El 16 de septiembre de 1955, el general Eduardo Lonardi tomó por asalto la Escuela de Artillería en Córdoba, el contraalmirante Isaac Rojas sublevaba la Escuela Naval de Río Santiago y el Almirante Jorge Perren la Base Naval de Puerto Belgrano, dando inicio a la Revolución Libertadora. El 18 de septiembre, Lonardi, ante la perspectiva de una inminente derrota, solicitó a la Armada una acción urgente que descomprimiera la situación del ejército. En ese marco, a las siete y cuarto del diecinueve de septiembre, los cañones del crucero “9 de julio” situado a nueve kilómetros de la costa, al mando del capitán de fragata Alberto de Marotte, dispararon, durante diez minutos, alrededor de setenta proyectiles que destruyeron, en las cercanías del puerto, nueve de los once tanques de combustibles de YPF. El impacto generó intensas llamaradas y densas columnas de humo negro que alcanzaron varios metros de altitud y una onda expansiva cuyo alcance produjo diversos destrozos en varios kilómetros a la redonda. Hacia media mañana la Base Naval fue rodeada por civiles armados, en la esquina de la Avenida Cincuentenario (actual Juan B. Justo) esquina Tucumán y en la rotonda y la explanada del Golf Club se emplazaron piezas de artillería y se desplegaron tropas del Ejército y la Aeronáutica que fueron dispersadas desde la costa por artillería naval. Cerca del mediodía, los destructores San Juan, San Luis y Entre Ríos y la corbeta República alcanzaron la zona de Parque Camet, donde, previo aviso y evacuación, cañonearon el Regimiento “Escuela de Artillería Antiaérea” destruyendo la torre de agua y la antena del radar. Por la tarde, la Base Naval fue nuevamente asediada, por militantes armados y efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que fueron dispersados por la metralla y los cañones de la flota de destructores.

Una cantidad no determinada de bombas perdidas destruyeron viviendas, comercios y estructuras edilicias en varios kilómetros a la redonda, hiriendo aproximadamente a una decena de vecinos, sin que se registraran decesos entre la población civil. Los efectos dramáticos de esta violencia bélica, en su dimensión sonora, material y visual se extendieron más allá de la zona portuaria. El reciente impacto psicológico del ataque a Plaza de Mayo, el disperso aviso de evacuación implementado, casa por casa, por las autoridades civiles y militares de la ciudad, que se negaron a comunicar radiofónicamente la orden de evacuación, emitida el día anterior desde el “9 de julio”, junto a la propagación de rumores, de boca en boca y por las emisoras uruguayas, de un inminente cañoneo generalizado a la ciudad, impulsaron a numerosos marplatenses, inmersos en un clima emocional de pánico colectivo, a huir precipitadamente  de sus hogares para salvar sus vidas. Los barrios más afectados fueron el puerto y sus adyacencias y los que contaban con objetivos estratégicos: el de la Estación de Ferrocarril, donde los obreros inmediatamente alejaron las locomotoras para evitar su posible destrucción y el de la Torre de Agua.  Es así, que decenas de miles de marplatenses conmocionados por la violencia bélica, emprendieron una evacuación masiva por las principales calles y avenidas de la ciudad.  Sobre una población total, según cálculos del INDEC, estimada en cerca de ciento sesenta y seis mil habitantes, aproximadamente entre veinte y treinta mil personas, con un escaso parque automotor, se alejaron del epicentro del conflicto y se  movilizaron buscando refugio, hacia zonas semiurbanas y rurales.

Al conocerse el alejamiento de Perón, la violencia política antiperonista se materializó en diversos estallidos de furia destructiva focalizados sobre edificios públicos y residencias de personalidades representativas del gobierno derrocado. Los grupos antiperonistas, en algunos casos organizados por los “comandos civiles” y otros surgidos espontáneamente, protagonizaron una serie de acciones repetitivas: asalto, destrozo, saqueo e incendio de interiores y fogatas públicas. En ese contexto fueron objeto de estas violentas acciones: la Delegación Regional de la CGT, la sede local del Partido Peronista, edificios de gremios y hoteles sindicales, las unidades básicas de la rama masculina y femenina, las comisarías provinciales, las instalaciones de la policía federal, y las nomenclaturas y recordatorios públicos representativos del gobierno derrocado. En todos los casos, se arrancaron y arrastraron por las calles bustos de Perón y Evita para luego destruirlos. Estos grupos violentaban las edificaciones, incendiaban sus interiores y destruían su mobiliario, cuadros, decoración, documentación, propaganda, papelería, muebles y libros que arrojaban a la calle para encender catárticas hogueras. Acompañando la acción de los más decididos se sumaban otros vecinos atraídos por el espectáculo destructivo que suscitaba escenas de alegría, entusiasmo, miedo, asombro y terror. De esta manera fueron depredados los chalets de veraneo del gobernador de la Provincia de Buenos Aires, mayor Carlos Aloé, del ministro del Ejército general Franklin Lucero, del ministro de Guerra general José Humberto Sosa Molina, de la diputada Delia Degliuomini de Parodi, del empresario Jorge Antonio y la residencia permanente del jefe de la guarnición local del ejército, el coronel José María Pérez Villalobos,

