Nuestra lucha en aquellos tiempos fue sumamente dura, la mayoría de los dirigentes había quedado sin trabajo y las patronales no querían emplearlos. Por otra parte la falta de fondos hacia aún más complicada nuestra situación. La correspondencia la enviábamos a través de choferes de ómnibus amigos o de algunos ferroviarios, porque no había medios suficientes para viajar. Teníamos muy pocos locales y desde la cárcel se escribían los volantes y folletos. Verdaderamente la lucha en esas condiciones tenía la característica de una epopeya. Para vencer todas esas dificultades había una voluntad de hierro y la gente –especialmente la de fábrica- respondió muy bien. En esa época de lucha se formaron dirigentes de la talla y la trayectoria de Avelino Fernández.

¿Qué se proponía la resistencia?

Su objetivo consistía en debilitar a la dictadura, obligarla a dar una salida electoral y traer nuevamente a Perón al país. En esa lucha la CGT Auténtica jugó un papel muy importante. Su acta de fundación establecía que se mantendría en la acción hasta tanto se concretara el regreso de Perón y la central obrera retornara a manos dé trabajadores peronistas. Recién entonces sería disuelta.

P: ¿Cómo funcionaba?

Esa CGT era una estructura confederal con la misma modalidad que tiene actualmente, pero actuando en condiciones de semiclandestinidad. Estaba organizada sobre la base de las Regionales y su representatividad recaía en quienes habían sido dirigentes gremiales hasta que el golpe de Estado de 1955 los desplazó de los sindicatos. El resultado era un alto grado de representatividad que, sumando a su espíritu combativo…

Aquella CGT Auténtica cubría dos aspectos: el gremial y el de la «resistencia». Es decir que combinaba en su accionar las demandas inmediatas de los trabajadores y las reivindicaciones de la lucha política. Dentro de esta línea la CGT Auténtica realizó infinidad de paros y medidas de fuerza. En aquellos años lo político y lo sindical estaban estrechamente unidos, tal es así que yo fuí designado secretario general del Movimiento Peronista siendo a la vez secretario general de la CGT Auténtica.  En esa oportunidad el Movimiento tuvo dos titulares, uno por la parte sindical y otro -Constantino Barro­ por la parte política, ya que no hubo acuerdo para una sola candidatura. Esta situación se mantuvo hasta que,  primero yo, y luego Barro, caímos presos y terminamos reecontrándonos en el mismo pabellón de la cárcel de Caseros.

Es interesante destacar que en esos años no existían diferencias entre nosotros, y la única puja era por ver quien trabajaba más para alcanzar el gran objetivo que era la vuelta de Perón. Esto convendría que quedara bien claro porque ahora hay quienes parecen confundir a la CGT Auténtica con la llamada CGT Negra, que habían intentado organizar algunos funcionarios de la «revolución libertadora» en contra del peronismo. Sin constituir la única fuerza que actuaba en la «resistencia», esa CGT Auténtica jugó un papel fundamental, a tal punto que en cada comando táctico u otro tipo de organismo semejante que se organizara en el país, un tercio de los  integrantes eran representantes suyos.

P: ¿Cuál era el papel de Perón en todo ese período?

Además de ser el jefe del movimiento y en consecuencia el máximo responsable de su política, la figura del general Perón era fundamental, para la suerte de la

«resistencia». El objetivo de su retorno al país unía  a gente y ponía en tensión todas sus fuerzas. La expectativa que esa posibilidad creaba era muy intensa, pues de otra forma hubiera sido muy difícil que el movimiento se mantuviera firme durante tantos años. Recuerdo que a la vuelta de cada viaje nos reuníamos con los compañeros y debíamos contar durante largo rato los detalles de las entrevistas que habíamos mantenido con Perón, describir hasta los mínimos gestos del general, tratar de recordar cada una de sus palabras y actitudes. El interés que despertaba su figura era extraordinaria, cada una de sus cartas era un acontecimiento. Un bar, una plaza o una cocina eran buenos lugares para reunirnos y recibir su palabra. Sin esa adhesión popular, que en muchos aspectos llegaba hasta el fanatismo, el peronismo no hubiera logrado soportar 18 años de proscripción.

