(Buenos Aires, 17 de enero de 1940– Buenos Aires, 15 de enero de 1978).

            Apodos: “La Gaby”, “Paula”, “Irma”.

            Hija de Osvaldo Luis Arrostito, plomero de ideas anarquistas, y de María del Carmen Rebolini, ama de casa y creyente cristiana; con su hermana Nora Nélida, dos años menor, se completa el núcleo familiar.

            Pasa su infancia en el barrio porteño de Villa del Parque. Cursa el magisterio en un colegio del partido de San Martín, Pcia. de Buenos Aires.

            Durante los años de secundario despierta su interés por la política, dando sus primeros pasos en la Federación Juvenil Comunista (FJC).

            Lectora voraz, tras un primer intento de ingresar a la carrera de Medicina, en 1964 comienza a cursar Ciencias Naturales —era aficionada a los insectos y apasionada de la biología en un nivel más filosófico y existencial—, aunque termina abocándose a la militancia política en la facultad.

            A fines de aquel año se casa con Rubén Roitvan, también militante del Partido Comunista (PC) con quien se muda al barrio porteño de Saavedra.  No tardarían en comenzar a cuestionar la política del PC y a plantearse la posibilidad de vincularse al peronismo. Por entonces Norma trabaja en un jardín de infantes como secretaria.

            En 1965 ambos se integran a Acción Revolucionaria Peronista (ARP), grupo orientado por John W. Cooke y Alicia Eguren.

            En 1966, Arrostito participa junto a la futura fundadora de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Amanda Peralta —por entonces su responsable en ARP—, de las acciones de apoyo a la gran huelga de portuarios que tuvo lugar a pocos meses de instalada la dictadura del Gral. Onganía. A fines de ese año cae presa por primera vez. Entre los compañeros detenidos con ella se halla Fernando Abal Medina, con quien inicia una relación amorosa para terminar separándose de Roitvan a principios de 1967. A partir de su noviazgo con Abal Medina se acerca al ámbito del cristianismo revolucionario. El trabajo social de los curas tercermundistas en las “villas” (como el del Padre Carlos Mugica) y la proximidad con las luchas de trabajadores en huelga contra la dictadura constituyen vivencias que la orientan a considerar al peronismo desde un ángulo diverso al del marxismo profesado por el PC. Estas experiencias, a las que se suma la visualización de la práctica armada como forma privilegiada de lucha revolucionaria, sobre el fondo de una sobrevaloración de la acción respecto de la teoría —característica de la época— explican, más allá del factor personal, que sin haber sido nunca cristiana y proviniendo de los círculos comunistas, se vinculara políticamente al Comando “Camilo Torres” dirigido por Juan García Elorrio, donde el peronismo era asumido por representar la identidad de la mayoría de los trabajadores, el sujeto llamado a encabezar la revolución en Argentina. En un arco teórico-político que abarca desde Arturo Jauretche y J. J. Hernández Arregui hasta Marx y Mao, la prédica de Cooke junto al guevarismo y el émulo de la Revolución Cubana se erigen como pilares de la ideología del grupo impulsor de Cristianismo y Revolución (1966-1971) en cuyo seno se proyecta el lanzamiento de un foco guerrillero en el monte tucumano o en el norte santafesino para derrocar a la dictadura.

            Integrada en este proyecto, hacia fines de 1967 viaja a Cuba para recibir instrucción militar, en el contexto de realización de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) en la isla. Permanece allí cerca de seis meses en el transcurso de los cuales, junto a Abal Medina y Emilio Maza comienzan a cuestionar la conducción de Juan García Elorrio en el “Camilo” por su demora en concretar prácticamente la construcción del foco revolucionario, para terminar rompiendo con él. Desde su regreso de Cuba en 1968 el que sería núcleo fundador de Montoneros se concentra en la dimensión militar de ese proyecto. Políticamente conciben su función al interior del Movimiento Peronista como la de promover a través del “foco armado” la gestación de un Ejército Peronista que garantizara el retorno de Juan D. Perón al país y al poder, líder cuyo rol estratégico es indiscutido por el momento.

             El 26 de diciembre de 1969 participa, junto a otros siete militantes, del asalto a cara descubierta al Banco de Córdoba de la localidad de La Calera, de donde logra escapar tras un intenso tiroteo. Por entonces se avanza en un proceso de integración con otros grupos político-militares de Córdoba (como el del cura Elvio Alberione), de Capital Federal (Sabino Navarro), y Santa Fe (Mario Ernst), que a través de conversaciones y operativos conjuntos convergen en la organización que se daría a conocer poco después. Como parte del entrenamiento de la célula porteña de los protoMontoneros, practican tiro y karate. Realizan también “expropiaciones” a bancos y destacamentos policiales para pertrecharse de dinero y armas.

