En el momento en que se produjo el golpe de estado de septiembre de 1955 el Partido Peronista de la Capital Federal estaba intervenido por John W. Cooke. Mientras se desarrollaban los acontecimientos que llevarían al alejamiento de Perón del poder, Cooke junto al estydiante de abogacía Raúl Lagomarsino, el ex teniente César Marcos, el joven Carlos Held, el empresario Osvaldo Morales y el estudiante universitario Rodolfo “Copete” Rodríguez Galvarini se reunían en el local partidario de la calle Riobamba y Sarmiento.

Hasta allí llegaba Arturo Jauretche, vuelto a la acción política desde los bombardeos de junio y amigo de Cooke. A esa constelación se sumaba la poetisa Alicia Eguren, que recientemente se había reencontrado con Cooke. También figuras menos conocidas como Rodolfo Martínez o algún militar afín al interventor como el Capitán Arrambide. Ese grupo sostuvo el local hasta que la presión de los Comandos Civiles Revolucionarios y la intervención directa de las fuerzas policiales los desalojó bajo amenaza de correr la misma suerte que el edificio de la Alianza Libertadora Nacionalista.

Marcos recordaba que caminando con Cooke por Santa Fe, veían a la gente en los balcones brindando con champagne por el derrocamiento de Perón.

            A partir de ese momento comenzaron a desarrollar diversas acciones de oposición al gobierno militar. Pequeñas acciones conspirativas: pinchaduras de neumáticos, guiños, tonadas, actos relámpagos, volanteadas, pintadas, visitas a las fábricas para distribuir materiales. Luego, las pintadas “PV”, una consigna que comenzó en las paredes de la Capital Federal. Junto con todo ello proliferó el uso del mimeógrafo para publicar boletines y panfletos.

            En los resquicios legales que quedaban disponibles, Cooke siguió publicando De Frente. En sus números denunciaba las arbitrariedades cometidas por el gobierno de la Revolución Libertadora con los ex – legisladores y los miembros del ejecutivo del gobierno anterior; la persecución de artistas por su adhesión al peronismo (en las tapas colocaron a Muiño, Merello, entre otros), así como el “panquequismo” de Clarín y otros medios unido al “loteo político” de los medios gráficos de la Cadena ALEA.

            Jauretche publicó el poema “Nomeolvides” en el periódico El 45.  María Granata y Alicia Eguren escribieron poemas que fueron distribuidos a la salida de las fábricas, siendo muy demandados. Uno de ellos, titulado “El Tirano”, firmado por La Voz del Pueblo, y probablemente escrito por Eguren, concluía:

Si ésta es la libertad, la democracia

Que ha venido a implantar la oligarquía

Le pedimos al Señor como una gracia

Que nos  traiga otra vez la tiranía            

            Cooke cayó preso a fines de octubre, dejando a Lagomarsino a cargo de la intervención y a Ramón Prieto, junto a su hermano Jorge Cooke, al mando de la revista De Frente.

Buenos Aires apareció empapelada con carteles que rezaban: “Libertad Leloir-Cooke”. Esa consigna se irradió por el país.

  El 13 de noviembre salieron declaraciones de Lagomarsino en el diario La Prensa, aún bajo control de la CGT, ratificando la dirección de Cooke para la Capital Federal y advirtiendo contra las posiciones dialoguistas con el gobierno, encarnadas en el secretario político del PP, Ricardo San Millán:

«ante declaraciones que son de conocimiento público y las especialísimas circunstancias del momento que pueden derivar en los caminos más sorprendentes e imprevistos, el peronismo debe estar prevenido contra posibles maniobras que pretendan llevar la confusión o la incertidumbres a nuestras filas o a seguir equivocadamente determinadas orientaciones que sacrificarían los principios partidarios…que ninguna Declaración debe ser considerada como legítima si se aparta, en lo más mínimo de la Doctrina y de la Lealtad peronista intransigente».

 El día 29, ante la inminente disolución del Partido Peronista, Lagomarsino escribió al Ministro del Interior e hizo declaraciones rechazando esa posibilidad.

