(Buenos Aires, 16 de septiembre de 1928 – Buenos Aires, 7 de septiembre de 2012).

            Apodo: ”El Gordo”.

            De madre mexicana, Virginia Seprtién Oñate y padre vasco, Ramón Landajo Salazar. 

            Su padre fue dentista y atendía a Pedro Pablo Ramírez. Hacia 1942 Landajo comenzó a tipear documentos de un grupo de militares, entre quienes estaba Perón. Se atribuyó haber pasado a máquina la Proclama del 4 de junio de 1943.

            Simpatizó con el peronismo desde sus orígenes. Participó de la campaña electoral pegando afiches.

            En 1946 su padre enfermó. Pidió trabajo a Eva Duarte. Al presentarse en Presidencia lo interceptó Perón y lo puso bajo sus órdenes directas. Debía salir a la calle y escuchar que se decía del Presidente y su gobierno. Averiguar datos. Realizaba “misiones especiales” ante propios y opositores. Se hizo afiliado radical. Merced a una relación tejida con el dirigente conservador Reynaldo Pastor, se infiltró en la naciente Juventud Demócrata Cristiana, núcleo antiperonista que desde el gobierno consideraban de riesgo. Perón la bautizó como “División H”, porque “era muda”.

            La tarea más compleja que afrontó fue la de viajar a México para identificar grupos contrarios al gobierno que configurarían una red de conspiración internacional. Gracias al presidente Miguel Alemán, Landajo fue contratado por el medio gráfico Novedades. En la Embajada Argentina se encontraban los asilados argentinos que habían salido de Guatemala tras el golpe de 1954. Entre ellos, Ernesto Guevara, quién consiguió trabajo en Novedades, gracias a Landajo.

            Tras el golpe de 1955 se trasladó de México a Panamá, llevando un ofrecimiento de apoyo y solidaridad del Presidente Alemán a Perón.

            Encontró a Perón en Panamá. En ese momento recibía esporádicas visitas del ex embajador Pascalli y contaba con la compañía de Vittorio Radeglia, quien había viajado con él desde Paraguay. Al llegar Gilaberte, Radeglia fue despedido por sus relaciones con los servicios de inteligencia argentinos. El grupo de apoyo a Perón se restringió a Landajo, Gilaberte y una cocinera de nombre Flora. El líder exiliado se alojaba en el Hotel Washington. Landajo fue testigo de la relación con Eleanor “La Gringa” Freeman.

            Para noviembre de 1955 Perón se mudó a una pequeña casa en Colón, y poco después conoció a María Estela Martínez Casas.

            Se movían en precarias condiciones: la máquina de escribir Olivetti Lettera con la que Perón despachaba sus cartas fue conseguida gracias al canje de una nota y foto exclusiva con una periodista colombiana.

            Landajo salió de viaje con el encargo de volver a México y recorrer Venezuela y Cuba. En una de esas estancias, se entrevistó con el General Lonardi, en tránsito hacia los Estados Unidos. Según Landajo, Lonardi estaba arrepentido del golpe y le extendió una misiva para Perón en la que hacía referencia a los sucesos de septiembre de 1955 y a la actitud tomada por militares y funcionarios.

            Acompañó a Perón a Caracas. Fue testigo del atentado que sufriera su auto.  Presenció el acercamiento de Rodolfo “Martincho” Martínez y del Mayor Pablo Vicente, así como la llegada de Américo Barrios.

            Estuvo en el entorno próximo en el momento en que se desarrollaron las tratativas del Pacto Perón-Frondizi, así como las reuniones mantenidas en Caracas por dirigentes del peronismo en enero de 1958.

            Se trasladó con Isabel, Cooke y Barrios hacia Ciudad Trujillo, donde fueron recibidos por Abel Reynoso.

            A fines de 1958 viajó a Cuba para realizar gestiones para Perón y encontrarse con su madre. Regresado a República Dominicana, Perón le indicó volver al país. Lo hizo a través de Chile, donde Blanca Luz Brum lo esperaba para instruirlo respecto de cómo ingresar a la Argentina. Intentó hacerlo por Mendoza pero fue delatado, de modo que debió emprender la travesia a lomo de burro radicándose en Las Heras. Luego se trasladó a Buenos Aires. Fue detenido y pronto liberado presentando un documento falso de un amigo fallecido.

