En el año 1958, en otro contexto político, signado por la reciente asunción de Arturo Frondizi, Alejandro Olmos reiteró la convocatoria para otra Marcha del Silencio en recordación de los caídos en el levantamiento encabezado por el General Valle.

            En ese nuevo marco no se encontraba solo para el homenaje a las víctimas del 9 de junio. Los cementerios de Lanús y Olivos fueron escenario de peregrinaciones familiares y políticas para la fecha. El Comando Táctico del peronismo, creado a fines de 1957 y que había cumplido un rol significativo en la implementación de la orden de voto en favor de Frondizi, dispuso la organización de varias actividades. Por un lado, una Misa en una iglesia del Gran Buenos Aires y un acto en Mendoza, con la presencia de Susana Valle y Alcibíades Cortinez, hijos de víctimas, junto con la presencia de Oscar Albrieu referente del Comando Táctico. En ambas actividades hubo numerosa concurrencia. En el caso de Mendoza, tras el acto se produjo una “Marcha del Silencio” hacia el monumento de San Martín, de cerca de treinta mil personas, en paz y tranquilidad.

            Desde el Comando Táctico, intentaron disuadir a Olmos de realizar la “Marcha” para evitar confrontaciones callejeras con los elementos residuales de los Comandos civiles revolucionarios y evitar la reacción de los sectores militares más renuentes a aceptar los cambios de condiciones políticas. Para esa finalidad destacaron a Jorge Cooke…. Olmos se negó a levantar la convocatoria. Llamó a Perón a Caracas y tras escuchar el pedido de evitar conflictos, ratificó la realización de la misma. Al día siguiente, Perón convocó a la segunda “Marcha del silencio”.

            Desde el intento de junio de 1956 muchos interlocutores del presidente exiliado  buscaban convencerlo de revisar su interpretación acerca de esos hechos. Si bien, ante la consulta sobre la conveniencia de la realización del levantamiento había dado su opinión negativa y de manera inmediata al levantamiento lo había desautorizado, poco a poco y a partir de intercambios con Enrique Olmedo, Valentín Yrigoyen y el mismo Olmos decidió incorporar al panteón de los mártires del peronismo a los fusilados. Ese proceso fue acompañado por John W. Cooke. Todo esto hizo que para el segundo aniversario prepararan un  mensaje conjunto desde el Consejo Superior y Perón grabara unas palabras para ser difundidas en correspondencia con la celebración religiosa organizada por el Comando Táctico.

            Con ese aval, Alejandro Olmos y un núcleo activo de militantes que tomaban la redacción del semanario Palabra Argentina como lugar de reuniones, convocaron para el viernes 6 de junio  a las 18 y 30 hs. nuevamente en Cerrito y Córdoba. Desde allí irían a depositar una ofrenda floral en el monumento a San Martín en la plaza que lleva su nombre.

            Esta vez no tuvieron avisos de prohibición, guardando el Ministerio del Interior estricto silencio, lo que fue tomado como una autorización.

            Así fue comprendido por quienes asistieron, entre ellos muchas mujeres, que desde las 18 comenzaron a agolparse en la zona de convocatoria.

            Dos camiones de asalto de la Policía se hallaban estacionados en la esquina y varios otros en las cercanías.

            Los efectivos diseminados por las calles adyacentes obligaban a la gente a circular, evitando la formación de grupos.

            En Cerrito y Viamonte se fue congregando el público que no podía hacerlo en la cercanía de Córdoba. A las 18 y 30, según la crónica, un centenar de personas comenzaron a corear estribillos peronistas y a vivar los nombres de los fusilados.

            Ante ello, la reacción policial fue lanzar gases y tirar bombas a las cabezas de los manifestantes.

            Desde ese momento la multitud se fragmentó en innumerables grupos, a los que atacaba la Policía sin permitirles organizarse en una sola columna.

            Por las calles que unen Córdoba con Santa Fe, algunos manifestantes consiguieron ir llegando hasta Plaza San MartínRompiendo varios cordones policiales, el grupo que llevaba la palma floral consiguió colocarla junto al monumento a San Martín.

            Bombas lacrimógenas llovían desde todos los rincones. Una granada dio en la cabeza de una mujer, produciéndole una herida cortante en el cuero cabelludo y desvaneciéndola.

            Ante ello, la multitud gritaba e insultaba a las fuerzas policiales. Esa actuación violenta fue justificada señalando que el acto no había tenido autorización oficial.

            Luego la manifestación se dirigió hacia la calle Corrientes y sus adyacencias.  Al llegar a Lavalle al 900, un hombre que se hallaba en la acera desenfundó un revólver y disparó a quemarropa contra la cabeza de la manifestación. Dos integrantes de la columna quedaron heridos y la multitud, por mano propia, castigó al agresor.

            Según las radios, se utilizaron 400 granadas lacrimógenas para disuadir a los manifestantes de la “Marcha”. El saldo de la jornada, según información oficial, fue de treinta detenidos.

            La concurrencia fue estimada de este modo: para Clarín participaron 20.000 personas; para Así fueron 50.000 y para Palabra Argentina llegaron a los 100.000.

            Ese mismo día, Alfredo Palacios organizó una marcha que salió del Centro Naval en busca de manifestantes antiperonistas, de la que se desprendieron núcleos de Comandos Civiles armados y a la expectativa para confrontar con la manifestación de orientación peronista. Un sujeto de piloto golpeó en la cabeza con la culata de un revólver a una mujer. El Centro Naval fue custodiado por integrantes de los comandos. Los gritos de “Muera Rojas” encontraban su réplica en el “Viva Rojas” del otro sector, acompañado de escenas de pugilato.

Referencias:

Arrosagaray, Enrique. La resistencia y el General Valle. Buenos Aires, Ediciones Punto de Encuentro, 2016.

Ferla, Salvador. Mártires y verdugos. Ubicación histórica del 9 de junio. Buenos Aires, s / d, 1964.

Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Granica, 1972.

Solari, Ángel. Los fusilados no callan. Sepa la verdad sobre los fusilamientos. Buenos Aires, s/ d., 1958.

Walsh, Rodolfo. Operación Masacre. Buenos Aires, Sigla, 1957.

                                                           Julio César Melon Pirro y  Darío Pulfer