(Adrogué, provincia de Buenos Aires, 1 de junio de 1938 – Buenos Aires, 26 de febrero de 1970).

            Militante político, organizador cultural y director de la revista Cristianismo y Revolución, García Elorrio fue el sexto hijo de una familia acomodada. Su apellido tenía resonancias en el ámbito clerical y más allá, gracias a la participación de Aurelio García Elorrio como editor en el diario católico El pueblo, animador del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, y funcionario del Ministerio de Educación tras el golpe militar de 1943, donde redactó el decreto de obligatoriedad de la enseñanza religiosa en escuelas públicas.

            En buena medida, el hijo heredó el capital social y las inquietudes político-religiosas del padre, pero en un contexto de ruptura cultural y generacional, marcado por las transformaciones internas de la Iglesia católica, los realineamientos partidarios derivados de la caída y reconfiguración del primer peronismo, y el impacto de los procesos revolucionarios en la periferia de los paísescentrales.

            García Elorrio estudió en el Colegio del Salvador, en la órbita de la orden jesuita, y su vocación religiosa lo llevó a cursar durante dos años en el seminario de San Isidro, que abandonó decepcionado por la falta de conexión de este ámbito con la realidad social.

            Para el padre Carlos Mugica, “Las palabras del abate Pierre, de que a un pobre antes de hablarle de Dios había que darle un techo, lo conmovieron”. En paralelo a esta búsqueda, hacia 1963 se casó y se radicó con su esposa en Marcos Paz, donde fue nombrado Secretario de BienestarSocial por el intendente Hugo Solito, vinculado al conservadurismo popular de VicenteSolano Lima, que había virado de su antiperonismo originario a una alianza con el peronismoproscripto.

            Así trabajó en programas de promoción a villas de emergencia, y fue acusado demalversar dinero del municipio para aumentar los fondos destinados a asistencia social.

            El intento de articular la militancia política con las ansiedades intelectuales del camporeligioso fue una constante en la vida de García Elorrio. Como indica una semblanza en elnúmero 28 de Cristianismo y Revolución, a poco más de un año de su muerte, primero fue elproyecto de un instituto de estudios teológicos para laicos en San Isidro. En 1965 creó elCentro de Estudios Diálogos, con el objetivo de difundir las novedades del Concilio VaticanoII, que levantó la censura a la nueva teología, estableció la misa en lenguas nacionales,promovió el diálogo interreligioso y el acercamiento entre cristianos y marxistas. Fruto deesta vocación ecuménica, en esos años García Elorrio se vinculó con figuras del catolicismorenovador como Jerónimo Podestá, Antonio Quarracino y Antonio Paoli, y de la izquierdaperonista como John William Cooke y Alicia Eguren.

            El catolicismo renovador de García Elorrio se radicalizó al tender puentes con el peronismo yla izquierda, pero también por el ejemplo del sacerdote colombiano Camilo Torres, que seincorporó a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, y murió en combate en 1966.

            García Elorrio hizo suya una de sus máximas, que amplificaba la consigna de la IIDeclaración de La Habana: “El deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber detodo revolucionario es hacer la revolución”. No era posible una “revolución cristiana”compatible con el proyecto de la Iglesia católica, sino que para concretar el mensaje delEvangelio, se hacía necesario converger con aquellos sectores que tenían como objetivo latoma violenta del poder para construir el socialismo, como había ocurrido en Cuba.

            La misiónde García Elorrio, cuando lanzó la revista Cristianismo y Revolución en septiembre de 1966,fue alejar a los católicos de la dictadura de Juan Carlos Onganía, y acercarlos a la aceptaciónde la violencia guerrillera, como método legítimo de realizar el amor al prójimo, pero un“amor eficaz” liberador de los pueblos, como le gustaba decir a Camilo Torres. Y lo últimopero no menos importante, reconciliarlos con el peronismo: si la Iglesia era el pueblo de Diosy el pueblo era peronista, había que asumir el peronismo para ser auténticos cristianos.

            El liderazgo de García Elorrio era carismático, y no toleraba grandes disensos, como secomprobó con la llamada “rebelión de los enanos”, que agrupó a varios jóvenes salidos de lasjuventudes católicas que formaban parte de su proyecto político-cultural, y más tardefundaron Montoneros. Como ocurrió con las rupturas de la nueva izquierda, la generaciónmenor acusó a su mentor de privilegiar el trabajo intelectual de la revista, antes que “hacer larevolución”, vale decir la creación de una organización clandestina para la lucha armada, finque el Comando Camilo Torres -la red semipública de militantes dirigida por el exseminarista- estaba lejos de cumplir. El conflicto terminó con la separación de Fernando AbalMedina, Norma Arrostito, Mario Firmenich y un número de activistas que, cada uno por sulado, rompieron con García Elorrio en La Habana, Buenos Aires y Montevideo. Como señalauna ex integrante de la revista, el discurso del director sobre los disidentes hacia adentro de laorganización era tajante, y aludía a la praxis del coraje, un valor compartido por quienesquedaron afuera: “todos bajo la luz de Juan García Elorrio eran unos traidores, perobueno…es que él no se andaba con chiquitas…te cagaste, no te cagaste, tenés miedo, no tenésmiedo”.

            El 26 de febrero de 1970, una semana después de haber sido padre por tercera vez, GarcíaElorrio fue atropellado por un automóvil impulsado por el golpe que le dio otro vehículo,cuyo conductor se dio a la fuga. En los círculos militantes se instaló la versión de que eldirector de Cristianismo y Revolución fue víctima de un homicidio, versión que alimentóMiguelBonasso más recientemente al deslizar la idea de que un grupo de artistas circensesnorteamericanos de aparentes vínculos con la CIA, conocidos como “Los rompecoches”,habría sido responsable de la muerte. Con menos atracción por las teorías conspirativas, exmilitantes del Comando Camilo Torres recuerdan que García Elorrio era una persona muydistraída. Su legado, más allá de las luces y sombras del proyecto que supo animar condedicación, lo ubicó como uno de los nervios del particular encuentro entre el cristianismo, elperonismo y la revolución.

Referencias:

Anguita, Eduardo y Caparrós, Martín.La voluntad. Una historia de la militanciarevolucionaria en la Argentina. Buenos Aires, Planeta, 2013. T I.

Campos, Esteban.Cristianismo y Revolución. El origen de Montoneros. Buenos Aires,EDHASA, 2010.

Morello, Gustavo, “Apuntes sobre la vida de Juan García Elorrio”. en Lucha armada en la Argentina n.7 (2006).

Morello, Gustavo, “Juan García Elorrio y los Comandos Camilo Torres”, XI JornadasInterescuelas/Departamentos de Historia. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad deTucumán, 2007.

Pittaluga, Roberto, Rot, Gabriel, “Entrevista a Casiana Ahumada”, Buenos Aires, CEDINCI,2003.

Esteban Campos