            Recuperó contacto con la novia que había dejado años atrás, Simona Catalina “Lina”  Bardo. Había sido una actriz que trabajó y vivió en una pensión con Eva Duarte en los primeros años cuarenta. Mientras, soportaba la censura de su familia por su lealtad hacia el exiliado Perón.

            En 1960, en plena aplicación del Plan Conintes, comenzó a publicar un periódico que llamó PV, Pregonando Verdades. En la dirección lo acompañó Romeo Sicilia Díaz. Con el apoyo de Humberto Honneger y José Ayerbe, dieron a luz un semanario en el que colaboraron Victor Navas Prieto, Maestre Wilkinson, Roberto Juarez, Alfredo Gómez Morales, Edgar Berro y Atilio García Mellid.

            Visitó a Perón en Puerta de Hierro en el año 1962, acompañando al dirigente del Partido Conservador Popular, Alberto Fonrouge, quien iba a entrevistar al General en representación del doctor Vicente Solano Lima y de su partido. Por esa época, abogaba por la alianza con esa fuerza. Tiempo después consideró a Matera una alternativa posible en la coyuntura electoral de 1963.

            En 1964 el General  lo  convocó para que viaje urgentemente a Madrid. Begonia Abrisketa, una mujer vasca que servía como correo de Perón para temas reservados, lo había visitado en Buenos Aires. En su alojamiento en el hotel City, cercano a Plaza de Mayo, le expresó que Perón tenía  intenciones de encarar el retorno a la Argentina, pero que albergaba dudas con respecto a la dirigencia política y gremial y a las intenciones del gobierno radical. Perón le solicitó relanzar PV e incluir mensajes grabados en discos en cada entrega. El proyecto incluía la publicación de 30.000 ejemplares y el financiamiento iba a ser provisto por Vicente Saadi, que administraba recursos de Jorge Antonio. Si bien los mensajes fueron escritos y grabados nunca salieron a la luz.

            En 1965, por intermedio del Mayor Pablo Vicente, acercó a Perón una propuesta de negociación realizada por el gobierno del Radicalismo del Pueblo. Estas tratativas corrían en paralelo a otras propuestas realizadas por Abel Reynoso y a otras más formales y oficializadas por el propio Perón realizadas por Pedro Michelini.

            Landajo mantuvo contacto y correspondencia con Perón a principios de los años setenta.

            En 1973 colaboró con Oscar Bidegain en la provincia de Buenos Aires en tareas de inteligencia, habiendo sido designado como Secretario de Información y Personal de la Gobernación. Estuvo en el palco de Ezeiza junto al gobernador.  Se alejó de la gobernación junto a Bidegain en enero de 1974.

            Vio a Perón por última vez el 8 de mayo de 1974. Éste le encargó una tarea en Japón vinculada a la deuda externa. Según escribió en sus memorias, Perón le había propuesto que, a su regreso, ocupara su Secretaría Privada desplazando a López Rega.

            Estuvo enfrentado a Isabel y López Rega. Fue amenazado por la Triple A y debió esconderse en la casa de una familia amiga, quien sufrió graves consecuencias.

            En tiempos del gobierno militar y primeros años de la transición democrática guardó silencio. Comenzó a redactar sus memorias en las que incriminaba a distintas camadas de dirigentes. Por su función gubernamental en la provincia fue testigo presencial de los hechos de Ezeiza sobre los cuales testimonió, superando las presiones ejercidas sobre él por sectores interesados.

            Su esposa falleció en 2005. Al final de sus días alquilaba un pequeño departamento sobre la calle Paraguay, gracias a la solidaridad de manos amigas. Trabajaba para la UATRE orientada por Gerónimo Venegas.  Sostenía un sitio: “El Grito Peronista” y un programa radial. En términos políticos, para esa época, se definía antikirchnerista.

            Murió a los 83 años.

Fuentes:

Ramón Landajo, El hijo de Perón. Historias. Archivo. Video.

Landajo, Ramón. Al final del camino. Memorias.

Referencias:

Barrios, Américo. Con Perón en el exilio. Buenos Aires, Treinta Días, 1964.

Galasso, Norberto. Perón. Buenos Aires, Colihue, 2005. 2 T.

Monzón, Florencio (h). Llegó carta de Perón: rapsodia de la resistencia 1955-1959. Buenos Aires, Corregidor, 2008.

Julio César Melon Pirro y DaríoPulfer