La Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Peronista fue creada el 5 de noviembre de 1964 por resolución del Comando Superior (Perón).

             Un antecedente remoto de esta forma organizativa fue la Escuela Superior Peronista, creada en torno a la Editorial y publicación “Mundo Peronista” hacia fines de 1951. Una referencia inmediata anterior es la del Instituto Justicialista de Estudios Sociales que desarrolló sus actividades en el Sindicato de la Sanidad, bajo los auspicios del liderazgo de Amado Olmos y el concurso de profesionales como Jorge Cellier, y Julio Jaúregui; cuadros político-intelectuales como Miguel B. Tejada y Adolfo Buezas o periodistas como  Juan Carlos Juárez.

            La Escuela buscaba coordinar, articular y darle sentido unitario a diferentes expresiones surgidas en el área metropolitana en torno al pensamiento y la experiencia del peronismo, para ese entonces proscripto.

            En su devenir, cuando llegó a instancias mayores de formalización, su finalidad fue asociada fuertemente con los procesos de formación de cuadros y tareas de adoctrinamiento, llegando a contar con un plan de estudios, programas, materiales y un grupo docente para animar ese proceso.

            Con la intención de preservarla de las internas y vaivenes políticos del Movimiento Peronista, Perón la colocó bajo su dirección solicitando figurar como Decano de la misma.

            Su secretario general fue el médico Pedro Eladio Vázquez, proveniente de la Democracia Cristiana, quien había viajado a Madrid poco antes. Valiéndose de una carta firmada por el líder exiliado, comenzó a organizar el espacio.         El encargado de asuntos interiores de la Escuela fue Carlos Rodríguez. A cargo del cuerpo de profesores quedó Jorge Oscar Sulé, profesor de Letras y sociólogo. El abogado platense Pedro Michelini, figuraba como asesor técnico de la Escuela junto a Alberto Baldrich, referente del nacionalismo devenido en peronista.

            La sede central de la Escuela funcionaba en un local de la calle Talcahuano 451, tercer piso, departamento 7, en la Capital Federal, en unas oficinas provistas por Jorge Antonio. Luego figuró en otra dirección sita en Billinghurst 362, Primer Piso.

            Para la elaboración de los lineamientos de la propuesta Sulé convocó a figuras de prosapia peronista y nacionalista tales como Alberto Baldrich, José María Castiñeira de Dios, Enrique Pavón Pereyra, Alberto Pérez Villamil y Jaime M. de Mahieu. Para completar la parte económica fue invitado Alfredo Gómez Morales.

            Es probable que a fines de 1964 hayan realizado algunas actividades preliminares, siendo que en el año 1965 debía comenzar el dictado efectivo de las materias. Para ello fueron convocados profesionales más jóvenes de afinidad con el peronismo: Luis Guisandes (Cultura ciudadana); Perfecto Barragán (Cultura ciudadana); Guillermo Bocelo (Cultura Ciudadana); Alfredo Barcalde (Sindicalismo); Hugo Petroff (Sindicalismo), Atilio Pinchitore (Doctrina Peronista); Rodríguez Melgarejo (Economía); José Antonio Azerrat (Historia Argentina); Juan Carlos Cantoni (Historia Argentina); Alberto Bravo (Filosofía Política Justicialista).

            Además de dar las clases debían preparar con antelación las unidades de los programas del denominado Ciclo Básico. Así las 8 bolillas de Economía fueron elaboradas por Rodríguez Melgarejo bajo la supervisión de De Mahieu y Gómez Morales. Las de Cultura ciudadana fueron desarrolladas por Guisandez, Bocelo y Sulé. Las de Doctrina Peronista por Pinchitore y Sulé bajo la mirada de Baldrich. Las correspondientes a Historia Argentina fueron escritas directamente por Sulé. Las de Sindicalismo fueron organizadas por Barcalde y Petroff.

            Los programas de Cultura ciudadana apuntaban a marcar la caducidad de las estructuras institucionales de la democracia liberal capitalista encarnadas en los partidos políticos y la necesidad de su reemplazo por otras formas representativas de los intereses y necesidades sociales a través de organismos y estructuras intermedias.

            Los programas de Sindicalismo integraban elementos del derecho laboral, perspectivas sobre la evolución del sindicalismo y propuestas vinculadas a la idea de representación de toda la “célula de producción llamada empresa”, convertidos en sindicatos de producción, lo que consideraban como propiedad en función social.

