Cooke presentó este texto en el Congreso de la Liberación Nacional celebrado entre el 15 y el 17 de diciembre de 1959 en el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación. El Congreso se realizó a instancias de Vicente Trípoli, secretario ejecutivo de la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz, institución promotora del Congreso.

Trípoli mantenía una relación continua con Cooke a través de López Forastier y Alicia Eguren formaba parte de las iniciativas de la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz. El trabajo será conocido como La lucha por la liberación nacional, cuyos acápites son: La cuestión nacional; El carácter revolucionario de la lucha; Los partidos políticos como tales están excluidos del Frente de Liberación; La composición del Frente de Liberación Nacional no puede ser un acuerdo de partidos; El Reformismo; El peronismo y el frente de liberación; La clase trabajadora; Los estudiantes; La cuestión del ejército; El programa revolucionario.

            Para Galasso “este ensayo muestra a Cooke en momentos de replanteo ideológico. Su nacionalismo revolucionario encuentra ahora bases firmes cuando reconoce al mundo dividido en países opresores y países oprimidos, así como cuando liga la Liberación Nacional a la lucha de clases y postula un frente de todos los sectores oprimidos donde el eje central está constituido por los trabajadores. Al enlazar cuestión nacional y cuestión social avanza su pensamiento madurando hacia posiciones socialistas” (Galasso, 1997).

Para Valeria Caruso esta intervención marcó un quiebre en el discurso, iniciando una nueva etapa en sus reflexiones y escritos: “Allí, por primera vez, enunció una formula discursiva que se repetirá en sus escritos posteriores: ‘la liberación nacional y la revolución social no son dos asuntos independientes o paralelos, sino un solo problema indivisible’.” (Caruso, 2017)

Resulta importante detenerse en el contexto en el que se produjo ese desplazamiento y anudamiento de las problemáticas de tipo nacional y social. Avanzado el gobierno de Frondizi, roto el pacto con el peronismo, definido el plan de estabilización de Alsogaray y en aumento las acciones represivas se produjo la confluencia entre peronistas, comunistas y grupos de ex frondicistas, como fue el caso del núcleo encabezado por Ismael Viñas. Producto de esa convergencia surgió una publicación que reflejaba las posiciones de la alianza, que constituyó un antecedente inmediato del texto bajo análisis.  El semanario Soluciones salió a la calle en octubre de 1959. Lo hizo enarbolando un programa concreto definido en torno a unos ejes: a) defensa de nuestra economía (explotación estatal de las principales riquezas, desconocimiento de los contratos petroleros y de electricidad, contra el gran latifundio, rechazo del Plan del FMI y diversificación del comercio exterior, reforma agraria que apuntale la industrialización, control estatal del comercio exterior y comercio con todos los países. b) defensa de los intereses de los trabajadores y el pueblo: respeto a las conquistas, medidas de emergencia contra la carestía, reconocimiento de la voluntad obrera en los sindicatos y en la central única, derecho de huelga. c) defensa de las libertades democráticas: derogación de leyes represivas, legalidad a todos los partidos políticos, campañas por libertad de expresión, de los presos, levantamiento del E de Sitio, democratización del aparato de represión del E, retorno de las FFAA a su misión específica, supresión de las secciones política y especial de la policía. d) defensa de la cultura nacional: defensa de la conciencia nacional contra la penetración imperialista corrosiva y deformante (y sigue sobre educación, universidad y laicismo). e) política exterior independiente y pacifista (denuncia de pactos militares, anular bases extranjeras, contra ramas nucleares y solidaridad con pueblos coloniales) (Soluciones, Número 1. octubre de 1959).

En ese número Cooke escribió: “Los grupos que han de encabezar la liberación nacional deben ir uniendo sus esfuerzos, construyendo el programa que destierre los sectarismos y contenga las reivindicaciones que aseguren la justa distribución de la riqueza, una auténtica democracia y la liberación frente al imperialismo” (Soluciones. Número 1. 8 de octubre de 1959).

