RODRÍGUEZ, Avelino Manuel

–¿Cuándo comenzó a trabajar en la fábrica Siam?

–Entré a los veinticinco años. En Molinedo al 1600, en Avellaneda. En esa fábrica se hacían varias cosas pero yo entre en la parte de motos. Las primeras motonetas que existieron, los primeros motores que se hicieron. Yo empecé a trabajar en una sección que se hizo cuando empezaron a hacer los motores de las motonetas. Esa fue la primera sección que se armo de motonetas. Pero ahí en Siam se fabricaban heladeras, lavarropas, maquinas de pan, bombeadores de petróleo, bombeadores de agua, ventiladores. Trabajaban cinco mil obreros.

–¿Cómo fueron para usted esos tiempos de trabajo hasta fines de 1955?

–Fueron bastantes normales. Sacando las huelgas que hubo, largas, pero en general en la vida diaria, había mucha actividad gremial. Yo caí como nuevo ahí, nunca había estado en un ambiente con tanta gente, con cuerpo de delegados, con comisiones internas porque mi trabajo desde pibe fue artesanal, de artesano: era tallador de vidrio, entonces trabajaba en un tallercito donde éramos catorce muchachos y trabajé diez años ahí, de los catorce a los veinticuatro. Así que mi vida no fue siempre así, conocía la política porque siempre me interesó; pero no había convivido con esa masa, por ejemplo de cinco mil tipos trabajando en una fábrica.

–Usted ingresó a Siam en un momento muy particular en la historia argentina: el 16 de Septiembre de 1955, dos meses después de que usted ingresara a Siam, se produce el golpe militar de Lonardi. Dos meses más tarde, el 13 de Noviembre de 1955 se produce el desplazamiento de Lonardi y a su vez asume como presidente Aramburu.

-¿Recuerda esa etapa?

–En junio estaba haciendo los trámites para entrar: la revisación, la solicitud y una serie de cosas. Entonces el día que voy a la revisación, sucedió el bombardeo. Cuando fui a hacerme la revisación creo que no llegue, me tome el raje porque fue ahí cuando toda la gente fue a Plaza de Mayo. Cuando se produce el golpe de septiembre yo no los note esos cambios profundos. Porque yo fui el primer obrero que entro en la sección de motonetas; hicieron como una sección aparte en un galpón y estaba con un jefe trabajando como operario, después fueron agregando hasta que llegamos a trescientos; pero yo trabaje con el jefe unos cuantos meses porque venían trayendo maquinas nuevas que eran importadas: alemanas e italianas. No lo note porque yo tenía un sueldo fijo ahí; tenía en ese tiempo el sueldo de la obra de convenio como operario y tenía el 60% o 70% fijo, no tenia producción, hiciera lo que hiciera tenía un premio ahí. Pero la fabrica, toda, trabajaba a destajo. Y en las otras secciones, creo que es donde hubo mayores conflictos, donde cortaron.

–Vayamos directamente a esta huelga que dura cincuenta y seis días, que comienza el día 12 de Noviembre de 1956 y termina el 26 de Diciembre de 1956. ¿Podría relatar dicha huelga?

–Sí. Fue cuando la fábrica nos da un pan dulce a cada obrero y había un alambrado enorme y los atamos todos ahí, un acto de protesta.

–¿Cómo fue eso?

–La gente los colgó de bronca, algo no nos quisieron dar y lo quisieron arreglar con un pan dulce. Creo que fue en esa huelga, porque fue un fin de año.

–¿La Siam era mayoritariamente peronista?

–Sí, el 90%. Había comunistas, pero peronistas con comunistas, nunca había acuerdos, era a cara de perro, siempre fueron como el agua y el aceite. En la fábrica había gente que era activista comunista pero no le daba bola a nadie, como que no arrastraban. Siempre tuvo predominio el peronismo.

–¿Pero usted, que no estaba identificado con el peronismo, igual resistía? –¡Ah sí! Todos resistíamos porque como organización se respetaba; no estábamos de acuerdo con algunas actitudes, con la prepotencia, no en los hechos; si vos está pidiendo reivindicación para el obrero, como no voy a estar de acuerdo, si era obrero. No estoy de acuerdo en la metodología, que venga un tipo y te obligue a cualquier cosa o a cantar la marcha, etc. Cuando cerraron Siambreta, en 1963 o 1964 todos los que estaban ahí los mandaron a Chingolo. Nos mandaron a todos allá; llega fin de año, en el ’63, nos dan vacaciones a todos -que no pasaba nunca en una fabrica- y a partir de ahí, no entramos más a la fabrica, cuando nos vinimos de vuelta, lo máximo que te podías acercar era cuatro cuadras de la fabrica; estaba toda la gendarmería con los tanques rodeándola. Quedamos todos en la calle.

–¿Paso lo mismo en la huelga de 1956 en Molinedo al 1600? ¿Había ejército?

–Sí. Había ejército fuerte y lugares estratégicos a una cuadra, quedaba como una calle sin salida, por ahí en una esquina ya no podías ir más allá. En Charcas, cerca de acá, en Molinedo vos llegabas a una cuadra y estaba metida la fabrica adentro; en frente de la fabrica Siam había otra fábrica de aceites, ahí había cuatro monos armados. Estaban los tanques, creo que acá también había tanques en la puerta; había una demostración de poderío, nadie podía acercarse.

–Los que no se identificaban con el peronismo, los que no tenían una militancia o una afiliación partidaria peronista, ¿resistían de la misma manera?