            Los programas de Economía realizaban una crítica a la economía liberal, a sus imperfecciones y reivindicaba la apropiación del excedente del proceso productivo por parte de los organismos representativos de los trabajadores, rechazando la plusvalía individualista del capitalismo liberal así como la estatización del resultado de los socialismos reales.

            Todos esos materiales fueron enviados por el Secretariado Nacional de la Escuela Superior a Perón a través del Mayor Vicente.

            A los módulos del Ciclo Básico fueron adicionados seminarios sobre temas doctrinarios. Entre ellos se destacaron los vinculados al “Peronismo y la Historia Argentina” o la “Reestructuración de la empresa”.

            Vázquez sintetizaba en un reportaje de la Revista Retorno las posiciones prohijadas:

                Quien hoy en día hable de ‘izquierda’ o ‘derecha’, no es Peronista y por otra parte es      indiscutible que su pensamiento se ajusta a una dialéctica materialista que en definitiva    depende  de Washington o Moscú; lo cual nos permite vislumbrar que a éstos muy poco les inquieta el devenir de nuestro pueblo y el Ser Nacional de nuestra Patria. NO HAY PERONISMO DE IZQUIERDA NI HAY PERONISMO DE DERECHA. HAY UNA SOLA    DOCTRINA JUSTICIALISTA QUE SE HA ESCRITO CON LA PLUMA DE PERÓN Y LA SANGRE DEL PUEBLO ARGENTINO.”

            La primera cohorte se desarrolló a lo largo de 1965, cerrándose el ciclo en octubre. El mejor promedio de la Escuela lo obtuvo Héctor Flores, quien había comenzado a militar en el año 1962, en el contexto de la lucha electoral en la provincia de Buenos Aires propiciando la candidatura de Andrés Framini. El joven de 18 años, tuvo la oportunidad de trasladarse a Madrid por un viaje de estudios organiado por el Instituto de Cultura Hispánica para universitarios y por ese medio llegó a conocer personalmente a Perón en noviembre de ese mismo año. Su estancia en la capital española se prolongó por cuatro meses, reiterándose los encuentros en la residencia “17 de octubre”. Al volver tenía un mandato: trabajar en el ámbito regional latinoamericano en el plano de las relaciones políticas y el pensamiento. La tarea de “enlace, coordinación y esclarecimiento internacional” que debía llevar a cabo se institucionalizó en un Departamento (que luego se transformó en Secretaría) de la Escuela Superior  para establecer “contacto con todos los líderes populares y coordinar el pensamiento de la liberación en América Latina”. Perón le escribió el 20 de marzo de 1966 felicitándolo por esa concreción.

            La convocatoria para el año 1966 incluía la oferta de los ciclos de la Escuela y agregaba dos nuevas propuestas: seminarios orientados a profesionales y técnicos y cursos especiales orientados a participantes de América Latina.

            Para quienes estaban en la organización académica de la propuesta la historia cumplía una función principalísima, como se nota en la distribución de contenidos. En sus palabras, parafraseando a Jauretche, señalaban “no puede haber una política nacional sin una historia nacional”. Buscaban “fundar una cultura histórica nacional que sirva de fundamento a la corriente política que inevitablemente vendrá a reemplazar a este desfalleciente régimen demoliberal burgués”.

