Bajo el gobierno de Arturo Illia, en el año 1965 la situación del peronismo había ido cambiando. Contaba con una importante representación parlamentaria en el Congreso y en las legislaturas provinciales, producto de la renovación legislativa de marzo de ese año.

Para ese momento, utilizaba la sigla Unión Popular, frente a la proscripción del Partido Justicialista.

En julio de ese año había conmemorado la figura de Eva Duarte de Perón, en el aniversario de su fallecimiento. Ese recuerdo, revestido de la persistencia de la desaparición de su cuerpo, le otorgaba ciertos contornos de dramaticidad y emotividad a los actos en su memoria.

Poco después, en agosto de 1965, la CGT decidió lanzar la última de las etapas del Plan de Lucha iniciado en 1963. Se trataba de la quinta fase, que fue dividida en dos partes.

La primera parte tuvo lugar durante los meses de agosto y septiembre de 1965. Consistió en la realización de reuniones cerradas para las que se repartieron invitaciones especiales en Capital y en localidades importantes del GBA. Esta parte culminó el 9 de septiembre con un acto central en la Federación de Box en Capital del que participaron José Alonso, Augusto Vandor y otros dirigentes sindicales.

En la ocasión habló Vandor, con estas palabras:

«acá no hay otra solución que la movilización total de todo el pueblo trabajador. Pero para ello es necesario su unidad tras la CGT. No nos queda otra alternativa. Este gobierno, a través del ministerio de Trabajo lo único que buscar es liquidar al movimiento obrero. Piden al pueblo colaboración y paz; si la quieren ¿por qué no sacan inmediatamente la ley del reencuentro nacional?” tras sus palabras se escuchó Perón, Perón…, y siguió Vandor “Sabemos que día a día se engaña al pueblo y se lo hipoteca. Frente a eso, ¿qué nos queda por esperar? Tenemos que empezar a luchar sabiendo que la lucha no será fácil y que la oligarquía peleará, pero que también lo hará el pueblo”; “Estoy seguro que mañana se van a descargar diciendo que la CGT no está por la paz social. Es que ellos esperan que nosotros vengamos acá a decir a los muchachos: ‘vamos a seguir esperando, que el viejito dará soluciones’”; “Es necesario desde mañana mismo, comenzar a hablar con la gente en las fábricas; hacer saber que la unidad del pueblo es la que lo salvará. El que quiera que se nos una, pero nosotros no nos atamos a nadie. Ya algunos elementos pagados por el Departamento de Estado de Norteamérica quieren orquestar una situación contra el pueblo. A ellos, les decimos que si continuamos unidos, acá no habrá ni azules ni colorados» (La Razón, 10-09-1965).

Alonso cerró el acto llamando a la resistencia y la acción, convocando a los delegados fabriles para comenzar la rebelión desde las fábricas dejando las pequeñas rencillas, porque el gobierno nació ilegítimo.

El peronismo se preparaba para recordar el 17 de octubre en su vigésimo aniversario. Coordinación Federal había girado un télex a las policías provinciales averiguando sobre organizadores de los actos; la propaganda distribuida en cantidad y tipo; el lugar de la CGT y de “las 62” en esa preparación; oradores de los actos y textos de los discursos a pronunciar; si existía cinta magnetofónica de Perón para la ocasión; organizaciones adherentes; si habían sido impartidas directivas a dirigentes y activistas además de los medios a utilizar y puntos de concentración (Télex 11-10-1965. CPM. Fondo Dipba. División Central de documentación. Número 10777.).

En los días previos, se hicieron actividades de distinto tipo. En La Plata, por ejemplo, el día 15 Rodolfo Ortega Peña disertó sobre el “17 de octubre- veinte años de lucha por la liberación nacional”. La policía bonaerense venía haciendo un seguimiento en detalle de estas acciones, tal como se desprende del Informe elevado por el Inspector Feirreñoa al Departamento de Búsquedas de esa repartición. En ese ámbito, en base a las consignas vertidas por los grupos juveniles del peronismo y la actividad desplegada por el C.O.R. consideraban que el peronismo preparaba una acción “subversiva”, de fuerte agresividad, que buscaba provocar disturbios y enfrentamientos para culminar con el regreso de Perón al país el día 20 de ese mes (S.I.P.B.A. Plan de acción del peronismo para la celebración del 17 de octubre).

Para el mismo 17 de octubre se planificaron actos en todo el país. El principal, que contaba con la autorización policial, se desarrollaría en Parque de los Patricios convocado por la Unión Popular.

