De la relación entre Oscar Albrieu y Perón han quedado rastros en la prensa, en las memorias, y en los testimonios orales y escritos del primero. Diputado desde 1946 y último ministro del interior del peronismo gobernante, entre 1958 y 1959 volvió a ser un interlocutor privilegiado del ex presidente. Solo de este período disponemos decorrespondencia escrita entre ambos. Su consideración en este lugar pretende ilustrar las claves de una comunicación que tuvo un desenlace de conflicto y que por lo que sabemos, nunca se restableció.

            En varias ocasiones los documentos no pueden considerarse respuesta inmediata a una carta anterior, algo que probablemente obedezca a que no disponemos de una secuencia completa pero también a la demora de las comunicaciones, frecuentemente eran enviadas en mano de una tercera persona. Así, Albrieu envía tres misivas entre junio y setiembre de 1958 y las comunicaciones de Perón en octubre ya presuponen la promoción del dirigente como secretario del CCyS. Hubo muchas comunicaciones que luego fueron hechas en nombre del organismo mencionado, pero algunas se han extraviado y hasta es probable que, como revelan los mismos documentos, hayan sido interceptadas en su curso. Además de las cinco extensas cartas que Perón dirige a Albrieu, éste también es pues destinatario de la correspondencia formal de aquel con el Consejo, así como de una pieza que recibe junto a Campos, Framini y Cardozo como comunes destinatarios, el 18/1/59. En los primeros meses de 1959 podemos registrar nuevamente una conversación directa y personal cuyo tenor ilustra la desvinculación del ex ministro y del ex presidente.

            A fines de junio de 1958, pues, Albrieu, que el año anterior había recuperado la libertad, remitió a Perón un informe sobre “el acontecer político argentino”. Todavía Cooke obraba como delegado, al punto de que la misiva fue incluida entre los papeles que éste enviaba regularmente a su jefe. Informaba allí la desazón que produjera en el movimiento votar a Frondizi y sobre los sectores que, en cada distrito, se orientaron a obedecer o desobedecer la “orden”. Llama la atención en el documento que el dirigente recomendara una forma de “administrar justicia” sobre díscolos o remisos afín a la que ejerciera, de continuo, el ex presidente en el exilio.

            Concretamente Albrieu diferenciaba “pecadores”, “desleales” y “traidores” entre quienes habían desobedecido y propiciado el voto en blanco.  Entre los primeros se contaban los “confundidos” por directivas falsas o jerarquías caducas, los que por “vanidad” se sintieron más peronistas que Perón y aquellos a quienes, sencillamente, repugnaba votar por el candidato radical. Los “desleales” eran quienes quisieron un “peronismo sin Perón”, mientras que los “traidores” eran aquellos que directamente fueron cómplices de la dictadura. Para unos, se suponía, cabrían las medidas drásticas, para otros, apenas la “separación de ficha” de afiliación, y para muchos, seguramente los más, el olvido. El tono de la misiva es, por lo demás, antifrondizista, en congruencia con la animadversión que profesaba en privado Perón hacia el nuevo presidente. También lo emula en su proverbial escepticismo: no cabe esperar mucho de los hombres, que pueden pasar de buenos y útiles en una etapa, a su contrario en la siguiente. Al mimetizarse con el lenguaje de su jefe se postula como el pivot de una nueva organización en ciernes.

            Una segunda carta de Albrieu fechada el 15 de setiembre es enviada aprovechando el viaje de Alberto Manuel Campos, director del periódico Norte y en tren de convertirse en el nuevo Delegado personal de Perón. Del tenor de esta se desprende también que ha enviado varias, aunque no ha obtenido respuesta de ninguna, a la vez que su preocupación por el juicio que su jefe pudiera haberse formado de él a partir de la actuación de los allegados de Cooke. Pese a este tono, a diferencia de otros interlocutores se permite recomendarle al líder cuestiones concretas, en este caso, la organización en superficie, esto es, política y de preferencia, partidaria.

            El 15 de octubre, ya formado el Consejo, Peron intentó explicar “a la delegación del CSP y a los compañeros del CCyS” como debían proceder ante una compleja trama de representaciones cuya superposición ocasionaba roces y en otra carta fechada el mismo dia en Ciudad Trujillo, llamaba al organismo ya conducido por Albrieu a tomar las riendas de la organización política del peronismo en el país.

            En una tercera carta dirigida al día siguiente y esta vez personal a Albrieu lo comprometió a tener una actitud decidida en el mismo sentido, (Este asunto es considerado en este mismo diccionario en la voz CCyS).

