La Confederación General del Trabajo de los Argentinos, conocida también como CGT de los Argentinos o CGTA, fue una central de trabajadores/as de Argentina que entre 1968 y 1973 agrupó a líderes y organizaciones sindicales que mantenían una posición confrontativa frente a la dictadura liderada por Juan Carlos Onganía, sosteniendo diferencias por ello con la conducción de la CGT, dirigida por el líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, así como con otros sectores que habían propugnado un acercamiento y colaboración estrechos con la dictadura iniciada en 1966.
Esta organización quedó constituida a partir del congreso normalizador “Amado Olmos” de la Confederación General del Trabajo, realizado entre el 28 y el 30 de marzo de 1968 en la sede del sindicato de la Unión Tranviarios Automotor en la ciudad de Buenos Aires. Logró una articulación de varios sectores, que confluyó en instancias y medidas de resistencia, protesta y organización, alcanzando un punto de inflexión en la rebelión denominada «Cordobazo», que se inició el 29 de mayo de 1969, en el marco de una amplia serie de levantamientos obrero-estudiantiles en diversas localidades del país. La persecución y prisión de los principales líderes de la CGTA y su intervención por la dictadura llevó a una pérdida significativa de fuerza hacia comienzos de la década de 1970.
El primer Consejo Directivo de esta organización, elegido en el Congreso normalizador nombrado en homenaje a Amado Olmos, un importante dirigente del gremio de Sanidad que había fallecido recientemente, estuvo encabezado por Raimundo Ongaro (Gráficos), como Secretario General; Amancio Pafundi (UPCN), Secretario Adjunto; Enrique Coronel (La Fraternidad), Secretario de Hacienda; Pedro Avellaneda (ATE), Prosecretario de Hacienda; Julio Guillán (FOETRA), Secretario Gremial y de Interior; Benito Romano (FOTIA), Prosecretario Gremial y de Interior; Ricardo de Luca (Navales), Secretario de Prensa, Cultura y Propaganda; Antonio Scipione (Unión Ferroviaria), Secretario de Previsión Social. Fue votado por 279 delegados, que superaron ampliamente los requeridos, pero fue rechazado por los sectores derrotados, quienes abandonaron el recinto, declararon el congreso nulo y suspendieron a las dirigencias de los sindicatos que habían encabezado la disputa, entre ellos gráficos, estatales (UPCN y ATE), telefónicos, ferroviarios, navales, ceramistas, textiles, carboneros, del calzado, entre otros) (Bozza, 2009). Los sindicatos que se referenciaban con el liderazgo de Vandor, los denominados “participacionistas” y otros grupos cercanos se retiraron del Congreso, solicitando al Ministerio de Trabajo que desconociera a la flamante conducción de la CGT.
La creación de la CGT de los Argentinos, que contó con el respaldo de Juan Domingo Perón, expresó una apuesta significativa en el panorama político y sindical nacional. Retomando programas del movimiento sindical en Argentina posteriores al derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, como los de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), promovió una línea pluralista, antiimperialista, construida “desde las bases” y con el objetivo de lograr una creciente coordinación de luchas sociales y políticas contra las políticas económicas, de disciplinamiento social y de persecución política del Onganiato.
Su influencia alcanzó a sindicatos del interior del país que se integraron a sus filas, como las delegaciones de Rosario, La Plata, Mar del Plata, Santa Fe, Paraná, Corrientes, Chaco, Tucumán, Salta, Córdoba, San Luis, Mendoza, Olavarría, Junín, Pergamino, Río Cuarto y Comodoro Rivadavia. Aunque no reunía a los sindicatos más poderosos del país, aglutinaba a gremios y sectores que participaron de varias de las huelgas y movilizaciones de 1968, desde los ingenios azucareros de Tucumán a las automotrices de Córdoba, los petroleros de Ensenada, así como otros grupos que habían protagonizado conflictos importantes de los gráficos y los químicos, además de lograr una significativa penetración y organización en seccionales de diversas regiones. La descentralización en la toma de decisiones y la jerarquización del papel de las regionales, como lo señala Bozza, marcaron una contraposición con una estructura de autoridad vertical y con gran control predominante en la conducción sindical a la que buscaron confrontar.
