(Rosario, 1917 – Buenos Aires 1973).

Autodefinido como «militante obrero», Ángel Perelman era continuador de una tradición familiar de activismo político. Su padre, un inmigrante judío de la Europa oriental, había sido miembro del partido comunista hasta 1935, año en el que abandonó la disciplina del mismo debido a una desilusión con la nueva estrategia «reformista y antinacional» adoptada por el partido, en consonancia con la política de Frentes Populares del comunismo internacional pro-soviético. La consideración negativa sobre la deriva antinacional del comunismo argentino iba a afectar también enormemente a la percepción de Ángel sobre el camino por el cual debían dirigirse las aspiraciones del proletariado argentino.

Ángel Perelman inició su carrera como obrero metalúrgico con la temprana edad de diez años, edad a la que tuvo que abandonar los estudios y entrar como aprendiz en un taller ante la pérdida del empleo de su padre como consecuencia del impacto sobre la Argentina de la recesión económica mundial de los años treinta.

En su obra en defensa del peronismo Cómo hicimos el 17 de octubre, Perelman describió el ambiente de miseria reinante en esos años en las «villas desocupación» de la capital argentina, donde se hacinaban las familias de los trabajadores que se habían quedado sin empleo, y cómo los muchachos de su edad acudían en masa a las fábricas que ofertaban puestos en talleres a través de anuncios en el diario La Prensa.

Lo poco que sabemos de Perelman está basado en ese libro de memorias. Empezó su actividad sindical a los 14 años, durante la llamada Década Infame, que continuaría hasta 1943, de la que recuerda especialmente las actuaciones de la Sección Especial de las fuerzas de seguridad, encargada de reprimir el comunismo. Sin embargo, Perelman aduce que durante este período el socialismo y el comunismo se vendieron a la oligarquía extranjera, desistiendo de sus objetivos revolucionarios de clase. Ángel y su hermano Adolfo comenzaron a militar en el trotskismo de la mano de Liborio Justo.

Ángel Perelman, obrero de la fábrica Compañía Argentina de Talleres Industriales del Transporte y Afines (CATITA) de Barracas, se destacó como dirigente del Sindicato Obrero de la Industria Metalúrgica (SOIM), con antecedentes en 1922 y que daría lugar a la creación de la UOM en el año 1943.

            Según la visión de Perelman, que reproduce varios clichés compartidos por muchos militantes peronistas de la época, los partidos de izquierda respondían a los intereses de una clase obrera caracterizada por su composición a base de inmigrantes europeos, incapaces de desligarse de la cosmovisión propia del proletariado europeo y entender propiamente las necesidades de los trabajadores en las circunstancias de la Argentina. Sin embargo, y siempre según Perelman, las restricciones económicas de la década del 30 habían promovido la necesidad del desarrollo de una todavía débil industria nacional que satisficiera la demanda de productos ante la disminución de las importaciones. Este proceso habría impulsado un nuevo fenómeno migratorio desde las provincias agrarias hacia la capital del país, dando lugar a un nuevo proletariado nativo del país, que, para él, jugaría un papel fundamental durante los acontecimientos que llevaron a la explosión del entusiasmo popular en favor de Perón en octubre de 1945.

La política de Frentes Populares adoptada por la izquierda tradicional había resultado en la colaboración de sindicalistas, socialistas y comunistas, especialmente patente en la dirección de la principal asociación sindical, la CGT, resultando en una política «ultrarreformista y conservadora» en opinión de Perelman. Solo quedaban excluidos de este conservadurismo los sindicalistas apolíticos de la agrupación USA, quienes se manifestaron en contra de la «guerra imperialista». La oposición de Perelman a la dirección de la izquierda sindical alcanzó sus cotas máximas durante la protesta realizada por el sector metalúrgico durante junio de 1942, en la que él participó de forma activa como trabajador del taller CATITA. Perelman se oponía a supeditar los intereses de los trabajadores nacionales a las necesidades de los aliados, y por ello, entendió que la posición pro-aliada de los comunistas – que trataron de interrumpir la protesta alegando que el paro en la producción afectaría al esfuerzo de guerra británico -, suponía una doble traición de clase y nacional.

