A poco de producirse el derrocamiento del gobierno justicialista en septiembre de 1955, la ciudadanía argentina transitaría –sin siquiera imaginarlo quizá- un momento bisagra que sumiría al país en una sucesión de golpes de Estado cívico militares que horadó profundamente el tejido social con sus políticas antipopulares. Fue en ese contexto, precisamente, que Arturo Jauretche y un pequeño grupo de compañeros asumiría la trascendente tarea de procurar aglutinar al “desconcertado” pueblo que no salía de su asombro al ver derrumbarse una gestión que en diez años lo había dignificado.

Jauretche, quien, luego del bombardeo a Plaza de Mayo se había visto compelido a retornar al campo político, no dudó un instante tras el golpe en tomar el arma que mejor usaba: la palabra escrita. En primera instancia recurrió al diario “El Líder”, en el cual tenía amigos de militancia. Desde allí acometió con su prosa combativa y, sobre todo, iluminadora en la defensa del gobierno derrocado. Sin embargo, pronto tuvo que abandonar esa trinchera periodística, pues el medio fue intervenido. No obstante, se le permitió intentar sostener con Prebisch, quien era el alma económica de los golpistas, una polémica pública, la que, por supuesto, se vio frustrada, dado que el funcionario nunca se prestó a dirimir opiniones con don Arturo.

Naturalmente, el infatigable pensador nacional no se dio por vencido y publicó un semanario con un sugerente título: El 45.“1945 es año liminar en la historia argentina. De ahí nuestro nombre. El Cuarenta y cinco emergió violentamente, en el término de pocos días, un estado de conciencia que los observadores superficiales no habían percibido. Se rompieron todos los esquemas clásicos de la política argentina y la multitud irrumpió en el escenario bruscamente”, revelaba su director.

Este semanario de fugaz vida, solo editó 2 números. El primero el 16/11/1955, a escasos 3 días del golpe palaciego encabezado por el Gral. Aramburu que desplazó al también general, Eduardo Lonardi. El próximo –previsto para el 23/11/1955- no pudo salir por las presiones que recibió la imprenta donde se editó y por no conseguir papel. En tanto, el segundo y último número salió el 30/11 del mismo año, debido a que el medio fue clausurado.

            Se ha dicho que El 45 fue un instrumento político para los que propugnaban un “peronismo sin Perón” (Contreras, 2009; García y Ríos, 2009). Acaso, el precepto peronista que postula: “primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres” podría explicar su aparición. Otros autores como Carman (2015) y Pulfer y Melón Pirro (2018) han abordado el semanario, analizando sus datos característicos, colaboradores, morfología, etc. Por mi parte, pondré el foco en el aspecto comunicacional.

      En primer lugar, es imprescindible subrayar que nos hallamos frente al primer medio de la Resistencia Peronista, elaborado con un sentido comunicacional pocas veces visto en coyunturas tan violentas. En tal sentido, El 45, posee dos atributos sobresalientes: un contenido cuidado y una gran preocupación por el uso que de él harían sus lectores.

      Con relación al contenido, se puede decir que en sus cuatro páginas se trataba de condensar aspectos relevantes de la realidad y en esa tarea, visibilizar actores políticos que la dictadura procuraba erosionar y/o ignorar. En el primer caso, el medio informaba que habría una sección sobre el movimiento obrero. Aquí se debe anotar que El 45 insertó una foto donde se apreciaba claramente como una tanqueta destrozaba el busto de Evita colocado en el local de la calle Azopardo: “las notas gráficas que publicamos –exclusivas de “El 45”-, pues la prensa “grande y libre” las ocultó prudentemente corresponden a la toma de posesión de la CGT”. Otro dato interesante a rescatar, es la trascendencia política que se le confería al rol femenino en la misma, destinando también una sección fija. El tema de los detenidos políticos fue una cuestión a denunciar y solicitar ayuda para liberarlos.

            Quizás el elemento comunicacional, que marca un antes y un después, haya estado en la preocupación del medio por la proyección que tendrían sus ejemplares, dado que no ignoraba su director ni ninguno de los redactores –Francisco Capelli, René Orsi, Guillermo Juárez, Bernardo Iturraspe entre otros- que, El 45, sería objeto de persecuciones. La eficacia del método la había podido verificar pocos días antes con el uso que se hacía del diario El Líder y, así lo explicitó en las columnas de El 45. De ahí que, se perciba una imperiosa necesidad de ayudar a los receptores a multiplicar el mensaje. “No destruya este ejemplar, hágalo circular y después remítalo a sus amistades del interior. Cada lector debe ser un agente de «El 45». Una hoja de publicidad es un arma en sus manos. Utilícela al máximo”, iniciativa que se adelanta en dos décadas a la estrategia que Walsh llevaría a cabo en la Cadena Informativa.

            Un dato interesante de apuntar es la existencia de la JP: “son muchos los canillitas y voceadores de la juventud peronista que han sido molestados o detenidos por la policía. Pero, lejos de arredrarse, los muchachos salían de nuevo a gritar nuestro nombre”. La persecución a los vendedores fue denunciada por el director en una nota dirigida al Ministro del Interior insertada en el N° 2. En otro orden de cosas, El 45, con el afán innovador de comunicar de diferentes formas para que el mensaje gustara a la par de que fuera fácil de asimilar para luego “retransmitirlo”, inició una serie de cuentos y/o fábulas que llevarían su nombre, incluso en publicaciones posteriores como en la revista Mayoría. 

            Asimismo, se insertó, una suerte de adelanto, de lo que más tarde se conocería como “Manual de Zonceras argentinas”. Se trató de un escrito titulado “Ahorraré sobre el hambre y la sed de los argentinos”, firmado por Julián Barrientos, que era uno de los seudónimos utilizados por Jauretche.

            Como era de esperar, la dictadura cívico-militar no pudo soportar un “denunciador discursivo” tan incisivo que extremó su poder censorio acusando puerilmente, al orientador periodístico de haber robado unos muebles del PP capitalino. Debido a esta calumnia, el linqueño debió exilarse en Uruguay. En los primeros días de enero de 1956 fueron allanadas las oficinas, secuestrándose 300 mil ejemplares del tercer número y fueron detenidos los redactores. Dos meses después se intentó retomar la iniciativa, de la cual salieron otros dos números que eran pasados por la frontera clandestinamente. De este modo concluyó el primer intento de resistencia peronista a la “revolución libertadora”, experiencia que abrió un camino que muchos emularían.

Referencias

Carman F. El poder de la palabra escrita. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2’015.

Contreras, G. Un tempranoensayode neoperonismo.Elitinerariopolíticoeideológicodeungrupodeexforjistasensuintentodeconstrucción partidariadurantela autodenominada“revoluciónlibertadora”,(1955-1958). Bahía Blanca, UNs, 2009.

García, D. y Ríos, E.  “ElCongresoPostaldeExilados(1956-1957)¿unatáctica tendiente a conformarlabasealternativadeun“peronismosinPerón”?”. En:

ActasdelPrimerCongresodeestudiossobreelperonismo:laprimeradécada,MardelPlata, 2009.

Pulfer D y J Melon Pirro (2018): “Notas sobre la prensa de la(s) resistencia(s). El 45”. Movimiento, Número 4.

César Diaz