Al momento de producirse el derrocamiento del gobierno peronista, el cuerpo preservado de Eva Perón se encontraba en el segundo piso del edificio de la CGT. A la espera de la construcción de lo que sería su lugar de reposo definitivo como parte del llamado Monumento al Descamisado, sus restos quedaron bajo la custodia del Dr. Pedro Ara, anatomista español que llevó adelante el proceso de conservación. Pero la asunción del Gral. Aramburu en la conducción de la autodenominada “Revolución Libertadora” endureció las medidas en torno al peronismo y sus principales figuras y símbolos.

En ese contexto, la noche del 23 de noviembre, el Tte. Cnel. MooriKoenig, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE), junto a su ayudante, el mayor Arandía, ingresaron al edificio de la CGT y retiraron secretamente el cuerpo. Diversas fuentes y testimonios indican que los restos fueron primeramente trasladados a la sede del SIE, ubicado en la calle Viamonte 1816, para luego peregrinar por otros lugares, incluidas casas particulares de oficiales del ejército y locaciones pertenecientes a las Fuerzas Armadas, con el fin de evitar que sea encontrado por activistas y militantes que formaron parte de la llamada “Resistencia Peronista”.

El secuestro y posterior peregrinaje del cuerpo ha sido objeto de innumerables versiones y mitos, retratados en notas periodísticas, testimonios y obras de ficción que no siempre se han correspondido con los hechos.

La compleja situación política de aquellos años produjo entre las autoridades militares diversos debates sobre qué hacer con el cuerpo. El gobierno advirtió que la posibilidad de una salida institucional debía también resolver la cuestión del cadáver. Ya con MooriKoenig relevado de su cargo debido a una serie de incidentes producidos cuando los restos de Eva Perón estuvieron bajo su custodia, Francisco Manrique, Jefe de la Casa Militar, reunió al nuevo jefe del SIE, Cnel. Héctor Eduardo Cabanillas, y a otros oficiales para discutir las opciones que dieran solución al problema. Entre las opciones discutidas, y ante la imposibilidad de revertir el proceso de preservación para la natural descomposición del cuerpo, se consideró desde la cremación, destrucción y entierro en una fosa común hasta su arrojamiento al río o el mar para su desaparición. Pero la ascendencia católica de los oficiales a cargo, y teniendo en cuenta que la Iglesia no permite la cremación y sostiene que el cuerpo debe ser sepultado en un cementerio u otro lugar sagrado, fueron inclinando al gobierno a llevar adelante la sugerencia del Tte. Cnel. Gustavo Ortiz, subjefe del SIE, de dar cristiana sepultura en algún lugar ignoto para evitar que se produjeran profanaciones o actos de reafirmación política del peronismo.

A comienzos de febrero de 1957, Manrique informó al SIE la decisión presidencial de enviar el cadáver a Europa, donde esperaban enterrarlo con la aquiescencia del Vaticano. El operativo estaría a cargo de Cabanillas, Ortiz y el mayor Hamilton Alberto Díaz. El contacto con la Iglesia se estableció primeramente con el monseñor Fermín Lafitte, quien luego los conectó con el padre Francisco “Paco” Rotger para que colabore con los pormenores de la documentación y la diplomacia eclesiástica para el traslado del cuerpo.  

En abril de 1957, a bordo del buque de bandera italiana Conte Biancamano, los restos de Eva Perón fueron trasladados bajo el nombre de María Maggi de Magistris. Según la documentación presentada, se trataba de una mujer nacida en Dalmine (Bérgamo, Italia) el 20 de octubre de 1910, fallecida el 23 de febrero de 1951 en San Vicente (Buenos Aires), sepultada en el cementerio local y exhumada el 5 de abril de 1957 tras autorizarse su traslado a Milán. Una vez allí, el cajón fue recogido por Giuseppina Airoldi, religiosa de la Sociedad de San Pablo y secretaria de Giovanni Penco, superior de la Orden Cardenal Ferrari, y el mayor Hamilton Díaz. El 13 de mayo, Eva Perón fue inhumada bajo el nombre de la viuda de Magistris en la sepultura 41, sector 86 del cementerio Maggiore de Milán. Allí permanecería por 14 años.

En agosto de 1971, en el marco de una profunda crisis política agravada tras el secuestro y fusilamiento de Aramburu por parte de Montoneros, comenzaron a realizarse las gestiones para la exhumación del cuerpo y su posterior entrega a Perón. Por orden del presidente de facto, Gral. Alejandro A. Lanusse, se confeccionaron los papeles y documentación necesaria para llevar adelante el operativo. El Sgto. Manuel Sorolla, simulando ser Carlos Maggi, hermano de María Maggi, se presentó el 31 de agosto para realizar las gestiones ante las autoridades del cementerio y concretar la exhumación. Luego, junto a Cabanillas, viajaron hasta Madrid para cumplir con la devolución del cuerpo. Finalmente, el 3 de septiembre, y con la presencia del embajador argentino en España, Brig. Jorge Rojas Silveyra, se firmaron en la residencia de Perón en Puerta de Hierro los documentos que oficializaban, en nombre del gobierno argentino, la entrega de los restos de Eva Perón.

El estado que presentó el cadáver al ser restituido también originó versiones contrapuestas sobre lo sucedido en los años que permaneció desaparecido. Por un lado, las autoridades militares y el Dr. Ara, a quien se contactó para examine el cuerpo en 1971, argumentaron que los golpes y daños que evidenciaba el cadáver se debían a la manipulación descuidada, los traslados y las pruebas de identificación a las que fue sometido. Por el otro, tanto la familia como Perón, así como también el informe del Dr. Tellechea, encargado de restaurar el cuerpo en 1974, alegaron que las lesiones fueron infligidas de manera intencional por sus captores durante su desaparición.

El 17 de noviembre de 1974, los restos de Eva Perón fueron repatriados y situados en la Quinta Presidencial de Olivos. Tras el golpe militar de 1976, el cuerpo fue trasladado a la bóveda familiar en el cementerio de la Recoleta, donde permanece hasta el día de hoy.

Referencias:

Ara, Pedro, El caso Eva Perón. Madrid, CVS Ediciones, 1971.

Bonasso, Miguel, El presidente que no fue. Buenos Aires, Planeta, 1997.

De Nápoli, Carlos, Evita. El misterio del cadáver se resuelve. Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2003.

Rubín, Sergio, Secreto de confesión. Buenos Aires, Vergara, 2011.

Taiana, Jorge, El último Perón. Buenos Aires, Planeta, 2000.

Santiago Regolo