El primer paso de la política antiobrera –y antiperonista- del gobierno de la denominada Revolución Libertadora encabezado por el Gral. Pedro E. Aramburu fue la intervención de la CGT el 16 de noviembre de 1955 y la designación para ese cargo del Capitán de Navío Alberto Patrón Laplacette.

Patrón Laplacette

Le siguieron en esa dirección la inhabilitación para participar en las vida gremial de todos aquellos dirigentes cuya actuación se había dado entre febrero de 1952 y septiembre de 1955 –cuyo número ascendía a 92.000- y una serie de disposiciones tendientes a atomizar y debilitar los sindicatos, como por caso permitir la formación de más de un sindicato por rama de actividad.

Estas acciones contaron con el aliento explícito de los gremialistas llamados “libres” o “democráticos” (socialistas, radicales e inclusive anarquistas), que acompañaron a la intervención de la central obrera integrando la Comisión de Acción Gremial de la misma, colaboración por la que fueron apoyados por el gobierno en sus respectivos sindicatos.

A su vez, los gremialistasperonistas y comunistas que hacían frente a la política del gobierno lograron a comienzos de 1957 una forma organizativa denominada Comisión Intersindical de Gremios Normalizados a partir de la defensa de los siguientes puntos: Libertad a todos los trabajadores detenidos; Normalización de la CGT a partir del levantamiento de todas las intervenciones; Restablecimiento de precios máximos para los artículos de primera necesidad; Garantías para las libertades y derechos sindicales; y Derogación de la ley de Residencia.

El gobierno por su parte, en la creencia de que con el concurso de los sindicalistas “libres”, las intervenciones a varios gremios y las disposiciones proscriptivasse podía alcanzar el objetivo de contar con una CGT “desperonizada”, convocó a través de Patrón Laplacettea un Congreso Normalizador de la central obrera, el que tenía como fin sancionar un nuevo Estatuto para la misma –es decir reemplazar al sancionados en 1950 que había consagrado la doctrina peronista- y elegir sus propias autoridades.

El lugar de reunión del Congreso fue el Salón Les Ambassadeurs de la Capital Federal; allí, un total de 673 delegados pertenecientes a 98 organizaciones sindicales representaron a casi 2.500.000 trabajadores de todo el país. Del conjunto de congresistas apenas 20 eran mujeres, en tanto que los gremios con mayor número de representantes eran la Unión Ferroviaria (53 delegados), empleados de comercio (52), UPCN (Unión Personal Civil de la Nación) y metalúrgicos (46), trabajadores del vestido (39) y Asociación Trabajadores del Estado (32). El Congreso duró diez días, con el desarrollo en ese tiempo de seis sesiones (26, 29 y 30 de agosto y 3, 4 y 5 de septiembre de 1957). En cuanto a los participantes, se encontraban dirigentes de militancia previa al surgimiento del peronismo, como Sebastián Marotta, Riego Rivas y Vicente Marischi, y otros de actuación política y gremial en los años siguientes, como José I. Rucci, Casildo Herreras, Agustín Tosco, Juan C. Loholaberry, Eleuterio Cardoso, Alfredo Allende, Jorge Di Pascuale y Antonio Mucci.

Apenas iniciado el Congreso se fueron perfilando los dos sectores que confrontaron en el transcurso del mismo: por un lado los sindicatos “libres”, que resaltaron la importancia de la convocatoria y la necesidad de normalizar lo antes posible la central obrera en un marco de unidad; por el otro, los sindicatos peronistas, comunistas e independientes, que cuestionaron en distinto grado la intervención y, en forma más amplia, la política laboral del gobierno, en especial las inhabilitaciones y el encarcelamiento de dirigentes.

El primer paso formal de la reunión fue la elección de la Comisión de Poderes, cuya función era la de establecer la autenticidad de las credenciales de los congresistas, la cual quedó conformada con mayoría “democrática”, la que procedió rápidamente a aprobar todas las credenciales presentadas por los delegados del Congreso. Sin embargo, hubo dos despachos de minoría –que terminaron fusionándose- en donde se fustigó a los delegados “carentes de representatividad”, que pertenecían a los sindicatos “libres”, y también se criticó las inhabilitaciones de los dirigentes peronistas. Las deliberaciones continuaron teniendo como telón de fondo la propuesta de los gremios peronistas y comunistas de crear una Comisión Verificadora de los mandatos de los delegados presentes a partir de la denuncia de aumento ficticio de cotizantes, lo que había permitido a los gremios antiperonistas aumentar su representatividad en el Congreso. Como ejemplo se puso de manifiesto que en el año previo a aquel, el gremio del vestido pasó de 73.000 a 151.000 cotizantes, el de municipales de 31.000 a 74.000 y el de empleados de comercio de 96.500 a 203.000. Decidida la necesidad de crear la Comisión Verificadora, resultó la votación afirmativa por 298 votos a 291. Este inesperado triunfo sorprendió a los gremios libres, quienes acto seguido se retiraron del Congreso, hecho que significó el fin del mismo, que con solo 302 delegados presentes se quedó sin quorum.

La reunión no se reanudó nunca más pese a las conversaciones llevadas adelante por ambos grupos. Los sindicatos antiperonistas que habían abandonado la misma formaron los 32 Gremios Mayoritarios y Democráticos, entidad que disminuyó su incidencia y sus ex miembros integraron el nucleamiento de “Gremios Independientes” en los años siguientes.

Representantes sindicales de “tendencia nacional” aplauden a los oradores “libres”.

Por su parte, los que habían permanecido en el Congreso crearon las 62 Organizaciones Gremiales, integrada por peronistas y comunistas. Estos últimos se apartaron a fines de año y originaron el grupo de los “19”, tranfromándose luego en el MUCS (Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical). Las 62 Organizaciones, brazo político del sindicalismo peronista, perdurarían con una destacada participación en la vida del movimiento obrero argentino en las siguientes dos décadas.

            A modo de conclusión puede decirse que el Congreso Normalizador significó el fracaso absoluto de la política gremial del gobierno militar al no poder conformar una CGT adicta buscando reducir al sindicalismo peronista a la pura acción gremial.

Referencias:

Cavarozzi, Marcelo. Sindicatos y política en la Argentina, 1955-1958. Buenos Aires, CEDES, 1979.

Gasparri, Mario y Panella, Claudio. El Congreso Normalizador de la CGT de 1957. La resistencia obrera y el surgimiento de las 62 organizaciones. Buenos Aires, Corregidor, 2008.

Godio, Julio. El movimiento obrero argentino (1955-1990). De la resistencia a la encrucijada menemista. Buenos Aires, Legasa, 1991.

James, Daniel. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.

Senén González, Santiago y Ferrari, Germán. El ave fénix. El renacimiento del sindicalismo peronista entre la Libertadora y las 62 Organizaciones (1955-1958). Buenos Aires, Corregidor, 2010.

Claudio Panella