A partir de 1965, Rodolfo Puiggrós reelaboró y amplió en sucesivos volúmenes su obra más importante, la Historia crítica de los partidos políticos argentinos, cuya edición original era de 1956.

            Por editorial Jorge Álvarez, en 1969 salió a la luz el volumen quinto, titulado El peronismo. 1. Sus causas.[1]

            El título original, numerado, da cuenta de un plan de obra que no fue completado. La segunda parte habría de subtitularse “El gobierno”, y la tercera “La Caída”. Tampoco vio la luz el que debía ser el sexto volumen de la Historia Crítica…, anticipado como La clase obrera y el porvenir argentino. Tal vez, su libro titulado A dónde vamos argentinos, de 1972, contuvo en una nueva coyuntura los materiales que Puiggrós imaginaba para este último volumen.

En El Peronismo: sus causas, el autor sistematiza una mirada acerca de la conformación del movimiento peronista (entre el golpe del 43 y el 17 de octubre del 45), pero también aborda elementos que trascienden esa coyuntura para brindar claves de interpretación del presente en el que escribe. Son preocupaciones en sus páginas la heterogeneidad que atravesó al peronismo desde sus orígenes y sus disputas internas, el potencial del ejército en la conformación de un nacionalismo popular, el rol de Perón y su relación con las masas, la necesidad de una teoría revolucionaria,el lugar que ocuparon las izquierdas ante la irrupción del movimiento y el que deberían ocupar. Muchas de estas cuestiones atraviesan otra más implícita en las reflexiones de Puiggrós: cómo se piensa así mismo en tanto intelectual-militante que busca incidir en el rumbo del peronismo.

En el libro, comienza por conceptualizar la figura del líder y su relación con el pueblo. Siguiendo una lógica dialéctica, para Puiggrós, “el liderato no es unilateral, ni arbitrario, pues lo genera la unidad y la mutua dependencia del líder con la masa popular que se reconoce en él y lo condiciona (…). Es creado y creador” (1986, p. 337). La idea de un liderazgo que es resultado y no mera causa del desarrollo de la identidad política del pueblo trabajadorse engarzaba con la imagenpuiggrosiana de un Perón quesesuperabaal calor delos acontecimientos: “la trayectoria de Perón de 1943 a 1946 es un ejemplo vivo de la evolución de un pensamiento modelado por la práctica” (p. 463).En la misma época, le adjudicará a esa evolución el pronunciamiento de Perón por un socialismo nacional.

Dos preguntas relacionadas que guían su análisis sobre el origen del peronismo son, por un lado, cómo logró Perón con tanta facilidad convertirse en líder del movimiento obrero, y, por el otro, cómo se explica la pérdida de influencia de las izquierdas en el sindicalismo. En abierta discusión con la posición del Partido Comunista (PCA) que Puiggrós había integrado, afirma que la clase obrera no es tan susceptible de ser engañada y manipulada por maniobras de un“gobierno militar fascista”, como se había evaluado. En cambio, analiza la pérdida de las direcciones sindicales por parte de las izquierdas partidarias por la errónea caracterización realizada respecto del gobierno que tomó el poder el 4 de junio de 1943, pero sobre todo por haber abandonado o al menos restado importancia a las reivindicaciones obreras.

El privilegio de la cuestión internacionaltraducido a la necesidad de conformar un frente antifascistahabría llevado al fracaso los posicionamientos de las izquierdas.El antiimperialismo, que debía oponerse a los “monopolios anglonorteamericanos”y no traducirse en un antifascismo abstracto, era lo asimilable por la clase obrera inserta en la realidad argentina y preocupada por sus reivindicaciones inmediatas. El abandono de ese antiimperialismo por parte de las dirigencias socialistas y comunistas provocaba, según Puiggrós, la “paralización de las luchas por las reivindicaciones obreras, en cuanto chocaran con los intereses de los monopolios extranjeros y empresarios argentinos, aliados a las izquierdas en el ‘frente democrático antifascista’” (p. 359).

En lo que habían errado las izquierdas, había acertado Perón. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, “recogió banderas arriadas e hizo de las reivindicaciones inmediatas la palanca de su liderato” (p. 456). Su mérito fue, dice Puiggrós, descubrir “la existencia latente de esas condiciones objetivas, estimulándolas y encauzándolas” (p. 489). La idea de un frente democráctico antifascista trasladaba mecánicamente el antagonismo de la segunda guerra mundial y no correspondía a la “contradicción interna-externa principal de la sociedad argentina” (p. 330).

En Puiggrós, son las contradicciones de la sociedad argentina las que explican el golpe militar de 1943 y el surgimiento del movimiento peronista: el golpe del 4 de junio se logró a costa de la unidad de sectores antagónicos dentro del ejército. Al nacionalismo “aristocrático”, que es resultado de influencias externas diversas (como la del nacionalismo francés y del fascismo italiano, o posteriormente del nazismo y el franquismo), se le oponen sectores industrialistas, cuyo nacionalismo es necesariamente antiimperialista, en tanto la producción de armamento, en caso de ser extranjera, perpetúa una situación de dependencia. Es esta corriente industrialista del ejército la que pasó desapercibida para la “partidocracia”, que englobó bajo el rótulo de nazi-fascismo a todo el movimiento del 43.

