En 1955, la llamada Revolución Libertadora desplegó una amplia acción sociopolítica con el alegado propósito de suprimir y hacer olvidar de manera irrevocable lo que consideraba un régimen totalitario cuya naturaleza perversa se intentaba ilustrar y probar, entre otros cuerpos textuales, con el Libro Negro de la Segunda Tiranía

            Al dar por finalizadas las funciones de las denominadas Comisiones Investigadoras encabezadas por Leonardo Mc Lean se firmó el decreto ley Nº 14.988 con fecha del 16 de agosto de 1956, publicado en el Boletín oficial el 24 de agosto de ese mismo año, que tenía como objetivo expresar en un lenguaje claro y comprensible el alcance y profundidad de la corrupción administrativa del gobierno depuesto.  También se impulsaba la edición de los antecedentes, documentación y conclusiones reunidas por la comisión en una publicación denominada “Comisión Nacional de Investigaciones, documentación, autores y cómplices de las irregularidades cometidas durante la segunda tiranía”. La premura con que se redactó y editó seguramente se vinculó con el resultado de las elecciones de la Constituyente del año 1957, en las que el peronismo había evidenciado, de una u otra manera, su importante performance.  Tal como señaló M. E. Spinelli, la desperonización no había dado los frutos esperados por los libertadores. Un peronismo cuya fuerza y vigencia también se visualizaba en las calles y en distintas demostraciones populares que emergían como un síntoma de que, al menos, algunos diagnósticos de la dictadura contenían variables que deberían ser revisadas.

            El Libro Negro se distinguió por presentarse como la “verdad” sobre los resultados de aquello que por un decenio se había ocultado. No era la percepción de un autor como otros tantos textos de la época, sino que alegaba basarse en los archivos de aquello que había sido ocultado y negado por la que para ese momento se denominaba la tiranía y había sido sacado a la luz por las comisiones investigadoras.

            Dicha condición de verdad no fue puesta nunca en cuestión a lo largo de todo el libro. Desde esta perspectiva fue que tuvo una amplia difusión. Un pretendido Nunca más de 1955 queera de una u otra manera un juicio sobre lo ocurrido. Destapaba las verdades ocluidas. Su escrito se basaba en que estaba legitimado -o lo daba por sentado- por la “idoneidad” no solo de quienes estaban y habían participado de las comisiones sino de quienes los habían elegido para participar de las mismas.

            Se trataba de un libro que por su estructura parecía menos propicio para una lectura atenta y profunda y más para un decálogo de ítems que permitirían participar en un debate contra un enemigo designado de antemano. El libro exponía temas, enumeraba calificaciones, describía corrupciones que no importaba conocer con precisión ni en profundidad, sino que en tanto enunciación se denunciabay confirmaba aquello que los sectores opositores al peronismo afirmaban. Habría de constuirse en la biblia de los grupos que seguirían considerando a la Revolución Libertadora como la redención de todos los males. Un libro que justificaba enunciativamente todo lo actuado.

            El redactor oficial fue Julio Noécon la colaboración de JuliánDuprat y Juan O. De Tomas. La aprobación y supervisión final del trabajo quedó en manos de un triunvirato con representantes de las distintas fuerzas militarespresidido por el propio Leonardo McLean de la Marina, el general de brigada Luis Rodolfo González y el brigadier mayor Federico Ruizasí como con la colaboración civil de Rodolfo Medina.

            El objetivo era realizar, teóricamente, una síntesis de lo actuado en las Comisiones investigadoras. Sin embargo, y a pesar de la marcialidad de sus anuncios,hicieron explícitas sus opciones en el armado del relato al que introducían la recuperación de testimonios -cuyo criterio de selección desconocemos- y fundamentalmente trabajar sobre las conclusiones de las propias Comisiones. El relato, entonces, se basó más en las conclusiones de las Comisiones que en los “hechos” presentados como pruebas. Al comparar con los dichos en las versiones utilizadas como “pruebas”, la distancia entre una y otra resultan importantes, ya que descontextualizados, muchos de los dichos están connotados de manera diferente. También el uso de materiales apócrifos por parte del peronismo, reconocidos por los propios autores del Libro Negro y la sugerencia (casi obvia) de que Perón, síntesis de todos los males, era quien las había dicho y puesto en práctica, era una reafirmación de la naturaleza perversa de ese movimiento. De esta manera, muchos de esos temas no podían ser pensados ni analizados más que para comprender esa condición que ratificaba aquello naturalmente propio de este y casi preexistente. A su vez, si bien las Comisiones arrojaban un cúmulo de anotaciones y conclusiones sobre materiales de la gestión,  las declaraciones, tal como fue denunciado entonces, en muchos casos tuvieron lugar bajo condiciones de apremio o en situaciones que al menos podríanpensarse dudosas. Nunca queda claro si quien habla y afirma es la Comisión o es el testimoniante. El uso de las comillas remite a ambos.