Esta progresiva articulación de sectores combativos del sindicalismo se benefició también de la participación de profesionales universitarios, abogados, técnicos, artistas e intelectuales. Desarrollaron en este marco importantes aportes, que incluyeron estudios económicos sobre las fracciones de capital dominantes, los procesos de deterioro de las condiciones de trabajo y de vida y el incremento de la marginación social, formas de cooptación de dirigentes sindicales, las raíces de la burocratización gremial, la concentración monopólica en los medios de comunicación, experiencias de ruptura de las vanguardias artísticas comprometidas con las luchas de los trabajadores, entre muchos otros. La CGTA también recibió apoyos del recientemente constituido Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo (MSTM) que se proponía recoger, amplificar y apoyar las demandas de los sectores más necesitados, conexión que se vio fortalecida por el perfil cristiano y fuertemente místico de Raimundo Ongaro, quien acuñó frases que perduraron por décadas, como “unirse desde abajo, organizarse combatiendo” o “más vale honra sin sindicatos que sindicatos con honra.”
En este marco, el semanario de la CGT de los Argentinos se constituyó en un órgano de prensa de gran calidad e impacto, del que participaron periodistas como Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky y Rogelio García Lupo, así como intelectuales y artistas gráficos como Ricardo Carpani, entre diversos colaboradores. Se publicaron 55 números entre mayo de 1968 y febrero de 1970, y se convirtió en la publicación política y gremial de mayor circulación en el país, no sólo a partir de los circuitos de venta de la prensa periódica, sino también por la distribución de mano en mano en establecimientos laborales, talleres y sindicatos. Según valiosos aportes realizado por Dawyd, además de los 55 números conocidos, se editaron quince números más hasta 1973, a cargo de Carlos Burgos, de los cuales no hay copias disponibles. Mariano Mestman sostuvo que “desde marzo de 1970 seguiría publicándose esporádicamente un periódico con diseño y formato similar al de los números de la clandestinidad, aunque ya no bajo la dirección de Walsh. El número 56 es de marzo de 1970, y el 69, de abril de 1973. Se habría editado uno más”. Esto resulta coincidente con la memoria y balance de la Federación Gráfica Bonaerense, que indica que se editaron un total de 70 números del semanario.
En el primer número del semanario se publicó el documento más emblemático de la CGTA, denominado “Programa del 1º de Mayo”. Este Manifiesto, marcado por la impronta de la escritura aguda de Rodolfo Walsh, comenzaba con un balance de los principales procesos económicos, sociales, educacionales, habitacionales, laborales, así como del papel del capital extranjero que afectaban la situación de la clase trabajadora en Argentina en esa época, repudiaba el papel que estaba cumpliendo la conducción previa del movimiento sindical e interpelaba a un amplio conjunto de sectores a sumar a la construcción de un bloque multisectorial que, orientado por los trabajadores, expresara a grupos sociales e instituciones más amplios, entre ellos, sectores pequeños y medianos del empresariado nacional (entre quienes el llamado no tuvo una llegada significativa), profesionales, estudiantes, artistas y en general a todos los sectores populares afectados por la alianza militar con los “monopolios” y el capital extranjero.
La central obrera promovió además un proceso de convergencia con sectores del amplio y diverso arco de la izquierda política, sindical y del movimiento estudiantil, que alcanzó particular importancia en las universidades de Córdoba, Rosario, Tucumán, Santa Fe, La Plata, Bahía Blanca y del Nordeste. En esas ciudades, los locales de la central obrera se pusieron a disposición de las reuniones y actividades programadas por las federaciones universitarias y por las agrupaciones activas en la militancia, al tiempo que se multiplicaban las instancias de solidaridad y articulación en las luchas antidictatoriales por la recuperación de las libertades democráticas, los reclamos por la liberación de los presos políticos, gremiales y estudiantiles, la derogación de la ley universitaria de la dictadura, así como contra la censura y persecución intelectual y cultural.
