Cristianismo y Revolución fue una revista político-cultural que se publicó entre 1966 y 1971, y funcionó como un original espacio de cruce entre el catolicismo radicalizado por el Concilio Vaticano II, el peronismo y la nueva izquierda.

            Dirigida por Juan García Elorrio, la prensa de los cristianos contestatarios tuvo una duración de treinta números, y una tirada que oscilaba entre los dos mil y los cinco mil ejemplares por edición, con una frecuencia irregular que, según el año, podía ser quincenal o espaciarse a lo largo de varios meses.

            Cristianismo y Revolución tuvo una notable variedad de plumas a su disposición, que expresó su vocación de integrar un frente contra la dictadura de Juan Carlos Onganía, con el antiimperialismo, el tercermundismo y el guerrillerismo como principales puntos de convergencia, aunque con un claro y explícito posicionamiento a favor de la izquierda peronista. Por sus páginas, ya sea como editores, columnistas o invitados, pasaron disidentes del Partido Comunista como Emilio Jáuregui y José Eliaschev, los peronistas Raimundo Ongaro, Bernardo Alberte, Jorge Luis Bernetti y Jorge Gil Solá, religiosos como Rolando Concatti y Rubén Dri, y periodistas como Miguel Grinberg, pionero en la difusión del rock nacional, el hippismo y la ecología en la Argentina.

            Sin embargo, la fama retrospectiva de Cristianismo y Revolución se cimentógracias a su papel como pista de despegue del núcleo de activistas que, tras romper en Cubacon el proyecto de García Elorrio, entraron a la clandestinidad para crear la guerrilla deMontoneros.

            Cristianismo y Revolución fue el emergente de un conjunto de redes políticas e intelectualesque tenían como eje el liderazgo de su director. La revista servía para articular un proyectomás amplio que se extendía al Centro de Estudios Teilhard de Chardin, un thinktank dirigidopor el ex sacerdote Miguel Mascialino y Lucía Balmaceda, donde se impartían cursos deHistoria argentina, nueva teología, economía y marxismo, así como charlas sobre coyunturapolítica. Estas actividades estaban a cargo de intelectuales que provenían de diferentesámbitos, como Oscar Terán, Juan Carlos Garavaglia, Juan Carlos Torre y Eduardo Jorge.

            Otro nudo de esta red fue el Comando Camilo Torres, una organización semiclandestina queagrupó a militantes provenientes de las juventudes católicas, cuyo nombre era un homenaje alsacerdote que había caído en combate tras incorporarse al guevarista Ejército de LiberaciónNacional de Colombia. La primera acción de los “camilos” fue una protesta durante la misadel 1 de mayo de 1967 en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, cuando García Elorriole arrebató el micrófono al cardenal Antonio Caggiano, para lanzar una proclama contra elrégimen militar. Las ramificaciones de estas células en Córdoba y Buenos Aires fueron lasemilla de los grupos originarios de Montoneros, mientras al mismo tiempo, gracias a loscontactos del director, se formaron Comandos Camilo Torres en Chile y Uruguay.

            Los saltos en la frecuencia de la publicación y la falta de un staff permanente, se reflejaba enla dispersión de su estructura interna. Recién en los números 14, 15 y 16, hacia 1969, sereemplazó la superposición de notas de coyuntura, artículos, comunicados y entrevistas, porcolumnas más o menos fijas, como “Economía y Política Internacional” e “Iglesia yTeología”. Luego se agregaron secciones como “Sindicatos”, “Panorama político” y el“Boletín del Tercer Mundo”. La dirección de Cristianismo y Revolución estaba compuestapor García Elorrio, Jorge Gil Sola y Jorge Luis Bernetti, que se desempeñó como secretariode redacción por ser el único militante con formación profesional como periodista.

            En unprincipio, la línea editorial privilegió las notas con un marcado sesgo religioso, en ocasiones con la reproducción de artículos extraídos de revistas extranjeras especializadas como Lettresy Concilium, lo que revela la estrategia de interpelar un destinatario católico interesado por elConcilio Vaticano II, y sensible a la injusticia social.

            Sin embargo, la difusión deCristianismo y Revolución en kioscos de revistas, por correspondencia, o de mano en manoen ámbitos universitarios y militantes, separó al receptor empírico del destinatario construidoen los primeros números. La revista dejó de tener una audiencia sectorial reducida al campodel catolicismo postconciliar, y llegó a lectores que compartían una porosa frontera punteadade coincidencias con la nueva izquierda peronista y marxista: la resistencia a la dictadura deOnganía, el acuerdo en definir a la lucha armada como vía principal para la construcción deuna sociedad socialista, el rechazo a las formas burocráticas de la izquierda y el peronismo.

            Más allá del éxito en las ventas que permitía recuperar parte de los gastos, la publicación sefinanciaba con el dinero que adelantaba Casiana Ahumada, la pareja del director, cuyafamilia poseía fincas rurales en Córdoba. La situación era aceptada con naturalidad entre losmiembros del grupo, que hacían bromas sobre su militancia a expensas de “las vacas deCasiana”.

            En enero de 1970, cuando García Elorrio murió en un confuso accidente detránsito, Ahumada quedó como directora. Sin embargo, la desaparición de su carismáticolíder, el secuestro de los impresos por las fuerzas de seguridad, y las amenazas de uncomando nacionalista de derecha, llevaron al fin de Cristianismo y Revolución en septiembrede 1971.

