En Mar del Plata, las primeras acciones de resistencia armada se registraron durante el desarrollo de acciones bélicas de la marina de guerra, en ocasión de la ofensiva para obtener la renuncia de Perón. Una atenta observación de los movimientos militares y una inmediata disposición al combate caracterizó a la militancia política local. El 19 de septiembre de 1955, en momentos posteriores al bombardeo de los tanques de combustible de YPF en el puerto, y como en otros pueblos, ciudades y barrios con predominio obrero, los primeros grupos peronistas colaboraron de forma espontánea con el ejército y la aeronáutica en defensa del gobierno constitucional.
Señala Jorge Bergallo que “durante la mañana del 19 la base naval fue rodeada por civiles armados pertenecientes a diferentes gremios y sobre los terrenos del Golf se apostaron piezas de artillería y personal del Ejército y Aeronáutica con evidente intención de iniciar un ataque” a la base de submarinos. Los atacantes fueron ametrallados desde la escuadrilla de los destructores San Luis, Entre Ríos y Buenos Aires. Al mismo tiempo, en una incursión sorpresiva, adherentes peronistas tomaron por asalto la armería Casa López,sustrayendo rifles, revólveres y municiones en exposición, las que sumadas a las armas acopiadas en algunos sindicatos y las consideradas de posesión personal, permitieron una inmediata, intensa y dispersa oposición armada a la ocupación de la infantería naval. Horas más tarde, el “Comando Militar de Mar del Plata” ordenó aislar, mediante retenes y controles, la sede del Municipio y la zona céntrica, a la vez que solicitó al “Comando de la Marina de Guerra en Operaciones” el incremento de efectivos para reforzar la vigilancia de la ciudad. En cumplimiento de la solicitud, el crucero 9 de julio, fondeado en la costa a la altura del puerto: “luego de permanecer la nave a la expectativa, se organizó el desembarco de una compañía, cuya misión era apoyar a la base de submarinos, plegada desde el primer momento a la Revolución. Reunidos los hombres, fueron embarcados a bordo de tres lanchas pesqueras solicitadas a Mar del Plata y que tomaron la amura del crucero en plena mar gruesa” (Ahora, 4 de octubre de 1955, N° 2323, p. 16). Esa mañana, J. C. F. recuerda que, refugiado en la clínica de la calle Mitre entre Castelli y Alvarado, vio “pasar camiones municipales cargados de obreros armados que se dirigían hacia la Base [de submarinos] gritando “La vida por Perón”. En las primeras horas del 20 de septiembre ocurrió un incidente “entre personal de patrulla perteneciente a las autoridades que, al mando de un alférez ejercían funciones de vigilancia, y un grupo de personas que portaban armas largas en un automóvil. Al requerírseles la entrega de las mismas, estos simularon acatar la orden, pero al llegar cerca de la Municipalidad, se desacataron y abrieron el fuego (sic), el que fue contestado desde el edificio comunal por personal de vigilancia, hasta lograrse la detención de los infractores que fueron apresados” ( La Capital, 20 de septiembre de 1955, p. 4). Poco después, en las cercanías del Palacio Municipal y calles del microcentro, se enfrentaron en esporádicos tiroteos, patrullas navales de seguridad urbana y civiles peronistas a bordo de camiones. La diversidad e intensidad de los focos resistentes determinó un reforzamiento del proceso de militarización de la ciudad.
