En 1964 se cumplía el primer centenario de la trágicamente conocida “Guerra de la Triple Alianza”, donde las fuerzas brasileras, argentinas y uruguayas arrasaron con el Paraguay. Ello abrió una serie de trabajos relativos a ese proceso.

El clima de época en América Latina y en el denominado “Tercer Mundo” estaba signado por resistencias a dictaduras o gobiernos autoritarios, proceso de descolonización en África y la formación de las primeras guerrillas inspiradas por el triunfo cubano en 1959. Una lectura en clave historicista en torno al llamado “drama del 65” resultaba ilustrativo como muestra de resistencia a las potencias imperialistas, bajo el lema a vencer o morir. La anécdota romántica de la muerte del Mariscal López a manos de las fuerzas opresoras al grito de “¡muero por mi patria!” encajaba perfectamente dentro de los ideales revolucionarios vigentes en los años sesenta.

Como señalamos, al calor de la efeméride surgieron numerosos trabajos, sobre todo desde la denominada historiografía “militante” de tono revisionista, lo que incluía versiones producidas desde los sectores tradicionales hasta la denominada  “izquierda nacional”.

Entre ellos, se destacaron los títulos Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay de Atilio García Mellid (1963), Felipe Varela contra el imperio británico de Ortega Peña y Duhalde (1965),  La Guerra del Paraguay: gran negocio de León Pomer (1968). En ese contexto,  el trabajo que más repercusión había alcanzado llevando el galardón de “bestseller”, fue La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas  de José María Rosa (1964). La edición corrió por cuenta de Arturo Peña Lillo, quien para aumentar la venta y distribución  se asoció en esta empresa, como había hecho con otros títulos sonados del revisionismo, con la Editorial Huemul, de neto corte nacionalista tradicional.

“La Guerra del Paraguay…” fue el resultado de una serie de artículos publicado por Rosa en pleno período de “resistencia peronista” para el exitoso semanario nacionalista Mayoría de los hermanos Jacovella; precisamente la misma publicación donde Rodolfo Walsh presentaba el luego tristemente clásico “Operación Masacre”, relativo a los fusilamientos efectuados en los basurales de José León Suarez en respuesta al intento de golpe del General Valle.

Si bien Rosa colaboraba circunstancialmente desde su exilio en Madrid, para 1958 regresaba al país y desde el 16 de octubre de 1958 inauguraba en Mayoría su columna histórica titulada “La verdadera historia de la Guerra del Paraguay”. El propio autor afirmaba en la introducción de su libro que dichos artículos habían “despertado interés aquí y voces amigas” lo habían alentado desde Montevideo y Asunción a publicarlo.

Entre las fuentes que había consultado, se encontraban materiales provistos por Luis Alberto de Herrera, auténtico precursor del revisionismo rioplatense y autor de “El Drama del 65”, como ya había sucedido con su formidable trabajo “La Caída de Rosas”:

                Distaban mis notas de algo definitivo y bien trabajado: eran más la tarea evocativa de un           periodista que la labor meticulosa de un historiador. Faltaba compulsar otros documentos,     investigar en los archivos de Río de Janeiro y Londres, agotar los            repositorios argentinos. No         pude hacerlo, porque otras tareas me llevaron a rumbo                distinto. (Rosa, J. M. “Prologo”)

En efecto, el trabajo no contaba con el rigor heurístico de La caída de Rosas,aunque el libro resultaba sumamente efectivo con la prosa seductora de Rosa que cautivaba a lectores y militantes. La recepción de su trabajo fue tan significativa que alcanzó el reconocimiento por parte de las autoridades paraguayas (en tiempos del dictador Stroessner) y fue de inspiración para militantes de distintas vertientes ideológicas. Un caso fue el de Graciela Daleo (integrante del Comando Camilo Torres, protomontoneros) quien reconocía que no habían sido las lecturas de Marx ni de Lenin las que la habían impulsado a la lucha armada sino el libro La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas.

Es que la obra de Rosa incorporaba unos actores que hasta entonces no habían tenido mucha trascendencia para el revisionismo histórico argentino: el rol de los caudillos del interior y las ultimas montoneras que habían resistido al avance mitrista que y los procesos de reclutamiento, con guerra de policía mediante, de soldados para la Guerra con el Paraguay. De ese mododesfilaban por sus páginas los caudillos Vicente Ángel “Chacho” Peñaloza y Felipe Varela, muy poco valorados hasta entonces por el revisionismo tradicional por su calidad de opositores a Rosas antes de la batalla de Caseros.

