P: ¿Cómo se acuerda de los conflictos de 1955?

Nosotros le avisábamos a Perón del bombardeo del 16 de junio de 1955. Éramos miembros del Consejo Superior del partido, que estaba en Diagonal Norte y Florida, con Delia Parodi, que era secretaria general, y yo secretaria política. Estábamos trabajando a las doce de la noche, y le dije a Delia: «Vámonos, que es tarde». Justo echan la correspondencia por debajo de la puerta. El personal ya se había ido, y nosotras la abrimos para ver qué era. Me acuerdo que nos miramos y nos dimos cuenta que la revolución, en esos anónimos, estaba cantada. Entonces, nos preguntamos qué hacíamos, si íbamos a la residencia presidencial o si esperábamos hasta el día siguiente. Y así nos fuimos a llevárselo a Perón. Él estaba descansando. La carta decía que en el Colegio Salvador se estaban organizando contra Perón; nombraba a los artistas que participaban en la volanteada en las calles; decía que al día siguiente iba a haber una movilización de los aviones, y que le daban un cheque a noventa días a Perón para que renunciara. Él la leyó y nos dijo: «Siempre fanáticas, como Evita». Nos queríamosmorir, pensamos que no nos había creído. Delia le dijo: «Bueno, General, yo mañana, a las 5.30, estoy en la Casa de Gobierno». Al día siguiente, ella fue, y yo no. Al mediodía, nos bombardearon la Plaza Había chicos que iban a la visita guiada de la Casa de Gobierno, y los mataron, fue un desastre. Perón y Delia se fueron un poquito antes al edificio Libertad.

El 31 de agosto de 1955, presenta la renuncia Perán, que no aceptamos nosotros. En ese momento, se había producido la marcha de Corpus Christi, con la quema de la bandera. Ya mí me hicieron hablar en el recinto sobre el asunto.

P: ¿Cómo afectó y qué significó la proscripción para ustedes?

La proscripción del peronismo es todo lo que significa una proscripción en lo político, en lo social y en la publicidad. No se podía usar nada de nada, ni nombrar a Perán, ni nada de Evita, porque eso era penado por la ley.

Los grupos que salíamos dispersos después del golpe, nos encontrabamos en las casas peronistas y así fuimos armando redes. Después de mucho tiempo del exilio de Peron, pudimos conectarnos a partir de los gremialistas que estaban sueltos, que traían los mensajes desde América, primero, y después de España.

Nosotros teníamos que reproducirlos, para llevarlos a todos lados. Para eso teníamos unas maquinitas de imprimir; pero era muy sacrificado porque no teníamos ni el papel, ni la cinta, entonces no podiamos llegar al afiliado, pero había que mantener la figura de Perón en pie.

Me acuerdo cuando estuvo en Paraguay y después en Panamá se nos hacía engorroso tener noticias de Peron, entonces juntábamos plata para que algún compañero viajara y pudiera mandarnos los mensajes. Acá era tan dificil; la represión se sentía en todos lados. Nosotros, en la parte de atrás de las solapas de los sacos, teníamos los escudos peronistas, la dábamos vuelta para reconocernos en la calle o en un bar. Era una resistencia casera, ¿cómo te puedo decir?, teníamos unas pequeñas obleas con la cara de Perón y Evita y cuando íbamos a una confitería en el centro, nos llevábamos los vasos al baño y les pegábamos las obleas. Después nos quedábamos con los vasos hasta que nos íbamos todos a la vez, quedaban las caritas de Evita y Perón en todas las mesas. Cuando volvíamos, porque éramos habitués, los mozos sabían que éramos peronistas y no nos decían nada.

Pero nos dimos cuenta de que no alcanzaba y nos fuimos juntando ante la adversidad. Me acuerdo que tenía un compañero que había trabajado conmigo en el Malbrán (yo trabajé ahí cuando tenía diecisiete años), le pedí unos cobayitos que tenían para investigaciones. Él me preguntó para qué los quería, y yo le dije que era para hacer unos experimentos; era mentira, nos íbamos al cine, donde pasaban toda esa propaganda antiperonista, y cuando veíamos que estaban por hablar mal de Peron, agarrábamos los cobayitos y los soltábamos en el cine … imaginate, se armaba un loquero y la gente salia corriendo. Así nos resistíamos a la propaganda contra Perón.

P: ¿Cómo se organizaban en la Resistencia, Nélida?

Mirá, un grupo de mujeres, como sesenta, nos juntábamos y cada una colaboraba con lo que podía, conseguir yerba, cigarrillos, etc., y nosotros los distribuíamos en las cárceles. Visitábamos las cárceles de nuestros detenidos, veíamos cómo estaban los chicos, hacíamos ropa nueva de la vieja para ellos, y cuando no tenían nada para Navidad, juntábamos algo y lo llevábamos.