El 21 de septiembre, una patrulla naval persiguió a un grupo de cinco ciudadanos armados que se refugiaron en el tercer piso del edificio ubicado en Luro 3137, donde aparentemente funcionaba una Unidad Básica. Los milicianos respondieron con armas de corto alcance, al ataque de un piquete de infantería de marina que les disparaba con una ametralladora Browning calibre 50 desde la esquina de Luro y Catamarca. En su crónica dominical del golpe de estado, La Nación informaba que: “El frente del edificio muestra, en el tercero y cuarto piso, las huellas de numerosos impactos; pero se desconoce el resultado del tiroteo contra los elementos de acción perseguidos, no habiendo proporcionado el comando militar ningún informe al respecto. Centenares de personas se reunieron esta tarde, hasta la hora del toque de queda, en la avenida Luro, donde está el edificio mencionado, tratando de verificar si era exacta la versión de que el saldo del tiroteo era de varios muertos” (La Capital, 20 de septiembre de 1955, p. 4). Según señala Agustín Nieto, esa misma noche “a las 22 y las 5 de la madrugada, se produjo un tiroteo entre grupos de obreros peronistas y fuerzas de la marina que estaban custodiando las instalaciones de las estaciones transmisoras ubicadas en el Parque Municipal de los Deportes. Los grupos de obreros se escudaron en las frondosas arboledas y en los vagones de la estación del Ferrocarril Nacional General Roca.” Para inicios de octubre, la consolidación del régimen militar, el permanente e intenso control y vigilancia de la calle, de todas las fuerzas de seguridad, mediante requisas, detenciones y cacheos, logró suprimir estos primeros enfrentamientos.
La resistencia a ras del suelo: una cultura de prácticas callejeras
Ante este inicial horizonte de resistencia, la ocupación del poder ejecutivo municipal, personificada por delegados y comisionados de la marina, respondió con la inmediata militarización del espacio público. Las autoridades de facto aumentaron la vigilancia y represión en las calles, valiéndose del estado de sitio, el toque de queda y el decreto ley 4161/56. El despliegue de este dispositivo de coacción intentó erradicar el in crescendo de las diferentes respuestas que diariamente ensayaba la ciudadanía proscrita como respuesta a la desperonización. De esta manera, la ciudad se convirtió en un extenso escenario público en el que se sucedían puntuales demostraciones espontáneas, aisladas y furtivas. Es así, que un conjunto de creativas prácticas culturales, y de intervenciones públicas, instantáneas y disruptivas se incorporaron a la vida cotidiana. Este variado conjunto de manifestaciones inauguraron una tradición de rebeldía y rechazo, “desde abajo”, al autoritarismo y la supresión de las libertades públicas.
Durante 18 años, marplatenses de diferentes edades ensayaron diversos tipos de microresistencias: pintadas de adhesión a Perón y Evita en paredones de zonas suburbanas, actos relámpago, volanteadas, la graficación del “Perón Vuelve” en el transporte público de pasajeros, paradas de colectivos, baños públicos, escuelas y lugares visibles; gritos e insultos aislados contra la dictadura, entonación de la marcha peronista, circulación de panfletos, envío de cartas y llamadas de amenazas y ataques a viviendas de antiperonistas notorios. Las pintadas políticas de agravio al gobierno militar y de reivindicación de Perón y Evita proliferaron en paredones y baldíos de zonas suburbanas, de las “barriadas” populares: Mataderos, Don Bosco, el Puerto, Las Avenidas y El Martillo. Las acciones descriptas conformaron un repertorio de respuestas puntuales de los sectores populares a la normativa jurídica represiva de la desperonización. Estas acciones, “relámpago”, de oposición y rechazo activo, en un principio inorgánicas se conjugaron, posteriormente, con la actividad de células doctrinarias y operativas. Las acciones conspirativas grupales e individuales se sucedían a un ritmo ininterrumpido, como respuesta a la intensificación represiva de la “Revolución Libertadora” y del gobierno de Arturo Frondizi, especialmente en los periodos de aplicación del “Plan Conintes” cuando recrudecieron las represalias a militantes políticos y sindicales.