            Arrostito es la única mujer que participa de la planificación y ejecución del secuestro seguido de muerte del Gral. Pedro Eugenio Aramburu, acción espectacular con que hace su aparición pública la nueva guerrilla peronista “Montoneros” el 29 de mayo de 1970. Las razones aducidas para la elección de Pedro E. Aramburu como blanco de la acción guerrillera cuando en 1970 se lo mencionaba como posible sucesor del Gral. Onganía y como portador de un proyecto “integracionista” del peronismo que se proponía dar una salida política a la dictadura militar —herida de muerte desde el Cordobazo (29/5/1969)— fueron las siguientes: como segundo presidente de facto de la “Revolución Libertadora” (1955-1958) que derrocara al gobierno de Juan Perón (1946-1955), es señalado como el artífice de las medidas más represivas contra el peronismo y antipopulares de ese gobierno, entre ellas el secuestro del cadáver de Eva Perón y los fusilamientos de militares y civiles tras el frustrado levantamiento del Gral. Valle en junio de 1956.

            Arrostito habría redactado junto a Maza y Carlos Maguid, entre otros, los cinco comunicados —probablemente de inspiración de Abal Medina— que informan a la opinión pública sobre los pasos seguidos y los cargos imputados en el “juicio revolucionario” al militar, hasta su ejecución. Con la captura de Emilio Maza luego de la toma de La Calera el 1° de julio de 1970, el hallazgo de un permiso de uso de automóvil propiedad de Arrostito permite a la policía dar con la pista de las identidades de los miembros de la célula porteña de Montoneros. Pedida su captura por las fuerzas de seguridad, mientras la ciudad aparece a mediados de julio empapelada con afiches que muestran su foto y datos personales, Arrostito permanece refugiada en una casa de miembros de las FAP.

            El 7 de septiembre de 1970 por la noche se sumergiría en la más profunda clandestinidad, tan honda como su depresión, cuando es asesinado a balazos Abal Medina en una pizzería de la localidad de William Morris, Pcia. de Buenos Aires, mientras estaba reunido con otros miembros de la organización, episodio en que también muere Carlos Ramus. La pérdida de su pareja impacta en su vida no sólo en términos personales, de por sí difícilmente disociables de la dimensión política de su proyecto común con Abal Medina. Tras vivir “guardada” dos meses en casas de militantes de otros grupos, al volver a la actividad su lugar en la organización ha mudado. Mientras su condición de “viuda” del líder y de fundadora de Montoneros le reserva un lugar simbólico de preponderancia, llegando a permanecer en la conducción nacional hasta el año 1975, va quedando sin embargo relegada en términos de poder real. El machismo de esa conducción, cierto perfil bajo que le atribuyen amigos y conocidos y el haber sido intensamente buscada por las fuerzas de seguridad habrían contribuido a tal situación de marginación. Desde el acontecimiento fundacional que la situara en el centro de la escena, Arrostito lleva una vida clandestina bastante solitaria, aun cuando mantiene su militancia en barrios del sur del conurbano bonaerense, zona en donde vive hasta su desaparición.

            Sólo a partir del 25 de mayo de 1973, cuando se beneficia de la amnistía de presos políticos sancionada por el flamante gobierno peronista de Héctor J. Cámpora (mayo-julio 1973), puede salir parcialmente a la luz pública, aunque se mantiene con bajo nivel de exposición. Cuando el Gral. Perón retorna definitivamente al país el 20 de junio de 1973 y una multitud inédita en la historia argentina se apresta a recibirlo en el aeropuerto de Ezeiza, es herida de bala en una pierna, al igual que centenas de heridos de las columnas montoneras atacadas a ráfaga de metralla desde el palco del acto, en lo que constituyó la “masacre de Ezeiza” y un hito en la evolución política posterior. De ahí en más, la relación de Montoneros con Perón no haría sino tensarse. El 11 de marzo de 1974 Norma Arrostito hace su primera aparición ante un público masivo en el acto montonero de Atlanta, al celebrarse un año del triunfo de Cámpora en las urnas, donde se muestra en el escenario junto a la plana mayor montonera. Participa también de un acto en conmemoración de la masacre de Ezeiza en el colegio secundario Carlos Pellegrini, dos meses después del contrapunto entre Montoneros y Perón en la Plaza de Mayo del 1° de mayo. De modo excepcional, el 26 de julio de 1974 se hace presente como oradora en un acto en Mendoza, en el contexto del enfrentamiento de la derecha peronista con los gobiernos provinciales afines a la “Tendencia revolucionaria” una vez producida la muerte de Perón, como era el caso del de Alberto Martínez Baca. En un discurso admonitorio, interpreta que se ha terminado la verticalidad y llama a luchar por el Movimiento y contra la política de Isabel Martínez de Perón y José López Rega.

