Arturo Martín Jauretche, figura destacada proveniente del radicalismo yrigoyenista, militante de FORJA y luego, en tiempos del peronismo, colaborador del gobierno de Mercante en la provincia de Buenos Aires, a partir de la década de los ‘50 empezó a acercarse al revisionismo histórico.
En esa condición fue miembro de la Comisión Directiva del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas durante las décadas del ‘50 y ‘60; cuyo funcionamiento fue interrumpido de acuerdo a los vaivenes políticos nacionales.
En tiempos de la “Resistencia peronista” estuvo comprometido políticamente llevando a cabo la fundación del semanario El 45 (clausurado al tercer número). En 1955 denunciaba la política económica del gobierno con su trabajo El Plan Prebish: retorno al coloniaje y en 1957 publicaba para la editorial Trafac Los profetas del odio, un estudio focalizado sobre el rol de los intelectuales o productores culturales que llevaron a cabo la “leyenda negra” en torno al gobierno derrocado en 1955.
Ocupó el cargo de vocal en el instituto revisionista y brindó innumerables conferencias en la sede de dicha institución y en filiales adherentes a ese movimiento en el interior del país.
En el momento de despliegue de la política represiva y censora efectuada por la autodenominada “Revolución Libertadora” en 1955, Jauretche partió al exilio montevideano y allí profundizaría su vínculo con el presidente del Instituto (y figura prominente del revisionismo histórico) Dr. José María Rosa.
Al regresar, colaboró con el semanario Qué sucedió en 7 días, apoyando la candidatura de Arturo Frondizi, como modo de combatir a la dictadura de Aramburu y Rojas. Luego de la ruptura política con Frigerio y Frondizi, colaboraría activamente en la publicación peronista Santo y Seña.
En 1959, Jauretche brindó una conferencia el 20 de agosto en el local del Instituto Juan Manuel de Rosas y el 7 de octubre retomaría la consigna en un local perteneciente a la UOM de la localidad de Junín. En ambas ocasiones reflexionó en torno al revisionismo histórico. Según la revista del Instituto, Jauretche se había referido en la primera disertación a “La falsificación de la Historia, base de la política antinacional”. Según esta publicación, en la ocasión:
Señaló la necesidad de la Oligarquía Antinacional de fundar su política contraria a los intereses del país en una historia falseada y sin atributos emocionales. Refiriese a la importancia de la labor que desarrolla el Instituto Juan Manuel de Rosas en el esclarecimiento de la verdad histórica por todo el ámbito de la Patria. (Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas, N° 21. 1960)
El revisionismo histórico había adquirido notable popularidad cuando el peronismo empezó a identificarse políticamente con dicho relato historiográfico como reacción al discurso de la “Revolución Libertadora” que se había definido como sucesora y continuadora de la “Línea Mayo – Caseros”.
El Instituto había interrumpido sus actividades académicas en noviembre de 1955, debido a la “creciente intranquilidad y la inquietud que se cernía sobre la seguridad personal de miembros directivos, socios y colaboradores del instituto” (Revista del IIHJMR, N°17. 1958).
Habría que esperar a 1958 para la normalización de la situación, instalándose en el edificio de Florida 334 y a partir de que muchos de sus directivos hasta entonces exiliados, como su presidente José María Rosa, pudieron regresar al país.
Ante la gran divulgación que había alcanzado el revisionismo en el contexto de la proscripción y ante la aceptación de esa identidad tanto por parte del peronismo como del líder exiliado, el título del primer artículo era exultante: “Ha triunfado la verdad” (Revista del IIHJMR, N°17. 1958).
La popularidad que adquiriría el revisionismo en los sesenta, llegando a ser asumido por el gran público, llevó a Oscar Terán a definir la constitución de un “sentido común revisionista”, particularmente en los sectores medios.