En ocasión de los festejos patrios del 25 de mayo de 1956: “La policía procedió a la detención de varios individuos que, en estado de ebriedad, pasaron por las inmediaciones de la seccional tercera y entonaron una marcha de mal gusto, que servía de telón de fondo de los actos patrocinados por el disuelto partido oficialista: son ellos: J. Z. Ortiz, A. Rulez; Juan Quesada, Enrico López, Alfredo F. Sastre, Salvador Di Maio, Reinaldo García, Néstor Edgardo Vega y Hugo Abel Tabaré. Serán procesados por violar las disposiciones del decreto ley 4161” (La Capital, “Detenidos por violar el Decreto – Ley 4161”, 26 de mayo de 1956, p. 2). Semanas después se conocía públicamente que “ha sido puesto a disposición del juez federal de Azul un hombre que en el interior de un automóvil entonaba la marcha prohibida que glorificaba al ex dictador. El detenido es Guillermo Manuel Iglesias.” (La Capital, “Preso por cantar una marcha prohibida”, 18 de junio de 1956, pág. 3). Por otra parte, efectivos policiales recluyeron en la comisaría de Batán a Juan Di Leonardo y Rodolfo Cabrera “los nombrados […] se dedicaban a escribir leyendas inconvenientes en las paredes, agraviantes para la persona de las autoridades del gobierno provisional de la Nación” (La Capital, “Por escribir leyendas agraviantes son detenidos”, 8 de abril de 1957, p. 2).
La DIPPBA registra que durante el aniversario del fallecimiento de Eva Perón, el 26 de julio de 1959, “tras dejar una ofrenda floral en la Plaza Rocha (que durante el gobierno peronista llevaba el nombre completo de Evita) y por iniciativa del dirigente Dionisio Pereyra una columna se dirigió hasta el mástil de la Estación ferroviaria -a seis cuadras de distancia- donde se colocó otra ofrenda floral. Al día siguiente medios locales informaron que grupos desprendidos de dicha columna procedieron al retiro de una placa ubicada en el centro de la ciudad que homenajeaba a la República del Uruguay por haber colaborado en el golpe de septiembre de 1955”.
Los encuentros locales de fútbol, especialmente los clásicos protagonizados por Aldosivi – Talleres, Alvarado – River, Independiente – Quilmes y Urquiza – San Isidro, fueron importantes instancias de desafío colectivo a los castigos y controles de las autoridades militares. La entonación de la “Marcha de los muchachos peronistas” en público era la forma expresiva que, de manera constante, permitía la reafirmación colectiva de una identidad política conculcada en abierta contravención a las prohibiciones represivas vigentes.
El ambiente de violencia y suspicacia colectiva generada por los atentados, permitió el desarrollo de ingeniosas acciones de menor envergadura con fines de intimidación pública. Un informe policial mencionaba que “En el Hotel Astoria de Avenida Luro entre Córdoba y Santiago del Estero, se encontraba un presunto explosivo por lo cual se le daba intervención a los peritos de la seccional Primera que finalmente determinaron que solo se trataba de un trozo de paragolpe de unos 35 cm de largo.”
La “línea dura” y la resistencia peronista
Los primeros movimientos de resistencia organizada son protagonizados por células, que requerían una mínima organización para planificar y ejecutar la sustracción de productos químicos y explosivos, los cuales luego se utilizarían en atentados y sabotajes a instituciones oficiales y privadas, funcionarios y personas vinculadas al antiperonismo local. En este sentido, los registros informativos de la prensa local, en la sección de noticias policiales, detallan los asaltos a canteras y la utilización de bombas caseras, “caños”, y atentados dinamiteros que alteraban el “orden público” con la finalidad de impedir la utópica estabilidad represiva de la “pax antiperonista”.
En Mar del Plata, en los días posteriores a las primeras reacciones armadas, los inicios de la resistencia se sostuvieron en la actividad de militantes y simpatizantes que establecieron núcleos activos de diferentes dimensiones, compromiso y estructura organizativa. Algunos, de efímera duración, surgieron para la ejecución de acciones puntuales. Sin embargo, otras células y agrupaciones se mantuvieron activas en el tiempo y fueron registradas por la Dirección de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires DIPPBA. Uno de los detallados informes de la “Central de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires”, fechado en agosto de 1959, señala que de los seis grupos peronistas existentes hasta ese año: “tres se disputaban la conducción del peronismo en Mar del Plata. Por un lado, el llamado “Grupo Moderado” o “la gente bien del peronismo” del Centro Justicialista N°1, los autodenominados responsables, cuerdos y sensatos. […] un grupo de ex funcionarios municipales […] Y en un tercer sector estaba la denominada línea dura encabezada por Norberto Centeno, Pedro Ernesto, Dionisio Pereyra, Juan Carlos Menéndez, Oscar Dubini, el líder de la JP Alfredo Ali Cheij y el dirigente del puerto José Rosales. [Destacando que, desde allí] se emprenderían todas las acciones de La Resistencia Peronista en Mar del Plata.” Algunos de sus miembros acusados de colaborar con el “Movimiento de Recuperación Nacional”, fueron apresados por efectivos de la Unidad Regional sexta, quienes en un operativo de búsqueda y allanamiento detuvieron a “numerosas personas, entre ellos Fernando Botterón, el cabo principal (F) Alberto Fernández, Roberto [sic] Oscar Centeno, José María Figueroa y Juan Camino, que han sido puestos a disposición del Poder Ejecutivo, mientras que se sigue la pista para detener a Jorge Vedoya y Juan Antonio Gariboto [sic] y otros.” (La Capital, “Se practicaron detenciones con relación a los últimos sucesos”, 16 de junio de 1956, p. 2).
