital Federal, al detenido Presidente del ahora disuelto Partido Peronista, Alejandro F. Leloir y en página 6 la reproducción de una foto en la que el Almirante Rojas rendía homenaje al líder cegetista José Espejo. El uso de la imagen como prueba documental irrefutable y su difusión en Puerto Belgrano, “cuna de la libertad” equiparable a Córdoba en la liturgia libertadora, a la vez principal base naval del país implicaba una audacia que no medía consecuencias.
“Sucedió en la base naval. Rojas rinde homenaje a Espejo” es el título de la nota. En ella se recuperaban los dichos con loas a Perón, Eva Perón y a la CGT que en mayo de 1952 el entonces capitán de navío, había pronunciado frente al dirigente gremial en Puerto Belgrano. El recuerdo bastó y sobró, junto con la anterior cobertura, para que se procediera a la clausura del quincenario. En tiempos de la “Revolución Libertadora” no fue el único medio que sufra por la difusión de la comprometedora foto.

Además de dicha determinación, propia de los límites estrictos para la edición de la prensa, Surestada no tenía facilitado su financiamiento, ni su circulación, ni siquiera su impresión. Resulta evidente que la radicalización del gobierno militar no podía sino chocar con la política editorial que, moderada en muchos de sus términos y “constructiva” en términos de plantear análisis en vez de diatribas, no dejaba de molestar a las pequeñas y grandes figuras del régimen. Así, en este número daban cuenta de las acciones judiciales que estaba pronto a iniciar González Prieto, aludido en la publicación por aquella “solicitada” a la que nos referíamos más arriba.
Otra estocada simbólica de parte de Surestada fue la inclusión, en la última página, aunque en un lugar destacado, del menú del banquete ofrecido en la base naval puerto Belgrano… Calculando los costos. La noticia, un editorial desde la presentación de una comida que no puede leerse sino como ostentosa manifestación de lujo y derroche no deja librada al lector la conclusión obvia. Por el contrario, la invitación consistía en calcular el gasto de tantos comensales y de las mil botellas de espumante adquiridas para la ocasión. Según Surestada las atenciones brindadas por la fuerza de tareas numero 7 al presidente provisional implicó un gasto de 100 a 150 pesos por cada uno de los mil asistentes a la cena, algo que, juzgaba, resultaba incompatible con la austeridad proclamada. Por si cupieran dudas, conminaban al lector a pensar por contraste en “las frugales comidas del ex dictador Juan Perón. Un vulgar y muy democrático y criollo asadito; un popular puchero; fruta, un Tomba, Arizu o Toro, mate cocido, etc… menús propios de la chusma”.
Fuentes:
Colección Surestada.
Entrevista a José Marcilese.
Referencias:
Carman, Facundo. El poder de la palabra escrita. Buenos Aires, BN, 2015.
Cichero, Martha. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1993.
Cooke, John W. Obras Completas. Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Colihue, 2007.
Melon Pirro, Julio. El peronismo después del peronismo. Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.
Julio C. Melon Pirro