
(Lincoln, 7 de agosto de 1906 – La Plata, 2 de agosto de 2001)
Cipriano Reyes nació en la ciudad de Lincoln, provincia de Buenos Aires, siendo el cuarto de ocho hermanos.
Se ganó la vida trabajando desde adolescente en distintas actividades, entre ellas la que desempeñó en el frigorífico Anglo de Zárate, padeciendo las pésimas condiciones de trabajo de esa industria a la vez que fue forjando su perfil de dirigente gremial imbuido de ideas libertarias. También lo hizo como trabajador rural en el interior de la provincia y en el puerto de Necochea, donde participó de la creación del Sindicato de Trabajadores Portuarios. Finalmente, recaló a comienzos de la Segunda Guerra Mundial en la ciudad de Berisso, sede de dos grandes frigoríficos de capital norteamericano, el Swift y el Armour, que daban trabajo a unos diez mil obreros. Reyes se incorporó a la Sala de Calderas del Armour, observando y soportando, una vez más, pésimas condiciones de trabajo y explotación patronal. En paralelo, se sumó a la larga tradición de lucha obrera que había comenzado desde la misma instalación de los frigoríficos.
Fue así que en unos pocos años, los que van de 1942 a 1945, Reyes se erigió en un líder sindical de alcance nacional e interlocutor del gobierno militar surgido en junio de 1943 con base en esos frigoríficos de Berisso. Méritos personales como representante de los obreros ante la patronal, enfrentamientos con la dirigencia comunista de la Federación Obrera de la Industria de la Carne y mejoras palpables para los trabajadores logradas a través de luchas gremiales con el apoyo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, cimentaron esa carrera sindical iniciada como delegado de base.
El año de 1944 fue de consolidación de la relación de Reyes con la Secretaría de Trabajo y Previsión encabezada por el Cnel. Juan Perón –cuyo nexo era el Tte. Cnel. Domingo Mercante, interlocutor directo de Cipriano-, a la vez que el de la concreción de una idea que venía madurando desde hacía algunos meses: la creación del Sindicato Autónomo de Obrero de la Industria de la Carne en oposición a la Federación comunista, manteniéndose en consecuencia al margen de la Confederación General del Trabajo. En agosto del mencionado año Perón visitó Berisso y habló a los trabajadores en un acto multitudinario organizado por Reyes.
No puede dejar de consignarse, en septiembre del año siguiente, un acontecimiento que conmocionó a Berisso, tal un enfrentamiento violento entre militantes del sindicato autónomo y de comunistas de la Federación. La intención de estos últimos de retomar la influencia perdida en los frigoríficos del lugar fue entendida como una provocación por los reyistas, lo que derivó en un tiroteo al término del cual fallecieron dos hermanos de Reyes, Doralio, en el acto, y Carlos José, días después. El velatorio del primero de ellos se convirtió en un verdadero acto de respaldo político y popular a Cipriano, en cuyo sepelio, ocurrido en el Cementerio de La Plata, hablaron diecinueve oradores, el último de los cuales fue Perón, que viajó expresamente para ello. También se derivó del tiroteo la caracterización hecha por los comunistas de Reyes como un sindicalista violento, que rápidamente hizo suya todo el espectro antiperonista.
Al mes siguiente, y luego de la renuncia de Perón a todos los cargos que ejercía –Vicepresidente de la Nación, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y Previsión- y posterior detención en la isla Martín García, Reyes fue de los dirigentes sindicales que con mayor decisión se movilizaron por la libertad de aquel, encabezando una de las columnas más nutridas de las que el día 17 marcharon a la Plaza de Mayo.
Fruto de la convergencia de los dirigentes y gremios que se habían identificado con Perón y su obra en la Secretaria de Trabajo y Previsión e inspirados en el Labour Party británico, el 24 de octubre de 1945 nacía en Buenos Aires el Partido Laborista, cuyo presidente fue el dirigente telefónico Luis Gay en tanto que Cipriano fue elegido vicepresidente primero.