La heterogeneidad del gobierno militar explica que, por un lado,se entregaban puestos claves a simpatizantes o adherentes a ideas fascistas y nazis, y eran detenidos dirigentes sindicales y políticos, y por otro lado, se invitaba al diálogo a gremialistas y militantes de las izquierdas.El gobierno de facto, observa Puiggrós, intentó compatibilizar posiciones. Le dio libertad de acción al sector peronista para actuar en los medios obreros, y le entregó la enseñanza a católicos ultrarreaccionarios.Pero el surgimiento del peronismo no se explica solo por las contradicciones al interior de las fuerzas castrenses, sino por la “conjunción de dos sectores sociales que se creían antípodas e incompatibles entre sí: el movimiento obrero y un nucleamiento nacionalista de las Fuerzas Armadas” (p. 317). En discusión abierta con Gino Germani y otros intérpretes del peronismo, Puiggrós afirma la necesidad de aunar la fuerza militar y la fuerza de las masas. Como en las guerras de la Independencia, no hay revolución posible “sin la fuerza autoritaria de las armas” (p. 375).

A la conjunción de elementos necesarios para el surgimiento del peronismo, Puiggrós adiciona el análisis de una falta: el peronismo nació “con una ideología nacionalista [pero] sin teoría revolucionaria” (p. 415).Desde una mirada marxista, Puiggrós plantea que, a diferencia de la ideología (un conjunto de ideas útiles para la práctica), la teoría revolucionaria surge del análisis científico de la realidad argentina: debe emanar de la realidad del país, de su historia y las propias contradicciones sociales, y apoyarse en los intereses de la clase revolucionaria. ¿Dónde se observa la falta de teoría revolucionaria? En la idea de conciliación de clases, en los desvíos electoralistas y en el hecho de subestimar la importancia de la movilización obrera. ¿A quién le reprocha Puiggrós la falta de teoría revolucionaria? No a Perón ni a los peronistas, sino a los intelectuales, a las izquierdas. Fue el carácter antidialéctico de las izquierdas lo que les obturó la mirada: al no observar las contradicciones reales de la sociedad argentina no pudieron caracterizar al peronismo como un polo dentro del gobierno militar, heterogéneo, ni al ejército como resultado de esas contradicciones. Así, el peronismo aparecía como un momento necesario en la lucha por la emancipación del proletariado.Los intelectuales nacionalistas y de izquierda, argumentaba Puiggrós, al reprochar al peronismo, o al yrigoyenismo, “la carencia de teoría revolucionaria, se están acusando a sí mismos” (p. 416). La tarea “trascendental” llevada adelante “por FORJA y por escritores tan notables como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Juan José Hernández Arregui, Jorge del Río, y otros” había sido incompleta, sin desmerecer “la importancia de su aporte a ‘la formación de la conciencia nacional’” (pp. 416 – 417). El líder “no podía salvar, con su aguda intuición política y su sensibilidad popular, la falta de la teoría revolucionaria. Esta limitación haría que (…) lo derrocara la confabulación liberal, instrumentada por la oligarquía y el imperialismo” (p. 419).

Ahora bien, si la ausencia de teoría revolucionaria era una falla grave, hace tiempo que Puiggrós quería cubrir esa falta. En 1959 ya le había manifestado al líder que lo mejor que los intelectuales podían darle al peronismo era “elaborar la teoría revolucionaria” que “un día, no muy lejano, tendremos que llevar a la práctica” (Rodolfo Puiggrós a Juan D. Perón. Buenos Aires, 13/11/1959. Juan Domingo Perón Papers, Box 5, Hoover Institution Archives, Stanford University).

Para explicar los sucesos del 17 de octubre, vuelve al asunto del liderato, que se consagra en esa fecha. A esa consagración contribuyen peronistas y antiperonistas: el reconocimiento del líder por parte de los primeros, y el desconocimiento por parte de los segundos son dos momentos de una misma totalidad dialéctica. Las sucesivas pujas de poder al interior del gobierno de facto desde 1943, que el autor analiza con minuciosidad, se explican por sus contradicciones internas. Pero la exclusión de Perónen 1945 es resultado de las presiones de la oposición y de un “plan golpista”. Perón anuncia el 10 de octubre que renuncia a sus cargos ante decenas de miles de obreros. En ese discurso, Puiggrós observa una ambigüedad: Perón llama a la defensa de las conquistas obreras “en todos los terrenos”, peroal mismo tiempo los envía “de casa al trabajo y del trabajo a casa”. Debido a la falta de teoría revolucionaria, Perón confiaba “en que todo se solucionaría sin necesidad de recurrir a la participación revolucionaria de las masas” (p. 491).No obstante, lo que dijera el líder no era tan determinante como la propia autonomía de la clase obrera. Las masas tenían la certeza de que, atacando a Perón, estaban atacando su política social ylas conquistas alcanzadas. Para Puiggrós, la “rebelión peronista” del 17 de octubre se incubó en las fábricas, en los cafés y en los inquilinatos, más allá de las vacilaciones de la CGT que llamó al paro para el día 18. El proletariado industrial del Gran Buenos Aires adelantó un día la “huelga general revolucionaria” (pp. 493-495).