A pesar de la oposición comunista, los obreros metalúrgicos llevaron la huelga adelante durante 17 días, siendo finalmente suspendida por los comunistas en una asamblea en la que la policía tuvo que intervenir para evitar su linchamiento por parte de los trabajadores que, como Perelman, querían continuar con la huelga. Los desafectos con la dirección sindical pensaban ya en la necesidad de reorganizar la representación sindical de los metalúrgicos al margen de los comunistas. La oportunidad de romper con ese liderazgo se presentó cuando a principios de 1943 los obreros descontentos con los comunistas y socialistas de la fábrica Fontanares acudieron a él para gestionar la formación de un nuevo sindicato metalúrgico, que verá la luz en abril, con Ángel Perelman como Secretario General, bajo el nombre de Unión Obrera Metalúrgica. Según diversos testimonios esta iniciativa surgió de un pequeño grupo trotskista, llamado el Frente Obrero.

En junio de ese año las Fuerzas Armadas daban un golpe contra el gobierno conservador, y en noviembre Perón era nombrado al frente de la recién creada Secretaría de Trabajo y Previsión. Según Perelman, la connivencia del comunismo argentino con el imperialismo británico había sido máxima durante la presidencia de Roberto Ortiz, y a su muerte socialistas y comunistas, aliados del imperialismo extranjero, habían atacado las medidas de su sucesor Ramón Castillo, cuando en realidad estas iban dirigidas a promover la consolidación de la industria nacional. En esta visión, ante la debilidad política de una incipiente burguesía nacional, el ejército fue el actor político que tuvo que erigirse en defensa de los intereses nacionales, actuando como el valedor político de esta burguesía nacional. Y en este contexto Perón habría jugado un papel fundamental para asegurar una tendencia progresista en este movimiento, que permitiría a los trabajadores argentinos defender sus intereses dentro del nuevo proyecto nacional.

Para mediados de 1944 Perelman propuso a la dirección del nuevo sindicato solicitar una reunión con Perón para pedir su apoyo en una serie de demandas salariales. Sin embargo, ante la oposición de la mayor parte de la comisión, decidió hacer una visita al jefe de la Secretaría de Trabajo y Provisión a título personal junto con el único miembro sindical que había apoyado su solicitud. En esta reunión quedó convencido de la convergencia de intereses existente entre Perón y su sindicato, y tras insistir nuevamente consiguió que la comisión de la UOM aprobara una reunión oficial con la Secretaría dirigida por Perón. Ante la sorpresa del mismo Perelman, esta reunión obtuvo una asistencia masiva, de hasta 20 mil trabajadores metalúrgicos, iniciando lo que Perelman denominó el triunfo de la «izquierda nacional». Según el sindicalista argentino-judío, ante la comprensión por parte de los trabajadores de que el liderazgo obrero tradicional no perseguiría la toma del poder por parte de la clase trabajadora, el proletariado argentino apoyó el capitalismo de Perón, que al menos era «nacional», y donde quedaban defendidos sus intereses de clase, aunque fuera parcialmente. Surgiría de este proyecto una alianza entre sindicatos, burguesía y el Ejército bajo el liderazgo de Perón.

En su relato, Perleman veía que el nuevo proyecto nacional estaba inicialmente mermado por las resistencias de la oligarquía, que se movilizó ante el gradual incremento del protagonismo político de Perón, en una heterogénea alianza con la burocracia soviética, seguida ciegamente por los comunistas argentinos, y el imperialismo americano. Esta alianza gozaba del amparo de los partidos tradicionales y andaba al compás marcado por las recurrentes declaraciones del embajador norteamericano Braden. El arresto de Perón a principios de octubre se recibió como un ataque a los trabajadores en el seno de la UOM. Perelman describe entonces el debate sobre el camino a seguir ante esta situación, habiendo una mayoría predispuesta a favor de Perón. Según Perelman, para los trabajadores, herederos de las consignas tradicionales del obrerismo político, las arengas que en aquel mes hacía Perón sobre «el gobierno de las masas populares» suponían «la recuperación de un viejo lenguaje perdido».

Pese al apoyo comunista a la salida del gobierno de Perón, en las discusiones que tuvieron lugar en la confederación sindical, la CGT, la mayoría obrera decidió finalmente convocar la huelga para el 18 de octubre. Esta decisión no fue decisiva, ya que las clases populares de forma espontánea en palabras de Perelman tomaron la decisión de dirigirse hacia la Plaza de Mayo un día antes. Ese día se sellaba definitivamente la alianza de Perón con la clase obrera, que situaba a los trabajadores a la vanguardia del movimiento nacional.

