Barranqueras se llama el pueblo de donde soy, en el Chaco, y de ahí salimos para venir a Buenos Aires con toda mi familia a mediados del ’56; tenía apenas trece años.

Yahí empieza una etapa distinta en mi vida, de peón rural paso a laburar como aprendiz en una fábrica metalúrgica. Pero antes de entrar de lleno en esta historia, me gustaría comentar algo que me parece importante y que siempre charlábamos con ese gran amigo y compañero que fue Martiniano Martínez.

Nosotros vinimos a Buenos Aires, en realidad, como vinieron todos los compañeros, los «cabecitas negras», buscando condiciones de laburo. Buenos Aires era la cosa que atraía, que se laburaba, que se pagaba bien; la migración interna. Pero la realidad es la siguiente, y me parece importante sañalarla, y es que la experiencia mía como la de otros muchachos esque … cómo nosotros … la puta! desde esos lugares tan marginales, tan … tan de parias -digamos- hicimos un recorrido que atravesamos un montón de cosas, de etapas en la vida, de protagonismos. Y todavía estamos protagonizando por lo menos un nivel interesante, intentando hacer cosas, particípando de la realidad nacional. Ahora, ¿cuál es la cuestión de fondo? Y esta es la reflexión: yo creo que somos un aborto de la naturaleza en el sentido de cómo atravesamos la línea de fuego social. ¿Por qué? Porque según las estadísticas hay quinientos millones de habitantes en América Latina, de los cuales ciento treinta, ciento cuarenta son marginales totales; nosotros somos parte de esa marginalidad total que están condenados a muerte, estamos condenados a muerte.

El Chaco tiene la tasa más alta de mortalidad infantil, hasta hoy en día. Entonces vos ves que mueren por distintas razones un montón de pares tuyos; siempre decíamos con Martiniano que él, de estar juntando bosta en Paso de Los libres -Corrientes-llegó a ser secretario general de SMATA y presidente de la agrupación y tuvo un protagonismo de la gran puta.

Nosotros somos los que zafamos y escapamos a esa muerte segura provocada por la realidad socioeconómica, la realidad de la dependencia, la condena a muerte que te genera el poder mundial. No solamente que te matan de un tiro que te van matando de distintas maneras Y en el Chaco y en Corrientes, en la zona del noreste se ve la crueldad de lo que es la matanza sistemática de generaciones enteras. Quería decir esto porque siempre me pongo como un afortunado, alguien que pudo atravesar toda esa condena, esa condena histórica.

Cuando llego a Buenos Aires un muchacho santiagueño es el que me consigue laburo y a los seis días me vengo a laburar a una fábrica metalúrgica como aprendiz. Era pendejito. En esa etapa me sorprende la primer lucha, frontal, la primer huelga; creo que es en el ’59 que los metalúrqicos estuvimos  cuarenta y dos días de huelga. Ahí el delegado nos hizo hacer «piquete» y conocí qué era hacer un piquete de huelga. La cosa era irse al bar de la esquina de la fábrica y fijarse queno entrara nadie; fue la primer experiencia de lucha social concreta que tuve y me acuerdo que esa vez aguantamos los cuarenta y dos días. 

Después me voya vivir a Solano, y en San Francisco Solano, después de un tiempo, conozco a Martiniano que era un dirigente más grande. Nos vamos juntando con Suárez –fundadorde laJP-, ungrupode gente, dirigentes que me van metiendo en algunas reuniones de barrio. Pero después nosotros cambiamos de vivienda y nos vamos a Lanús. Ahí empiezo a juntarme con gente de Avellaneda y me conecto con el grupo del Negro Raimundo Villaflor.

Raimundo venía con Blajaquis y Zalazar de la primer etapa de la Resistencia. El Negro Villaflor fue fundadorde la JP de Avellaneda y su padre había sido el primer intendente de Avellaneda en el gobierno de Perón. Tenía toda una historia como militante de la línea más combativa del peronísmo; la trayectoria de todo este grupo la cuenta muy bien Rodolfo Walsh en el libro «¿Quién mató a Rosendo?»

Me integro a trabajar con este grupo de Avellaneda alrededor del ’60. Era una barra grande, estaban Blajaquis, los hermanos Villaflor-Raimundo y Rolando-, el Negro Granato, Zalazar, el Negrito Alonso y otros compañeros. En la primer etapa no éramos una organización sino grupos semi organizados; nosotros estábamos conectados con mucha gente, delegados de la zona, de las fábricas, no solamente metalúrgicos. Éramos un grupo de jóvenes de la Resistencia. Se puede decir quenuestra práctica no era la típica de un grupo de la JP;más bien éramos un grupo de jóvenes relacionados a la Resistencia Peronista y a la actividad sindical que se desarrollaba en la zona.