En la serie de acontecimientos desencadenados por la insurrección militar, el bombardeo a Mar del Plata configuró el eslabón final que transformó la inminente derrota terrestre de los golpistas en el éxito político de la “Revolución Libertadora» por intervención directa de la Marina.  Finalizados los ataques, Isaac Rojas informó “Al General Perón” que: “La próxima operación va a ser sobre las destilerías de petróleo de La Plata y si Ud. no presenta la renuncia, seguiremos hasta la destrucción de los tanques de combustible de Dock Sud.”

  La masacre del 16 de junio, los bombardeos, el 17 y 18 de septiembre, de las instalaciones ferroviarias de Río Colorado, en Río Negro, de Saavedra en la Provincia de Buenos Aires y el ataque a Mar del Plata inscribían al ultimátum de Isaac Rojas en una sucesión de acciones que demostraban la “postura irreductible de la armada”. Ante esta situación, el ministro de Ejército, general Franklin Lucero, transmitió por radio a todo el país “en nombre y representación del excelentísimo señor presidente general Perón que ante el ultimátum de bombardeo de la ciudad de Buenos Aires y de la destilería de petróleo de Eva Perón [sic] y para evitar mayor derramamiento de sangre se invita a los comandos revolucionarios actuantes a concurrir a la sede del Ministerio de Ejército a fin de iniciar las tratativas tendientes a subsanar el conflicto y cesar de inmediato las hostilidades en la situación alcanzada”. A continuación, el jefe militar difundió una carta del presidente, en la que ofrecía una propuesta de pacificación nacional que incluía su alejamiento del proceso de negociación. A tal fin, delegó las funciones de orden interno, seguridad y pacificación nacional en una Junta Militar formada por treinta generales. Al mismo tiempo, la “Flota de Guerra en Operaciones”, que bloqueaba el estuario del Río de La Plata, avanzó hacia la costa bonaerense, informando el comandante del crucero “Belgrano” que, tenía “órdenes de bombardear la destilería de la Plata” en el caso que no se difundiera por Radio del Estado y en “forma continuada” que:  “La fuerza subordinada al almirante [sic] Rojas estaba lista a las 13 hs. a bombardear los objetivos militares del puerto de La Plata lo que determinó al comando de represión a pedir la suspensión de hostilidades”. En este contexto, la Junta Militar consideró como renuncia a la presidencia el “renunciamiento personal en holocausto a la Patria y al Pueblo” ofrecido por Perón como instancia de paz. De esta manera, a sangre y fuego, se cancelaba la segunda experiencia constitucional de masas en la Argentina del siglo XX.

Referencias:

Bergallo, Jorge. “1955 – La Armada Argentina bombardea Mar del Plata”, Tesis de Licenciatura, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, UNMdP, Mar del Plata, 1998.

Nieto, Agustín, “La “Revolución Libertadora” en perspectiva local: Los bombardeos en el

puerto de Mar del Plata. En torno a los orígenes de la guerra civil en Argentina”.

González Crespo, Jorge. (comp.), Memorias del almirante Isaac F. Rojas. Conversaciones con Jorge González Crespo. Buenos Aires, Planeta 1993.

Lucero, Franklin Benjamín. El precio de la lealtad. Buenos Aires, Propulsión, 1959.

Santillán, Francisco, Taroncher, Miguel Ángel. ““Sentíamos que íbamos a morir quemados”: el miedo en una ciudad bajo fuego. Los impactos emocionales del bombardeo de Mar del Plata”. En: Revista Testimonios, Vol 13, N. 13, Nov. de 2024.

Fuentes:

Fondo documental: “Bombardeo del 16 de setiembre de 1955”, Archivo de la imagen y la palabra, CEHIS, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, UNMdP.

                                                                                       Miguel Ángel Taroncher