            La Escuela Superior, en su desarrollo, tuvo varias sedes. En la Capital Federal funcionaron dos. En el Gran Buenos Aires lo hizo en cuatro: Ciudad Evita, Moreno, Paso del Rey y Empalme San Vicente en Lomas de Zamora. Existió una unidad en La Plata a cargo de Alberto Baldrich y Otto A. Burgos. Allí se concentraron varios profesores desplazados de la Universidad de la Plata en tiempos de la “Revolución Libertadora”: el citado Burgos, Enrique Mario Verga y Luis María Salvadores. Otra sede fue la de Mar del Plata,  a cargo de Leopoldo Frenkel, joven estudiante de derecho, quien fue designado por Pedro Vázquez por resolución del 18 de enero de 1966. Poco después Frenkel fue orador, en la sede del sindicato de gastronómicos de Mar del Plata, junto a Vázquez, la esposa de Perón y el secretario general del gremio Ramón Elorza en un acto político-sindical.  Para el inicio de las actividades contaron con el apoyo del Secretario General de la UOCRA local, Marcelino Mansilla, quien les facilitó el local del sindicato, en Olazábal 1470, para la realización de un Curso de Verano de un mes (fines de enero hasta fines de febrero de 1966).  Para esta actividad se hizo presente Alberto Baldrich, supervisor general de las actividades de la Escuela en la provincia de Buenos Aires, que veraneaba en Mar del Plata y con quien Frenkel contactó por indicación de Vázquez.  Baldrich inauguró el Curso con una serie de tres conferencias y aportó varios disertantes del elenco platense (Burgos, Salvadores y Verga) y al profesor Henry Nanty de la sede sur del GBA ubicada en Lomas de Zamora. Concluido el curso a fines de febrero, el grupo local de la ESCPMP comenzó a trabajar para la instalación permanente de la Escuela en Mar del Plata desarrollando el curso regular. Esta formación inició sus actividades con 75 inscriptos el 14 de mayo de 1966 en el Hotel «Por la Justicia Social», cedido por el Sindicato Luz y Fuerza y ubicado en la calle Las Heras entre Av. Colón y Brown. La mayor parte de los participantes provenían del ámbito sindical y barrial, aunque entre ellos se contaban hombres que habían tenido actuación en el peronismo clásico. La configuración del grupo docente respondió a una convocatoria particular, vinculada a vida política y universitaria local: Julio César Ranea (Teoría del Estado y Doctrina), Nicanor García Rodríguez y José María Sarrabayrouse Varangot (Sindicalismo), Josué José Catuogno (Historia Política y Social Argentina), Carlos A. López Morillo y Luis F. Bordenave (Economía). El golpe de estado del 28 de junio de ese año interrumpió su funcionamiento ante la prohibición total de las actividades políticas dispuesta por el gobierno de facto.

            Aprovechando la visita de Isabel Perón al país, Vázquez acopló la estructura de la Escuela Superior a su raid, echando las bases de sedes en las provincias. Como hecho simbólico colocaban “piedras fundamentales” en lugares en los que no contaban con garantías ciertas de desarrollo.

            Existen indicios para considerar que entre sus alumnos se contaron Julio Yessi, Envar el Kadre, Héctor Flores, Juan José Zaguir, Alberto Brito Lima, Alejandro Giovenco, entre otros.

            La vida de la Escuela Superior no resultó pacífica. A principios del año 1966 sufrió el alejamiento del secretario del cuerpo docente, Jorge Sulé. En carta dirigida a Juan D. Perón, de enero de ese año, le manifestaba sus insalvables desaveniencias con el Secretario Nacional Pedro E. Vázquez. Perón lo invitó a reconsiderar su posición o continuar con la tarea en otro espacio orientado a la juventud. En esta segunda perspectiva Sulé se integró al Centro de Investigaciones Sociales de Argentina, donde elaboró materiales en esta misma orientación y fue acompañado por algunos de los profesores que habían formado parte del primer año de dictado del plan de estudios.

            Para esa misma fecha fue publicado el único número de la Revista de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Peronista. Bajo el nombre de Doctrina. Por su contenido podemos pensar que su único objeto fue reproducir un texto enviado por Perón a Vázquez, que había sido preparado para una publicación en Montevideo. Se trataba de un material titulado “El concepto justicialista” y que luego fue integrado en Latinoamérica, ahora o nunca, publicada por Editorial Diálogos del Uruguay en 1967.

            También, para ese momento, fue publicado un folleto bajo el título Fundamentos de Doctrina Nacional Justicialista. Presentado como “texto oficial” de la Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Peronista y destacando el lugar de decano de Juan D. Perón, presentaba una síntesis de las propuestas formativas desarrolladas en esa instancia. Los capítulos se titulaban: el hombre, la comunidad, el Estado, la subversión burguesa, el capitalismo, el sindicalismo, el capitalismo de Estado, el poder supranacional, el movimiento revolucionario, la revolución nacional justicialista, mañana: el Estado comunitario. Este material era atribuido a la pluma de Jaime María de Mahieu, quien revistaba para ese momento como secretario nacional docente de la ESCPM.

            Ambos materiales fueron utilizados para los procesos de instrucción.

