Forzosamente había que buscar la forma de participación del peronismo, que estaba proscripto, y entonces el General Perón tuvo que elegir el mal menor. Muchos desconocen el porqué del acuerdo [Perón-Frondizi], ya que existía la posibilidad del voto en blanco que se había dado para las elecciones de constituyentes. La mayoría del pueblo argentino prefería el voto en blanco pues no quería apoyar ni a la línea que respondía a Balbín ni a la que lideraba Frondizi. Pero era evidente que el voto en blanco traía como consecuencia el triunfo de Balbín, que significaba la continuidad de la Revolución mal llamada Libertadora, que nosotros denominamos Revolución Fusiladora. Y aunque Frondizi no ofreciera muchas garantías, por lo menos no era la continuación de esa contrarrevolución. Por eso Perón decide, como mal menor, la votación por Frondizi, pero no resultó fácil. Hubo cerca de dos millones de votos en blanco pese a la directiva de Perón.

P: ¿Sin embargo el pacto se rompió al poco tiempo?

Cuando en el 59 y 60 Frondizi impone el plan Conintes, comienza por no cumplir lo pactado con Perón, porque le resultaba imposible. Fue lo que le dije en una oportunidad a Frondizi: «Usted montó dos caballos, puso un pie en el pueblo y otro en el antipueblo, se le abrieron los caballos y llegó el momento, en que cayó». Es que él había pactado con Perón, pero también se había comprometido con la oligarquía y los demás señores de la revolución fusiladora. Era imposible compatibilizar las dos cosas, y para que no lo echaran, para evitar el golpe, iba presionando siempre para abajo.  Entonces venían las reacciones populares, por ejemplo la huelga del Frigorífico Nacional Lisandro de la Torre que se produce en el 59 y en la que se llega al extremo de que las fuerzas armadas voltean los portones con los tanques para obligar a los trabajadores a desalojarlo. Allí tienen una importante participación William Cooke y Sebastián Borro. Y es en ese momento cuando Frondizi, que no puede dar solución ni a ése ni a otros problemas que se venían sucediendo, se ve obligado por la presión de las fuerzas armadas a desarrollar el plan Conintes, cuya puesta en práctica incluyó la aplicación de torturas.  Esto fue en el 60.

P: ¿Se produjo una ruptura total?

Prácticamente sí. Pero Frondizi trata luego de revertir la situación, devolviendo la CGT en el 61. No la devuelve sólo a las 62 organizaciones, según él, la devuelve a la clase trabajadora representada por los 32, los independientes, las 62, etc. Pero esta situación dura poco. La devolución de la CGT era un triunfo para la clase trabajadora y especialmente para las 62, que presiona y toma la conducción del movimiento obrero, reconocida oficialmente.

P: Sin embargo algunos dirigentes seguían en tratativas con el gobierno …

Hubo dirigentes gremiales que se acercaron a conversar con Frigerio y con Frondizi, pero con autorización de Perón que los enviaba con el objetivo de buscar formas de acercamiento. Había que ganar terreno de acuerdo a las posibilidades y a la fuerza. Por eso el General decía aquello de «no hay que ser retardatario pero tampoco dar el paso muy largo y apresurarse demasiado: todo en su medida y armoniosamente». Y los que estábamos al servicio de Perón estábamos dispuestos a hacer lo que él ordenara, porque sabíamos que no sólo contábamos con la confianza del General, sino que, a través suyo, teníamos la gran confianza de la clase trabajadora.

Claro que a algunos dirigentes les gustó tanto estar en los despachos gubernamentales que después se quedaron ahí para sus conveniencias personales. Pero esa es otra historia.

P: ¿Cómo eran por ese entonces sus relaciones con Vandor?