En plena tarea de organización electoral, el laborismo propuso la fórmula presidencial Perón-Mercante, la que se mostró inviable no solamente por estar integrada por dos militares sino también porque dejaba a afuera a la otra expresión política del naciente peronismo, el radicalismo renovador. Finalmente, se aceptó la fórmula Juan Perón-Hortensio Quijano, en tanto que el binomio aspirante a la gobernación bonaerense fue Domingo Mercante-Juan Machado, impulsada por los laboristas, principalmente por Reyes. No era esa la idea que tenía Perón, que propuso sin éxito la fórmula Alejandro Leloir (radical renovador)-Juan A. Bramuglia (socialista).
Por esa época publicó un libro bajo el título Qué es el laborismo.

El camino de la ruptura entre Reyes y Perón se inició tempranamente, luego del triunfo electoral, pues en la asunción de Mercante el 16 de mayo de 1946 llevada a cabo en la Casa de Gobierno, aquel fue interrumpido en su discurso en los balcones de la sede gubernamental por seguidores de Reyes, lo que obligó a Mercante a concluir con su alocución y a retirarse del acto junto a Perón. Si Cipriano creía que esta era la forma de demostrar su poder y hacérselo saber a los principales dirigentes del nuevo gobierno, demás está decir que estaba equivocado y que no hacía más que aumentar la desconfianza de aquellos hacia su persona.
El próximo conflicto fue la orden de Perón de disolver todas las fuerzas políticas que lo habían apoyado para confluir en el Partido Único de la Revolución Nacional, origen del futuro Partido Peronista. El laborismo aceptó esta resolución pero no Reyes, que resistió con unos pocos fieles el embate, que lo llevó por caso a organizar dos actos paralelos a los oficiales en el primer aniversario del 17 de octubre, uno en Buenos Aires y otro en La Plata, en los cuales criticó duramente a Perón y a Mercante.
Un párrafo merece la actuación legislativa de Cipriano, que ejerció el cargo de diputado nacional entre mayo de 1946 y abril de 1948. En ese lapso presentó varios proyectos de ley y de resolución, casi siempre junto a Carlos Gericke, su compañero de bancada. Entre ellos la creación de un Seguro Social de alcance nacional; la derogación de la ley de Residencia; la creación de una Comisión Investigadora del Comercio de Carnes; sobre modificación del régimen legal de hijos nacidos fuera del matrimonio; la creación de una Comisión Parlamentaria encargada de proyectar una ley de socialización de la medicina; creación de la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca; declarar el 17 de octubre como “Día del Pueblo”; provincialización de los territorios nacionales de Chaco, Formosa, La Pampa y Misiones. En las leyes más significación que se debatieron en esos dos años parlamentarios, Reyes votó en consonancia con la oposición cuando de iniciativas gubernamentales se trató, como por caso la aprobación de las Actas de Chapultepec, la ley Universitaria o la ley de Enseñanza Religiosa.
Cada vez más en soledad pero sin claudicar en su oposición al gobierno, Reyes sufrió un atentado criminal el 4 de julio de 1947. Cuando acababa de subir a un taxímetro en la puerta de su casa de La Plata, desde otro auto en movimiento se le disparó una ráfaga de metralla que mató al chofer pero de la cual Cipriano y su custodio resultan solo con heridas leves.
El año de 1948 comenzó mal para el laborismo y terminó mucho peor, especialmente para Reyes. Es que el 30 de enero el partido fue privado de su personaría jurídica, por lo que no pudo participar en las elecciones legislativas que se celebraron en marzo siguiente. Pero el 25 de septiembre los diarios anunciaron el descubrimiento de un complot para asesinar a Perón y a su esposa. Se acusaba del mismo a Reyes y varias personas más – dieciseis en total-, entre ellos a algunos dirigentes laboristas y un ex funcionario de la embajada de Estados Unidos, John Griffith, radicado por entonces en Montevideo. Cipriano fue detenido, torturado, procesado y sentenciado, por lo que pasó entre rejas el resto del gobierno de Perón. En prisión leyó mucho, escribió y se convirtió al catolicismo, siendo determinante para ello el sacerdote del penal, padre Iñaki de Azpiazu, vasco y republicano, que había sido encarcelado por los franquistas en tiempos de la Guerra Civil Española.