Cuando lo teníamos preso a Framini, le mandábamos las medias; pedíamos en todos lados para darle a los nuestros.

Toda esta resistencia fue de grandes compañeros. Nosotros poníamos lo poco que teníamos. Íbamos a comprar la carne barata a las cuatro de la mañana al Frigorífico Nacional, hacíamos milanesas y las llevábamos a Magdalena, donde estaban los Conintes. Imaginate, mi casa estaba llena de olor a fritura. Le pedíamos a mi marido que nos llevara con la camioneta, y nos dejaba a tres cuadras. Así íbamos, medio a escondidas. También a la cárcel de Caseros y Las Heras.

Esa clase de dirigentes masculinos, Di Pascuale, Alonso y los otros, pudieron ser parte del bienestar del pueblo. Quedaron poquitos. Compañeras como Delia, Anita, estuvieron cinco años presas por una idea, donde no se les constató nada de corrupción.

P: ¿Qué se acuerda de los comienzos de Frondizi?

Me acuerdo que en el 58 se establecen las conversaciones entre el General y los grupos para hacerlo candidato a Frondizi. Porque se sostenía que era el hombre más intelectual, más formado en la política, después de Perón. Entonces se decía que iba a sostener los votos, y Perón da la sugerencia, a través de los volantes, de votar por Frondizi y así fue, pero muchos no lo votaron, y después Perón dijo que esos eran los verdaderos peronistas.

La correspondencia nos llegaba desde Montevideo. Nosotros mandábamos a una compañera a buscarla al barco. Siempre tratábamos de que la compañera que iba fuera algo gordita, porque traía las latas entre las piernas, debajo del vestido, y no queríamos que se le notara mucho, para que no peligrara. Igualmente se le llenaban de llagas las piernas por las latas. Nosotras, con Delia Parodi, íbamos a esperarla al puerto. Esperábamos los discos, con las instrucciones y una vez, llegó la de votar a Frondizi.

P: Nélida, usted fue electa en las elecciones de 1962, ¿verdad?

Sí, yo fui electa diputada nacional por segunda vez, el 18 de marzo del 62, cuando gana Framini en la Provincia de Buenos Aires y el doctor Frondizi nos cierra el Congreso.

Vale decir, que nos convocaron desde la Junta Electoral para presentarnos en el Congreso. Nosotros habíamos entrado por la Unión Popular, el partido de Bramuglia. Yo fui la única mujer que entró en todo el país.

Me acuerdo que fuimos al Congreso y no nos dejaban entrar, aunque teníamos la orden de la Junta Electoral. Ese día, en las cercanías del Congreso, en toda la calle Rivadavia, se escuchaba el grito de las multitudes vivando «Perón-Perón». En un momento dado, cuando estábamos ahí, de repente, habían dejado pasar gente por las vallas, donde encontré a una compañera de nosotros, que estaba embarazada y con la pierna lastimada. Y yo le digo: «Veni, veni, yo te sostengo, vos hacete la desmayada y yo te sostengo. Pero todo sin llamar a los muchachos para que no se arme lío». Entonces empecé al grito de: «¡Auxilio, auxilio, un Doctor!». En ese momento abren las puertas del Congreso, la voy llevando por la escalinata, se acercan los muchachos, nos agarran, y entramos todos. Nos sentamos en las bancas, pretendimos sesionar, y te digo, la emoción que sentí cuando me pude sentar, en la misma banca de la que me habían echado los libertadores, los trasnochados, como yo les digo, que nos quisieron juzgar con mentiras. Y volvimos a las mismas bancas de las que nos habían despojado siete años atrás … Ya estaba cumplido mi deseo, queera volver. Era el sacrificio de mostrar que habían sido siete años de lucha no perdidos.

Ese día nos cortaron la luz, nos sacaron del Congreso con el Ejército, como si fuéramos criminales y nos persiguieron con bombas y gases a la salida.

Cuandro Frondizi renunció, hizo una ley que beneficiaba a todos aquellos que fueron echados por razones gremiales desde 1955. No sé si lo hizo por agradecimiento a Perón, o por tanto daño que le hizo a la gente.[1]


[1]  INSTITUTO NACIONAL JUAN D.PERON. Plan Conintes y resistencia peronista 1955-1963. Buenos Aires, INJDP, 2010. p.215 y ss. Entrevista realizada por Nicolás Damin a Nélida Domínguez de De Miguel.