(Buenos Aires, 5 de abril de 1909- Buenos Aires, 20 de septiembre de 1989).

Estudió en el Colegio Militar de la Nación y posteriormente en la Escuela Superior de Guerra. Durante la década de 1930 estuvo muy involucrado en las actividades del Círculo Militar. Se plegó a la Revolución de 1943 desde las líneas nacionalistas,  actuando como colaborador de Luis César Perlinger en el Ministerio del Interior.

Sostuvo una posición profesionalista ante el ascenso de Perón al gobierno.

En 1952, a pedido del General Franklin Lucero colaboró en la organización de materiales para la formación militar, enmarcados en la recientemente oficializada Doctrina Nacional.

            Poco antes del 16 de septiembre de 1955, fue designado Comandante del Regimiento 12 y de la Agrupación Aérea Liviana.

            Cuando se desató el golpe militar de 1955 mantuvo su lealtad al gobierno de Juan D. Perón. El General Wirth le ordenó marchar desde Santa Fe con el 12 ° Regimiento y comandar la agrupación aérea liviana hacia Córdoba para reprimir la sublevación de Eduardo Lonardi. Fue repelido en las inmediaciones del Ferrocarril Belgrano. El 19 de septiembre recibió la orden de repliegue del Ministro de Guerra Humberto Sosa Molina. En ese momento liberó 450 detenidos, después de negociar con un emisario de Lonardi, por quien expresó su “gran consideración y respeto”. Conservó su grado y el uso del uniforme.

            Durante el gobierno de Aramburu, fue dado de baja del Ejército. En abril de 1956 fue detenido, acusado de formar parte de la conspiración militar en la que estaba embarcado Juan José Valle. Se lo sindicó como Jefe del Estado Mayor del alzamiento.

Al salir de prisión en diciembre de 1956, tomó contacto con sectores de la resistencia peronista.

A fines de 1957 el escritor de orientación nacionalista Bruno Jacovella y el General León Justo Bengoa, de la misma tendencia, le propusieron integrar una fórmula presidencial acompañado por el sindicalista Andrés Framini, que fue difundida a través del periódico Mayoría. El sindicalista desmintió de inmediato la especie.

Por las resonancias de esta iniciativa, por la actitud sostenida frente al levantamiento de 1955 y el desarrollo de acciones conspirativas fue ganando predicamento en los sectores asociados a los restos de la resistencia peronista que siguieron actuando tras la normalización instituiconal de 1958. Se acercó al general Nicasio Sánchez Toranzo, designado por Perón referente militar para esa época.

            Durante el gobierno de Frondizi el Consejo Coordinador y Supervisor del peronismo ejercía presión por la vía político – electoral mientras se forjaba la organización del C.O.R. (Central de Operaciones de la Resistencia) a cargo de Iñiguez. Allí se reagruparon civiles, ex policías y ex militares de filiación peronista, teniendo una base de operaciones significativas en La Matanza, en el Gran Buenos Aires. Entre los militares que acompañaban a Iñiguez se contaban Osvaldo Vanzini, el comodoro Luis La Puente, el almirante Guillermo Brown,

            En enero de 1959, Iñiguez escribió una carta abierta dirigida a Arturo Frondizi en la que lo acusaba de personero del imperialismo norteamericano y le reprochaba no haber respetado su pacto con Perón. Junto a ello advertía que su traición no quedaría impune. A raíz de ello fue nuevamente detenido y sometido a un tribunal de honor del Ejército Argentino. Fue dado de baja del Ejército.

Durante esta etapa, el accionar de la resistencia peronista había adquirido nuevas características que la diferenciaban del período anterior a 1959. Cabe señalar  que habían aumentado en número y se habían perfeccionado las formas de operación. Se trataba de acciones de mayor envergadura, en la que los mecanismos de detonación habían sido mejorados, a la vez que existía un circuito de provisión de insumos para la fabricación de explosivos en el área metropolitana, desde las zonas productivas o minería de canteras de Buenos Aires (Olavarria, Mar del Plata) y de las provincias del interior.