En la mayoría de los casos en esas entrevistas que sosteníamos en España, Perón nos daba instrucciones precisas (generalmente verbales) de lo que debíamos hacer nosotros en la Argentina. Esto quiero dejarlo en claro, porque hay quienes dicen que Perón no aprobó tales o cuales cosas: Perón aprobó todo lo que hizo la CGT Auténtica, y toda la lucha de la «resistencia», porque entendía que esa acción era decisiva para la suerte de la patria.

P: Es difícil entender como un movimiento con tanta fuerza como llegó a tener el peronismo casi cayera sin pelear en el 55.

Aquí habría que hacer una pequeña precisión. A partir de 1953 el movimiento obrero comienza a debilitarse. La muerte de Eva Perón trajo una serie de consecuencias negativas para el peronismo, pero especialmente para los trabajadores. Lógicamente el líder indiscutido era el general Perón, pero el trabajo de Evita, que todavía no ha sido valorado en toda su dimensión, era de

fundamental importancia, como se comprobó tras su desaparición. Esto tuve oportunidad de conversarlo tiempo después con el general en Santo Domingo, y ambos coincidimos en que una de las causas de la derrota de 1955 fue ese debilitamiento que se produjo en la conducción de la CGT. La muerte de Eva Perón tuvo mucho que ver con esa declinación, pero también incidieron los cambios que se produjeron en la conducción de la CGT a partir de 1952.

Estos dos factores habrían de tener fundamental importancia como se comprobó después de septiembre de 1955, cuando los dirigentes del movimiento obrero no fueron capaces siquiera de llamar a la huelga general para defender a Perón.

P: ¿ Qué impidió que se convocara a la huelga?

Les voy a contar una pequeña anécdota que explica por sí sola cual era la situación. Por aquel entonces yo ya no estaba en la conducción gremial, pero si estaba muy ligado a algunos compañeros metalúrgicos. Precisamente cuando estalló el movimiento contrarrevolucionario de Lonardi yo estaba en la CGT de AvelIaneda, cuyo secretario general era Puricelli. Junto con el delegado regional de la CGT Federico Durrutv, comenzamos a discutir la forma de hacer frente al golpe militar que recién se iniciaba. Por fin decidimos que lo más apropiado era ir hasta la sede de la CGT, porque ahí debería estar la conducción del movimiento obrero analizando el mismo problema que nos planteabamos nosotros. En realidad tratábamos de ubicar el secretario general Héctor Di Pietro y ver juntos como podíamos organizar una marcha sobre Córdoba donde en ese momento se luchaba. Nosotros frente al gremio metalúrgico teníamos

estacionados cerca de 300 camiones que habíamos traído de las fábricas y de donde fuera, y sabíamos que en esos momentos existía la posibilidad de armar a dos clases de ciudadanos para defender al gobierno constitucional. Durante el trayecto desde la CGT de Avellaneda hasta el edificio de la calle Azopardo un pequeño detalle había comenzado a preocuparnos: por más que intentamos comunicamos telefónicamente nadie había atendido los llamados. Pero al llegar la preocupación se transformó en estupefacción: los dirigentes ya no estaban en sus puestos: habían desertado de lo que era en realidad el Estado Mayor del movimiento obrero. Cuando de todas formas intentamos organizar la huelga general, hubo quienes me dijeron que una cosa semejante era peligrosa para la propia seguridad del general Perón.

P: ¿Qué habría ocurrido si los trabajadores se hubieran movilizado efectivamente contra el golpe?

En el momento en que el general Lucero anunció la capitulación, yo hablé con algunos de los oficiales leales a Perón y recuerdo muy bien lo que el general Iñiguez me dijo. En esos momentos en que existían –me aseguró- las mejores condiciones para pasar a la contraofensiva, ya que las fuerzas del general Lonardi en Córdoba estaban al borde de la derrota, escuchó el mensaje de Lucero. Las palabras de rendición lo desconcertaron, y completamente abatido se quitó la gorra y comenzó a caminar lentamente por el campo. Pensaba que tenía que volver al frente de esa gente que había peleado y que estaba en condiciones de vencer y sin embargo, debía retirarse derrotada.

La mayor parte de la cúpula gremial que había jurado en la Plaza de Mayo dar la vida por Perón, no apoyó los intentos de convocar a la huelga general en defensa del gobierno del pueblo, y finalmente se cayó sin pena ni gloria. Recuerdo que tiempo después, estando detenido en un barco, un capitán de navío me dijo en presencia de Vandor, Tolosa, Cardozo, Alonso y otros: «el movimiento no lo ganamos nosotros sino que lo perdieron ustedes», y en parte tenía razón.