Éramos un gr.upo más de los tantos que había en el país, que a su manera Intentaban resistir a todo lo que estaba pasando, a la situación imperante. Intentábamos primero ser un grupo organizado; segundo éramos jóvenes, trabajadores y militantes; tercero que teníamos relaciones con casi todos los grupos y con muchos delegados de la zona. Cada uno venía de su fábrica, de su barrio, intentando resistir como podía.

La ventaja nuestra es que éramos un grupo más o menos organizado que nos veíamos dos o tres veces por semana, teníamos un funcionamiento, discutíamos de política y cada vez nos convencíamos más que la lucha de la Resistencia iba a ser por un camino violento. Lo que pasa es que no veíamos otra solución, todo el grupo estaba motivado por radicalizar el accionar; había una cosa que nos unía y era que sabíamos que íbamos a agarrar los fierros, o sea que la cosa era viollenta; no había otra manera de protagonizar una resistencia si no incluía la cuestión violenta.

En principio era colocar caños y nos preparábamos para cosas mayores. El objetivo nuestro era hacer un grupo de resistencia organizado, te diría hasta armado inclusive. Ese era nuestro objetivo e integrarnos a todos los sectores de la Resistencia nacional. No había conducción, no era que respondíamos aun mando de la Resistencia peronista … hacíamos lo que podíamos. Eso sí, en las huelgas que se daban en la zona, nosotros respaldábamos, nos conectábamos, tratábamos de darles apoyo logística, hasta sacarles volantes de adhesión y repartirlos por otras fábricas, hacer pintadas, participar en las colectas para juntar fondos.

Este grupo tenía relaciones con algunos sindicatos, entre ellos el SMATA adonde estaba Martiniano Martínez, que ya actuaba a nivel nacional del gremio. Pero no dependíamos de ningún sindicato; este grupo era un poco atípico porque no era como otros grupos de Juventud que dependían de un sindicato, era totalmente independiente.

Cuando en el ’63 la C.G.T. larga el Plan de Lucha, nuestro grupo decide realizar una acción en apoyo a las huelgas. En ese entonces ya éramos un grupo organizado, estábamos pensando en otras cosas, era la línea más dura, más combativa. Ojo que el Negro Raimundo laburaba en fábrica, era metalúrgico, no era un político profesional; era un laburante que había hecho un proceso activo en una parte de la Resistencia. En realidad, todos los muchachos del grupo éramos de origen humilde y casi todos trabajábamos en fábrica; otros hacían changas.

Ahí ya teníamos una casa para reunimos, hacíamos reuniones con otros grupos. La primer acción que hicimos de importancia es esta que te cuento, en el ’63. Era víspera de una huelga grande, y nosotros habíamos elegido como blanco, al lado del cementerio de Agüero una casilla de madera que era un puesto policial; el objetivo era quemarlo, quemarlo en el momento de la huelga. Veníamos preparándonos tres o cuatro días antes, organizando todo, teníamos unas pistolas chiquitas y habíamos preparado combustible en unos tachos. Discutimas todos los esquemas, quién iba adelante, atrás; si había problemas, no había problemas; cuál era la ruta, por dónde pasaba. La cuestión es que llevamos todo, éramos como diez más o menos. Habíamos quedado en la casa toda la noche despiertos para cumplir el objetivo y a eso de las tres y media de la mañana decidimos largar la cosa. Como conocíamos todos los recovecos nos largamos en fila india por la villa -Villa Corina creo que se lIama-. Antes de salir de la villa nos paramos y va un grupo para ver cómo está el objetivo. Voy yo con otro muchacho y cuando salimos y nos confrontamos con el puesto estaba lleno de milicos, pero milicos con FAL, qué sé yo, terrible, habían reforzado todo, estaban todos patrullando, había huelga, .. bueno, imaginate.

Le informamos al Negro, entonces desistimos y, cuando volvemos, que volvemos en fila india con los tachos, cuando vamos pasando la villa, de un ranchito sale uno del patio y nos grita «eeh! chee! ¿se labura?». «Noo! Está todo parado», decimos nosotros, y seguimos atravesando toda la villa. «Ah, bueno, entonces me vaya dormir’, dijo el gordo en camiseta.

Mientras tanto en el país estaban pasando cosas, había grupos produciendo cosas que eran parte de la Resistencia. Nosotros seguíamos militando en las fábricas, seguíamos haciendo cosas, seguíamos propagandizando, nos reuníamos con otros compañeros intentando ampliar el marco de nuestro grupo.

A todo esto a mí me rajaron de la fábrica, después entro a otra en Avellaneda y ahí soy delegado; la fábrica sumaba en total ochocientos cincuenta obreros metalúrgicos. Ya era un joven militante sindical y político.