            Ante el surgimiento de Uturuncos, impulsado por John W. Cooke, la actitud de Iñiguez fue de apoyo, aunque luego dilató el inicio de las acciones, forzando la actuación de los grupos involucrados por su cuenta y riesgo. Los golpes planificados por Iñiguez buscaban la toma de cuarteles; contaban con la participación de militares retirados y partían de la premisa de que al ponerse en marcha lograrían el apoyo de oficiales en actividad. En ellos, los militares tenían la dirección, mientras que los civiles desarrollaban un papel secundario que consistía en la toma de estaciones radiales, sabotajes, cortes de líneas ferroviarias y telefónicas. Los militares poseían las armas y tenían la decisión de entregarlas a los civiles en el momento que consideraran necesario; pero en general, eran reacios a armarlos.

            En ese marco, el 30 de noviembre de 1960 se inició un levantamiento encabezado por Iñíguez con el objetivo de derrocar al presidente Frondizi. En la madrugada, un grupo de civiles y militares irrumpieron armados en los cuarteles del 11º Regimiento de Infantería General Las Heras, en Rosario y, con ayuda de varios suboficiales que estaban en actividad asignados al regimiento, lo atacaron y ocuparon. El enfrentamiento se saldó con cuatro bajas: un oficial rebelde y un oficial y dos conscriptos entre los defensores. ​ Al mismo tiempo, el teniente coronel retirado Eduardo Escudé, junto con civiles armados, se apoderó del Batallón de Escuela y de varios edificios de uso civil de la ciudad de Tartagal  en Salta. Paralelamente, fueron detonadas varias bombas en el Gran Buenos Aires y fueron cortadas en la ciudad de Mendoza las vías de ferrocarril, así como las líneas de teléfono y telégrafo. El movimiento fue sofocado en todos sus puntos. Iñiguez huyó escondido en un camión de verduras. El Presidente Frondizi por la noche se refirió a la “sedición de Iñiguez”. El gobierno ordenó también la detención de dirigentes sindicales peronistas, bajo la sospecha de haber participado de la sublevación. Lorenzo Miguel, Luis Pugliese, Osvaldo Pérez, José Notaro, Paulino Niembro y Amado Olmos terminaron entre rejas. El gremio más involucrado era la UOM.

A partir de allí, Iñiguez fue perseguido por el Plan Conintes. En lugares de paso o controlados por la Policía había carteles con su foto y la leyenda: “Traidor a la patria, vivo o muerto: general Miguel Iñíguez”. Huyó a Paraguay. Existe información que lo ubica en marzo de 1961 en Uruguay, lugar al que se había trasladado para encontrarse con peronistas exiliados y tratar el tema de las próximas elecciones a realizarse en Santa Fe y la actitud que el peronismo debía tomar frente a ellas. En Uruguay se encontraba el delegado de Perón, Alberto M. Campos.

Siguió prófugo. Finalmente, en 1964, se presentó espontáneamente en el Comando del III Cuerpo de Córdoba, en compañía del dirigente peronista Julio Antún. Estaba acusado de una acción terrorista, con orden de captura, por parte del gobierno radical en el fuero civil. Declaró “que había mantenido una actitud subversiva desde 1955 hasta mediados de 1963, porque no podía aceptar pasivamente el sometimiento de la patria a intereses extranjeros y el enfrentamiento de las Fuerzas Armadas y la Iglesia con los trabajadores”. Desde mediados de 1963, había abandonado la actividad revolucionaria esperando que el gobierno radical se afirmara. Por otro lado, sostenía, el peronismo ya no necesitaba del golpe de Estado clásico para alcanzar el poder.

Poco antes del golpe militar de Onganía realizó una conferencia de prensa en la que advertía sobre la división de las Fuerzas Armadas, así como en un distanciamiento con la Iglesia Católica. Su posición fue interpretada como golpista.

Frente a la Ley de amnistía de 1967  que determinaba la “reincorporación del personal en situación de retiro”, no pidió la reconsideración de la medida.