Más adelante, cuando por fin pude reencontrarme con el general Perón en Santo Domingo, le pregunté si era cierto -como hablan asegurado muchos dirigentes- que él no estaba de acuerdo con que se convocara a la huelga general. Perón me dijo que nunca había logrado explicarse como caímos en 1955 sin que el movimiento obrero hubiera declarado, al menos, una huelga de carácter nacional para defender a un gobierno constitucional.

En ese emocionante reencuentro de ciudad Trujillo, hablé largas horas con el general Perón. Juntos recordamos, muchas veces a través de las lágrimas, cientos de pequeñas y de grandes cosas del movimiento. Pero lo que más me impresionó en ese entonces fue la voluntad de Perón de mantener la lucha y de sacar de nuestro movimiento a todos los cobardes y obsecuentes que habían medrado su sombra, hasta lograr hacer del peronismo un movimiento revolucionario, tal como lo habíamos concebido en sus orígenes. Desgraciadamente en este aspecto no se han cumplido las esperanzas de Perón.

P: Volvamos a la época de la «resistencia». ¿Cómo recibieron ustedes la noticia del acuerdo con Frondizi?

En un principio mantuvimos una posición netamente contraria al apoyo a Frondizi. Casi ocho horas duró la discusión del tema en la CGT Auténtica. Nosotros sosteníamos al principio la necesidad de votar en blanco.                                                                                                                                                                                                                                                                                               

Sin embargo la orden provenía de Perón y entendimos que el general debía tener fuertes razones para inclinarse por esa alternativa. Tiempo después, en ese encuentro de Santo Domingo, Perón me hizo ver las razones de ese proceder. Recuerdo un hecho anecdótico de esa época. Fue cuando caí preso un día antes de las elecciones al pasar de Santa Fe a Paraná, desarrollando la campaña electoral junto a Orsi y Cardozo. Daba bronca pensar que habíamos caído presos, y encima apoyando a quién no era santo de nuestra devoción. Esa misma noche nos dieron una radio y fue recién allí cuando comenzamos a avizorar que el triunfo de la lista que había ordenado votar Perón era una realidad. Como antes había ocurrido con el voto en blanco en 1957, las directivas de Perón eran acatadas por todo el pueblo.

P: Ya con Frondizi en el gobierno ¿cuál fue  la relación con los sindicatos?

Para entender esa relación convendría tener en cuenta una vieja verdad: en política los pactos tienen un valor relativo y llegado el momento rara vez se cumplen. Terminantemente, Frondizi no cumplió con el pacto firmado. Nosotros por nuestra parte nos opusimos a su gobierno, aunque siempre distinguimos claramente la diferencia que hay entre un régimen elegido (a pesar del carácter irregular que significaba la proscripción del peronismo) y una dictadura. Lo cierto es que Frondizi no se plantó en su programa y con cada planteo militar, que no fueron menos de 20, fue dejando jirones de sus promesas al pueblo. Pretendió gobernar a costas del movimiento obrero para que los militares no se enojasen y entre cada tire y afloje vendió hasta a sus amigos.

P: ¿Ustedes: realizaron algún acercamiento hacia Frondizi?

Nosotros no mantuvimos ningún compromiso, ni intentamos acercamiento alguno hacia Frondizi. Tal vez si algún delegado. Tal vez Prieto, pero no nosotros.

P: ¿Y con Perón?

La última vez que hablamos con Perón en esa época fue para traer el pacto, darlo a conocer y romperlo públicamente. Ya por entonces se comenzaba a decir por ahí que tal pacto no existía, de modo que entendimos que debíamos publicitar lo que estaba pasando. El pacto efectivamente se había firmado, pero Frondizi desarrollaba una política que no tenía nada que ver con nosotros. Su programa estaba contra el pueblo, no cumplía con la clase trabajadora y en ese momento entendimos que el peronismo tenía que marcar sus diferencias.[1]


[1] CALELLO, Osvaldo; PARCERO, Daniel. De Vandor a Ubaldini/ 1. Buenos Aires, CEAL, 1984.p.25 y ss.