Después de esa fábrica voy trabajando y entro a General Motors, y ahí, por ejemplo, en uria huelga de General Motors hablé delante de tres mil obreros, y yo era un pendejo. Después de eso limpiaron a todos los activistas, y a la lona. Laburé en muchas fábricas metalúrgicas, fui tres veces delegado de metalúrgicos; en ese momento vos intentabas organizar algo en la fábrica y te rajaban.

A principios del ’66 se produce el tiroteo en la confitería La Real, en Avellaneda, donde Vandor y su gente matan a Blajaquis y Zalazar y ahí se da un momento muy embromado para nuestro grupo. A mediados del año se produce el golpe deOnganía; a todo esto nosotros veníamos en conversaciones con el Gordo Cooke. El y su compañera Alicia Eguren -la fIaca Alicia-, siempre venían a Avellaneda y nos reuníamos; teníamos largas charlas. Ahí empezó una cosa más ideológica: el Gordo era un teórico del peronismo revolucionario, y además tenía la experiencia y relación con la Revolución Cubana.

Nos integramos al grupo de Cooke que era el ARP (Acción Revolucionaria Peronista). Empezamos a acompañarlos al Gordo y a Alicia en sus giras por el interior. Después vienen los viajes a Cuba; el Gordo gestiona el viaje de varios del grupo nuestro para entrenarnos y prepararnos. Van Granato, Alonso, el Negro Raimundo y otros muchachos, algunos fueron dos veces. El Negro viene con una formación sólida y ahí sí, empieza una etapa más de avanzada.

Mientras ocurría este proceso nos conectamos con los curas del Tercer Mundo y yo ahí participo activamente, voy a Tucumán y caigo en cana.

Viajamos mucho al interior y se desarrollaba una intensa actividad para ir formando una estrategia nacional para el posible lanzamiento de nuevas formas de lucha en la Resistencia.

Paralelamente a esto surge la C.G.T. de los Argentinos, y nosotros nos metemos a participar de lleno. La C.G.T A, fundamentalmente en los años ’68 y ’69, se constituye en el núcleo convocante de toda la militancia más o menos radicalizada, con posiciones combativas. Todos nosotros tuvimos una participación muy activa en este proceso y una estrecha relación con Ongaro y toda la gente que condujo la C.G.T. A, ya que Osvaldo Villaflor -primo del Negro- funcionaba con nosotros, y a su vez era dirigente del gremio gráfico.

Una vez llegó la información de que iban a boleteara Ongaro y entonces el grupo nuestro le hizo la custodia. Estuvimos en la casa de Ongaro una semana; ahí teníamos reuniones un poco más profundas, ya se debatía si otras formas de lucha, por ejemplo, no solamente el tema de la resistencia sindical -que con eso no bastaba- en el marco de la Revolución Cubana que motivaba, ya estaba en boga, en discusión.

Bueno, participábamos en todo, desde la distribución de los diarios de la C.G.T. A, hasta los actos, los plenarios. Te puedo decir que estuvimos en un noventa por ciento de lo que hacía la C.G.T. A y con Osvaldo nos fuimos a Tucumán para hablar con todos los compañeros de ahí. Hicimos reuniones en los ingenios; era todo el proceso de la C.G.T. A que iba intentando ampliar su espacio, ahí hubo una relación plena.

En ese período formamos el Bloque de Agrupaciones Peronistas de la zona sur, en apoyo a la C.G.T. de los Argentinos que nucleaba a todos los activistas políticos y sindicales, como también a los grupos de la JP de la zona.

Activistas sindicales que actualmente son dirigentes, pero no eran dirigentes en ese entonces, por ejemplo Pedraza de ferroviarios, que era un militante más, del montón. Todo ese nivel de gente estábamos juntos intentando nuclear a todos los sectores de la militancia que coincidían con la C.G.T. A., para desarrollar un trabajo político territorial y sindical en la zona. Ese era un poco el objetivo con la posición más o menos de la C.G.T. A

El Negro Villaflor y la mayoría del grupo de Avellaneda a partir del año ’70 se integra a las FAP; se veía la integración a esta organización y la práctica de la lucha armada como la continuación lógica de nuestra militancia peronista como el único camino para enfrentar a la dictadura.

Yo sigo laburando en fábrica y estoy en todo lo que se hace más o menos de importancia en la zona sur. Entro a laburar a una fábrica metalúrgica en Quilmes, un proceso interesante, porque ahí se dieron cosas interesantísimas. Estuve del año ’70 al ’76 hasta que caí preso saliendo de la fábrica, siendo delegado.[1]


[1] Anzorena, Oscar. Historia de la Juventud Peronista. Buenos Aires, Del Cordón, 1988. p.120 y ss.