(Buenos Aires, 3 de marzo de 1920 – 18 de marzo de 1971).

Seguramente en el marco de las artistas que se vincularon con el peronismo, Fanny Navarro se constituye en una de las figuras más significativas por su militancia y por las graves consecuencias que ésta le ocasionó una vez destituido el gobierno peronista, padeciendo una intensa persecución.

Fanny desarrolló su trayectoria en distintos campos artísticos como el radioteatro, el cine, el teatro y la televisión. Si bien su formación actoral se centró en la declamación y la dicción interpretativa, su carrera no se restringió al circuito profesional culto y los teatros oficiales, sino que también se extendió al circuito popular de la “Calle Corrientes”, interpretando géneros como la comedia y el teatro de revistas. En este último, pudo desenvolverse fluidamente desempeñándose como cantante y bailarina, dando cuenta de los estudios realizados desde su infancia, logrando constituirse en una figura de renombre dentro de este género popular.

Más allá de la popularidad que había alcanzado en la Revista Porteña, donde había compartido cartel con reconocidos capocómicos, desempeñándose incluso como primera vedette, siempre pugnó por ocupar un lugar mejor dentro del campo teatral, buscando el reconocimiento de la crítica periodística, ya que la recepción del público había sido siempre positiva. En este sentido, se preocupó por interpretar un repertorio que le forjase un mejor posicionamiento de su carrera. Este intento fue lográndose de manera lenta, siempre con la mediación del teatro popular, al que acudía ante cualquier fracaso o ausencia de ofertas laborales más interesantes. Paralelamente, su carrera cinematográfica se iba incrementando, pero afectada por las mismas inquietudes que surgían en la teatral.

Esta preocupación por trabajar en un “teatro serio” era común a otras actrices de la época, en un contexto cultural donde la industria cinematográfica estaba consolidándose y el teatro profesional -tanto comercial como culto- experimentaba una etapa fecunda.

Hacia mediados de la década del ’40, sus metas artísticas se fueron concretando. En 1944, logró uno de sus primeros éxitos en el circuito profesional culto, bajo la dirección de Narciso Ibañez Menta, interpretando Mis amadas hijas (farsa de la vida de John Barrymore),de Catherine Turney y Jerry Horwin. Más tarde, seguiría su rol protagónico en la comedia musical Zazá (1946). En 1947, estrenó La llama eterna,de Roberto Tálice y Eliseo Montaine donde tenía a un rol protagónico de carácter dramático, dirigida por Esteban Serrador. Otro éxito fue su desempeño en Nacida ayer, de Garson Kanin, que le brindó el reconocimiento tanto del público como de la crítica.

Estas últimas interpretaciones significaron para Fanny convertirse en una figura joven reconocida, destacada no sólo por su belleza sino también por sus dotes artísticas de los que había dado cuenta a través de sus trabajos. En este sentido, se puede contrarrestar la versión -o la comúnmente denominada “leyenda negra”- que la consideró “como un invento del peronismo”, ya que, al tener sus primeros acercamientos con el gobierno, su nombre ya era conocido y auguraba un futuro promisorio.

Su vinculación con el gobierno peronista puede dividirse en dos partes. Una primera, que está centrada en su relación amorosa con Juan Duarte, quien se desempeñaba como Secretario Privado de la Presidencia de la Nación. Y, una segunda, a partir de su vínculo con Eva, junto a quien inició su militancia política dirigiendo el Ateneo Cultural Eva Perón, aparte de consolidar una férrea amistad y convertirse dentro de su entorno en una de sus personas de confianza.

El Ateneo Cultural se proponía ser un órgano cultural dentro del ambiente artístico, pero en la práctica se ajustaba más a un ente difusor del ideario peronista. También, debido a la cercanía que Fanny tenía con respecto a Eva, se constituyó en otro de los ámbitos en donde los sectores populares podían ser escuchados, entrevistándose con la actriz, quien operaba como una mediadora entre el pueblo y el gobierno. Asimismo, este rol mediador lo ejerció entre algunos artistas y Eva, acercándole peticiones laborales o personales. 

La militancia política en la vida de Fanny antes de la aparición de Eva Perón era inexistente. Es más, respondiendo al estereotipo de la mujer de clase media de la época, se había mantenido totalmente al margen de la política. Incluso, con la aparición del peronismo, y posteriormente con su relación sentimental con Juan Duarte, su interés tampoco había surgido. Entonces, tanto su militancia como su interés por la política aparecieron conjuntamente en el momento en el que fue designada por Eva como presidenta del Ateneo. Si hasta el momento su vida se había restringido exclusivamente al ámbito familiar y su carrera artística, se produjo un viraje que la colocó al frente de una institución política y al lado de la mujer más trascendente en la época.