Robo de explosivos, sabotajes y atentados: el camino de la acción
En el periodo 1955-1962 el conjunto de informaciones proporcionadas por el diario “La Capital» y los informes de la DIPPBA, nos permiten reconstruir el itinerario de la actividad clandestina de la resistencia. El camino de las acciones violentas se trazó mediante robos de explosivos, pólvora y elementos detonantes en los polvorines de las canteras situadas en las zonas rurales de Mar del Plata y Balcarce. Los materiales sustraídos se utilizarían posteriormente en atentados, a personas e instituciones comerciales, productivas y bancarias. El organismo de espionaje político de la policía bonaerense catalogaba los hechos como “intimidación pública y daños” producidos por “Delincuentes subversivos”.
Una primera exploración de la prensa y los informes policiales, que no contemplan los acontecimientos no denunciados, sin embargo da cuenta de una actividad, casi ininterrumpida, en el periodo comprendido entre los años 1956 y 1962. Los robos significativos de cartuchos de dinamita, mechas, pólvora y fulminantes en las canteras de Mar del Plata y la zona, fueron producto de los asaltos a las empresas: “La Peregrina”, el 7 de enero de 1956, a “Sierra Balcarce S. A.” el 4 de diciembre de 1957, a la cantera de José Soldatti en Chapadmalal y a la de los hermanos Dazeo, en abril y noviembre de 1959. En febrero de 1960 fue asaltada la empresa de José Zanghellini y un año después en el marco de la campaña electoral provincial, el depósito de explosivos de la cantera “El Casal”, ubicada en Batán.
La serie de atentados comenzaron en los comercios y empresas en que se registraban conflictos gremiales. Por ejemplo, en la madrugada del 19 de diciembre de 1956, cuando “dos bombas caseras estallaron en la esquina de Luro y San Juan, en la puerta de […] la tienda “Los Gallegos” y en Solís 4236 frente al domicilio de […] Aristóbulo Esteban Barrenechea, contador de una fábrica de conservas de pescado. [La Campagnola]” en cuya sede fueron encontrados tres artefactos explosivos, de fabricación casera, sin detonar (La Capital, 20 de diciembre de 1956, pág. 3). El 4 de marzo de 1958 por la madrugada estallaba “una bomba en la sede del Banco Nación ubicada en Independencia y Garay, provocando sólo daños materiales”. El 24 de septiembre de 1959 “dos bombas de regular poder explosivo estallan a 30 metros del Corralón de Materiales de la firma Leitao Hnos. en Alberti 4372 produciendo la rotura de la persiana metálica doble del local”. A nueve cuadras de allí un mecánico denuncia el hallazgo, frente a su taller, de “10 cartuchos de dinamita con mechas de 1,50 mts. de longitud.” Ese mismo día la policía incauta “un artefacto explosivo en la intersección de las calles Rivadavia y Pueyrredon” y “también se registra la destrucción de unos 80 rieles sobre las vías del Ferrocarril Roca.” Tal como sostiene Melon Pirro, “Fueron estas actividades -sabotaje y terrorismo-, juntos a los atentados al transporte público las que predominaron inicialmente”.
