Mario Amadeo nació en la Capital Federal en el año 1911.

            Estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires.

            A fines de la década de 1920 comenzó a vincularse a distintas expresiones del nacionalismo. Impulsó la salida de la publicación Baluarte. Escribió en Sol y Luna y Nueva Política.

            Participó de los grupos civiles que se enrolaron en la gestión de gobierno del golpe militar de 1943, formando parte de la Cancillería.

            Ante el ascenso de Perón y la ruptura de la neutralidad Amadeo tomó distancia del gobierno.

            Por sus posiciones nacionalistas y neutralistas fue sindicado de pro-nazi por el Libro Azul del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

            Por sus  convicciones nacionalistas y católicas conspiró contra el peronismo desde finales del año 1954. En el año 1955 se desempeñó como canciller del General Lonardi por espacio de 49 días.

            Pasó a la historia por acompañar a Perón a embarcarse en la cañonera que lo llevaría a Paraguay evitando un atentado.

            Tras la salida del gobierno se embarcó en la organización política del nacionalismo. Sus enemigos mutaron: ya no era el peronismo sino la coalición cívico-militar antiperonista. En ese marco produjo algunos folletos, en los que anticipaba futuros argumentos y experimentaba sus dotes de ensayista.

            Buscaban recuperar las bases del peronismo, mediante la reivindicación del carácter nacionalista de algunos elementos de los gobiernos de Perón, como el artículo 40 de la Constitución Nacional de 1949.

            Es desde este posicionamiento político que desarrolló el libro Ayer, Hoy, Mañana, que incluía una apología de la corriente política de la que provenía y que había actuado en la primera parte de la Revolución Libertadora, una lectura de la historia nacional, que colocaba el examen del peronismo como factor principal y una propuesta política que buscaba generar una conciliación entre las elites de origen nacionalista y las bases del movimiento político proscripto.

            En la primera parte –Ayer- reconstruyó su participación en el ámbito nacionalista, sus intervenciones en los gobiernos militares y la defensa del golpe de 1955: “reacción profunda del alma nacional y así debe ser reconocida”. Entre otros sucesos, consigna su expectante participación en los sucesos del 16 de junio de 1955.  En este tramo campea la polémica con los “detractores” que pretender “tergiversar la posición y la intención de la corriente política que se expresó  en el primer gobierno provisional”.

            La segunda parte –Hoy- intentaba dar cuenta de los problemas políticos que vivía la Argentina con la exclusión de la mayoría de la población de la vida política y un gobierno de orientación liberal al que se oponían.

                Políticamente ellos se llaman “peronistas” y “contras”. Pero éstas son las designaciones               políticas, y por ende superficiales, del hecho más serio y profundo que intentamos   destacar: la separación de clases que ha puesto frente a frente a dos Argentinas y que amenaza malograr nuestro destino nacional. Sí: que ha puesto frente a frente a dos        Argentinas. Porque no olvidemos el hecho de que la revolución de septiembre de 1955          no fue solamente un movimiento en que un partido derrotó a su rival o en que una   facción de las fuerzas armadas venció a la contraria sino que fue una revolución en que        una clase social impuso su criterio sobre otra.

            Para Amadeo esto implicaba grandes desafíos para su sector: “la obligación de cerrar definitivamente el ciclo de la lucha e impone a los vencedores la obligación de ser especialmente templados y generosos”.  Crítico del cerrado antiperonismo de Aramburu y Rojas y de sus métodos, anotaba:

               «Creo que la política seguida en los últimos tiempos no es la más indicada para lograr la unificación del pueblo argentino.  Por de pronto, el pueblo sabe bien o intuye que tras  los abusos del régimen anterior, se estaba plasmando una nueva realidad y que esa     realidad respondía, en lo fundamental, a sus aspiraciones. Pero si oye decir que los últimos diez años sólo han traído miseria, deshonor y vergüenza, no lo creerá porque es               afirmarle una cosa que para él, está desmentida por los hechos.  Bien está advertir que Perón fue un taumaturgo que convirtió las piedras en pan. Bien está en mostrar la traición y la estafa cometida contar la bandera que levantó. Pero ‘todo’ lo que ha pasado en los últimos diez años no ha sido dañoso para él. No lo creerá porque tiene la certeza  vivida de que ello no es verdad. Sabe el pueblo que, por más estafada que haya sido la causa que abrazó, algún fruto positivo le ha dejado…Si el pueblo siguió a Perón no fue, en general, por malas razones. Creyó ver en la nueva enseña un signo de su redención y   en cierta medida lo encontró. Pudo haber aprovechado la carta blanca que tuvo tantas  veces para cometer desmanes y nunca la aprovechó…Esta actitud debe hacernos meditar   seriamente sobre la bondad intrínseca de nuestras clases populares. Hoy se han cerrado en actitud hosca porque se sienten acosadas y derrotadas. Pero acordémonos que fueron   magnánimas pudiendo no haberlo sido…Si conservan sentimientos de gratitud para una época en la que juzgan haber mejorado su vida, no se tenga la dureza de obligarlas a    confesar que fue, para ellas, una etapa de oprobio….Hagamos borrón y cuenta nueva y dejemos los anatemas sobre el pasado inmediato a la más mediata posteridad».

