Alrededor de los años en que la huelga petrolera de 1968 tuvo su impacto se habló de ella como “el hecho decisivo” de la segunda mitad de 1968 (Carri, 1971: 168-170), y como el acontecimiento que rompió una etapa de pasividad que había comenzado con el golpe de Estado de 1966 (Echagüe, 1971: 105). De alguna manera, fue uno de los grandes conflictos anteriores al Cordobazo, si no el mayor, antes de que aquella pueblada cambiara todas las formas de percibir la conflictividad sindical.

            El origen de la medida de fuerza podría rastrearse en los orígenes del gobierno militar de Onganía, que estableció la necesidad de una reestructuración del Estado. En el sector petrolero, el plan de reducción del déficit en YPF fue presentado a mediados de 1967, a través de un anteproyecto de ley de hidrocarburos, que volvía a permitir la explotación privada, y otras medidas con espíritu privatizador. A la inquietud por la posible privatización de YPF se sumaron tres medidas que afectaban directamente a los petroleros platenses. El gobierno militar resolvió dejar de considerar insalubres las tareas de la Destilería y elevó la jornada de 6 a 8 horas diarias (sumando a los petroleros a la racionalización que había emprendido en los sectores portuario y ferroviario, en 1966 y 1967 respectivamente). Luegoseagrególa reforma jubilatoria que afectó al personal embarcado, afiliado al sindicato Flota Petrolera (excluido del régimen de jubilación preferencial para tareas insalubres, riesgosas o penosas). Finalmente,  se añadieron las inquietudes del Sindicato Taller Naval por las cesantías posibles a partir del cierre de algunos sectores de los talleres y el cambio de funciones del personal.

            Varios sindicatos dentro de la Federación de Petroleros solicitaron un Congreso para que todo el gremio decidiera como combatir esas medidas. Sin embargo, el secretario general petrolero, Adolfo Cavalli, del sector negociador de la CGT Azopardo, favoreció la realización de gestiones con el gobierno militar. Al margen de esas gestiones en la Federación, cada uno de los sindicatos directamente afectados (Destilería, Flota y Taller Naval) realizaron asambleas desde el 20 de septiembre de 1968, y cuando el miércoles 25 de septiembre YPF hizo pública la resolución de aumento de la jornada laboral, de inmediato los trabajadores comenzaron un cese de actividades por tiempo indeterminado; el personal de la Flota, que se encontraba embarcado en el momento de declaración de la huelga, se sumó a la misma al volver al puerto. Con esta medida de los tres sindicatos quedaron paralizadas todas las instalacionesde la destilería más importante de América Latina, que procesaba nada menos que el 60% de crudo de toda la Argentina. La cantidad detrabajadores que se sumaron a la huelga fue de unos siete mil.

            La federación petrolera logró circunscribir el conflicto a Ensenada, y que no se exprese de inmediato el apoyo de otros petroleros del país. El gobierno militar canceló las personerías gremiales de los sindicatos Destilería y Flota (Taller Naval no contaba con personería), y circularon versiones de que el personal sería movilizado militarmente. Ante la disciplina de los huelguistas el gobierno decidió “operar” la planta de YPF con personal superior, de maestranza, marinos, jubilados reincorporados, y comenzó a tomar personal nuevo. Las filiales platenses, que estaban adheridas a la CGT de los Argentinos, buscaron junto con aquella central sindical que el conflicto se extendiera a todas las filiales petroleras del país.

            La huelga se prolongó por dos meses, de septiembre a noviembre de 1968. Para hacerla posible se generó una fuerte organización, desde sus primeros días.  Los dirigentes sindicales de Destilería, Taller Naval y Flota, conformaron un Comité Zonal de Huelga. Desde allí coordinaron la medida de fuerza: habilitaron una sede donde se retiraban bonos para adquirir alimentos, instruían a quienes eran apresados a firmar en disconformidad ante la policía, llamaban a reprimir a los carneros, distribuyeron medicamentos conseguidos por estudiantes platenses de medicina, e informaban sobre la marcha general del conflicto a través del Boletín de Huelga, que tiraba cuatro mil copias y era fundamental para desmentir las versiones oficiales y de la prensa comercial (se comunicaban las adhesiones de los petroleros del interior del país, se dejaba en claro la mentira del “normal” funcionamiento de la planta, porque ellos eran irremplazables en sus funciones, y que el personal superior y los carneros no sólo perjudicaban la lucha de los huelguistas, sino que ponían en peligro el patrimonio nacional, el valor de YPF).