            A mediados de agosto se reuniría con Mario Firmenich y Mario R. Santucho, líder del PRT-ERP en San Juan. Días antes del anuncio del pase a la clandestinidad de Montoneros, su nombre aparece junto al de Firmenich encabezando la narración del secuestro y ejecución de Aramburu en el periódico La Causa Peronista (1974). Desde 1975 Arrostito es separada de la conducción nacional por su posicionamiento crítico, aunque no rompe con la organización. Se mantiene como una de las dirigentes de la Columna Sur del Gran Buenos Aires, de la que es progresivamente relegada hasta el cargo de secretaria de organización por temor a que encabezara una disidencia.

            Producido el golpe militar del 24 de marzo de 1976, rechaza la posibilidad de exiliarse. El 2 de diciembre de ese mismo año es secuestrada por un “grupo de tareas” del centro clandestino de detención de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) cuando se dirigía a una cita por la mañana. Arrostito vivía en el barrio porteño de Barracas, con su pareja el médico Alberto Vulcano. El Comando del Ejército fragua su muerte con una escena de enfrentamiento en Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, varias horas después de su real captura, publicitándose el hecho como gran logro de la dictadura en su “lucha contra la subversión”. Permanece cautiva en la ESMA hasta ser asesinada el 15 de enero de 1978 con una inyección de pentotal, dada presuntamente por orden del capitán de corbeta Jorge “Tigre” Acosta.

            Durante su cautiverio fue mantenida en una “celda” individual del sector denominado “Capucha”, y era mostrada como “trofeo” tanto a autoridades militares de visita por el centro clandestino de detención como a presos recién llegados. El director de la ESMA, contraalmirante Rubén Chamorro, parece haber encontrado especial gusto en conversar frecuentemente con la “jefa montonera”. Los testimonios señalan también que su condición de cautiva fue sobrellevada con algunos cambios personales como su conversión al catolicismo y el estudio y práctica del tarot. Aparentando generalmente buen ánimo, en sus últimos meses de vida habría tenido a cargo el archivo económico de prensa de los marinos, disminuyendo su anterior aislamiento respecto de otros detenidos. Disciplinada, planificadora, dura y tierna a la vez, así coinciden en recordarla quienes la conocieron fuera del “infierno”. Su condición de detenida-desaparecida recién se difundió públicamente en 1985 durante el Juicio a las Juntas Militares realizado bajo el gobierno del Raúl Alfonsín (1983-1989), gracias al testimonio de ex detenidos en la ESMA.

Fuentes:

“Mario Firmenich y Norma Arrostito cuentan cómo murió Aramburu”, en La Causa Peronista n° 9. Buenos Aires, 3 de setiembre de 1974.

“Norma Arrostito. Ejemplo de mujer combatiente”. En Evita Montonera nº 15. Buenos Aires, febrero 1977.

Referencias:

Bellota, Araceli. “Norma Arrostito. Vida, pasión y muerte de una guerrillera”, en Todo es Historia. Número° 342, enero de 1996.

Anguita, Eduardo y Martín Caparrós.  La Voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la argentina. Buenos Aires, Norma, 1997-1998. T.I y II

Chaves, Gonzalo y  Lewinger, Jorge. Los del ’73. Memoria montonera. La Plata, de la Campana, 1999, 2ª ed. corregida.

Diana, Marta. Mujeres guerrilleras. La militancia de los setenta en el testimonio de sus protagonistas. Buenos Aires, Planeta, 1996.

Gasparini, Juan. Montonero Final de cuentas. Buenos Aires, De la Campana, 1999 [edición ampliada].

Gillespie, Richard. Soldados de Perón. Los montoneros. Buenos Aires, Grijalbo, 1998.

Lanusse, Lucas. Montoneros. El mito de  sus 12 fundadores. Buenos Aires, Ediciones B Argentina / Javier Vergara Editor, 2005.

Saidón Gabriela. La Montonera. Biografía de Norma Arrostito. Buenos Aires, Sudamericana, 2005.

Tarcus, Horacio. “Arrostito, Esther Norma”, en Diccionario biográfico de las izquierdas latinoamericanas. Buenos Aires, 2019. Disponible en http://diccionario.cedinci.org

Horacio Tarcus