Otro campo de convergencia fue el que se produjo en el ámbito gremial. Resulta importante tener en cuenta las relaciones que Cooke había establecido en el ámbito del movimiento obrero organizado mientras se desempeñaba como Delegado de Perón. Desde allí había seguido y promovido, en diversas circunstancias, las vinculaciones entre peronistas, trotskistas y comunistas. En ese momento, aunque tenía antecedentes de encuentros realizados desde el mes de junio, el Movimiento Obrero Unificado celebró su Primer Plenario el 6 de noviembre de 1959. La “Mesa de Enlace” definió la Presidencia Honoraria para “los 121 presos y confinados” por obra del gobierno de Frondizi. En lo concreto el acuerdo incluía que la conducción del M.O.U. fuera ejercida de manera paritaria por una “Mesa de Dirección” integrada por dos representantes por cada una de las tres agrupaciones político-sindicales -“62”, MUCS e “Independientes” que se unían. Ese acuerdo político-sindical se reflejaba en un programa conocido como los “13 puntos”, cuyas demandas incluían el fin de las proscripciones, el levantamiento del Estado de Sitio y el fin de la desnacionalización de la economía, la implementación de una política de reforma agraria y la devolución de la CGT a los trabajadores. Como veremos muchos de estos elementos aparecen en el discurso de Cooke en el Congreso de la Liberación Nacional.

             Consideremos el texto. La intervención comienza con una constatación y un llamado: “Un clima de rebeldías individuales puede durar indefinidamente sin afectar al régimen que las provoca. Solamente cuando la rebeldía está coordinada y encauzada en un movimiento de liberación adquiere la eficacia necesaria para luchar con éxito”. Luego señalaba que “todo planteo para la lucha debe partir del conocimiento de nuestra situación de país semicolonial” y “cualquier política de Liberación debe ser, por sobre todo, antiimperialista”. Consideraba que “la oligarquía nativa es un subproducto que solamente será eliminado cuando se liquide la influencia del imperialismo”. Por tal motivo “la lucha, entonces, es de liberación nacional, para libertad al país y alcanzar su triunfo definitivo en el momento aún muy lejano, en que América Latina constituya una unidad real y libre de la opresión de las grandes potencias”.

           Descartaba que la división del mundo sea entre occidente y oriente después de señalar las acciones de propaganda que afirman esa perspectiva, y señalaba que “los pueblos han alcanzado ya un alto grado de madurez y saben que la única división mundial auténtica en este siglo es la de países oprimidos y países opresores. Las masas latinoamericanas no pueden hacer causa común con los verdugos, porque ellas también están en la lista de las víctimas”.

Luego definía al peronismo histórico como un antiimperialismo práctico, que “no solo fue la primera realización amplia en el terreno práctico, sino que terminó con la servidumbre intelectual”. Así, “las enseñanzas de los maestros, como Scalabrini Ortiz, se incorporaron al lenguaje y a los objetivos del Pueblo”.  Ello se sostuvo en “la composición social del peronismo [que] dio la única base posible para la lucha efectiva: el proletariado y los trabajadores del campo”.

“La lucha por la liberación parte, entonces, de la determinación del enemigo real: el imperialismo, que actúa a través de la oligarquía nativa y de los engranajes políticos, económicos y culturales a su servicio”. Y cerrando el párrafo enunciaba y subrayaba el nudo de la problemática: “En primer plano aparecen, indisolublemente unidas, la cuestión nacional y la cuestión social. Una no puede resolver sin la otra”.

            Pasaba luego a considerar el “carácter revolucionario de la lucha”, señalando que el objetivo es terminar con “la dominación imperialista” planteando que “no otra puede ser la conclusión después de desarrollarse el temario del Congreso para la Liberación Nacional”.