            Las comunicaciones de Peron a Albrieu y al CCyS se corresponden con el  alejamiento de Cooke pero también con la promoción de Campos, un duro que tendrá la misión de enfrentar al frondicismo, no siempre compatible con el objetivo de legalizar el peronismo. El intercambio es denso en información,  recomendaciones y análisis de una situación en la que las lógicas de las instituciones sucedáneas del liderazgo y del partido (la Delegacion y el Consejo) tuvieron, habida cuenta del desarrollo de los acontecimientos, crecientes oportunidades de colisión. Para diciembre de 1958 Perón volvió a escribir al “Sr. Oscar Albrieu”, agregando en tinta “CCyS”, su “querido amigo”. Ante quien en rigor debería ser su informante más confiable, argumenta entonces contar con su propia inteligencia respecto de lo que se está haciendo en el país.

            La decepción, por primera vez, se direcciona al nuevo organismo, que en esta oportunidad parece haber equivocado el rumbo por la vía de una excesiva consideración hacia los peronistas moderados o “traidores”. El detalle de la información que refiere se propone persuadir a sus miembros de lo que el final de la misiva define: “Sé que ustedes juzgan muy superficialmente mis informaciones creyendo que la distancia no me permite penetrar las cosas como son. Están  equivocados si así lo piensan… a pesar de los miles de millas y de las dificultades de todo orden, pocas personas están mejor enteradas que yo de lo que está pasando en la Argentina. Para ello cuento con mi extraordinaria experiencia, el conocimiento del oficio y de los hombres, las informaciones que me llegan a montones, mi propia sensibilidad demostrada en los largos años de conducción y el interés que he puesto siempre para vivir la situación.

            Una demostración de cuanto antes afirmo está en el hecho de no haberme equivocado en nada hasta ahora y en que, cuando no me han hecho caso, las cosas han salido mal. El Comando Táctico y la Delegación son dos ejemplos elocuentes de esta afirmación”. El CCyS, leemos nosotros, o el mismo Albrieu, que lo habrá entendido mas rápido, podrían correr similar suerte.

            El 18 de enero de 1959, en el marco de la represión a la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, Albrieu fue uno de los destinatarios de una misiva del líder que lo compelía a actuar en un sentido correspondiente a las desmentidas respecto de un acuerdo con el gobierno y a diferenciarse del resto de la oposición haciendo más que nadie contra Frondizi.

            Tras la gran derrota del movimiento obrero fue Albrieu quien escribió 16 páginas dirigidas al “Sr General Juan Perón… Mi querido jefe y amigo” hechas llegar en este caso aprovechando el viaje del Dr. Levitti. En la extensa misiva cuestiona el error de haber decretado una huelga por tiempo indeterminado, la participación de Cooke en el conflicto y las molestias que recibiera “de parte de quienes invocaban la lealtad a su nombre”. Albrieu juzgaba que esa conducta “irresponsable y sin retorno” empujaba al peronismo hacia la ilegalidad en un momento en que se buscaba lo contrario. Exhibía sus logros en la conformación de la Junta Promotora del Partido Justicialista, pero se consideraba arrinconado por el Delegado, quien a la sazón lo acusaba de “blando”: “Por Campos y otras personas estará perfectamente enterado de este asunto. Lo que no puede conocer y sí sólo intuir es la actitud mía en esa emergencia, pues Campos se negó a verme antes de viajar, disgustado porque ‘no daba la cara’”.

            Albrieu sabía que también era la hora de su tácita renuncia. La carta, que según su encabezado comenzó a escribirse el 6 de febrero de 1959- termina fechándose el 10/3/59, y sus últimos tramos se corresponden con esto cuando el dirigente se confiesa incapaz de enfrentar a tantos enemigos, “sobre todo cuando gozan de su absoluta confianza”

            La respuesta de esta fechada en Ciudad Trujillo, el 17 de marzo de 1959, y es la última de las cartas. Por medio de ella Perón desconoce todo lo aludido por su “Querido amigo” y propicia una unidad de criterio con Campos e inclusive con  Cooke, con quien dice haber hablado largamente sobre estos desencuentros.

Fuentes:

Hoover Institution Archives, Collection Juan Domingo Perón Papers, Box 2, Folder 2.2, 2.6, 6.

Referencias:

Melon, Julio Cesar: “Oscar Albrieu. Un político de misiones difíciles”, en Claudio Panella y RaananRein (comps), Los necesarios. La segunda línea de liderazgo peronista de los años iniciales a los del retorno del líder. Prohistoria, 2020.

Melon, Julio y Dario Pulfer, “Cooke en 1958. Del centro a los márgenes”, en Cristian Gaude (comp), A 50 años de la muerte de John William Cooke, UNGS, 2020. Pp. 91- 114.

Melon, Julio Cesar: “Después del partido y antes del partido: El Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo”, en Chiaramonte, José Carlos, y Herbert Klein.El exilio de Perón. Los papeles del Archivo Hoover. Buenos Aires, Sudamericana, 2017.

Julio César Melon Pirro