(Buenos Aires, 1934- Buenos Aires, 2007).
Juan Carlos Portantiero nació en 1934, en el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires, en el seno de una familia de clase media (su padre era gerente de la empresa Electrolux y su madre, ama de casa), que simpatizaba con el socialismo de cuño democrático.
Vivió gran parte de su infancia en Uruguay debido a que su padre fue asignado a Montevideo por parte de su empresa. Al terminar el colegio secundario, ya de regreso en Argentina, ingresó a la Universidad de Buenos Aires como estudiante de abogacía haciendo caso del mandato familiar. Sin otro estímulo que ese, abandonó la carrera rápidamente para mudarse a letras y finalmente recalar en sociología.
Al mismo tiempo, con un grupo de amigos con el que compartía sus primeras charlas sobre política, buscó un lugar para la militancia en los partidos tradicionales de la izquierda argentina. Como producto de ese anhelo, en 1952, llegó a la sede del Partido Comunista (PC) en la calle San Pedrito del barrio de Flores, después de haber probado suerte de manera infructuosa en el Partido Socialista y el Partido Demócrata Progresista.
Se incorporó primero al frente universitario y pasó rápidamente a militar en la Casa de la Cultura (sita en Córdoba y Riobamba) esto debido, como dijera tiempo después, a sus veleidades literarias y culturales. En el PC se vinculó con los dirigentes y militantes del frente cultural donde dio sus primeros pasos colaborando primero en algunas editoriales y algunas revistas literarias para pasar luego, al promediar la década, a ejercer el periodismo cultural y político en los principales órganos de propaganda del partido, como Nuestra Palabra y La Hora. En esas redacciones trabó lazos de camaradería y amistad con jóvenes promesas como Juan Gelman, Roberto “Tito” Cossa y Andrés Rivera, entre otros. Allí conoció también a Rodolfo Ghioldi, uno de los dirigentes más encumbrados del partido y a quien fuera su maestro en el oficio de escribir y su primer referente intelectual, Héctor Pablo Agosti. Se trataba del más importante de los escritores comunistas y a la vez el intelectual más heterodoxo que tenía el partido, quien por esos años era el principal promotor de una renovación cultural y de la apertura hacia horizontes diferentes de los que marcaba la línea oficial. De su mano Portantiero se apartó de las lecturas que propiciaba el PC y así conoció otros lenguajes que lo distanciaron del stalinismo reinante, donde tuvieron un papel protagónico revistas como Il Contemporaneo, Rinascita, Societa y Critica Marxista, a la que Portantiero estaba suscrito a través de una librería italiana del barrio de San Telmo. Así, estas lecturas unidas al gusto por el neorrealismo italiano, que Portantiero compartía con sus jóvenes camaradas, fueron algunas de las fuentes para construir un proyecto de renovación de la cultura comunista. Pero también debe anotarse que de la mano de Agosti, principal difusor de Antonio Gramsci en Argentina, Portantiero experimentó su primer acercamiento al comunista sardo. En efecto, colaboró, por invitación de aquél, en el equipo que tuvo a su cargo la traducción y los estudios preliminares de la obra del marxista italiano, que luego sería publicada por la editorial Lautaro ligada al PC. Al mismo tiempo, Agosti lo erigió en una suerte de secretario de redacción de Cuadernos de Cultura, la principal revista del área cultural del partido, que también administraba.
Como fruto de esos trabajos, se produjo el encuentro con quien sería uno de sus más grandes amigos y compañero de aventuras intelectuales, el joven José María “Pancho” Aricó, militante de la Federación Juvenil del PC de la ciudad de Córdoba y colaborador en los trabajos de recepción de Gramsci realizados en su provincia. Este vínculo se volvería muy estrecho y sería altamente significativo para la trayectoria futura de Portantiero, al punto de que todas las empresas intelectuales colectivas emprendidas de ahí en adelante, los tendría siempre como compañeros hasta la muerte de Aricó en 1991. Estos años de militancia juvenil y encuentros decisivos se coronaron en el plano de la producción intelectual entrados los años sesenta. En 1961, en efecto, Portantiero editó su primer libro, Realismo y realidad en la literatura argentina, en el que ya se vislumbraban los trazos de lo que podría denominarse una sociología de la literatura y la cultura. Allí, el análisis del campo literario argentino, más específicamente del realismo literario, fue alumbrado por el influjo que dejaban sus recientes lecturas de Antonio Gramsci.
En mayo de 1963 se produjo un acontecimiento aún más decisivo, que significó una inflexión en la trayectoria de Portantiero, poniendo fin a la etapa juvenil de su militancia política y cultural. La fracción cordobesa de la Federación Juvenil Comunista lanzó el primer número de la revista Pasado y Presente, en la que Portantiero colaboraba desde Buenos Aires. Este lanzamiento condensó un proceso de radicalización de las lecturas de la política y la historia del país, que se venía incubando desde los años previos en un grupo de jóvenes militantes del partido y que tenía a la obra de Gramsci como su principal puntal para el combate. La publicación marcó el comienzo del fin de la relación de Portantiero, y de muchos otros, con las líneas directrices de los partidos tradicionales de la izquierda argentina respecto de las estrategias para llevar a cabo una política que propiciara un enlace entre intelectuales, partido y clase obrera.