En ese’ momento ya se habían conformado las 62 organizaciones, entidad que nace después de la CGT auténtica y de la Intersindical. Es en las 62 en que aparece como figura principal y gravitante el compañero Vandor. En ese entonces había dirigentes de destacada actuación como Amado Olmos, José Alonso y, por supuesto Vandor, que era un poco el pope del manejo de las 62 organizaciones. Yo también participé en ese cuarteto que dirigía la entidad, aunque no comulgaba mucho con Vandor y él lo sabía pues se lo advertí en varias oportunidades. En una de ellas le dije: «Mirá Lobo, no puedo estar de acuerdo con tu política, porque para mí, vos estás haciendo peronismo, pero peronismo para Vandor, no peronismo para Perón, ésa es la diferencia … «

P: ¿Hasta qué punto Vandor pensaba que podía independizarse de Perón? ¿ Tenía algún proyecto político o su actitud se originaba en las necesidades de la, acción sindical?

En los primeros momentos yo creía realmente que Vandor acumulaba fuerzas pensando ser la continuidad del peronismo o sea que ante alguna eventualidad, le resultara factible constituirse en el delfín del peronismo. Pero hay que ser sincero y reconocer las condiciones de Vandor como dirigente. Vandor fue el dirigente gremial de gabinete más lúcido que yo conocí. No era dirigente de masas. La masa no lo quería, por lo menos, la mayoría. Y él tampoco se acercaba mucho a ella) tan es así que era muy difícil que hablara en actos públicos. Era dirigente de gabinete y eso se traslucía en la forma en que actuaba. Por ejemplo, fue participacionista de todos los gobiernos, pero ningún gobierno le pudo sacar ventajas. Vandor siempre obtuvo beneficios a favor del gremialismo y a favor de sí mismo.

Una anécdota: cuando preparábamos planes de lucha, en algunos casos la acción se circunscribía a salir 2 horas a la calle y volver a la fábrica. Vandor, que era el inventor de este procedimiento, lo hacía con una gran ventaja, pues primero conversaba con la patronal de los metalúrgicos y llegaba a algún acuerdo. El resultado era que cuando los trabajadores de la UOM volvían a la fábrica, esas 2 horas no se las descontaban. En cambio nosotros, en el gremio textil, no acordábamos nada con los patrones, sacábamos a los obreros a la calle y cuando retornaban a su labor, teníamos problemas de suspensiones, despidos y otras medidas que se tomaban contra los obreros que habían abandonado el trabajo. En definitiva, Vandor tenía una manera de actuar muy particular, Pero también es cierto que cuando los dirigentes nos poníamos de acuerdo, en favor del peronismo, en favor de los trabajadores o contra el gobierno de turno, era contundente, terminante.

Claro que nosotros teníamos una ventaja que no tuvieron los dirigentes que actuaron despues del retorno de Perón o después de su muerte. Y esa ventaja consistia en que podíamos fácilmente sumar la acción política a la acción gremial: cuando tomábamos medidas de fuerza en defensa de los intereses profesionales, les explicábamos a los trabajadores que todo el movimiento en favor de sus derechos estaba asegurado con la vuelta de Perón. O sea que el movimiento tenía carácter político porque era parte de la lucha que se planteaba para que Perón volviera al país, y los trabajadores, conscientes de que la defensa de sus intereses y su liberación pasaba por la vuelta de Perón, se sumaban masivamente a la huelga.

P: ¿Vandor tenía apoyo en las bases de la UOM?

 Vandor tenía fuerte apoyo dentro del activismo y de los delegados de los trabajadores metalúrgicos y, por supuesto, después se sumaba la mayor parte de la masa. Pero se sumaban no tanto con Vandor sino con el peronismo. Estaba él como podía haber estado Rosendo García, que tenía una representación bastante importante en Avellaneda.

Sin embargo quisiera hacer notar lo siguiente: el estatuto metalúrgico es diferente al textil. Nosotros siempre hicimos elecciones de base. El Consejo Directivo de la Asociación Obrera Textil, sus ramas, sus delegaciones, fueron siempre elegidas desde abajo por el voto directo y en los lugares de trabajo. Metalúrgicos hacia elecciones de primer grado, de segundo grado, pero cuando llegaba a la elección del Consejo Directivo, el voto no era directo sino por delegación, y entonces era fácil desde la conducción manejar los resultados, pues se tenía derecho a intervenir delegaciones…Estando Vandor en el cargo, resultaba inamovible, pero como dirigente era un gran dirigente.

P: ¿Tanto como para enfrentarlo a Perón?