Su formación política estuvo a cargo de Evita, quien se dedicó sostenidamente a brindarle las herramientas necesarias para su desempeño en el Ateneo, que después se extendió a otras tareas similares a las que ella cumplía en la Fundación Eva Perón. Pero este vínculo estuvo mediado por el afecto mutuo. Es decir, la adhesión de Fanny al peronismo estaba íntegramente ligada a su amistad, admiración y cariño. Estos lazos identificatorios se tornaron imprescindibles para la concreción y permanencia de su militancia política, a la vez que para la constitución de su identidad peronista. Su militancia había abarcado todos los aspectos de su vida, incluso su carrera artística. Fanny se había convertido en la voz oficial que recitaba poemas laudatorios hacia la figura de Eva y su obra de gobierno, haciendo uso de sus conocimientos y formación en el arte de la declamación. Su presencia en los actos oficiales cumpliendo este rol era constante. Incluso después de la muerte de Eva, en agosto de 1952, pudo concretar un proyecto anhelado: protagonizar una audición emitida por Radio El Mundo, donde recitaba fragmentos del libro La razón de mi vida.

Fanny se integró al circuito teatral oficial protagonizando algunos de los eventos más representativos de las políticas culturales oficiales. Por ejemplo, en 1950 tuvo una destacada participación en los festejos por la Semana de la Lealtad, protagonizando La fierecilla domada,de William Shakespeare, con la adaptación de Juan Oscar Ponferrada, en el Teatro Nacional Cervantes y bajo la dirección de Enrique Santos Discépolo.

Ya formando parte del elenco oficial del ese teatro, en 1951 protagonizó Antígona Vélez, de Leopoldo Marechal, también dirigida por Discépolo.

A partir de la muerte de los hermanos Duarte, se produjo un eclipsamiento de su carrera por la hostilidad que le manifestara Raúl A. Apold. Fue desplazada del Ateneo, de la propaganda oficial, de algunas producciones cinematográficas, al punto de ignorarla dentro de los eventos que se realizaban desde la Subsecretaría de Informaciones. A pesar de estas vicisitudes pudo mantenerse en el elenco oficial del Cervantes, donde interpretó Una noche en Samarcanda (1953), de Jacques Deval, con dirección de Esteban Serrador, y también protagonizar los films El grito sagrado (1954) y Marta Ferrari (1956).

Si la muerte de Eva fue uno de los puntos iniciales de la etapa más difícil de su carrera, esto aún se agravó con el derrocamiento del gobierno peronista en 1955. A partir de allí, fue víctima de persecuciones e investigaciones a raíz de los vínculos que había mantenido con Juan Duarte. La Comisión Nacional Investigadora decretó la interdicción sobre sus bienes y su casa fue saqueada. Aparte, al no poder trabajar con continuidad debido a su prohibición y sus progresivos problemas de salud, tuvo que desprenderse del resto de sus bienes materiales, quedando en una grave situación económica. En esta última etapa de su carrera predominó el aislamiento y la enfermedad. Trabajó esporádicamente en teatro, cine y televisión, muchas veces gracias a la intervención de sus amigos que querían ayudarla, tal como fue Hugo del Carril. Su militancia peronista tuvo un costo muy alto para su carrera y su vida en general.

Falleció en Buenos Aires el 18 de marzo de 1971, a los 51 años, tras graves problemas de salud.

Quizás, Fanny Navarro se constituyó, dentro de la esfera cultural en una de las víctimas más graves del antiperonismo.

Referencias

Calzón Flores, Florencia. “Eva Perón y Fanny Navarro: peronismo, política y estrellato”. En: Prácticas de Oficio, vol. I, N° 30, enero-junio de 2023.

Insaurralde, Andrés y Maranghello, César. Fanny Navarro o Un melodrama argentino. Buenos Aires, Ediciones del Jilguero, 1997.

Leonardi, Yanina. Representaciones del peronismo en el teatro argentino 1945-1976. Buenos Aires, 2009 (Tesis doctoral, FFyL/UBA).

Leonardi, Yanina. “Espectáculos y figuras populares: el circuito teatral oficial durante los ‘años peronistas’”. En: Soria, Claudia, Cortés Rocca, Paola y Dieleke, Edgardo (editores), Políticas del sentimiento. El peronismo y la construcción de la Argentina Moderna. Buenos Aires, Prometeo, 2010.