“Perón no tenía sustituto”: por más que renunciara a sus cargos, no podría renunciar a liderar a las masas porque eran ellas las que no estaban dispuestas a quitarle ese lugar. El vínculo masas-líder es de “mutuo reconocimiento”, escribe en lenguaje hegeliano. Dos elementos aparentemente contradictorios son los que llevaron a la acción al proletariado: espontaneidad y autoconciencia (p. 494). Hacia el final del libro, Puiggrós le dedica un párrafo al rol de Evita enel 17 de octubre, tomando lo expuesto en La Razón de mi vida: un rol protagónico que luego sería desmitificado por la bibliografía.Según su lectura, Evita fue la mediadora entre la masa y el líder, y en ella se dio la síntesis entre la espontaneidad y la autoconciencia. Pero quienes se movilizaron no seguían órdenes de nadie, ni siquiera de Perón. Se movían por sus propios intereses de clase y fue una jornada “desenajenante” (p. 495). “La liberación de Perón fue el triunfo de la autoconciencia político-social de la clase obrera” (p. 498), pero por falta de teoría revolucionaria se decidió llevar la lucha al terreno electoral, lo cual era un retroceso para el Puiggrós de 1969. Dentro del juego de la “partidocracia” y las “instituciones liberales” habría más limitaciones para concretar las metas revolucionarias.

            Párrafo aparte merece la escritura del prólogo, por parte de Perón, de la segunda edición de esta obra en 1971.Puiggrós lo visitó en 1969 y le llevó una copia del libro. Poco tiempo después Perón le escribe una carta,en la quedice haberlo leído en unos días de descanso en Málaga. Lo felicita entre otras cosas por la “ecuanimidad”lograda, frente a tanta falsedad que se escribe en nombre de la historia (Juan D. Perón a Rodolfo Puiggrós. Madrid, 5/8/1969. Fondo documental Juan Domingo Perón, Caja 20, Archivo Intermedio, Archivo General de la Nación.).Recordemos que en esta obra su autor afirma ni más ni menos la impericia teórica del líder justicialista. Perón le escribe ese prólogo para la edición de Cepe del año 1972, en el que destaca que Puiggrós “no ha abusado de Perón, efecto en el que suelen caer muchos ensayistas del peronismo”. Por otro lado, dice que el “fenómeno Perón” no había sido “nada del otro mundo”. “Cualquiera en mi lugar podría haber hecho lo mismo, si estaba rodeado por los mismos ideales y rodeado de las mismas circunstancias”.Es decir que el propio Perón aceptaba el lugar en el que lo colocaba Puiggrós: el de resultado de las circunstancias tanto o más que su causante.También afirmaba Perón, en sintonía con otras intervenciones de la época, quediferentes países del mundo habían “evolucionado” hacia distintas formas de socialismo. Y que la Revolución Justicialista, iniciada en 1943, apenas había cumplido su primera etapa, mientras que las “revoluciones realmente trascendentales”, como la Revolución Francesa y la Revolución Rusa, habían atravesado al menos cuatro etapas progresivas. Apelaba a la juventud, ya que dichas revoluciones “difícilmente pueden ser obra de una generación sino de varias de ellas”, y cerraba el prólogo llamando al “trasvasamiento generacional para que nuestros muchachos, tomando nuestras banderas, las lleven al triunfo que, por las circunstancias que nos tocan vivir, no está tan lejano”.

Fuentes:

Fondo Documental Juan D. Perón. Caja 20. Archivo Intermedio, Archivo General de la Nación.

Juan Domingo Perón Papers, Box 5, Hoover Institution Archives, Stanford University.

Referencias:

Acha, Omar. La Nación Futura: Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX. Buenos Aires, Eudeba, 2006.

Friedemann, Sergio. (2014). El marxismo peronista de Rodolfo Puiggrós. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Puiggrós, Rodolfo.  El peronismo. 1.Sus causas. Buenos Aires, Jorge Álvarez, 1969.

El peronismo: sus causas. Buenos Aires, Cepe, 1972. Con prólogo de Perón

Historia Crítica de los Partidos Políticos Argentinos. Buenos Aires, Hyspamerica, 1986. T.3.

Sergio Friedemann


[1]Ya sin numeración, como El Peronismo: sus causas, la obra fue reeditada en 1971 por Carlos Pérez y en 1972 y 1974 por Ediciones CEPE. En 1988 fue publicada nuevamente por Puntosur y en 2006 por Galerna. También fue incluida en la publicación de la Historia crítica… en tres tomos por editorial Hyspamérica (1986).