            ¿Cómo fue el pasaje del catolicismo renovador a la apuesta por la guerrilla y la identificacióncon el peronismo? Las cúpulas de la Iglesia católica en la Argentina se vieron sorprendidaspor las innovaciones del Concilio Vaticano II, y trataron de contener las demandas de losjóvenes sacerdotes de apertura hacia preocupaciones más seculares. El cardenal primadoAntonio Caggiano resumió su posición en una frase: “reformas en la Iglesia, sí, reforma de laIglesia, no”. La movilización generada por la renovación conciliar funcionó como detonantede conflictos y articulador de organizaciones. En 1965 estalló una inédita huelga desacerdotes en la provincia de Mendoza, y en 1967 se formó el Movimiento de Sacerdotes porel Tercer Mundo. En el acto de “ir al pueblo” para cristianizar una sociedad que parecíaalejarse de las prácticas religiosas, varios sacerdotes y laicos se radicalizaron junto con lasclases medias y trabajadoras. En algunos casos, las juventudes católicas rompieron con laIglesia para construir sus propias organizaciones, que convergieron con el fenómeno global yregional de la nueva izquierda. En Argentina surgieron las guerrillas de Montoneros yDescamisados, en Chile la Izquierda Cristiana y el Movimiento de Acción Popular Unitaria(MAPU), en Brasil la Acción Popular. La peculiaridad del cruce entre el cristianismo y larevolución en el caso argentino, fue que el lugar de encuentro fue un movimiento populista.

            Para los laicos que participaron en Cristianismo y Revolución, el diálogo entre cristianos ymarxistas abierto por el Concilio Vaticano II pronto fue superado por el acercamiento delcatolicismo posconciliar a la izquierda peronista.

            El fracaso del proyecto de desperonización ensayado por la dictadura militar de laRevolución Libertadora, el incremento de la conflictividad obrera protagonizada por lossindicatos justicialistas, la lucha armada de los comandos de la resistencia, y la identificaciónde las clases populares con Perón, llevaron a aquella relectura del fenómeno peronista queCarlos Altamirano caracterizó como una situación revisionista. Grupos de izquierda, perotambién de la derecha nacionalista y el catolicismo, descontentos con sus direcciones y susproyectos (la vía pacífica al socialismo, la revolución nacional, la restauración delcatolicismo integral), empezaron a mirar al peronismo proscripto como un movimientopopular y contestatario, en línea con la imagen cada vez más extendida del Tercer Mundo,que unía a los pueblos oprimidos de Asia, África y América Latina. El ciclo de los gobiernosperonistas entre 1946 y 1955 fue reinterpretado por estos grupos como una revolucióninconclusa, una época de cambios pacíficos frustrados que debía consumarse mediante lalucha armada y la construcción del socialismo.

            El exilio de Perón y la fragmentación del peronismo a partir de 1955, hicieron posible laconvergencia entre peronistas y antiperonistas: algunos peronistas dejaron de lado suanticomunismo e incorporaron ideas de izquierda, mientras varios antiperonistas abandonaronel antifascismo nacido del ambiente de entreguerras, que juzgaba al peronismo como unrégimen totalitario. Del otro lado, el recambio generacional de las militancias juvenilesfacilitó la renovación de la cultura política de los años 30 y 40, creando un nuevo paradigmanacionalista, populista a izquierdizante. Las transformaciones en la Iglesia Católica, y laprogresiva autonomía de los laicos, descarrilaron el proyecto cristianizador de las primerasdécadas del siglo XX, cuando las juventudes católicas coincidieron con las clases populares yformaron organizaciones políticas no confesionales. Fue el momento en que el padre CarlosMugica, mentor de los jóvenes montoneros y compañero de ruta de la publicación, definió suopción por los pobres como una opción por el peronismo. En otras palabras, si el ConcilioVaticano II invitaba a pensar que la Iglesia no era ya la manifestación autoritaria de CristoRey sino el pueblo de Dios, laicos y sacerdotes tenían que asumir la identidad peronista paraestar más cerca del cielo. Las juventudes católicas respiraban la cultura nacionalista, pero elprestigio de las revoluciones del Tercer Mundo, que parecían concretar el discursosoberanista de la derecha tradicional, los llevó a redefinir al peronismo como una variante delos movimientos antiimperialistas de Argelia, Cuba, China, Egipto y Vietnam. Y en esainédita ecuación histórica de los años 60 surgió Cristianismo y Revolución.

Referencias:                        

Campos, Esteban, Cristianismo y Revolución. El origen de Montoneros. Buenos Aires,Edhasa, 2010.

Gil, Germán, “Cristianismo y Revolución. Una voz del jacobinismo de izquierda en los ‘60”.CEDINCI, 2003.

Lenci, Laura, “La radicalización de los católicos en la Argentina. Peronismo, cristianismo yrevolución (1966-1971)”. Cuadernos del CISH n. 3(4), 1998.

Morello, Gustavo, Cristianismo y Revolución. Los orígenes intelectuales de la guerrillaargentina. Córdoba, Educc, 2003.

Slipak, Daniela, Las revistas montoneras. Cómo la organización construyó su identidad através de sus publicaciones. Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.

   Esteban Campos