Las propuestas, programa y prácticas de la CGTA fueron retomados en las grandes manifestaciones de protesta llevadas adelante en diversos centros urbanos en 1969. Los sucesos del Cordobazo formaron parte de un clico de protesta y movilización iniciado en Corrientes donde el 15 de mayo de 1969, fue asesinado el estudiante Juan José Cabral. El 17 de mayo, la protesta y movilización estudiantil se extendió a las universidades de La Plata, Tucumán, Córdoba y del Litoral, en la ciudad de Santa Fe. En Rosario, en el marco de las marchas por el asesinato de Cabral, las fuerzas policiales dieron muerte al estudiante Adolfo Bello. Las marchas de silencio y repudio se reprodujeron en diversas universidades y la agitación estudiantil se generalizó en todo el país en las semanas finales de mayo. El paro y movilización, decretado por la CGT cordobesa, marcó el día 29 el punto culminante de la protesta unificada. Las columnas de manifestantes de SMATA, provenientes de IKA-Renault, y las del gremio de Luz y Fuerza, acompañadas por estudiantes, empleados, hombres y mujeres, que según los informes policiales llegaron a ser 40.000, ocuparon varios lugares de la Capital, dando lugar a una rebelión que transformó la historia política del período que resultó central eventualmente para impulsar renuncia del dictador Onganía y su reemplazo por Roberto Marcelo Levingston. Sin embargo, en lo inmediato se desató luego del Cordobazo un marco de persecución feroz a los principales dirigentes sindicales y particularmente de Agustín Tosco, Raimundo Ongaro y Elpidio Torres, quienes fueron encarcelados en junio de 1969. Al impacto de la avanzada represiva se sumó un pronunciamiento de Perón instando a cerrar filas junto a la conducción de la CGT Azopardo, lo cual agudizó el debilitamiento de la construcción combativa y forzó a muchas de las agrupaciones sindicales a la clandestinidad.
En junio de 1970, luego de algo más de dos años de la formación de la central, se realizó clandestinamente en Wilde, Provincia de Buenos Aires, el “Congreso de los Compañeros” o “de las Bases”, en el que se realizó una nueva elección de autoridades, al vencer el mandato de dos años de los elegidos en 1968. Participaron 150 representantes obreros de todo el país, 45 agrupaciones de base con voz y voto, y otras agrupaciones de base, políticas, estudiantiles, profesionales y sacerdotes del Tercer Mundo (Dawyd, 2014). El nuevo Secretariado fue integrado por Raimundo Ongaro (secretario general), Jorge Di Pascuale (secretario adjunto), Alfredo Ferraresi (secretario de organización), Carlos Burgos (secretario de prensa), Miguel Coronel (secretario de finanzas) y José Osvaldo Villaflor (prosecretario de organización). Además de la elección, dieron a conocer la resolución de expulsión de los sindicatos que no seguían la nueva estrategia basista y peronista: viajantes, marina mercante, mineros, circulación aérea, jaboneros y al nucleamiento de izquierda MUCS, lo que fue interpretado como un cierre de la etapa pluralista que había caracterizado a la CGTA desde marzo de 1968.
En 1972, en un marco de creciente autocrítica respecto a esta experiencia basista, se promovió el acercamiento con otros sectores para profundizar el trabajo conjunto para apoyar los intentos de garantizar el retorno de Perón a la Argentina y el crecimiento del Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi), que impulsó la fórmula Cámpora-Solano Lima, fórmula que resultó vencedora en las elecciones presidenciales de 1973. Con la vuelta de la democracia y el retorno del peronismo (y luego del propio Perón) a la Presidencia se cerró la experiencia de la CGTA, al tiempo que muchas de las líneas se siguieron en algunos sindicatos y particularmente en la Federación Gráfica Bonaerense (FGB) liderada por Ongaro, desde donde se sostuvieron las articulaciones con organizaciones como el Peronismo de Base, el Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), todo lo cual duró hasta la intervención y la liquidación del sindicato en un contexto de creciente violencia política ejercida sobre el conjunto de los sectores combativos en todo el país.
En suma, la CGTA cumplió un papel fundamental en la organización del sindicalismo combativo, generando producciones escritas y gráficas que marcaron la historia sindical por décadas y demostrando la potencialidad y la fuerza de una articulación sindical con un arco amplio de sectores, a pesar de que no logró consolidar una alternativa duradera y superadora frente a la estructura de organización sostenida desde la CGT de Azopardo por haber sido gravemente debilitada en el contexto extremadamente represivo, disciplinador y persecutorio que siguió al Cordobazo.
Referencias bibliográficas
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Victoria Basualdo