La figura de Rosas sería tomada como bandera de lucha por un grupo de revisionistas de carácter popular, que denunciaban el derrocamiento de Perón, como una nueva traición de los “vendepatria”, aquellos que avalaban la historia liberal y que decían continuar la línea Mayo –Caseros. En relación a ello, con su sarcasmo original, Jauretche publicaba en el semanario Qué:
Qué grande sos, Don Juan Manuel. Sos el primer Restaurador… La oiremos cantar con la musiquita que ya se sabe. Lo que no pudieron don Leandro y don Hipólito, Horacio Oyhanarte y Corvalán Mendilaharzu, entre los radicales y una generación entera de vigorosos historiadores entre los nacionalistas, lo han logrado la SADE, ASCUA y los grandes diarios. ¡Flor de revisionistas, estos libertadores! Porque la sombra de don Juan Manuel anda ya entre las multitudes argentinas y su nombre es nombre de libertador con el necesario y fatal destino de exilado. (…) Así nos bastó que nos demostrasen que esto era el nuevo Caseros, para que mis paisanos se dieran cuenta, una vez por todas, de lo que fue el otro (Qué sucedió en 7 días, Año IV, N° 174),
Las disertaciones de Arturo Jauretche adquirieron suma significación gracias a la intervención del editor Arturo Peña Lillo quien había asistido a una de las conferencias mencionadas, sugiriendo su pronta edición. De esta manera, los dos parlamentos dieron forma al libro Política Nacional y revisionismo histórico.
Este editor, a fines de la década de 1950, había virado hacia un nuevo proyecto configurando una editorial de libro político, con un catálogo exitoso de obras de divulgación y de denuncia, con escritura amena y de calidad, discursos transgresores y autores cercanos al primer peronismo (1945-1955).
En los inicios de su nueva editorial, Peña Lillo, con la colaboración de Jorge Abelardo Ramos, ideó la Colección La Siringa (1959-1966), para la formación y la militancia política. El formato “pocket” y la decisión de distribuirlos en kioscos de diarios y revistas reforzaban aquel objetivo. En un contexto político de proscripciones, los populares libros de La Siringa fueron leídos en clave de resistencia y actuaron como puentes entre la generación del primer peronismo y la que formó más tarde en los ámbitos cercanos al peronismo de izquierda.
En ese marco, en diciembre de 1959, Política nacional y revisionismo histórico de Arturo Jauretche se convirtió en el tercer trabajo de dicha colección que reunía otros exitosos trabajos como Del anarquismo al peronismo. Historia del movimiento obrero argentino de Alberto Belloni y La Historia falsificada de Ernesto Palacio (reedición parcial de aquel trabajo publicado en 1939).

La trascendencia que adquirió Política Nacional y Revisionismo Histórico fue producto de un contenido que, paradójicamente, resultaba inusual dentro de la amplia bibliografía revisionista. Se trataba del primer trabajo que no sólo brindaba un diagnostico en torno al creciente reconocimiento que estaba adquiriendo aquel movimiento historiográfico en lo social sino que también reflexionaba sobre los orígenes y motivaciones, y sobre los desafíos y peligros que podrían sucederle en caso de estancarse historiográficamente.
El libro se estructuraba en tres partes (denominados momentos):
Primer momento: “La falsificación como política de la historia”. En el mismo, Jauretche se encargaba de visibilizar la intencionalidad, el uso de la historia para los fines nacionales o antinacionales. Se apoyaba en el concepto de “política de la historia”, entendiendo que la misma se encargó de falsear la heurística en la investigación documental, mientras se creaban las condiciones que impedían el contraste con la tradición oral (producto no solo del aluvión inmigratorio sino también de la ruptura de los lazos familiares). Aquella política de la historia fue funcional a los fines antinacionales propuestos como política de Estado por parte de los grupos dominantes locales.
Segundo momento: “La revisión histórica y el nuevo momento nacional”. Si en el momento anterior, Jauretche se encargaba de abordar el problema de la heurística en este apartado proseguía con la hermenéutica. De ese modo, planteaba que dentro de la dicotomía entre una visión nacional /antinacional no sólo el abordaje sobre la actualidad del revisionismo sino la visión de sus “contrincantes” destacando los enfoques llevados a cabo por el progresismo y las izquierdas ambas tributarias del relato denominado mitrista. Dentro de lo que Jauretche entendía por “revisionismo actual” incluía no solo a autores provenientes del nacionalismo popular como José María Rosa sino que incluía a los pertenecientes a la “izquierda nacional”: Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui.
