Izquierda y derecha son categorías históricas de la modernidad, utilizadas de manera persistente por los actores de la política, ya sea para autoidentificarse o bien para rotular a un otro que se pretende distante. Qué significa ser de izquierda o de derecha son preguntas cuyas respuestas son históricas y contingentes. Esa redefinición se inserta en una línea de continuidades y rupturas, dando lugar en forma recurrente a una idea de renovación: “nueva izquierda”, “socialismo del siglo XXI”, “nueva derecha”, entre otras. Lo cierto es que las izquierdas, por caso, se insertan en una tradición política y cultural, que también es histórica y dinámica. Durante el período que abarca este diccionario, una serie de expresiones políticas e intelectuales asumieron la identidad peronista a la vez que plantearon propósitos inherentes a la tradición o cultura de izquierdas. La izquierda peronista, pues, se encontraría en una intersección posible entre la historia de las izquierdas argentinas y la historia del peronismo.

Desde la autoidentificación de esas expresiones, las nominaciones variaron: peronismo revolucionario, tendencia revolucionaria del peronismo o bien peronismo, a secas. Otras identidades, como izquierda nacional, nacionalismo marxista o nacionalismo popular revolucionario, expresaron posicionamientos políticos e intelectuales que, con mayor o menor externalidad al movimiento peronista, lo acompañarían con frecuencia. La idea de una izquierda peronista, o del peronismo como una fuerza de izquierda, aparece desde la perspectiva de algunos actores, pero más allá de esos pocos casos, no sobresale un uso autorreferencial.

La categoría ha sido en ocasiones discutida en sede académica debido a ciertos usos lineales, dicotómicos u homogeneizantes, o por su carácter heteronominativo. Desde espacios no necesariamente académicos se ha objetado que peronismo y socialismo resultan incompatibles, o que el peronismo es irreductible a la díada izquierda-derecha.

Desde nuestro punto de vista, resulta posible utilizar la noción de manera analítica y cuidadosa, dando cuenta de la heterogeneidad constitutiva de la izquierda peronista, sus múltiples aristas, su dinamismo y variaciones a lo largo del tiempo, así como las fronteras difusas entre izquierdas, centros y derechas, y la existencia de casos difíciles de clasificar bajo la díada izquierda-derecha.

No se trata de juzgar si la meta de construir en Argentina una sociedad igualitaria, el socialismo, o la sociedad sin clases, debía en los años 60 y 70 incorporar o excluir a ciertos sectores del peronismo para poder realizarse. Tampoco nos interesa la lectura que determina que tal conjunción no pudo ni podría haber llevado a la construcción del socialismo en la Argentina de los 70. En cambio, proponemos un repaso histórico por algunas vías a través de las cuales es posible mostrar la validez de la categoría para nombrar a un conjunto de actores que buscaron conjugar la identidad peronista con elementos propios de la tradición de izquierdas, disputando poder al interior del peronismo debido a esa conjunción, no compartida por otros sectores del movimiento.

Aunque el peronismo desde sus comienzos se presentó como una tercera posición superadora del capitalismo y el comunismo, la identificación con posiciones de derecha e izquierda fue recurrente a lo largo de su historia. Esto se puede ver en la discusión que sostuvieron radicales y peronistas en el Congreso Nacional en junio de 1946, cuando los primeros se quejaron por ser ubicados a la derecha del recinto, mientras los segundos justificaron su posicionamiento a la izquierda porque su ideología y programa partidarios eran los más avanzados. El ser de izquierda en el peronismo fue en sus orígenes una definición de origen parlamentario y topográfico, un espacio de posicionamientos políticos que en determinadas coyunturas históricas se sustantivaron, para encarnar programas, identidades y movimientos políticos.

El golpe de Estado que derrocó el gobierno constitucional del 16 de septiembre de 1955 provocó el estallido del campo político peronista, y lo volvió insular, fragmentado. Carente de las estructuras que habían contenido al peronismo en la década anterior, Perón intentó trabajosamente desde el exilio reorganizar y disciplinar un movimiento cuya desorganización había evocado la metáfora de John William Cooke del “gigante invertebrado”, con varias cabezas y miembros. La reconfiguración del peronismo como archipiélago de identidades y agrupaciones políticas, sindicales y juveniles facilitó una mayor autonomía de sus partes y el mestizaje con otras tradiciones militantes en una época bisagra: la cultura política de entreguerras, que había organizado en la Argentina los antagonismos políticos en torno al nacionalismo popular y el antifascismo cedió lugar a otras polarizaciones, con un nervio sensible en el antiimperialismo y el tercermundismo.

El cruce del peronismo de la resistencia con la rebelión juvenil de los años 60 globales, y el peso que adquirieron como modelo ejemplar las revoluciones de Argelia, Cuba, China y Vietnam, amplió la circulación de conceptos como socialismo, liberación nacional, lucha armada, guerra de guerrillas y partido de vanguardia. Estos tópicos fueron incorporados por una variedad de dirigentes y organizaciones peronistas en la segunda mitad de la década, como la Acción Revolucionaria Peronista de Cooke y Alicia Eguren, el Movimiento Revolucionario Peronista de Gustavo Rearte, las primeras Fuerzas Armadas Peronistas de Envar el Kadri y Amanda Peralta, los Congresos de la Tendencia Revolucionaria de 1968 y 1969. Pero también la creciente influencia de la cultura de izquierdas, en sus declinaciones más nacionalistas, gravitó en los programas de Huerta Grande y la CGT de los Argentinos.

Estas apropiaciones y cruces corrieron el límite del significado de ser peronista, y ser de izquierda, redefiniendo sus zonas y modos de convergencia. Antes de 1955, existieron agrupamientos que se acercaron al peronismo desde la izquierda, y formaron parte de la constelación nacional y popular sin resignar su autonomía organizativa e ideológica, como sucedió con el Movimiento Obrero Comunista de Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano, el Frente Obrero trotskista o el Partido Socialista de la Revolución Nacional de Enrique Dickmann. La novedad del período 1955-1969 fue la emergencia de un peronismo de izquierda, de corrientes internas del movimiento que articularon versiones heterodoxas del marxismo. De esta manera, la izquierda peronista se nutrió tanto de peronistas que se izquierdizaron al adoptar el lenguaje, el programa y las tácticas de las revoluciones tercermundistas, como de izquierdistas que se peronizaron al revalorizar el movimiento de Perón como una vía legítima para la revolución socialista, dada su base obrera y sus prácticas de resistencia armada.

Antes del Cordobazo de 1969, la izquierda peronista era una visible pero modesta periferia del justicialismo. Con el auge de las protestas contra la dictadura y la peronización de importantes sectores de clase media de orientación izquierdista, se convirtió en una alternativa de poder que saltó al centro del escenario político, cuando Montoneros y la Tendencia Revolucionaria hegemonizaron el espacio que antes habían ocupado dirigentes gremiales y juveniles combativos. Si pensamos a estas redes como un subconjunto localizado en las fronteras del peronismo y las izquierdas, la categoría izquierda peronista permite arrojar luz sobre una estela heterogénea de colectivos y experiencias de los años 60 y 70. Más allá del debate sobre su carácter nativo, es decir, si efectivamente circuló como forma de (auto) denominación o clasificación por aquellos años, nos inclinamos por mostrar su capacidad analítica: a través de ella es posible dar cuenta de heterogéneas formaciones político-culturales cuyos contenidos, por lo menos entre 1955 y fines de los 70, estuvieron animados por una articulación entre tradiciones propias del marxismo y del nacionalismo popular.

Referencias:

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Esteban Campos y Sergio Friedemann