En el primer trimestre de marzo de 1960 la actividad de la resistencia produce hechos terroristas de repercusión nacional: la escalada de violencia comienza el 4 de febrero, cuando “una bomba de alto poder estallaba en la cubierta delantera izquierda de un auto Mercury modelo 1956, propiedad del industrial textil Moisés Anattar”. Semanas después, otro atentado, por la potencialidad de sus efectos destructivos, repercutirá en la prensa nacional. El 2 de marzo “a las 0:13 horas se registraba una explosión de un artefacto indeterminado en la alambrada que circundaba el depósito de combustibles Esso ubicada en 9 de Julio e Italia. A solo 3 metros de allí había un tanque de nafta con capacidad de 125.000 litros que en ese momento contenía unos 37.000 litros, y a solo 4,50 metros estaban otros dos tanques semienterrados con la misma capacidad y entre ambos con 30.000 litros de kerosene. Dichas instalaciones estaban en terrenos del Ferrocarril [General Roca]”. Podemos considerar a este atentado como el preludio del ataque a la planta de gas del estado, del 13 de marzo, uno de los acontecimientos más violentos perpetrados, hasta ese momento, por la resistencia local que llevó a un periódico local a expresar que “Mar del Plata era un polvorín”. El gigantesco incendio y devastación fue el acto culminante de un proceso de intensificación de actividad terrorista iniciado el 16 de febrero, con el ataque a la estación Shell Mex, en Villa Bustos, Córdoba, que junto a la millonaria destrucción material dejó un saldo de 9 muertos y 30 heridos.
Fuentes
Comisión Provincial de la Memoria – FONDO DIPPBA, División Central de Documentación, Registro y Archivo:
Mesa “D” (s) (Delincuentes Subversivos), Carpeta Daños, Legajos: 152, 770, 776, 796, 959, 985, 996. Carpeta Material Bélico, Legajos: 16 , 20, 26, 29,76, 90, Mar del Plata, General Pueyrredon, 1958, 1959, 1960,1962.
Mesa “A,” Carpeta Político, Legajo N°1, Centro de Acción Justicialista N°1, Mar del Plata – 18 de agosto de 1959.
Testimonios Escritos de Eduardo Russo, Fabiana Pérez Tomás y Héctor J. Francisca en: https://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/7893/c, omment-page-1. Consultado el 4 de marzo de 2025.
Testimonios orales de:
Pedro Diez, Mar del Plata, 15 de agosto de 2020.
Marcos Verde, Mar Azul, 17 de enero de 2025.
Julio C. F., Mar del Plata, 1 de abril de 2025.
Referencias
Baschetti, Roberto. Documentos de la Resistencia Peronista, PARTE I 1955 – 1959. Buenos Aires, De la Campana, 1997.
Bergallo, J. 1955 – La Armada Argentina Bombardea Mar del Plata. Mar del Plata, 1988. Tesis de Licenciatura, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, UNMDP,
Bilbao, Carolina. “Presos Conintes” en La Ciudad de Mar del Plata. Diccionario del Peronismo 1955 – 1969.
James, D. Resistencia e Integración. El peronismo y la clase trabajadora Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2019.
Melon Pirro, Julio. El peronismo después del peronismo, Resistencia, sindicalismo y política luego del 55. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2009.
Nieto, Agustín. La “revolución libertadora” en perspectiva local: los bombardeos en el puerto de Mar del Plata. En torno a los orígenes de la guerra civil en Argentina, 1955, Trabajos y Comunicaciones, 2009, Nº 35. Fahce, UNLP.
Ramírez, Sebastián; Eduardo Ferrer y Ariel Borrelli. “100 Clubes De Barrio: Historia De La Vida Social Y Deportiva En Mar Del Plata (1940-1970)», Mar del Plata, Editorial del autor, 2020.
Santillán, F. y Soroeta, Esteban P. “Mar del plata era un polvorín”. El atentado de la Resistencia Peronista a la Planta de Gas del Estado. Diccionario del Peronismo 1955 – 1969.
Esteban Pablo Soroeta y Miguel Ángel Taroncher