Vandor se equivoca: da un paso demasiado largo que tal vez él creyó oportuno, en la famosa asamblea de Avellaneda, donde todo el vandorismo se enfrenta directamente a Perón con aquella recordada frase «para salvar a Perón hay que estar contra Perón». Ahí estuvieron Iturbe, Delia Parodi y todo el vandorismo de aquel entonces. Y el enfrentamiento lo llevan a la práctica en las elecciones de Mendoza. En 1965 cuando se elige gobernador, el vandorismo lleva como candidatoa Serú García. Entonces Perón manda a Isabel que promueve la candidatura de Corvalán Nanclares. Es un enfrentamiento interno donde se presentan dos listas peronistas. Allí se produce la fractura y Alonso crea las 62 de pié. Pienso que Vandor se creía con la suficiente fuerza como para enfrentarlo a Perón. Y realmente tenía fuerza a nivel de estructura, tanto gremial como política.

Recuerdo que en los enfrentamientos entre framinismo y vandorismo, el que siempre aparecía derrotado ante Perón era Framini. Y no podía ser de otra manera porque yo representaba esa especie de anticuerpo que creaba Perón cuando queria impedir que alguno volara demasiado alto: era el anticuerpo del vandorismo. Representaba masa, representaba trabajadores, porque yo era bastante apoyado por la gente de trabajo, pero no le podía ofrecer nada a Perón, porque la masa él ya la tenía. Lo que debía cuidar Perón el nivel de dirigentes, sobre todo de dirigentes sindicales y de los principales gremios, que estaban con Vandor. Tenía que evitar que se le escaparan. Y por eso, a veces yo volvía después de un abrazo de reencuentro con Vandor, preparado cuidadosamente porPerón para la foto, y los dirigentes y la masa trabajadora reaccionaba contra Framini: «¡Ah … se está abrazando con Vandor! «. Hay cosas que uno puede comentar ahora pero no podía hacerlo entonces. Yo aparecía fallando pero no era así, simplemente respondía a la política que Perón necesitaba en ese momento.

Cuando el vandorismo hace la asamblea de Avellaneda creyó que había llegado la oportunidad de que Perón se quedara en España y Vandor tomara la «manija». Pero se equivocaron. Mientras Perón tuvo vida, solamente con una cartita era el «desideratum» de cualquier acontecimiento decisivo en el país: cuando quiso que fuera presidente Frondizi, fue Frondizi, cuando quiso que fuera gobernador Framini, fue Framini. Porque en las elecciones del 62 cuando Perón me nomina como candidato a gobernador y las 62 se ven obligadas a apoyarrne, no es Framini el que gana las elecciones, sino Perón.

El nuestro ha sido un gran movimiento gregario que respondió siempre al caudillo, de ahí que nunca pudimos crear una institución. Perón en los últimos años, cuando sabía que por una cuestión biológica tenía que desaparecer, quería que se institucionalizara el movimiento y él una oportunidad me lo dijo. Pero yo le respondí: «General, es imposible. Porque nosotros creamos una institución pero la gente pasa por sobre ella y va al único que le ofrece garantías, y el único que ofrece garantías es usted General. Mientras usted viva, usted eclipsa institución, usted eclipsa políticos, usted eclipsa todo». Era imposible crear una institución: de Perón para abajo todos éramos iguales, él era el único que decidía. En la actualidad si se nombra a alguien, se recuerda su actuación y si se equivocó en tal o cual oportunidad ya no puede ser candidato, mientras que en ese entonces a nadie se le averiguaba los antecedentes; la reacción general era que si lo había puesto Perón por algo sería. El peronismo nació gregario, nació con el caudillo y mientras él vivió, existió el peronismo organizado…

P: Volvamos al 62. ¿Qué significado tuvo para el peronismo el programa de Huerta Grande?