Varios dirigentes judíos del movimiento trabajador, no solamente se identificaban con el movimiento peronista desde sus inicios sino jugaron un papel importante en la movilización del apoyo popular para el líder y su movimiento. Este fue el caso del ferroviario Rafael Kogan o el dirigente de los Empleados de Comercio, David Diskin. Sin embargo, el nombre más conocido entre estos sindicalistas argentinos judíos fue el de Ángel Perelman, fundador en 1943 y primer secretario general de la Unión Obrera metalúrgica.

De ese modo, Perelman es reconocido por sus aportes a la creación de uno de los gremios más poderosos de las décadas siguientes y su papel en las manifestaciones obreras del 17 de octubre de 1945 que dieron origen a la coalición política que ganó las elecciones generales de febrero de 1946.

Perelman, así como su hermano Adolfo, mantenía lazos estrechos con los grupos de la naciente “izquierda nacional” entre quienes se encontraban Enrique Rivera, Aurelio Narvaja, Jorge Abelardo Ramos, entre otros.

En el año 1953 formó parte de la convergencia de grupos de las izquierdas que decidieron configura el Partido Socialista de la Revolución Nacional. Los referentes principales de esa organización fueron Enrique Dickman, Carlos María Bravo, José Oriente Cavalieri, Juan Unamuno, Esteban Rey, Saúl Hecker, Jorge Abelardo Ramos, Nahuel Moreno, entre otros.

Tras el derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, Perelman participó del accionar de los restos del PS – RN con la salida de la publicación periódica Lucha Obrera, orientada por Esteban Rey.

Tras la ilegalización del Partido Socialista RN, realizada por la dictadura militar al mismo tiempo que la prohibición del Partido Peronista a fines de noviembre de 1955 y la posterior clausura de Lucha Obrera en enero de 1956, debió exiliarse. No está bien claro donde residió durante los años de la llamada Revolución Libertadora. Según alguna leyenda, lo hizo en un kibutz en Israel. Con la presidencia de Frondizi, volvió a la Argentina y a la actividad en la UOM.

En esa coyuntura, y con la colaboración de Jorge Abelardo Ramos, redactó el libro de memorias que lo destacaría como publicista: Cómo hicimos el 17 de octubre.

En el año 1962 apoyó la fundación del Partido Socialista de la Izquierda Nacional (PSIN), liderado por Jorge Abelardo Ramos. Por su proximidad con el dirigente metalúrgico de esa orientación Manuel Fernando Carpio que actuó como secretario general de la organización, Perelman se integró como vocal del PSIN. Por la integración de los grupos universitarios comandados por Ernesto Laclau, esa formación partidaria tuvo un acusado corte universitario, siendo Carpio, Perelman y Alberto Belloni de los pocos referentes de extracción obrera con los que contó.

Permaneció fiel a la UOM de la que fue el mayor especialista en convenios colectivos por actividad y función del gremio. Era hombre de confianza, formaba parte de la generación de los fundadores y era enormemente respetado.

Tuvo entre sus amigos, durante los años sesenta, al líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor y cultivó vínculos con Lorenzo Mariano Miguel.

La procedencia de Perelman en ese ámbito, de alguna manera, explica la línea de acercamiento que Ramos buscó con la UOM por ese tiempo.

Falleció en el año 1973, cuando el peronismo retornaba al poder en la Argentina.

Su libro sobre el 17 de octubre gozó de varias reediciones.

Obras:

Perelman, Angel. Cómo hicimos el 17 de octubre. Buenos Aires , Coyoacán, 1961.

Narvaja, Aurelio, Perelman, Angel; Ramos, Jorge A. Cuarenta años de peronismo. Buenos Aires, Ediciones del Mar Dulce, 1985.

Referencias:

Di Tella, Torcuarto. Perón y los sindicatos. Buenos Aires, Ariel, 2003.

Elisalde, Roberto. “Sindicatos en la etapa prepereonistas. De la huelga metalúrgica de 1942 a la creación de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)”.  En Realidad Económica. N° 135. Oct-Nov 1995.

Rein, Raanan. Los muchachos peronistas  judíos y el apoyo al justicialismo. Buenos Aires, Sudamericana, 2015.

Torre, Juan C. (comp.). El 17 de octubre de 1945. Buenos Aires, Ariel,  1995.

Senén González, Santiago; Lerman, Gabriel (comps.) El 17 de octubre de 1945: antes, durante y después. Buenos Aires, Lumiere, 2005.

                                                                                              Raanan Rein