La llegada al país de Isabel Perón el día 10 de octubre cambió esa proyección. Su arribo había dado lugar a varios choques entre grupos peronistas y antiperonistas en el ámbito capitalino. En el Hotel Alvear, donde estuvo alojada María Estela Martínez de Perón, en las inmediaciones del domicilio de Gómez Morales, en el Hotel 12 de Octubre perteneciente al Sindicato de Luz y Fuerza, entre otros, tuvieron lugar choques entre agrupaciones de distinto signo. Grupos antiperonistas y varios manifestantes encolumnados tras una bandera de “Cristo Vence”, atacaron los edificios con balas, palos y golpes y se enfrentaron con militantes de la Juventud Peronista –en particular del Movimiento Nueva Argentina- que respondieron al ataque.

Ante estos acontecimientos, el gobierno decidió prohibir el acto. Desde su perspectiva resultaba necesario poner límite a las manifestaciones antiperonistas que podían llevar a situaciones más graves así como delimitar los alcances de las expresiones del peronismo. Más allá de ello, era sabido que el viaje de Isabel Perón respondía a los posicionamientos autonomistas de Augusto Timoteo Vandor.

En ese contexto, el gobierno organizó un operativo de vigilancia en toda la ciudad, los principales accesos y los puntos neurálgicos de circulación y concentración. Policías pertrechados con cascos, armas largas y perros montaron guardias y realizaron patrullajes.

En los principales accesos a la Capital Federal los vehículos eran detenidos por la policía, que revisaba guanteras, baúles y asientos.

El peronismo, naturalmente, intentó concretar su convocatoria, para lo cual se distribuyeron volantes, rememorando el primer 17 de octubre y la confrontación con Braden.

La ciudad fue ocupada por el operativo de seguridad: los accesos a la Capital fueron rigurosamente vigilados, revisándose todo vehículo que ingresaba, incluso a los transportes públicos, de los que se hacía descender a sus ocupantes para palparlos de armas.

La plaza de Parque Patricios y unas treinta cuadras a la redonda fue rodeada por más de mil agentes, entre personal de comisarías y policía montada que custodiaban la zona; en la plaza, cada veinte metros, había dos hombres pertrechados y, permanentemente, circulaban móviles que se desplazaban nerviosamente de un punto a otro (Castellucci, 2002).

Cuando ese día, el domingo 17 de octubre, distintas columnas intentaron llegar al parque, éste ya estaba ocupado por la policía, que las dispersó con gases lacrimógenos. Los manifestantes se reagrupaban en los alrededores e intentaban regresar al parque vivando a Perón y cantando la marcha peronista. Columnas de entre 40 y 50 personas comenzaron a enfrentarse con la policía arrojando piedras y en algunos casos disparando armas de fuego. Desde las casas se apoyaba a los manifestantes y se insultaba a la policía. Ante la imposibilidad de llegar al parque, los grupos comenzaron a marchar en distintas direcciones levantando barricadas. Estos enfrentamientos se mantuvieron hasta las 21 horas.

Al anochecer los grupos peronistas se desplazaron hacia el barrio de Congreso con la intención de generar múltiples actos relámpago en una zona más “céntrica”. Y hacia allí fueron los equipos móviles, los tanques “neptuno” y los carros de asalto con su tropa alistada para seguir la “batalla” represiva.

Los piquetes de policías montados recorrieron permanentemente las inmediaciones y circulaban patrulleros y camionetas celulares de las comisarías cercanas, mientras que grupos de uniformados ocupaban las veredas.

En Callao y Rivadavia hubo “oscurecimiento obligatorio” y los bares de la zona –hasta la tradicional confitería El Molino– fueron obligados a cerrar sus puertas para sorpresa de los parroquianos.

Todo fue inútil; una y otra vez los grupos peronistas volvían a reunirse para gritar consignas y se dispersaban apenas los policías se movilizaban para intentar “disuadirlos”.

A las 21: 50 hubo enfrentamientos en Callao y Mitre, con un saldo de sesenta detenciones.

Poco después, en Callao y Cangallo se produce otra concentración que fue disuelta por la Policía.

En la calle Solís, al mismo tiempo, se produce un choque entre manifestantes y las fuerzas de seguridad, resultando un militante herido que es retirado por sus compañeros.

Así continuó la jornada hasta la madrugada. Ese 17 se realizaron infinidad de allanamientos a casas particulares y a sindicatos y, si bien oficialmente se reconocieron 659 detenidos, las cifras extraoficiales indicaban que, en realidad, fueron más de 1500.

Los choques no se produjeron sólo en Capital Federal: también se realizaron actos en diferentes ciudades del interior como Corrientes, Tucumán, Paraná, Mendoza, Rosario, Salta, San Juan y Santa Fe. En Provincia hubo actos particulares en el Gran Buenos Aires (Avellaneda y Morón) y en el interior (Bahía Blanca, Mar del Plata, Olavarría, Tandil, Azul, 25 de mayo, Bragado, San Nicolás, Pergamino, entre otras ciudades).