            Finalmente: el Librofue ordenado en doce capítulos que pretendían responder a una estructura cuasi jurídica, ya que no hay juicio si no hay sobre quien realizarlo. Los primeros capítulos entonces dan cuenta de quiénes llevaron adelante e impulsaron la tiranía; así transitamos los capítulos sobre Perón, “la Señora”, el partido y los legisladores. En segundo lugar, cómo y cuáles fueron los instrumentos que permitieron (casi) la instalación de un régimen totalitario: los medios de propaganda y de divulgación, la complicidad de la Justicia, la política interior, así como la política social y económica, la educación y la cultura aparecen en conjunto como las herramientas más sobresalientes de los dichos de las Comisiones. En tercer lugar, se presentaron los capítulos que planteaban los problemas, delitos y/o excesos que habrían tenido lugar y que reforzaban los enunciados del sentido común antiperonista, donde no hay novedades sino divulgación de aquello que ya se presuponía y solo era necesario constatar. La enunciación asertiva es aquello que sustituye a la prueba. La evidencia no es el resultado final de un proceso, sino aquello que lo precede mediante la presentación de una certidumbre que se impone. Es así que se enuncian los casos de corrupción como la compra de los ferrocarriles, de Mercedes Benz, de los televisores, de la producción agrícola y el IAPI, la construcción del gasoducto de Comodoro Rivadavia, el caso Richter, el aeropuerto de Ezeiza entre otros negociados así como los crímenes y torturas entre ellos la muerte dudosa de Juan Duarte, los incendios del Jockey Club, de las sedes de los partidos políticos, la quema de la bandera argentina del 11 de junio y de los templos del 16 de Junio.  Por último,en cuarto lugar y casi como la conclusión lógica del libro,las sentencias y fallos de la justicia en los casos anteriormente analizados.

            El Libro Negro de la Segunda Tiranía a lo largo de sus 316 páginas y sus múltiples ediciones ofrecía un discurso difamatorio, a la vez que se presentaba como un texto de sustentación y legitimación de un acontecimiento político institucional de primera magnitud. La profusión calificadora, proliferativa y redundante rebosaba de una rica imaginación injuriosa, que sustituía a la contundencia que tendría la materialidad de pruebas efectivas de aquello que se trataba de señalar.  En el texto adquirieron señalada contundencia en este sentido las denominaciones referidas a la persona de Juan Perón. Aparecían más de cuarenta maneras diferentes de adjetivarlo negativamente y caracterizarlo solo en las primeras veinte páginas sin mencionar las comparacionescasi obvias con Rosas, Hitler, Mussolini y los regímenes comunistas.

            El resultado de tal operación discursiva, entre los intersticios de una puesta en escena acusatoria con pretensión de fiscalía instructora establece, en el contexto de una acción política de instalación de una nueva configuración de poder sociopolítico, la indicación, el señalamiento de un objeto adversativo. Es la configuración adversativa de ese objeto aquello que se trata de establecer en forma naturalizada. Quien se encuentra en condiciones de afinidad con dicho discurso podrá establecer con él una articulación fluida. Quien se vea acusado como perteneciente al objeto de la hostilidad, se verá reducido al silencio por la fuerza de las palabras enunciadas en el marco performativo de la nueva configuración de poder.

            Por último, tales configuraciones se vuelven inmanentes a las prácticas sociales y adoptan una condición de inadvertencia, de modo que hablantes corrientes, analistas e incluso intelectuales dan por supuesta una organización de la experiencia exenta de escrutinio. La operación política que procuraba purificar a la Argentina de una experiencia que no debería haber tenido lugar -y cuya fuerza radicaba en la forma de hablar- nutrió a la hegemonía antiperonista con un lenguaje instructivo acerca de la forma de situarse frente al pasado histórico y a su vez ante las nuevas coyunturas políticas.

Referencias:

Libro negro de la segunda tiranía. Córdoba, Talleres Gráficos Patria, 1958. (versión utilizada).

Ferreyra, Silvana. El peronismo denunciado. Antiperonismo, corrupción y comisiones investigadoras durante el golpe de 1955. Buenos Aires.Eudem-GEU, 2018. Vol.2 de la Colección La Argentina peronista.

Berrotarán, Patricia y Kaufman, Alejandro. “La construcción de la tiranía: el Libro Negro”, en M.T. Bonet y C. Ciappina (comps.) Representaciones, discurso y comunicación. El peronismo, 1945- 1973. La Plata, EDULP, 2014.

Spinelli, María Estela.Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la “revolución libertadora”, Buenos Aires, Biblos, 2005.

Julio Melón Pirro. El peronismo después del peronismo. Resistencia, sindicalismo y política luego del 55. Bueno Aires, Siglo XXI, 2009

Patricia Berrotarán