            La Escuela Superior siguió desplegando su accionar hasta mediados de 1966, suspendiendo su actividad por el golpe de Onganía.          Ello coincidió con  un conflicto entre los miembros del Secretariado Nacional de la Escuela y el Dr. Vázquez, que terminó en la «suspensión» de este último en su cargo de Secretario Nacional «por incapacidad e inconducta», tras el desarrollo de un tribunal de honor, en el que testimoniaron en su contra varias personas. Su lugar fue ocupado por un triunvirato integrado por Hugo Petroff, Héctor Flores y Juan José Zaguir. En los primeros días de agosto de 1966, dicha comisión elevó un informe a Madrid en el que se ponía en conocimiento del general Perón la decisión tomada y los motivos que, a juicio de los denunciantes, habían justificado tal resolución.  Se trataba de una docena de cargos: deslealtad para con el Movimiento y para con el Conductor, desvíos de la doctrina justicialista, irrespeto para con el Estatuto de la Escuela, falta de capacidad en la conducción de la Escuela, carencia de sensibilidad social, falta de coraje personal, etc.  También lo hacían responsable de haber pedido préstamos en nombre de la Escuela y de haber pagado multas de tránsito y nafta con fondos de la institución. Una cuestión que cobraría importancia con el paso de los años: apoyo a infiltrados y sometimiento a directivas extrañas a la institución (señalaban la logia Anael a la que pertenecía López Rega con quien Vázquez tenía vínculos).  Por su lado, el desplazado Vázquez enviaba copia de una carta de Perón fechada a fines de julio felicitándolo e invitándolo a sortear las dificultades provocadas por la suspensión de las actividades políticas. El sacudimiento duró varios meses, con cuestionamientos recíprocos de Vázquez y la comisión provisoria, que llegaban a Madrid por distintas vías.

            Perón no contestó los informes del triunvirato, señal de la molestia por la remoción inconsulta de Vázquez. A principios del año 1967 hicieron llegar a Puerta de Hierro la memoria del año 1966 y las proyecciones del año 1967. Después de señalar un acuerdo en general sobre lo actuado y la perspectiva, Perón les daba las razones por las cuales no había respondido antes (“trataban asuntos en los que no deseo intervenir, menos estando a quince mil kilómetros” y les señalaba que “el que trabaja constructivamente, en cualquiera de sus actividades, es respetable y debe ser respetado”, en obvia alusión al desplazado Vázquez). En cuanto a las tareas de la Escuela les señalaba la necesidad de “mantener firme la ideología…nuestra razón de ser” mientras se actualizaba la doctrina, “meras formas de ejecución” y se producía el “trasvasamiento generacional como medio de consolidar en el tiempo el Justicialismo”. 

            En ese marco y perspectiva, la Escuela se constituía en custodia de la ortodoxia ideológica del Movimiento peronista. Así, en una publicación periódica de la Escuela sostenían:

                “…No es ni ha sido ni lo será jamás: ni liberal-capitalista, ni marxista. El General Perón es  revolucionario nacionalista y cristiano y renegar a nuestro jefe es renegar a la revolución,  tergiversar el pensamiento y la orden del Gral. Perón, es tergiversar la Revolución Nacional justicialista y Traicionar al Gral. Perón es traicionar a la Patria y a nuestra doctrina Peronista y nacional.”

            Estas posiciones llevaron a la polémica con sectores cercanos a Bernardo Alberte, a la sazón, delegado de Perón. Así Tomás Saraví escribía:

                «… se advierte una directa crítica al aporte marxista dentro del Movimiento. En un juego de antinomias, que parten de una caracterización correcta del Movimiento Peronista, se llega al anatema del marxismo; es esta una posición que no concuerda con la realidad del Peronismo como Movimiento de Liberación Nacional (…) ¿Qué objetivo tiene este inapropiado ataque a los compañeros de formación marxista? ¿Acaso no son marxistas y peronistas J. J. Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós y tantos otros compañeros que militan en las filas del Movimiento? (…) ¿Por qué no precisan que el enemigo real del Movimiento es el imperialismo norteamericano?

             Más tarde, tomó la dirección ejecutiva de la Escuela Superior, el citado Héctor Flores, que tenía la ventaja del conocimiento personal con el líder del peronismo. Al conformarse el Consejo de Planificación del MNP hacia 1971, Flores tomó a su cargo el área de relaciones internacionales. En ese marco visitó a Perón en Madrid a su pedido en el mes de octubre de 1972. En ocasión del cumpleaños de Perón, le entregó la Medalla de Oro que le había dedicado por haber sido el mejor promedio del Instituto del Servicio Exterior de la Nación. Flores asumía funciones diplomáticas, teniendo como destino Roma. Fue allí que se vio, una vez más, con Perón cuando este emprendía regreso a la Argentina. En su lugar, a cargo de la ESCPMP, quedó Hugo Petroff.