En Córdoba, el acto también fue prohibido, contradiciendo una práctica arraigada de tolerancia, que habían permitido las celebraciones con cierta libertad. En esta oportunidad, y también imprevistamente en la madrugada anterior, se resolvió suspender la autorización. El día transcurrió en un marco de tensión ante el inusitado despliegue de fuerzas policiales que patrullaban insistentemente las calles. La versión, similar a la de Capital Federal, sobre la presencia de María Estela Martínez de Perón  en la ciudad para asistir al acto peronista fue suficiente para la prohibición. Hubo, sin embargo, otras señales preocupantes: la población cordobesa advirtió la presencia en las calles de camionetas ocupadas por tropas del ejército que patrullaban armadas, reforzando el operativo policial. A la hora prevista del acto, numerosos grupos peronistas comenzaron a congregarse en el centro de la ciudad (en la avenida General Paz y 9 de Julio) y la represión no se hizo esperar. Hubo contra ellos disparos de bombas lacrimógenas cuyos estallidos se superpusieron al de los petardos y bombas de estruendo que, arrojados por los manifestantes, generaron un ambiente de fuerte hostilidad. Como no había forma de frenar las manifestaciones, sobre todo juveniles, que reclamaban el retorno de Perón, se produjeron interminables corridas y enfrentamientos, que concluyeron en numerosas detenciones.

La cuestión no terminó allí. Al día siguiente, el lunes 18 de octubre como represalia gubernamental se conoció el decreto 9080/65 (vista la “activa y reiterada colaboración [de sindicatos] con un determinado partido político”) facultando al ministerio de Trabajo a aplicar las sanciones previstas en la ley de Asociaciones Profesionales (suspender o dejar sin efecto la personería gremial) a los sindicatos que formen parte en actividades partidarias.

En respuesta la CGT organizó para el 21 de octubre una movilización general conocida como “Operativo Protesta”. A partir de allí “se producen manifestaciones obreras contra las intervenciones a los sindicatos” (Baschetti, 1988: 35).

 A partir de las 10 de la mañana se realizaron paros con abandono de los lugares de trabajo y concentraciones y manifestaciones relámpago en las que se distribuyeron volantes en Capital Federal y GBA. Además hubo algunos intentos de actos relámpago, que la policía impidió. En la Capital Federal se produjeron movimientos en Mataderos, Plaza Once, Constitución, Parque Patricios, Nueva Pompeya, Villa Lugano, Saavedra, Parque Lezama, Barracas. En el Gran Buenos Aires las manifestaciones recorrieron Lanús, Quilmes, La Matanza, Munro, Avellaneda, San Martín, Valentín Alsina y Morón. En la mayoría, la policía atacó a los manifestantes con gases lacrimógenos y con balas de plomo, que hirieron a gran cantidad de obreros. Los obreros heridos de bala fueron: en San Justo: Néstor Mussy, Ángel Norberto Retamar, Miguel Aldeco, Manuel Rodríguez; en Lanús: Ernesto Yofré, Norma Monopoliz de Claus, María Cristina Rodi, José Vázquez; en Morón: Néstor Méndez, Aristóbulo López; Oscar Navarro, Américo Cambón (Grau; M.I.; Ianni, V.; Martí, A. s.d.).

En algunas situaciones, los trabajadores formaron barricadas y enfrentaron a la policía a piedrazos, y hasta respondieron con armas de fuego.

En total, según la CGT participaron del “Operativo Protesta” unos 350 mil obreros.

En San Justo, 5.000 trabajadores metalúrgicos provenientes de varias fábricas de la zona se concentraron pero fueron atacados por la policía provincial con gases lacrimógenos. Hubo un tiroteo resultando heridos un policía y cuatro manifestantes. A las 14 horas los manifestantes se dispersaron. Uno de los obreros heridos, Néstor Mussy, murió ese mismo día. Conocida su muerte y la gravedad de otros obreros heridos, la CGT convocó a una huelga general para el día siguiente “en señal de duelo por los obreros caídos en la jornada y, en repudio a los vandálicos atentados de la policía”

El paro del día 22 tuvo un alto acatamiento en el sector industrial en todo el país. En el sector transporte, la Unión Ferroviaria adhirió mientras que La Fraternidad no lo hizo. Tampoco se sumaron a la medida los gremios Independientes ni, como era habitual, los 32 Gremios Democráticos. Los estudiantes representados en la Federación Universitaria Argentina adhirieron a la convocatoria y, en Santa Fe y en Córdoba, tomaron las facultades. Dirigentes del Partido Justicialista, del Demócrata Cristiano, de la UCRI, del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), del Partido Socialista Argentino y jóvenes de comandos peronistas integrantes del Movimiento Nueva Argentina se acercaron a la CGT para solidarizarse. Durante el entierro de Mussy, Vandor afirmó: “lo vengaremos todos los metalúrgicos y haremos vigente aquel lema: cinco por uno”.