En 1969 estuvo involucrado en la conspiración militar encabezada por el general Eduardo Labanca, que resultó fallida.

Militó activamente en el núcleo Afirmación Peronista, junto al empresario minero Osvaldo Diguero y el dirigente Pedro Michelini, caracterizado por la defensa de la ortodoxia doctrinaria. Tomaron distancia de las acciones del Delegado Jorge Paladino y buscaron reemplazarlo. Desde ese espacio bregaron para que las elecciones y la entrega del gobierno por parte de la Lanusse se hiciera en 1972. Durante ese año, nuevamente, acompañó el intento golpista del General Labanca en Tucumán.

En  la transición a las elecciones de marzo de 1973, colaboró con Jorge Osinde, planificando acciones de toma radios, centrales eléctricas, interrupción de provisón de agua, gas, energía, si los militares detenían el proceso político.

Tras el triunfo electoral los restos del C.O.R. invitaron a la fórmula presidencial a un agasajo, sin éxito.

Junto a Osinde estuvo en el palco armado para la recepción de Perón a su regreso definitivo al país el día 20 de junio de 1973. Un día antes lanzó una proclama denunciando la infiltración izquierdista en el peronismo.

El C.O.R. cambió el contenido de su sigla, pasando a denominarse Central de Orientación Revolucionaria. Ese grupo, a cargo de Iñiguez, estuvo a cargo de las comunicaciones el 20 de junio en Ezeiza.

Tras el desplazamiento de Héctor J. Cámpora, el presidente provisional Raúl Lastiri nombró a Iñíguez como interventor de la Junta Nacional de Carnes a principios de septiembre de 1973. Poco después, a pedido de Perón, fue designado  Jefe de la Policía Federal.

El 9 de febrero de 1974 el líder de la organización Montoneros, Mario E. Firmenich fue detenido por la Policía Federal Argentina, portando un arma y una identificación falsa. El 13 de febrero, fue liberado desde la Comisaría 32° por orden del Jefe de Policía, general Iñiguez.

Fue reemplazado por Alberto Villar al frente de la Policía Federal en abril de 1974. Los restos del C.O.R. en un comunicado responsabilizaron al Ministro del Interior Benito Llambí y a José López Rega en la escalada de violencia y la puja de poder al interior del Estado. Por su parte, Iñiguez atribuyó su alejamiento del gobierno a sus enfrentamientos con el segundo, acusándolo de querer enfrentar a los grupos armados por una vía extralegal. En ese momento se alejó a la vida privada.

          Durante el año 1975 fue desplazado de la dirección del C.O.R., siendo reemplazado por el Mayor (Retirado) Mariano Cartago Smith.

Tras el golpe de 1976 fue puesto bajo arresto domiciliario. Fue acusado por la detención y posterior liberación de Mario E. Firmenich en 1974. Años más tarde fue condenado en primera instancia a la pena de dos años de prisión e inhabilitación absoluta por el doble tiempo de la condena, por haber facilitado esa evasión (artículo 281 del Código Penal Argentino). El 28 de marzo de 1985, la Sala II de la Cámara Federal de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital, por los votos de los jueces Ledesma, Valerga Aráoz y D’Alessio, revocó esa condena y sobreseyó a Iñíguez, por considerar prescripta la acción penal en su contra.

          Falleció en 1989.

Fuentes:

Declaraciones de Pedro Michelini a Sergio Villarroel. 9 de junio de 1971. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=2EvnkyHY-2E&ab_channel=DiFilm

Referencias:

Gorza, Anabella. Peronistas y militares. Una vieja relación  en un nuevo contexto. Estudios. Número 49, 2015.

James, Daniel.  Resistencia e integración. Buenos Aires, Siglo XXI, 2019.

Lonardi, Ernesto. Dios es Justo. Buenos Aires, 1958.

Verbitsky, Horacio. Ezeiza. Buenos Aires, Contrapunto, 1985.

Darío Pulfer