De Frente profundizó las denuncias sobre detenciones de políticos y gremialistas, así como realizó una campaña por la libertad de su director. En esta etapa, colocaron en tapa las imágenes de figuras políticas de relieve en el peronismo: además de las de Cooke, aparecieron Leloir, Albrieu y Jauretche.

            A partir de ese momento pasaron a la clandestinidad refugiándose en una casa en San Justo. Contaban con dos autos, un Ford 54 negro (heredado de la intervención del Partido Peronista) y un Volkswagen, propiedad de Lagomarsino.

            Raúl Lagomarsino firmó el primer informe dirigido a Perón, del que no conocemos el contenido.

            El 24 de febrero de 1956 firmaron el primer manifiesto del Comando Nacional Peronista, denunciando a los “asesinos de junio y  septiembre” que se apoderaron de los bienes materiales y económicos del P.P., la CGT y de las organizaciones gremiales mediante la fuerza que “pudieron obrar con toda impunidad y alevosamente, frente a la masa trabajadora, inerme y sin defensa”.  Afirmaban: “El Pueblo Argentino, espontánea y vigorosamente, está organizando centenares de comandos peronistas que cubren toda la República. Es su respuesta patriótica y viril al alarde prepotente de ‘desperonizar al país’ lanzado por la Oligarquía Sangrienta que asaltó el poder”. Adelantaban un argumento que utilizarían Cooke y Perón en sus intercambios: “el peronismo se ha purgado de arribistas, de logreros y de vacilantes”, consiguiendo que “la unidad, la disciplina y la intransigencia se han mantenido inconmovibles desde abajo”. La pretensión del Comando era articular a todos los grupos del territorio reconociendo como única jefatura la de Perón y como única consigna su “vuelta incondicional”. Para ello buscaron desarrollar dos comandos (uno militar y otro sindical), recorrían casas identificadas con el peronismo en las que se hacían reuniones y comenzaron a redactar el segundo informe. Tenían como idea rectora lograr una “insurrección general”. En esas acciones se destacaron César Marcos, Héctor Saavedra y José Manuel “Manolo” Buzeta.

            Si bien en el texto de febrero expresaban su solidaridad con los “compañeros y dirigentes que, en la dura prueba de la persecución, de la cárcel y del confinamiento, siguen manteniendo la fe y la abnegación por la gran causa del pueblo” no hacían mención expresa de los referentes del peronismo – Leloir y Cooke- que estaban confinados en Ushuaia. Eso les valió un reproche político de Alicia Eguren: “tampoco hay que ser hijos de p…a. Aquellos dos han ido a dar con sus huesos al Polo. Sí, hay que explotar su martirio, gritar, despotricar, hacer escándalo al estilo comunista. Porque ahora parece que se los tragó la noche polar y nosotros ‘locos de la vida’ y a olvidarlos”.

            Resulta dable pensar que Lagomarsino y Marcos buscaron constituirse en referencias políticas territoriales de la resistencia peronista buscando establecer contacto directo con Perón, fuente de legitimación de su poder, prescindiendo de las autoridades ahora detenidas y de quienes pretendían sucederlas, como San Millán. Para ello destacaron a Osvaldo Morales, empresario inmobiliario,  para entrevistarse con Perón y llevarle el segundo informe producido por el grupo, que había sido terminado para el 20 de abril. Para lograrlo tuvo que pasar por Chile, entrevistarse con María de la Cruz y el Profesor Florencio Monzón, quienes opinaron favorablemente y le otorgaron el salvoconducto para el encuentro con Perón en Panamá. La reunión se produjo, Morales entregó el informe y el líder exiliado guardó prudencia en relación a sus posiciones y no le entregó nada escrito. Solo le recomendó que tomaran contacto con Enrique Oliva, animador de los Comandos Coronel Perón, quien había recibido las directivas generales y mensajes particulares para los diferentes sectores, a través de la política chilena María de la Cruz.     