            Para principios de los años setenta vemos ramificaciones de la Escuela Superior en distintas provincias argentinas. Para su labor reproducían de manera artesanal los Fundamentos de Doctrina Nacional Justicialista, ya considerado texto canónico.

           

En septiembre de 1971 hicieron otro intento de publicación periódica, haciendo un agregado al nombre de la anterior: Doctrina Justicialista.

            Para el desarrollo de sus acciones formativas seguían publicando folletos. Uno de ellos fue El estado nacional justicialista, sin consignar autoría. En línea con su prédica anterior sostenían:

                «Una comunidad naturalmente funcionalizada implica la abolición del Capitalismo, la   eliminación de un régimen que se basa en la explotación por el hombre o del hombre por el Estado en cualquiera de sus matices, como en el caso del comunismo. No habrá entonces ni   explotados ni explotadores, es decir, no habrá clases sociales económicas. Habrá desaparecido el salario, o sea el régimen del hombre-mercancía que vende miserablemente  su destreza y su esfuerzo. Habrá por el contrario, grupos sociales dedicados a la producción  que posean sus instrumentos de trabajo, como habrá otros grupos organizados según otras actividades (profesionales, universitarios, culturales, etc.), donde el hombre  nacional pueda realizarse».

            En su favor, reproducían una cita de Perón sobre el Estado Sindicalista del año 1952, en la que señalaba que bajo esa forma “todos estarán representados en la legislación y el gobierno por sus propios hombres” y en la que sostenía que mantenía “las formas políticas porque estamos a caballo de la evolución, pero ya llegará el día en que todo se haga por el sindicalismo”. Ello era complementado, con una serie de consideraciones sobre las “políticas de socialización”, en las que se volvía a reiterar el fin del régimen capitalista. En este caso la cita de autoridad se aggiornaba, citando al Perón de La hora de los pueblos con la idea del socialismo nacional de inspiración cristiana contrapuesto al socialismo internacional dogmático de base marxista.

            En el debate político e ideológico desplegado al interior del peronismo tras los hechos de Ezeiza, los representantes de la ESCPMP seguían sosteniendo públicamente esas posiciones. Para ello citaban una carta que Perón les había enviado en el año 1972:

                El peronismo no va hacia ningún “socialismo”, porque el Peronismo es “LA FORMA ARGENTINA DEL SOCIALISMO NACIONAL”. “NO SE ME ESCAPA QUE LOS  INFLUENCIADOS POR EL MARXISMO PUEDAN TENER DESVÍOS DOCTRINARIOS, COMO TAMBIÉN QUE LOS MARXISTAS TRATEN DE APROVECHAR LAS PALABRAS (socialismo) PARA LLEVAR AGUA A SUS MOLINOS. EL SOCIALISMO DE QUE NOSOTROS HABLAMOS ES EL QUE CON TENDENCIA   NACIONAL SE IMPLANTA PAULATINAMENTE EN EL TERCER MUNDO, TAN DISTANTE DEL IMPERIALISMO YANKI COMO DEL IMPERIALISMO COMUNISTA SOVIÉTICO” (Carta de Perón a la ESCPMP, 18 de mayo de 1972).

Fuentes:

Doctrina. El concepto justicialista. Número 1. Enero 1966.

Escuela Superior de Conducción Política del Movimiento Peronista. Fundamentos de Doctrina Nacional Justicialista. Texto Oficial. Buenos Aires, 1966.

La Razón. 25 de junio de 1973.

Retorno. Número 64. Septiembre 1965.

Referencias:

Besoky, Juan. La derecha peronista en los años sesenta. En Actas Cuarto Congreso de Estudios sobre el Peronismo (1943-2014).

Besoky, Juan. «En la patria de Perón, ni judío ni masón”. Aproximaciones a la cultura política d ela derecha peronista en los años setenta.História e Cultura, Franca, v. 5, n. 3,

Gurruchari, Eduardo. Alberte, un militar entre sindicalistas y guerrilleros. Buenos Aires, Colihue, 2000.

Sulé, Jorge. La resistencia peronista. Correspondencia con Perón. Buenos Aires, Forjando Ideas, 2013.

Darío Pulfer