Otra lectura en clave historicista podía entreverarse en torno a aquella resistencia federal ante la opresión mitrista (consecuencia de la derrota del rosismoy del proyecto urquicista) con respecto a la autodenominada Revolución Libertadora que perseguía, censuraba y proscribía al peronismo.

En el trabajo de José María Rosa, la figura del ex Restaurador, exiliado en Southampton, aparece circunstancialmentecitado  inaugurando el libro con un fragmento de la correspondencia Rosas-Roxas y Patrón, en la cual Don Juan Manuel le legaba simbólicamente al Mariscal López el sable que le había otorgado Don José de San Martín. De esta forma, la analogía entre ambos líderes se tornaba presente, y así como la sombra de Perón desde su exilio en Madrid mantenía su presencia clave dentro de la política nacional en los años sesenta, el reclamo por la repatriación de los restos de Rosas de su “exilio” en Gran Bretaña se tornaba en bandera nacionalista.

El libro estaba estructurado en ocho partes estableciendo así no solo los prologuémonos a la Guerra sino también sus consecuencias de la “diplomacia brasileña” y la “antidiplomacia argentina”. Los resultados infructuosos para Argentina luego de su victoria ante Paraguay, significaba para Rosa una muestra más de lo antinacional de la dirigencia liberal, una constante que el historiador resaltaría en diversos momentos de la historia nacional. Dicha interpretación fortalecería su afirmación de la constitución de una oligarquía (en sentido aristotélico, el gobierno a mano de los peores) en contraste con la aristocracia brasileña (las comparaciones entre ambas diplomacias ya habían sido resaltadas por él en su trabajo “La caída de Rosas”). El desarrollo de la obra estaba protagonizado por el proyecto nacional y moderno de Solano López (en el cual Rosa intenta forzar similitudes con el gobierno de Rosas), la injerencia británica y la traición de Urquiza hacia sus seguidores. La prosa atractiva de Rosa hará lo suyo al describir una historia documentada donde se destacan claramente héroes (los caudillos, las montoneras, Solano López y el pueblo uruguayo) y villanos (los liberales argentinos, Urquiza, los colorados del Uruguay, el imperio de Brasil y Gran Bretaña).

De la continua presencia rosistaen  la obra de Rosa podemos inferir una interpretación historiográfica diferenciada con respecto a su colega y amigo Fermín Chávez: mientras José María Rosa sentenciaba que la Guerra del Paraguay constituía el “ocaso de la nacionalidad”, resultado de la agonía que comenzaba en Caseros y se consolidaba en Pavón con el triunfo mitrista, para el entrerriano Chávez el federalismo permanecería como corriente antiluminista a pesar del dominio del liberalismo portuario. Fue así que el objeto de Chávez se basó en poner luz en torno a figuras del federalismo posterior a Rosas como Ricardo López Jordán, Chacho Peñaloza y José Hernández, concibiéndolos como continuadores del proyecto federal historicista.

Las circunstancias de la propia vida de Rosa condicionaban su producción. Como señalamos, en junio de 1958, regresaba de su exilio en Madrid donde había publicado La Caída de Rosas y Del municipio indiano a la provincia argentina. Retomaría la presidencia del alicaído Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, mientras colaboraba en diversos medios como Mayoría donde, a partir de 1959, se hacía cargo del “Correo histórico” del semanario y de la columna que hemos citado.  Por otro lado, su pluma animará la popular colección llevada a cabo por Arturo Peña Lillo llamada “La Siringa”: constaba de libros en tamaño de bolsillo que se vendían en los kioscos de revistas. Rosa publicaba El pronunciamiento de Urquiza (un desprendimiento de La caída de Rosas), además publicaría casi en simultaneo a La Guerra del Paraguay… Rivadavia y el imperialismo financiero,  otro trabajo que alcanzaría vasta repercusión. Peña Lillo se constituía en una editorial independiente que divulgaba el pensamiento nacional de forma exitosa, actuando como una especie de puente generacional entre protagonistas del primer peronismo y algunos de quienes lideraron la apertura política de los primeros años 70.