            Además de la organización, la huelga fue sostenida por dos tipos de solidaridades. En primer lugar, las colaboraciones que recibieron desde los más variados actores sociales y políticos. Los trabajadores en huelga desarrollaron tareas en otras fábricas de la zona y recibieron ayudas de peñas peronistas, agrupaciones políticas, estudiantiles, religiosas, comerciantes y de vecinos de los barrios cercanos a la Destilería, así como sumas de dinero que juntaban trabajadores de diversas actividades. Posteriormente se conformó una Comisión de Finanzas para la venta de Bonos de Solidaridad. También recibieron apoyos de trabajadores de otras ramas, que en su manifestación mostraba como se entremezclaba la imprescindibilidad de los petroleros en sus tareas, el rechazo a los rompehuelgas y la solidaridad intersindical. Las colaboraciones se materializaron a pesar de la represión policial, que prohibía reuniones y actos de solidaridad con los huelguistas, los cuales debieron persistir en la clandestinidad. La relación entre el trabajador y el barrio se consolidó durante todos estos días de la huelga, donde el trabajador-vecino encontró solidaridades variadas, organizadas para sostener la medida de fuerza, en las ciudades de La Plata, Berisso y Ensenada. Otro puntal importante fue la Comisión Petrolera Femenina, que desarrolló una gran actividad asistencial, acompañaba en la lucha contra los carneros, y a través suyo se canalizaba la solidaridad social hacia los huelguistas por parte de comerciantes, profesionales, industriales y demás actores sociales de la zona.

            En segundo lugar, cabe mencionar las solidaridades sindicales que los huelguistas buscaron en las otras filiales petroleras en todo el país. La regional Mendoza apoyó la medida, pero tuvo que dar marcha atrás por presiones del ministerio de Trabajo. En Comodoro Rivadavia apoyaron con un paro que duró tres días, con movilizaciones reprimidas, y que fue levantado por la amenaza de movilizar militarmente a los petroleros locales. Al margen de estas dos filiales, de las más importantes, junto con Ensenada, no se logró romper el cerco impuesto por Cavalli; la resistencia no se extendió a Santa Cruz, ni a otras zonas del sur del país (donde denunciaban persecuciones policiales a los que se movían buscando solidaridad con los obreros platenses). Por otro lado, tampoco Cavalli resultaba exitoso en sus intentos de llegar a una solución y levantar la huelga.

            Tras semanas de gestiones, sin solucionar los pedidos de los huelguistas, éstos resolvieron en asambleas en cada uno de los tres sindicatos, el 17 de noviembre de 1968, seguir con la medida. Ante la persistencia del conflicto, el gobierno militar resolvió realizarmayores cesantías de trabajadores, día por día. Cuando llegaron a 1500 cesanteados, YPF anunció que con el personal que se había ido reincorporando (menos de 3000), durante el fin de semana del 23 y 24 de noviembre, el conflicto había quedado resuelto. Ante esta situación, el Comité de Huelga resolvió declarar extinguida la medida de fuerza. El gobierno emergió triunfante, y los sectores combativos involucrados en el conflicto se avocaron a un examen de lo sucedido. Una huelga originada en una protesta contra el aumento de la jornada laboral, que pronto se asumió contra la política petrolera del gobierno militar, y contra la dirección nacional del sindicato, dejaba aprendizajes. Uno de ellos fue la necesidad de buscar nuevas formas de lucha; esa sería la clave para los sectores sindicales y políticos combativos en su búsqueda de fortalecer la corriente del “sindicalismo de liberación”.

Referencias:

Carri, Roberto. “Sindicalismo de participación, sindicalismo de liberación”, en Ceresole, Norberto (coord.), Argentina: Estado y Liberación Nacional, Buenos Aires, Organización Editorial, 1971.También en Carri, Roberto (2015) Obras completas, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, Vol. 2.

Dawyd, Darío.“La ‘huelga santa’ de los petroleros de Ensenada. Petróleo, peronismo y política en el 68 argentino”, en Basualdo, Victoria (coord.), La clase trabajadora en la Argentina del siglo XX: experiencias de lucha y organización, Buenos Aires, Cara o Ceca, 2011.

Dawyd, Darío. “De la CGT de los Argentinos a la huelga petrolera. El 68 obrero y la formación del Sindicalismo de Liberación”, en Lenguita, Paula (dir.) 68 obrero en Argentina y Brasil : 50 años después, CEIL-CONICET, CABA, 2018.

Echagüe, Carlos.Las grandes huelgas, Buenos Aires, CEAL, 1971.

Payo Esper, Mariel Ivonne.La “gran huelga petrolera” de 1968 en Ensenada: Crónica, prácticas y discursos de un conflicto laboral en la Argentina pre-cordobazo, Trabajo final de grado, Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2012.

Darío Dawyd