El semanario Marcha de Montevideo, asociaba la muerte de Mussy, “baleado por la espalda”, con otro hecho. El mismo día del paro, la esposa del militar ligado a la primera resistencia peronista, Coronel Federico Gentiluomo, Fulvia Antoni Guilhen, había sido golpeada, amarrada y por último, arrojada por la ventana de su departamento, situado en un cuarto piso. Para el corresponsal porteño del semanario uruguayo, Rogelio García Lupo, estos hechos prefiguraban un golpe.

En los días siguientes se conoció la muerte de otros dos obreros heridos por la policía el 21 de octubre: Norberto Retamar de La Matanza de origen peronista y Néstor Méndez de Morón, militante comunista.

El dirigente sindical Andrés Framini declaraba que “a la mano de paz tendida por el Movimiento y por Perón le contestan el gobierno y la reacción con la violencia”. Amenazaba con la “lucha violenta” y si era preciso con la “guerra civil”, aunque abrigaba una esperanza en “que los que mandan, como los llama el afortunado libro de Imaz”, reaccionaran (Marcha, Número 1278).

Ante los tres trabajadores muertos y la impunidad de sus asesinos (los ejecutores ni fueron juzgados), en la CGT se debatió la propuesta de la UOM de realizar una serie de medidas enérgicas e inmediatas, y otra del secretariado de la CGT y la Federación de LyF que postularon no desgastar energías sindicales. Finalmente, resolvieron realizar una semana de duelo y protesta, entre el lunes 22 y el viernes 27 de noviembre, con paros breves, misas, marchas de silencio por zonas fabriles, funerales cívicos en lugares cerrados, y otras medidas para señalar que los muertos los estaban poniendo los trabajadores.

Los organizadores de esa semana de “duelo y protesta” buscaron equipararla a otra “semana” de un gobierno radical. Así se lo hacía saber Alonso a  Perón en una carta, señalándole que planificaron esa actividad para crear el estado anímico adverso a la policía y al gobierno, parangonando con la Semana Trágica, la olla popular y los desocupados (Alonso a Perón, 14 de noviembre de 1965, AGN-JDP, Caja 2).

Sea porque el plan de lucha de la CGT había entrado en su etapa final de manera desflecada, sea porque el peronismo ingresaba en otro enfrentamiento, el de Vandor con la enviada de Perón al territorio o porque el país se encaminaba a una nueva situación de amenaza golpista, la frustrada celebración del 17 de octubre de 1965 no ha sido considerada en profundidad.

Recuperar estos acontecimientos resulta significativo, si tenemos en cuenta los actores que se movilizaron en torno a esa fecha, en particular grupos barriales y juveniles, además de los movilizados por las estructuras sindicales.

Desde el punto de vista historiográfico, resulta importante hacerlo ya que en la mayoría de las cronologías políticas disponibles estos hechos no se registraron (Cairo, 1969; López Alonso, 1982; Caucino, 2013; Cao, 2022).

Fuentes:

CPM. Fondo Dipba. División Central de documentación. Número 10777.

La Razón. 10 de septiembre de 1965.

Marcha. La amenaza de los gorilas. 29 de octubre de 1965. Número 1278.


Referencias:

Baschetti, Roberto. Documentos de la Resistencia Peronista. Buenos Aires, Puntosur, 1988.

Cairo, Ángel. El peronismo: sus luchas y sus crisis (1955-1969). En Cárdenas, Gonzalo y otros. El peronismo. Buenos Aires, Carlos Pérez Editor, 1969.

Cao, Guillermo (coord.). Almanaque histórico argentino. Proscripción, represión e insurrección. 1955-1976. Buenos Aires, Barenhaus, 2022.

Caucino, Mariano. Argentina, 1950-1980. Buenos Aires, Doble Hache, 2013.

Castellucci, Oscar. Los 17 de octubre entre 1955 y 1972. Una historia de lucha y represión. En Perón y el 17 de octubre. Buenos Aires, BCN, 2002.

Ehrlich, Laura. La reinvención del peronismo. Buenos Aires, UnQ, 2022.

Grau; M.I.; Ianni, V.; Martí, A. El Plan de Lucha de la CGT: 1963-1965. Buenos Aires, Pimsa, s d.

López Alonso, Gerardo. 1930-1980. Cincuenta años de historia argentina. Buenos Aires, Belgrano, 1982.

Julio Melon Pirro y Darío Pulfer