El programa de Huerta Grande es un encuentro con los principios doctrinarios y filosóficos del peronismo. Cuando Perón nota que esos principios fundamentales se están desviando, da un giro para que nos reencontremos con la defensa de los intereses nacionales y el enfrentamiento con la oligarquía y el imperialismo. Eso que se llamó vuelco a la izquierda, se inicia con una conversación con Perón donde nos da las directivas para retomar los principios básicos del movimiento revolucionario peronista. Yo me reúno con los compañeros que pertenecían al grupo que me había asesorado desde tiempo atrás y especialmente en las elecciones del 62, entre ellos Manolo Buseta, y con compañeros del cuadro más combativo de las 62 Organizaciones, Amado Olmos, Di Pasquale, de Luca y otros. En definitiva preparamos el plan de Huerta Grande y largamos los diez puntos como base para retomar una posición firme y fuerte de enfrentamiento a la oligarquía y al imperialismo, enemigos fundamentales de todos los pueblos que luchan por su liberación. Recuerdo que muchos se sintieron molestos por el séptimo artículo, que establecía la expropiación de la tierra sin indemnización, pues les parecía demasiado extremista, más marxista que nacional. De todas maneras, con el tiempo, uno piensa que ese artículo no era tan polémico, si se lo aplicaba dentro de una posición tercerista, ajena a los dos extremos. Si a mí me preguntan mi opinión respecto a la reforma agraria, respondo que la cosa pasa por el cooperativismo, o sea ni latifundios ni minifundios, y eso no tiene nada que ver ni con la filosofía marxista ni con la filosofía capitalista. Por lo demás ese programa sigue teniendo absoluta actualidad.

P: ¿El programa se discutió? ¿fue aprobado sin objeciones? ¿ Venia con el aval de Perón?

Sí, fue discutido y aprobado sin objeciones pero el problema fue implementarlo, llevarlo adelante. Es importante destacar que este plan lo conversé con los compañeros de las 62 organizaciones y de la CGT que respondían a nuestro lineamiento, pero yo no tenía autorización para decir que era Perón el que lo promovía.

P: ¿ Qué actitud tuvo el grupo vandorista frente al programa?

Del grupo vandorista no fue casi nadie y de los pocos que fueron ninguno se animó a hacer objeción alguna. La fuerza estuvo en que quienes concurrimos, fuimos los consustanciados con esos principios y pertenecíamos al ala más combativa del sindicalismo. No estaban quizá las grandes organizaciones pero, numéricamente, la cantidad de gremios que participó fue muy grande. El Plan de Huerta Grande fue retornado con buenas intenciones de llevarlo adelante, cuando Ongaro gana la mayoría en el congreso «Amado Olmos» pero el vandorismo no le entrega el edificio de Azopardo. Ongaro entonces debe instalarse en su propio sindicato y organiza la CGT de los Argentinos, teniendo como base de la organización, el programa de Huerta Grande. Pero fue difícil llevarlo adelante, no tanto por el enemigo que teníamos afuera, sino por el que teníamos enquistado adentro: la burocracia que manejaba los gremios principales.

Sin embargo hay quienes dicen que los dirigentes combativos que sostienen el programa de Huerta Grande no tienen la fuerza de masas que tiene los dirigentes reformistas ¿ es una impresión falsa?  No, no es falsa. Es exacto pero tiene sus explicaciones. La mayor parte de los trabajadores pertenecientes a las grandes organizaciones (UOM, SMATA, etc.) permanecieron ignorantes de la significación del programa de Huerta Grande. Sus dirigentes no lo explicaban y nuestras tribunas eran insuficientes. Además, ese programa les llegaba deformado no sólo por sus dirigentes sino también por los medios de comunicación, que nos hacían aparecer a sus impulsores, no como nacionalistas revolucionaríos sino como representantes del marxismo. Eso a la mayoría de la clase trabajadora, más en esa época, le hacía tomar distancia y no participar directamente. Por otra parte, confiaba en sus dirigentes ya que sabía que estaba Perón como reaseguro.

