La irrupción del peronismo y su posterior derrocamiento implicaron un punto de inflexión en la política argentina en general y en las izquierdas en particular. En ese marco tuvo lugar la emergencia de una serie de empresas político-culturales frente a las cualesno hay consenso acerca de su denominación, pero  que  se definentanto por su apoyo –más o menos- crítico al peronismo, como por su recusación a las izquierdas tradicionales por su carácter antinacional. No menor es la discusión sobre su integración en la cual se advierte la confluencia de trotskistas y comunistas y, en menor medida, de socialistas, radicales y/o peronistas. Generalmentese organizaron en torno a publicaciones periódicas y funcionaron como formaciones intelectuales, que solo en algunos casos alcanzaron una organización política y/o partidaria.

            Tras el golpe de 1955 algunos representantes de la que por entonces se empezó a (auto) denominar “izquierda nacional” colaboraron en la publicidad de la misma por medio de la publicación de una serie de obrasquehabilitaron el proceso de apertura hacia lo nacional de las izquierdas e introdujeron una lectura peculiar de la historia argentina. Nos referimos a Historia crítica de los partidos políticos argentinos (1956) de Rodolfo Puiggrós, Revolución y contrarrevolución en la Argentina  (1957) de Jorge Abelardo Ramos e Imperialismo y Cultura (1957) de Juan José Hernández Arregui.

            En la primera sobresale el cuestionamiento a las izquierdas tradicionales por su incomprensión de la problemática nacional. En el tomo dedicado al peronismo (1969), ausente en la obra original e inspirado enEl proletariado en la revolución nacional (1958), explicabasus orígenes como producto de la convergencia entre sectores nacionalistas del ejército, sectores antiimperialistas de la burguesía y una clase obrera consciente, renovada y con un singular protagonismo. Cabe destacar que en 1957 Puiggrós publicó en la revista Estrategia de Milcíades Peñaun artículo en el que brindaba una primera interpretación del peronismo: allí eranprotagonistas las limitaciones atribuidas al mismo –el régimen de propiedad intacto y la búsqueda de la conciliación de clases-, así como la noción de la falta de perspectiva histórica de la alianza entre la burguesía y la clase obrera.

            Si bien la crítica a las izquierdas tampoco estuvo ausente en la segunda obra, el protagonismo era parauna síntesis de la historia argentina a la luz de la lucha de la “nación” contra el “imperialismo”, en la que se convierte al peronismoen una etapa más de ese conflicto y se lo caracterizacomo “bonapartismo” en la clave marxista del 18 Brumario. Como se agotó rápidamente, Ramos decidió publicar la última parte por separado, bajo el título Perón, historia de su triunfo y su derrota, donde señalaba tanto su significación histórica progresiva cuanto su carácter bonapartista, caracterizando al partido peronista como una “abstracción burocrática” y condenando su debilidad ideológica.

            La tercera, en cambio,se centró en la producción literaria argentina del siglo XX desde una perspectiva generacional y cuestionando el papel del imperialismo a nivel cultural. Con todo, nos interesaLa formación de la conciencia nacional (1930-1960)(1960), cuyos dos últimos capítulos están dedicados a los alcances y límites del peronismo y a las interpretaciones equívocas del mismo por parte de las izquierdas, no sin advertir acerca del desarrollo de una “izquierda nacional” –y de atribuirse la autoría del término. Todas sus obras fueron, más adelante, bibliografía obligatoria en las “cátedras nacionales” de la carrera de Sociología de la Facultad de Filosofía yLetras de la UBA.

            En torno a 1960 la difusión de las ideas de la izquierda nacional también se vio favorecida por el lanzamiento de editoriales, y de publicaciones periódicas como Columnas del nacionalismo marxista (CNM) (1957),bajo la dirección de Eduardo Astesano –quien tras su militancia comunista profundizó su giro nacionalista, peronista y revisionista-;Política (1958 y 1961), bajo la dirección primero de Jorge Eneas Spilimbergo y luego de Ramos; y El Popular (1960) bajo la dirección de Jorge García Zárate y la impronta de Carlos Strasser. Si en CNMse pronunciaron por la unidad de la clase obrera y el ejército, el nacionalismo de Rosas y el peronismo como nacionalismo popular; en Políticase expresaron prevenciones frente a la identificación de Perón con Rosas, y en El Popularlas primeras diferencias respecto de las posibilidades de transformación en un movimiento político de la izquierda nacional.

            Más allá de los límites que pueden señalarse a las empresas editoriales a modo individual, lo importante es que se articularon con emprendimientos similares (Amerindia, Coyoacán, Pampa y Cielo) y/o cercanos (Peña Lillo, Sudestada). Ramos fue uno de los animadores de Amerindia, por la cual salieronobras no solo de Hernández Arregui y de su propia autoría, sino de Spilimbergo, donde este último diferenciaba entre un nacionalismo “oligárquico” y otro “revolucionario”, relacionando al segundo con el yrigoyenismo y el peronismo en tanto tradiciones populares y nacionales.