El Informe entregado constaba de consideraciones generales (motivos y objetivos de creación del comando, la situación de las masas caracterizada como politizada y en estado de insurrección), descripción de fuerzas y tendencias (tiranía, lonardistas, la desconfianza con el grupo de Valle, el ánimo en las fuerzas peronistas y la necesidad de desplegar la insurrección nacional).

            Marcos y Lagomarsino realizaron encuentros con el grupo conspirativo del General Juan José Valle. Tuvieron acaloradas discusiones. Ellos bregaban por una inclusión directa de la mención de la “vuelta incondicional de Perón”, tal como venían haciéndolo desde los inicios de las acciones de la resistencia. Al conocer la opinión de Perón con respecto al proyectado putsch, no acompañaron la estrategia golpista.

Mientras esto sucedía, Marcos, Morales y Rodríguez cayeron presos el día 3 de junio de 1956 en una casa de Laferrere. Lagomarsino y Held cayeron, también, en otra casa cerca de allí, siendo acusados de drogadictos (el primero portaba un tubito de asmaspirin) y homosexuales (un empresario sombrerero unido a un joven nazi, fue la nota periodística del día). Las fuerzas policiales hallaron documentación comprometedora en el allanamiento de la vivienda de San Justo, donde se habían refugiado y donde fueron detenidos. Poco después también fue detenido Saavedra cuando se dirigía a su trabajo.

Luego del fracaso del levantamiento de Valle, en el ámbito carcelario se los acusaba de delación, aunque esto no resultaba cierto. La noticia del fusilamiento de los miembros del Comando Nacional Peronista apareció en los diarios. Sus familiares se acercaron a los lugares de detención. No había sucedido… los fusilamientos se interrumpieron por desaveniencias internas de las Fuerzas Armadas y por un pedido papal para detener esos procesos.

            A partir de ese momento el Comando quedó desvencijado, aunque sus miembros siguieron actuando desde la cárcel.

Marcos y Lagomarsino desde el Pabellón 41 de Caseros redactaban el Boletín Informativo.

            Tras la amnistía de julio de 1957 Rodolfo “Copete” Rodríguez viajó a Chile para colaborar con Cooke. Carlos Held viajó a Alemania y desde allí montó el “comando” en Berlín colaborando directamente con Perón en las comunicaciones. Marcos y Lagomarsino permanecieron presos  y alentaron la publicación periódica de El Guerrillero. Mediante un sistema de correos clandestinos lograron hacer circular los borradores de las notas que salían publicados más tarde. En ello colaboraron mujeres, como María Hasein o antiguos compañeros como el metalúrgico Héctor Tristán, “el workman”. La impresión la realizaban “Emmy”, “Carmen” y Tello Castiñeiras. La dirección de la publicación fue asumida por Mario Massouh, hasta caer preso. Luego, tomó esa responsabilidad Héctor Saavedra, militante de la resistencia que trabajaba en el Frigorífico Lisandro de la Torre. A través de los editoriales de “Juan Caracas” –alias obligado de César Marcos para sortear los rigores del Decreto 4161 y su propia decisión de no firmar con su nombre y apellido sus textos- fueron fijando posiciones políticas ante los acontecimientos que se sucedían precipitadamente. Incluyeron también ilustraciones de sátira política facturadas por Cátulo: bajo el título de “clandestinidad” un grupo de personas se reúne en torno a una radio con el objetivo de captar por onda corta una emisión clandestina; un grupo de obreros reunidos conspira mientras uno de ellos vigila en la puerta; la inauguración de Rojas de una estatua de un trabajador que aparece en clara posición combativa para sorpresa del marino y una vista de la celda de los presos políticos donde se destacaba un retrato de Perón, una pintada del PV, un grupo reunido conversando animadamente, a Lagomarsino en cuclillas escribiendo en letra pequeña, entre otras.

Coincidieron con el Comando Superior, integrado por Perón y Cooke, en la postura del voto en blanco para las elecciones a convencionales constituyentes de julio de 1957.