Rosa, por su relación con John W. Cooke y su insistencia a los miembros de la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz para que escritores de filiación peronista o afines viajaran a Cuba, Rosa visitó la isla. Caracterizó a Fidel Castro en clave nacionalista y desde allí, resemantizó algunos términos de su lenguaje historiográfico. Dicho cambio generaría diversos cuestionamientos por parte de revisionistas de calibre conservador o, en todo caso, antimarxistas como Pedro De Paoli (“El revisionismo histórico y las desviaciones del Dr. Rosa, Theoria 1965), Juan Pablo Oliver (en boletín del Instituto Rosas, citado más adelante) y Elías Giménez Vega (“Revisión al revisionismo”, 1970)

Para principios de los sesenta, la Revista del Instituto estaba de nuevo en las calles y sumaban un “boletín” para el gran público llamado “Revisión” mientras se afianzaba los vínculos con diversos sindicatos de calibre peronista donde asiduamente brindaba conferencias históricas. Para el momento en que salió editado el libro La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, la figura de Rosa era la más representativa y popular dentro delos revisionismos históricos y se encontraba vinculado estrechamente con el peronismo.

En tanto, la relación con Paraguay se tornaba afectiva y se estrechaba por las repercusiones de su trabajo. El ministro de Gobierno Edgard Infran lo invitó para dar un curso en el Ministerio de Defensa y se difundiría por radio. Más adelante, el Consejo Municipal de la Capital lo designaba “hijo predilecto de Asunción” mientras que el presidente Stroessner lo nombraba con la Gran Cruz del Mérito. Por tales distinciones y reconocimiento, para el tercer gobierno peronista sería nombrado embajador argentino en el Paraguay.

Evidentemente, la popularidad de Rosa también trajo consigo detractores de la obra. Entre ellos se destacaron autores del revisionismo, como Pedro De Paoli y Elías GiménezVega así como también con diversos exponentes de las izquierdas como José Raed (el más radicalizado de todos, obsesionado con dar por tierra la construcción de la imagen Juan Manuel de Rosas que había logrado hacer popular Rosa); Leonardo Paso por el lado del comunismo; Milciades Peña por parte del troskismo y, desde el revisionismo de la izquierda nacional Norberto Galasso.

Sin embargo, el ejemplo más paradigmático del clima de época imperante y la división cada vez más insoslayable entre revisionistas se daría dentro del propio Instituto Juan Manuel de Rosas: en 1969 desde el Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas” Juan Pablo Oliver desataba una fuerte polémica que retrataba el conflicto político-ideológico que se desarrollaba dentro de la coyuntura nacional y, motivada por ella, dentro del revisionismo histórico argentino. Allí, desde una perspectiva revisionista conservadora, Oliver partía luego que el autor acusara en su publicación al trabajo “La Guerra del Paraguay: gran negocio” de León Pomer como “una táctica comunista de infiltración en las corrientes nacionales de los países que denominan <<coloniales o dependientes>>” no sólo con alto tono conspirativo a Pomer sino también a los referentes de la denominada izquierda nacional y a los revisionistas más populares.

Las acusaciones de Oliver afirmaban que la obra de Pomer formaba parte de una de las tantas obras “pseudo revisionistas” que mediante técnicas marxistas buscaban infiltrarse para corroer el sentimiento nacional y amenazar el orden interno utilizando la falacia y la adulteración heurística y hermenéutica bajo una “serie publicitaria lopista-montonera”. La supuesta estrategia marxista era la de difundir una “teoría del resentimiento” que buscaba perturbar las relaciones con el Paraguay y en el orden interno, inculcaba una “pérdida de fe en la Argentina”. La crítica, entonces, ampliaba su denuncia hacia otros “pseudo revisionistas”, algunos pertenecientes al Instituto rosista como eran los casos de Ortega Peña y Duhalde aunque lo hacía también extensivo hacia los representantes de la denominada “izquierda nacional” como Abelardo Ramos, Spilimbergo, Astesano, entre otros…

Oliver señalaba a “pseudo revisionistas”, además de “infiltrados” como los casos de Ortega Peña y Duhalde: si éstos últimos legitimaban su revisionismo a partir de la influencia de José María Rosa, Juan Pablo Oliver (así como lo hiciera antes De Paoli y posteriormente, Elías Giménez Vega) lo tratará de “distinguido publicista de fanta-historia y patricia prosapia porteña (…) quien a veces coincide con la realidad”  y relativizará su interpretación histórica, tildándolo de oportunista y pondrá en duda su rigor historiográfico. Al cierre del debate, Oliver vuelve a mencionar su preocupación hacia la supuesta “corriente publicitaria de cuño marxista promovida en la Argentina” que buscaba “perturbar un fraternal y sincero entendimiento entre ambos países, pues viene insuflando en el pueblo paraguayo un creciente anti-argentinismo, de tipo plañidero y revanchista…” Sin embargo, en el número anterior donde habían aparecido las respuestas a la nota de Oliver, aparecía una nota de Eduardo Castilla donde se mencionaba con sumo orgullo la condecoración del Paraguay a José María Rosa:

                «En una ceremonia sencilla, pero de gran solemnidad, realizada en la Embajada del Paraguay se impuso la condecoración de la Orden Nacional al mérito, en grado de Gran  Cruz, al historiador José María Rosas (sic). El gobierno del vecino país honraba, de esa suerte a un investigador que trata la Guerra de la Triple Alianza con extraordinaria honestidad científica, propendiendo al estrechamiento de los vínculos de comprensión y            hermandad entre los pueblos argentinos y paraguayo».

Y más adelante aseveraba:

                «(…) la honrosa distinción paraguaya al doctor José María Rosa, constituye una gran fiesta para todos los argentinos, liberados de mentiras odiosas y aislantes y, para los integrantes del Instituto de Investigaciones Históricas <<Juan Manuel de Rosas>> un motivo de fundamental alegría; los pueblos americanos comenzamos a entendernos  con sólo hablar y actuar en americano; lo sentimos, en estos respiros de verdad y libertad. Con esa rebosante alegría despedimos, también, a los viejos tabúes de las                historias de reglamento».

Se puede apreciar, entonces, cómo se filtraban determinadas apreciaciones en torno al revisionismo (aunque la dirección del Boletín prefirió, sin hacerlo explícito, respaldar el discurso de Oliver permitiéndole el cierre a la polémica luego de las intervenciones de Ortega Peña, Duhalde, Fermín Chávez y Faustino Tejedor) dentro de la propia institución que reflejaba distintos posicionamientos en torno a la política de la historia que se tornaba como condición sine qua non: uno tradicionalista (o conservador) frente a uno “nacional y popular” (y por lo tanto, mucho más amplio, heterogéneo, cuya característica principal era su vinculación con el peronismo).

Referencias:

Campos, Esteban (2017) Cristianismo y revolución. El origen de Montoneros. Buenos Aires, Edhasa.

Castilla, Eduardo (1969) “La condecoración del Paraguay a don José María Rosa es un poco de todos”. Juan Manuel de Rosas. Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones históricas. Buenos Aires: Año II, Segunda época, N°5.

De Sagastizábal, L.; Giuliani, G. A. (2013) El trabajo editorial de Arturo Peña Lillo en la Colección La Siringa. El proyecto y sus lectores [en línea]. III Jornadas de Intercambio y Reflexión acerca de la Investigación en Bibliotecología, 28 y 29 de noviembre de 2013, La Plata, Argentina.

Hernández, Pablo J. (1978) Conversaciones con José M. Rosa. Buenos Aires, Colihue/Hachette.

Giménez Vega, E. (1969) Revisión al revisionismo. Buenos Aires.

Manson, E (2008) José María Rosa. El historiador del pueblo. Buenos Aires, Ciccus.

Melón Pirro, Julio y Pulfer, Darío (2019) “Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s): Mayoría”. Revista Movimiento. Buenos Aires: N°16, 17 y 18.

Oliver, Juan Pablo (1969) “Rosismo, comunismo y lopizmo”. Juan Manuel de Rosas. Boletín del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones históricas. Buenos Aires: Año II, Segunda época. N°6.

Otal Landi, Julián (2016) “El conflicto de los “ismos” dentro del Revisionismo histórico y en torno a la Guerra del Paraguay” en RHPT, Revista Historia para todos. Núm. 3.

Rosa, José María (1964) La Guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires, Peña Lillo.

Rosa, José María (1964)Rivadavia y el imperialismo financiero. Buenos Aires, Peña Lillo.

Rosa, José María (1958)La caída de Rosas.Madrid.

Terán, O. (2013) Nuestros años sesentas. Buenos Aires. Siglo XXI Editores.

Vázquez, Pablo (2018) “Fermín Chávez y la revista Ahijuna”. Actas de Periodismo y Comunicación. La Plata: Vol. 4 Núm. 3.

Julián Otal Landi