–Sí. Acompañabas porque es natural, es sentido común acompañar. ¿Qué querías inventar? Si estabas ahí, ibas porque estabas dentro de la misma bolsa, sos obrero.

–¿Usted considera que la mayoría de la resistencia obrera fue peronista?

–Sí, yo considero que sí. Siempre. Acá en FAE (fabrica argentina de engranajes) tuvimos unas luchas bárbaras también, tuvimos más luchas que en Siam. Peleas contra la policía, piedrazos, tiros al aire. Una vez estuvimos una semana dentro de una iglesia rodeados por la policía, en Wilde. Toma de fábrica tuvimos en Siam, allí hubo varias tomas de fabrica, uno o dos días, de estar adentro. No fue la primera huelga. En Siam estuve en diez quilombos; en la Siam de automotores también tuvimos un montón de conflictos. En Siambreta tuvimos uno que nos juntamos con los textiles, íbamos por Remedios de Escalada y antes de llegar a Puente Alsina, salió la policía a corrernos, a tirarnos y murieron dos o tres tipos. Creo que nos habíamos juntado con la textil, la Galileo y no sé dónde íbamos. Esa vez fue un despelote. Siam hizo otra fábrica que la idea era hacer la moto completa, que esta atrás de la Galileo Argentina. El plan era la moto 165, se llego a fabricar una, la base era abastecer todo el Cordón Andino de motos. Después se empezó a hacer la 175, que era para abastecer Argentina, Chile, Perú, Bolivia, todo el Cordón Andino. Entonces se hizo la otra fábrica, ahí fuimos a parar nosotros y tuvimos unos conflictos de la gran siete que rompieron la oficina del personal, rompieron todo, menos las máquinas, cayeron jefes, fajaron a cuatro jefes, una locura colectiva; las máquinas de escribir del primer piso las tiraban por las ventanas, unos despelotes. Todo liderado por un líder, que no me acuerdo como se llamaba. En Siam había un líder de la gran siete, que era el capo de la comisión interna, que se llamaba Varela, ese es el que movía todo ahí adentro, todo el perfil era peronista.

–Después de la huelga del ’56, entre enero y junio del ’57, ¿cómo eran las cosas en la fábrica? ¿Seguían igual o había cambios que usted notaba después de esa huelga?

–Esa fábrica, después de esos tiempos, se empezó a venir a menos, parece que no había tanto interés en que siguieran, porque en ese tiempo veinte fabricas cayeron como el muro de Berlín, se cayeron solas por su peso. Lo que pasa es que había mucha burocracia adentro de la fábrica. Estaba el jefe, el secretario del jefe y el secretario del secretario. Inclusive la fabrica Siam empezó a tener algunas deudas y después, dentro de los directorios, como le debían tanta plata a los gobiernos, los gobiernos militares, había mucho militares metidos dentro de los directorios de la fábrica, que no sabían un carajo de fabricas.

–¿Desde el primer momento se afilió al sindicato metalúrgico?

–Sí. Nunca fui la oveja negra, para nada. Yo desconocía todo ese movimiento, para mí era algo nuevo. Donde trabajaba antes, tallando vidrio, era delegado, cuando había que discutir con el patrón iba yo, pero era más por la confianza. Convivías ahí con el patrón, yo era el que más peleaba con él: ponía la cara, como era un tipo laburador y laburaba bien por más que me discutiera, el tipo nunca me iba a molestar.

–¿Y noto diferencias usted en la forma de organizar la producción que tenían la Siam de Molinedo con respecto a la Siam de Monte Chingolo?

–No. Diferencias, no, porque cuando nos mandaron allá, como que liquidaron una fábrica y juntaron todas las cabezas allá, ya con la estrategia de cerrar aquella. Así que allá casi no trabajábamos en la producción, hacíamos cualquier laburo, te daban cualquier trabajo.

–¿Usted piensa que el traslado del personal fue parte de una política gremial?

–Sí, completamente. Nos llevaron ahí para cerrar una fábrica. Fue una estrategia, nos dieron vacaciones a todos; nos tuvieron ahí unos meses haciendo cualquier laburo.

–¿Cómo se manifestaba la resistencia de los trabajadores, de los compañeros? ¿Con pintadas u otras formas?

–Sí. La V y la P de “Perón Vuelve”. Eso estaba por toda la fábrica Siam. El peronismo tuvo una resistencia bárbara dentro de la fábrica. Y se hablaba mal de los militares. Cuando había asambleas se cantaba la marcha también, no la cantabas pero era tanta la gente que había, que la cantaba el 90%; si querías no la cantabas, si no la sentís, para qué la vas a cantar. Yo por eso no la cantaba, pero tenía compañeros que estaban ahí y la cantaban, eran amigos. Yo tampoco me ponía en contra de lo que ellos reclamaban porque, al fin y al cabo, era justo lo que se reclamaba. Después yo estaba de acuerdo con lo que hacia la mayoría.

–¿Estuvo en varias asambleas de fábrica?

–Estuve en todas, siempre: en todos los despelotes. Lo que no fui, fue al frente a pelear. Las asambleas se podían hacer en la calle, en calles cortadas, por ejemplo. Pero igualmente siempre se hacían dentro de la fábrica, había lugares grandes, no había ningún problema.[1]


[1] Incluido en Polese, Rubén. Vencedores vencidos. La resistencia peronista en el Partido de Lanús. Buenos Aires, El Colectivo, 2014.pp..