P: La época del programa de Huerta Grande, mediados del 62. Se combino con un movimiento semi-espontáneo de ocupación de fábrica, de grandes luchas obreras …

Sí, hubo mucha combatividad por parte de los trabajadores. Pero cuando más se acentúa esa lucha es después del 62, más bien del 63 al 64, cuando Illia gana las

elecciones legales pero no legítimas, ya que el peronismo no puede participar. A mí me disgusta mucho cuando escucho a los radicales hablar de su dignidad y de su defensa y cumplimiento de principios, y recuerdo que en la Asamblea de la Civilidad, Balbín se compromete junto a los demás partidos a no participar en caso de existir proscripciones y sin embargo, pese a la proscripción del peronismo en el 63, el radicalismo participa con Illia a la cabeza. Después de eso, si viene el plan de lucha creado por Alonso, de tanta gravitación, con toma de fábricas grandes movilizaciones y una represión que trae aparejada su secuela de muertos y presos. Y se agrava cuando en 1964, el radicalismo comete su mayor error, que fue impedir el retorno de Perón, mediante un acuerdo entre Castelo Branco, los americanos y el gobierno de Illia.  Porque si bien el ministro de Relaciones Exteriores era Zavala Ortiz, Illia no puede decir lo que después dijo: que el no estaba al tanto del regreso de Perón. Obviamente, un presidente no puede desconocer un hecho tan importante como ése. A partir de ahí, se profundiza el plan de lucha. Pero hay que reconocer que en ese momento existió un pacto militar-sindical que preparó las condiciones para el derrocamiento de Illia…

P: ¿Es decir que en ese entonces las perspectivas de un sector del sindicalismo eran derribar a Illia mediante un golpe de estado?

Y quedó demostrado enseguida. Cuando Onganía se hace cargo del gobierno, los dirigentes gremiales van a festejar su triunfo, crean el participacionismo y dejan de lado a las 62. Y en el participacionismo entran los principales dirigentes, Vandor, Alonso, Coría, Peralta, etc. etc., que tienen como intermediario al ministro de economía Salimei. También gravitó con mucha fuerza San Sebastián y un militar que actuaba de nexo, el coronel Prémoli, que en la calle French recibía a los dirigentes gremiales con la colaboración del ex dirigente sindical Salvador Zuccotti.

P: Antes de eso se produjo el episodio del retorno de Perón. ¿Qué se proponía Perón exactamente? ¿Creía posible su vuelta? .

Yo creo que en la decisión de Perón influye de alguna manera, la necesidad de poner en evidencia a quienes lo habían enfrentado, rechazando o esquivando el programa de Huerta Grande. No es cierto que el retorno fuera preparado por Vandor y de acuerdo con el gobierno. Quien decide volver es el General Perón. Nosotros  estuvimos un mes en España preparando el regreso, Delia Parodi, Iturbe, Lazcano, Vandor, Remorino y yo. Luego Rernorino fue desplazado y reemplazado por Jorge Antonio. Iniciamos el retorno pero fuimos detenidos en Brasil.

En fin, yo no sé si Perón decide volver sabiendo que se lo impedirían, o si lo hace dispuesto a llegar. Creo en esta última alternativa. Además, aunque no llegara, era un gran golpe político, era la demostración de su interés de regresar a la patria. Y todo estaba preparado para que el retorno se efectivizara. Teníamos que llegar hasta Paraguay o Uruguay y desde allí, Vandor y yo debíamos entrar clandestinamente al país y preparar una huelga general que podía llegar a ser una huelga revolucionaria, para presionar de modo de hacer posible la vuelta de Perón. Pero sólo pudimos llegar a Brasil, donde tras detenemos durante 17 horas, nos mandaron de vuelta a España.

P: ¿Qué hizo el peronismo entonces?

Muy poco. Recuerdo que lo que al General más le molestó fue que mientras estuvo preso en Brasil, acá, en el país, no se realizó un paro ni siquiera de diez minutos, y los dirigentes encargados del recibimiento de Perón, pusieron como excusa que podía ser peligroso para el General. Aunque burdamente, el embajador argentino en España en aquel momento, también hizo referencia a ese hecho con el fin de criticar la decisión del retorno: remarcó que nadie había realizado un paro estando Perón tan cerca del país, mientras que quince días atrás, en ocasión de la muerte del cantor de tangos Julio Sosa, todo el pueblo había salido a la calle.[1]


[1] CALELLO, Osvaldo; PARCERO, Daniel. De Vandor a Ubaldini/ 1. Buenos Aires, CEAL, 1984.p.25 y ss.