            Para Cooke “la primera línea de defensa de  la casta dominante está ubicada en el sistema del 53, que otorga libertades políticas a cambio del respeto por la organización que permite el mantenimiento de las desigualdades sociales”. Siguió el razonamiento sobre el liberalismo y señala que “en los países coloniales, como la República Argentina, donde un alto porcentaje del producido nacional se desvía hacia las capitales financieras, el régimen liberal sólo sirve a la oligarquía, cuyo enriquecimiento es resultado de su comunidad de intereses con el imperialismo, mientras el país y el pueblo se empobrecen”. Luego de señalar la contradicción entre liberalismo y democracia en la elite, estableció que “no pueden coexistir pacíficamente un movimiento de liberación nacional y las instituciones liberales, que son una estructura jurídica que protege un sistema determinado de organización económica para beneficio del capitalismo extranjero y nativo”.  El liberalismo argentino para Cooke debía ser reemplazado: “La oligarquía, apoyada en instituciones superadas por las circunstancias históricas, impone una tiranía que debe ser derribada junto con todas sus estructuras. La lucha de liberación es, por lo tanto, revolucionaria, así como nacional y social”.

            Cooke colocaba a los partidos políticos como parte de la estructura que resulta deseable reemplazar. Son “rebeldes tolerados”, “son amorfos, vacíos de contenido…son el producto de cien años de deformación colonial, en cuya órbita giran dócilmente”. Por tal motivo para él el Frente Frente de Liberación Nacional (FLN) no puede ser un acuerdo de partidos. En eso se diferenciaba de los planteos comunistas sobre la necesidad de un “gobierno de coalición democrática”, repetidos desde hacía tiempo por algunos de sus dirigentes.

            Planteaba un cambio de estructuras “donde la clase trabajadora tenga participación directa en las decisiones de gobierno”. Luego de reivindicar el pasado del peronismo (“mayores salarios visibles e invisibles, mejores condiciones de trabajo” y “una transferencia del poder social hacia los grupos inferiores de la escala social capitalista”) señalaba que “la coyuntura actual indica que el programa no puede limitarse a una restauración de esas conquistas, sino que debe instaurar un nuevo orden social que supere al de la Constitución de 1853 y también al de la Constitución de 1949”. Aclaraba: “Eso no implica, como podría deducirse apresuradamente, que el Frente de Liberación Nacional constituya una superación del Peronismo. Por el contrario, el Peronismo es la parte insustituible y fundamental del Movimiento”. Era concluyente: “el programa revolucionario de 1945 no puede ser el programa revolucionario de 1960, ni los métodos operativos tampoco los mismos”.

            Al considerar el lugar de la clase trabajadora en ese proceso Cooke afirmaba que “debe partirse del hecho concreto de que la lucha de clases existe y no se trata, como sostiene la reacción, de un invento comunista. El marxismo ha analizado el problema pero no lo ha creado, porque la lucha de clases no es una teoría sino un hecho…algo concreto, resultante de la estructura económica…Hay que ir a la modificación de la estructura que provoca la lucha de clases. Esto no es un planteo comunista, sino un planteo real del problema nacional. Dentro de las actuales estructuras no hay posibilidad de emancipación. Los terratenientes dependen de los intereses de Gran Bretaña. La burguesía industrial, en su mayor parte, está subordinada o deseando subordinarse al imperialismo y se apoya en él para acentuar su predominio interno…LA LIBERACION NACIONAL Y LA REVOLUCION SOCIAL NO SON DOS ASUNTOS INDEPENDIENTES O PARALELOS, SINO UN SOLO PROBLEMA INDIVISIBLE”. En este acápite citaba los 13 puntos del M.O.U. como muestra de la “responsabilidad frente al drama del país” del movimiento obrero argentino, lo que evidencia las vinculaciones y coincidencias con ese posicionamiento.