En el tercer momento denominado “La historia como base de la política nacional”, Jauretche reflexionaba en torno al quehacer histórico sumamente relacionado a la dimensión política. Resultaba imposible, para él, pensar una sin otra. La historia era nacional si estaba presente el “Pueblo” como vector principal del mismo, el mismo representaba una idea netamente historicista ya que Jauretche no entendía al “Pueblo” como clase o sector social sino que adquiría un carácter metafísico, similar a la idea de “Volkgeist” que propugnaba Herder. Además, en este último apartado del libro, advertía sobre los peligros del revisionismo en caso de un anquilosamiento:
En tal momento la tarea revisionista deja de ser la destrucción de la historia falsificada y obliga al historiador a apartarse de la posición necesariamente polémica, negativa, de la etapa anterior. Necesita objetivarse para una nueva polémica, desde la historia ya cierta que debe interpretar.
Para el autor, el mayor riesgo que encerraba tal desafío era convertirse meramente en un mero contradiscurso o antítesis del relato liberal. O bien, abandonando su relación con el presente y la política para devenir en un revisionismo de anticuario. En definitiva, el desafío que proponía Jauretche era que el revisionismo (indiscutiblemente triunfante en esa época) pasara a una instancia superior y propositiva, capitalizando la imagen de Rosas como “pivote histórico”, tal como lo concibe en el trabajo. La historia revisionista no podía desprenderse de una visión globalmente nacional donde se incorporara no solo a los historiadores como productores y a los políticos como intérpretes sino también el rol activo de los sectores populares, y la intervención en el orden económico, cultural, geopolítico. En ese sentido, Jauretche invitaba a romper con el paradigma de la idea de “patria chica” proponiendo “una política nacional [que] supone una idea de Patria grande, de finalidades trascendentes y de empresa colectiva hacia un ideal nacional, no hacia formas circunstanciales”.
Si bien el trabajo se desprendía, como dijimos, de dos conferencias la obra se apoyaba en un cierto aparato erudito. El mismo se destacaba en relación inclusive a las voces de autoridad a los que solían recurrir los revisionistas ya que Jauretche apelaba en muchos momentos a Marc Bloch. El citado historiador francés se había convertido en una referencia ineludible para una generación de historiadores y cientistas sociales que se identificarían como representantes de la “historia social y económica”, exponentes de la “renovación historiográfica” que se insertaba en la comunidad universitaria desde 1955. Jauretche, atento a las novedades historiográficas, recuperaba a Pirenne y a Bloch para respaldar la vigencia de una historia al servicio de la política nacional.
Política nacional y revisionismo histórico contaba además con un apéndice a cargo de Alberto Mondragón (director de la revista Revisión) en la que repasaba los orígenes y desarrollo del revisionismo histórico tomando como génesis los aportes de Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, entre otros historiadores de fines del siglo XIX identificados como exponentes de la “escuela clásica”.
Esta obra de Jauretche, presentada por La Siringa como resultado de la labor de una figura con más de treinta años de vida política pero que recién por entonces comenzaba a ser conocido por un vasto público, contó con una segunda edición corregida y aumentada en mayo de 1970, constituyéndose en una de las obras ineludibles y de mayor difusión del revisionismo histórico argentino.

Referencias
Chávez, Fermín. Alpargatas y libros. Diccionario de peronistas de la cultura. Buenos Aires, Theoria. 2003.
Devoto, F. & Nora Pagano. Historia de la Historiografía Argentina. Buenos Aires, Sudamericana. 2009.
Galasso, Norberto. Jauretche. Biografía de un argentino. Buenos Aires, Colihue. 2014.
Giuliani, Alejandra. “Semblanza de Arturo Peña Lillo” Edi- red. (En línea)
Jauretche, A. Política Nacional y revisionismo histórico. Buenos Aires, La Siringa. 1959.
Jauretche, A. Política Nacional y revisionismo histórico. Buenos Aires, Peña Lillo. 1970.
Olaza Pallero, Sandro. “Arturo Jauretche y el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas” en Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana. 17 de noviembre de 2012. (En línea)
Otal Landi, Julián. La Rebelión de las letras. Cultura y contradiscursos de Sur frente a la irrupción de la cultura peronista. Buenos Aires, 2009. (En línea)
Peña Lillo, Arturo. Memorias de papel. Buenos Aires, Galerna. 1988
Julián Otal Landi