            Asimismo, se puede recordar su ascendiente en la colección La Siringa de Arturo Peña Lilloy en el lanzamiento de la editorial Coyoacán. En ambos casos se trató de libros “de bolsillo”–numerados y con una estética común- de Arturo Jauretche, Ernesto Palacio, Fermín Chávez, José María Rosa,Astesanoy del propio Ramos, entre otros. Por Coyoacán,Ángel Perelmandio cuenta de la situación del movimiento obrero antes de la emergencia del peronismo –aunque solo desde 1930- y de su actuación en las jornadas de octubre de 1945, destacando la espontaneidad de las masas y el protagonismo de la clase obrera y de las nuevas organizaciones sindicales, y caracterizando al peronismo como un movimiento nacional revolucionario.Otro tanto puede decirse de Sudestada creada por los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde -discípulos de Hernández Arregui ymilitantes del peronismo revolucionario- con el objeto de difundir ensayos políticos e históricos como los de su propia autoría volcados a la recuperación de la figura de Felipe Varela y con notas originales como el estudio del folclore argentino.Su recuperación de los caudillos del interior y su interpretación de la Guerra del Paraguay generaron importantes polémicas al interior del revisionismo histórico.

            Tanto las publicaciones como las editoriales pueden ser pensadas como espacios de convergencia entre revisionistas, peronistas y ensayistas de izquierdas y reflejan los equívocos a los que por entonces daban lugar el peronismo y la coyuntura histórica.  Más allá de la aspiración de interpelación al gran público, respondieron a las demandas de la juventud -sobre todo la universitaria y/o militante- en proceso de radicalización política y en busca de relatos renovados ante la crisis de legitimidad política. Sin negar ciertas diferencias y rivalidades, es posible afirmar que guardan semejanzas en cuanto a autores, temas y enfoques, así como su importancia para la construcción de una tradición político-ideológica, la circulación de ideas y la formación de círculos de sociabilidad.

            Ahora bien, alrededor de 1960 también empezaron a manifestarse diferencias y rupturas, por caso, en torno a las propuestas de una organización partidaria independiente y de una ubicación necesariamente intraperonista.La brega de Ramos a favor de la primera se concretó con la fundación del Partido Socialista de la Izquierda Nacional en 1962, al que se sumaronNorberto Galasso y militantes universitarios reformistasorientados por Ernesto Laclau; que retomó las banderas del peronismo agregando una cuarta del “socialismo revolucionario”; einició la publicación de la revistaIzquierda Nacional, bajo la dirección de Spilimbergo, donde se buscó delimitar el espacio de la izquierda nacional excluyendo del mismo a Ortega Peña, Duhalde, Puiggrós y Hernández Arregui por peronistas.A partir del intento de Ramos de arrogarse la representación de la izquierda nacional, se perciben reparos en el patrocinio e identificación de Hernández Arregui con la misma. De algún modo, la experiencia efímera de CONDOR (Centros Organizados Nacionales de Orientación Revolucionaria) en 1964, junto con otros intelectuales peronistas y de la izquierda nacional, encarnó su propuesta de creación de centros ideológicos, no partidarios. Otros cultores de la izquierda nacional, como Enrique Rivera y Puiggrós, compartieron su impugnación a la apuesta partidaria de Ramos.

            El  recorrido anterior nos permite hacer una serie de observaciones en torno a su producción. En primer lugar, destacar que se trata de una historia básicamente política, con ensayos de historia cultural y de las ideas (Hernández Arregui), y apelaciones a ciertos antagonismos: nación-imperialismo, pueblo-oligarquía. La crítica a los partidos de las izquierdas tradicionales también estuvo muy difundida (Puiggrós, Ramos, Hernández Arregui, Spilimbergo), aunque deben destacarse las apreciaciones diferentes de los dos primeros respecto del estalinismo y el PC. La crítica contra la historiografía llamada “liberal” u “oficial” fue otro punto de contacto. En principio, la requisitoria se extendió al revisionismo histórico, pero con el tiempo su posición osciló entre los acercamientos acomodaticios y los intentos de superación. A pesar de la operación de recuperación de los caudillos federales, no faltaron las prevenciones frente a Rosas (Ramos, Hernández Arregui) ni la adhesión –más o menos consecuente- al rosismo (Astesano, Ortega Peña, Duhalde). En general, los realineamientos políticos no conllevaron giros historiográficos inmediatos (Puiggrós, Laclau, Galasso), aunque tampoco faltaron excepciones (Astesano, Ortega Peña y Duhalde). La distinción entre un nacionalismo revolucionario y otro reaccionario ocupó también su atención (Hernández Arregui, Spilimbergo, Galasso). Por último, cabe resaltar sus interpretaciones del primer peronismo que fueron desde la caracterización como un bonapartismo burgués (grupo de Ramos, Rivera), o como un movimiento nacional y revolucionario (Puiggrós) o una creación de la clase obrera (Perelman), hasta las que se identifican con él (Hernández Arregui) o lo postulan como un movimiento de liberación nacional (Cátedras Nacionales).

Fuentes:

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María Elena García Moral