            Luego descartaba la fórmula comunista señalando que “el estado económico de nuestro país rechaza como utópica la dictadura del proletariado”. Y siguiendo las líneas de  un viejo intercambio con Jauretche señalaba: “Reducirse a la clase trabajadora sería asegurar la derrota del Frente de Liberación, reducirlo y parcializarlo en concesión a planteos teóricos o a infantilismos revolucionarios”. Los trabajadores del campo, los trabajadores del campo, los estudiantes, la pequeña burguesía y la parte de la burguesía industrial no dependiente del imperialismo, son parte del Frente de Liberación. El proletariado tendrá el “papel fundamental como clase combativa y cohesionada, será el eje sobre el que se apoyarán todas las fuerzas nacionales, la primera avanzada y el último baluarte de las reivindicaciones nacionales”.

            Cooke dedicaba un punto a la cuestión militar. En la misma descartaba el golpismo y señalaba la importancia que el “sector con sentido nacional” integre en algún momento el Frente de Liberación Nacional, aunque no abrigaba muchas esperanzas en ese sentido ya que “sobre el pueblo recaerá el peso de la liberación, donde el Peronismo y la clase obrera tomarán decididamente el papel que les asigna la Historia. El pueblo será también el que cumpla el programa revolucionario, antes y después de tomar el poder, sabiendo que será el beneficiario directo de los progresos y participante directo de la planificación y en la conducción del gobierno”. Luego planteaba una política de nacionalizaciones, el desarrollo industrial independiente, una reforma agraria, la política de Tercera Posición, solidaria con los “pueblos oprimidos de todo el mundo y mantenernos alejados de los bloques alineados para la guerra fría o la guerra caliente”.

Concluía sus palabras con esta afirmación: “La revolución del Frente de Liberación Nacional es por su esencia humanista, porque entronca con las más puras tradiciones de la Patria, porque concibe a la Nación y a Latinoamérica viviendo en total soberanía y porque concibe un hombre libre en una tierra libre”

El escrito de Cooke guardaba relación con ideas y debates previos en el seno del peronismo durante el período de la “resistencia”, con los enunciados del Programa de La Falda y los 13 puntos del Movimiento Obrero Unificado, así como con los postulados enunciados recientemente en la salida de la publicación Soluciones. También, con una iniciativa que estaba en pleno desarrollo vinculada a la constitución de un grupo armado en el Norte argentino: Uturuncos. Esa organización se nutrió de componentes de los viejos comandos de la resistencia, recibió apoyó teórico de Abraham Guillén (enviado por Cooke) y apoyo desde Buenos Aires por parte de miembros de la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz.

Cooke, estando en Montevideo, se concentraría en la redacción de la ampliación de la última parte de la intervención, en lo referido al programa. Prometió a Trípoli el envío del material para su publicación y difusión, lo que no llegó a concretarse, quedando los borradores entre sus papeles de trabajo.

La pieza que glosamos fue difundida en los Cuadernos de la Fundación Raúl Scalabrini Ortiz. Luego será reeditado con ese nombre (y agregando otras piezas posteriores) por Ediciones Papiro en el año 1971. En esa oportunidad los editores consignaron: “Trabajo leído en el Congreso de la Liberación Nacional realizado en Buenos Aires en noviembre de 1959(sic)” sin aclarar la existencia de la edición previa de la FRSO.

Referencias:

Caruso, Valeria. La forja de la izquierda peronista como cultura política a través de la trayectoria de John W. Cooke. En Páginas. Revista digital de la Escuela de Historia. Vol. 9. 20. 2017.

Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Bs. As. Planeta, 1993.

Galasso, Norberto. John W. Cooke. De Perón al Che. Rosario, Homo Sapiens, 1997.

Goldar, Ernesto. John W. Cooke y el peronismo revolucionario. Buenos Aires, CEAL, 1985.

Mazzeo, Miguel. El hereje. Notas sobre John W. Cooke. Buenos Aires, El Colectivo, 2016.

Pulfer, Darío. Vicente Trípoli, el Congreso de la Liberación Nacional y un escrito de Cooke. Buenos Aires, Peronlibros, 2019.

Tortti,  María C. Soluciones. Una experiencia de acercamiento entre el peronismo y la izquierda en la campaña por el voto en blanco en 1960. Buenos Aires, 2010.

Darío Pulfer