            Para Amadeo el futuro dependía fuertemente de la valoración de la experiencia de los años peronistas: “El éxito o el fracaso del intento de unir al país depende en buena medida, de cómo se interprete el hecho peronista”. Y desgranaba sobre las diferentes posiciones al respecto:

                Hay varias versiones o interpretaciones del peronismo. Es opinión generalizada en los sectores socialmente conservadores que el peronismo no ha sido otra cosa que una pesadilla, que un mal paso. Estos sectores hablan de influencia magnética, de sugestión  colectiva, de deformación de la conciencia y de otras anomalías que reducen el problema  a una cuestión de sicología patológica. Consideran que el pueblo argentino ha padecido              una enfermedad y que es cuestión de someterlo a una enérgica cura…Otros del mismo sectores, menos simplistas aunque no menos equivocados, consideran que el peronismo ha removido a fondo la opinión popular, pero que solamente ha logrado ese efecto por    medio de la venalidad y la corrupción o apelando exclusivamente a los más bajos  instintos de la plebe. Nada bueno o de signo positivo ven ellos en el movimiento derrotado. El peronismo es el fruto de la ignorancia, como lo es la superstición o el    curanderismo. Por eso sólo  hace presa en los sectores más primitivos y zafíos de la  comunidad. Para ellos la cuestión sólo se arregla con una pequeña dosis de reeducación y una gran dosis de leña. En su mente, desperonizar equivale a algo así como desratizar.  Para los antiperonistas de nuestra izquierda liberal, por su parte la cuestión se dilucida en esa mar donde todos los ríos confluyen: en el nazismo. Perón y los peronistas  eran     nazis totalitarios que querían imponer en la Argentina el régimen de Hitler y Mussolini. Según este planteo, el ex – presidente sería un ideólogo doctrinario que había estudiado febrilmente  durante su estada en Italia cursos acelerados del sistema corporativo y habría venido a aplicarlos con saña en el anima vili” de este inocente y democrático país… Para este sector, desperonizar equivale a desnazificar.  Hay finalmente otra izquierda, la izquierda antiliberal y marxista que del peronismo sólo desaprueba  la     persona del jefe y que ve en ese movimiento una forma, forma cruda y primitiva pero   eficaz, de la lucha contra el imperialismo…Esta tendencia está dispuesta a sobrepasar a Perón en sus reformas sociales porque entienden que su defecto no es haber sido  demasiado radical en sus procedimientos sino haberlo sido demasiado poco. Este sector, en el que lleva la voz cantante los comunistas de signo trostkisa, proclama                 implícitamente la fórmula “Perón + X” y pretende apoderar del proletariado vacante por la ausencia del ‘leader'».

                Tras estas caracterizaciones estilizadas Amadeo traza su propia interpretación:

                Una gran masa de la población se había alejado definitivamente de los partidos políticos.  Cuando un pueblo se aleja de la vida cívica es, o bien porque se encuentra en el último estado de decadencia o bien por estar en vísperas de un cambio fundamental. Creo que nosotros nos hallábamos en el segundo y no en el primero de estos dos casos. El país estaba en apetencia de una gran renovación social…El problema social argentino no era  anto el de un proletariado miserable y famélico como el de un proletariado ausente…Así, pues, hasta 1945, el proletariado argentino no pudo, queriéndolo, sentirse solidario con el destino nacional. Nadie se había ocupado de hablarle su lenguaje, de   vivir sus íntimos anhelos, de acercarse materialmente a él. Perdido en el pasado el recuerdo de Yrigoyen, era inevitable que la clase obrera se lanzara como un solo hombres tras el caudillo que pareciera expresarla…La grande y tal vez la única                 genialidad de Perón consistió en advertir la existencia latente de esas transformaciones y ponerse a su cabeza utilizando los resortes estatales que le había conferido la revolución de Junio».

            Luego, apelando a la lectura de la “revolución malograda” común a la familia ideológica del nacionalismo, Amadeo apuntó la falta de discernimiento” por parte de Perón, la “indigencia de dotes de estadista” y su “egolatría” como factores determinante de la perdida de una ocasión fundamental.

            Las actitudes magnánimas resultan necesarias para evitar, según Amadeo, males mayores:

                «Nuestro pueblo no es extremista. Pero si no le damos otra salida, si pretendemos encasillarlo en marcos anquilosados se lanzará, en su orfandad, a la primera fuerza que  le prometa odio y venganza. Habremos creado entonces el problema del comunismo. No  nos asusta la idea de que esa posición signifique transigir con el recuerdo de Perón».

            En el arco contrario al peronismo la posición de Amadeo aparecía como moderada, portando ribetes populares. Respondía de ese modo a la estrategia que los sectores desplazados el 13 de noviembre de 1955, habían ido pergeñando para heredar a la “masa vacante”. Sea con el “bengoísmo”, sea con las convocatorias de Azul y Blanco o la organización del Partido Unión Federal representaban el vano intento de contrarrestar el embate de los sectores liberales-conservadores a la vez que generar un predicamento cierto en los sectores populares que no dejaban de identificarse con el peronismo y organizaban distintas formas de oposición al frente político que los había desplazado, marginalizado y proscripto.

            Editado por Gure, constituyó un éxito, gozando en pocos meses de cinco ediciones.

            Por su contenido, mereció la réplica de Ernesto Sábato en un ensayo titulado El otro rostro del peronismo.

Obras:

Amadeo, Mario. Al día siguiente. Buenos Aires, 1955.

Amadeo, Mario. Ayer, hoy, mañana. Buenos Aires, Gure, 1956.

                Amadeo, Mario. Por una convivencia internacional. Buenos Aires, Ediciones Cultura Hispánica, 1956.

Referencias:

Ferraris, Agustín. Pido la palabra. Contestando a Martínez Estrada, Sábato y Amadeo. Buenos Aires, Capricornio, 1957.

López, María P.; Korn, Guillermo. Sábato o la moral de los argentinos. Buenos Aires, América Libre, 1997.

Jauretche, Arturo. Los profetas del odio. Buenos Aires, Trafac, 1957.

Sarlo, Beatriz. La batalla de las ideas. Buenos Aires, Ariel, 2001.

Darío Pulfer