 Disintieron radicalmente con el Plan de Acción de Cooke de agosto, provocando una ardua polémica epistolar con su antiguo jefe. No consideraban de ningún modo una salida política, bregando por la insurrección general.

Sus posiciones se reflejaron con claridad en la serie de puntos resumidos bajo el título “10 cosas claras de El Guerrillero”, publicado en la entrega número 7 de octubre de 1957:

  1. Estamos con el único mandatario que supo cumplir las aspiraciones de su pueblo.
  2. Estamos con el pueblo que sigue fiel a su consigna y dispuesto a llevar adelante la revolución.
  3. Estamos, por principio, contra las Fuerzas Armadas en cuanto son –como ahora- casta privilegiada.
  4. Estamos con la insurrección popular, que reconocemos como único medio para luchar contra esta tiranía y las que vengan.
  5. No estamos con los ex dirigentes y personajes del peronismo que traicionaron a su conductor.
  6. No estamos con los ex dirigentes que, sin haber caído en la traición, fueron superados por la masa.
  7. No creemos en ninguna salida legal o semilegal.
  8. La insurrección popular, frente al poder armado, se manifestará con la abstención y el repudio.
  9. El 23 de febrero será para nosotros una fecha más; para los que la impusieron y la toleraron, una ignominia más.
  10. La oligarquía y las fuerzas armadas son los enemigos tradicionales del pueblo; los enemigos circunstanciales son los partidos políticos de toda laya y los dirigentes desplazados una y mil veces por la decisión popular.

Marcos consiguió la libertad a fines de 1957. Su casa de Azcuénaga 71 en la Capital Federal, se constituyó en lugar de reunión y formación de cuadros de la nueva juventud peronista. Ante la convocatoria a elecciones de febrero de 1958 sostuvieron la abstención, logrando un permiso de Perón para esa actitud. Esa posición los aisló de la configuración del Comando Táctico, donde fueron integrados representantes de la resistencia peronista.

Lagomarsino salió en libertad con la amnistía dictada por Arturo Frondizi.

Sostuvieron una oposición lisa y llana al gobierno desarrollista. Por cuestiones económicas no pudieron continuar con la salida de su publicación.

De manera excepcional, en octubre de 1958, publicaron un Boletín Especial de El Guerrillero  a modo de intervención de los debates del Plenario Nacional de “las 62”.

Su posición intransigente desembocó en el apoyo sin restricciones al levantamiento de Mataderos asociado a la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre.

Con el paso del tiempo, las figuras de César Marcos, Raúl Lagomarsino y Héctor Tristán, cobraron dimensión mítica. En los años que siguieron, sus apariciones fueron episódicas en la historia del peronismo proscripto, aunque participaron de manera continua de la vida de las variadas organizaciones de la juventud que nacieron por ese tiempo. El relato de viejas historias, la intención formativa en la conversación informal, la discusión en pequeños grupos, la escritura de textos  sin firma fueron los instrumentos privilegiados de su relación con las nuevas generaciones.

Fuentes:

Eguren, Alicia. Escritos. Buenos Aires, Colihue-BN, 2023.

Marcos, César. La cosa fue así. En Peronismo y liberación. Número 1. Buenos Aires, 1973.

Martínez, Rodolfo. Grandezas y miserias de Perón. México, Ed.del autor, 1957.

Perón-Cooke. Correspondencia. Buenos Aires, Colihue, 2007.

Referencias:

Baschetti, Roberto. Documentos de la resistencia peronista. Buenos Aires, Puntosur, 1988.

Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1993.

Monzón, Florencio (h). Llegó carta de Perón! Buenos Aires, Corregidor, 2007.

Monzón, Florencio (h). El peronismo del silencio. Con los escritos ocultos de César Marcos. Buenos Aires, Corregidor, 2012.

Pastoriza, Lila. César Marcos, el atizador de fuegos. Crisis. Número 59. Buenos Aires, 1989.

Julio C. Melon Pirro y Darío Pulfer