El grupo de Pasado y Presente cuestionaba el canon marxista-leninista y la suscripción absoluta del partido a las directivas de la URSS, sostenidos por la cúpula del PC, anteponiendo a ello un marxismo inspirado en Gramsci que reivindicaba una lectura diferente de la relación intelectuales/masa y que pregonaba una matriz heterogénea para el combate político. Otro elemento característico de esa nueva generación fue el optimismo respecto del futuro latinoamericano que había contribuido a despertar la reciente Revolución Cubana, que Portantiero conoció de primera mano al visitar la isla en los primeros años de esa experiencia.
Por otra parte, la publicación inspirada en la senda abierta por la revista Contorno, enarbolaba una relectura de la adhesión de la clase obrera al peronismo. En la nueva interpretación del fenómeno peronista, la clase trabajadora ya no era caracterizada como una masa en disponibilidad manipulada por un líder demagógico –visión sostenida por la cúpula del PC y por la naciente “sociología científica”– sino como una clase con conciencia de sus intereses. De esta manera, la fracción integrada por Portantiero se inscribía en un fenómeno más amplio de renovación intelectual y política que, protagonizado por las nuevas generaciones, tenía lugar dentro del campo de la izquierda argentina. En este sentido, debe señalarse que esa generación poco a poco pasó del antiperonismo más cerrado al apoyo expreso al peronismo en algunos casos, y, en otros, a un reconocimiento de su importancia, aunque manteniendo cierta distancia y cautela.
Como sea, la reacción en el PC frente a la avanzada juvenil encabezada por los jóvenes de Pasado y Presente fue inmediata y determinó la expulsión del partido de todo el grupo editorial y de los colaboradores de la revista. El alejamiento llevó a la formación de un efímero grupo político llamado Vanguardia Revolucionaria en el que Portantiero se erigió como su principal referente, la agrupación editó un único número de sus sendos órganos de difusión, primero la revista Táctica en 1964, y un año después, Nueva Política. Este último periódico expresaba ya desde su título el modo en el que la nueva generación de políticos e intelectuales de izquierda se colocaba frente a los partidos tradicionales y a los nuevos acontecimientos de la escena nacional e internacional.
De manera paralela a estos nuevos derroteros, después de un punto muerto algo prolongado, Portantiero retomó sus estudios universitarios, ya en la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires-UBA, en la que obtuvo su licenciatura en 1966. Este hecho marcó otro jalón en el proceso de clausura de su itinerario juvenil. En efecto, ya como sociólogo y en medio de un panorama político fuertemente convulsionado como consecuencia de otro golpe militar en el país, comenzó su trabajo en la docencia universitaria y la investigación. Como docente, se desempeñó en la asignatura de Sociología Sistemática de la Carrera de Sociología, primero como ayudante y luego, desde 1970, como profesor adjunto. En el plano de la investigación a instancias de Miguel Murmis se incorporó a su equipo de investigación en el instituto Di Tella, espacio en el que se refugiaron muchos investigadores que habían sido desplazados por la dictadura de Ongania. El fruto de esa colaboración se vió rápidamente materializado. En efecto, en forma de documento de trabajo se publicó en 1968 Crecimiento industrial y alianza de clasesen Argentina (1930-1940), y, al año siguiente, El movimiento obrero en los orígenes del peronismo. Estos textos tomaron la forma de libro dos años más tarde por iniciativa de Aricó quien comandaba la editorial Siglo XXI. Así, en 1971 se editó el que quizá deba ser considerado como el más influyente trabajo académico sobre el peronismo realizado en Argentina, Estudios sobre los orígenes del peronismo, de Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero. El libro marcó una época y con el tiempo se convirtió en un clásico que en la actualidad ya lleva más de diez ediciones.
Referencias:
Camarero, Hernán: Juan Carlos Portantiero. (1934-2007) Obituario. Prismas. Volumen 11. Numero 2. Universidad Nacional de Quilmes. 2007.
Casco, José María: La persistente vocacional intelectual de la sociología Argentina. Nómadas. Numero 27. Universidad Central. Colombia. Octubre de 2007.
Casco, José María: Los años juveniles de Juan Carlos Portantiero (1952-1963). Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad. Volumen 26. Numero 76. Septiembre- diciembre de 2019.
Lanzaro, Jorge: El intelectual y la política. Revista uruguaya de Ciencia Política. Volumen 16. Numero 1. Montevideo. Diciembre de 2007.
Sanguinetti, Fabrizio. ¿Por qué Juan Carlos Portantiero? Página 12. 20 de diciembre de 2008.
José María Casco.