Derrocado el gobierno constitucional de Perón, el nuevo presidente, Gral. Eduardo Lonardi, asumió el 23 de septiembre de 1955 y ese mismo día dispuso la libertad de Cipriano Reyes. Tuvo el caso una amplia cobertura periodística, que el excarcelado aprovechó para expresar su agradecimiento a la medida y para anunciar que volvía a la lucha política sin rencores. Lo haría reflotando el Partido Laborista, desde el cual prestaría su apoyo crítico al nuevo gobierno. Pero, seguramente más allá de sus deseos, su figura comenzó a adquirir cierto aire de leyenda como “símbolo de la lucha por la libertad”, esgrimido por sus compañeros de causa pero también, y sobre todo, por los que una década atrás los tildaban de dirigente gremial violento. Tal relieve adquirieron sus padecimientos carcelarios que inclusive su caso fue llevado al cine, siendo interpretado por el actor Ricardo Trigo en el filme Los Torturados, que trataba sobre los apremios ilegales que propinaba a opositores la Sección Especial de la Policía Federal en los años precedentes. La película, de obvio tono propagandístico y antiperonista, se estrenó el 18 de octubre de 1956, tiempo en el que los torturados eran los dirigentes y militantes políticos y sindicales que se identificaban con el gobierno depuesto.
La tarea de Reyes sin embargo, le resultaría ciclópea, sobre todo porque una década de gobierno peronista no había pasado en vano y porque las autoridades militares venían para terminar precisamente con el movimiento político del cual el Partido Laborista había sido su primera herramienta electoral, y el que había condensado su ideario económico-social. Inclusive contó Reyes con el diario El Laborista, que le fue entregado para su administración por el gobierno de facto, tribuna periodística desde donde expuso la necesidad de que los trabajadores se identificasen con su partido. Pero a pesar de ello y del recuerdo de sus luchas de 1944/46, en el primer examen electoral en que compitió, el de las elecciones de convencionales constituyentes de julio de 1957 para la reforma de la Constitución, apenas logró 93.172 sufragios, el 1,1 % del total. Así y todo le alcanzó para ingresar a la Asamblea. Es interesante el planteo previo hecho por Cipriano, explicitado en la campaña: concurrió al comicio sin que ello significase reconocer la validez de la convocatoria. En la Convención presentó un proyecto de resolución que le negaba a la misma facultades para derogar la Constitución de 1949 y restablecer la vigencia de la 1853 sin las reformas de aportadas por aquella. Asimismo, proponía la vigencia de la Constitución de 1853 “con las reformas de 1860, 1866, 1898 y 1949”. En un largo discurso en el que se refirió a varios temas (el movimiento obrero, el pueblo, Perón, el peronismo, el laborismo, la oligarquía) sostuvo la impugnación al decreto de convocatoria a la Asamblea Constituyente debido al “estado de anormalidad institucional” en el que vivía el país. Demás está decir que su proyecto no prosperó, pero le permitió a Reyes un posicionamiento diferenciado de la corriente política general.
En los años siguientes, el Partido Laborista no logró salir de su letargo, pues obtuvo apenas 9.462 votos en las elecciones generales del 23 de febrero de 1958, siendo Cipriano el candidato por el mismo a gobernador de la provincia de Buenos Aires. En julio de 1959, Reyes renunció a la presidencia del PL, medida adoptada, según la prensa de la época, debido a la incorporación al partido de hombres ligados al ex gobernador Mercante: efectivamente, este y Alejandro Leloir, último titular del Partido Peronista en 1955, hicieron lo propio días después del alejamiento de aquel.
En marzo de 1962, integrando el partido como secretario de Organización, hizo pública Reyes una carta dirigida al presidente del mismo, Domingo Mercante, al que fustigaba en duros términos por el apoyo que estaba brindando a la candidatura a gobernador bonaerense del dirigente gremial Andrés Framini. Decía que este había recibido el patrocinio del Partido Comunista, del Socialismo de Vanguardia “y de otros sectores comunistas y castristas”. De allí que se hacía imperioso para el laborismo “romper” con el denominado Frente Justicialista, pues deseaba un país “libre de totalitarismo, sin paredones, sin fusilamientos”.
A comienzos de 1963 los periódicos dieron a conocer que Cipriano, como titular bonaerense del Movimiento Acción Popular Argentina, brindaba su apoyo a la candidatura a presidente de la República del Gral. Pedro E. Aramburu, quien competiría en las elecciones del 7 de julio siguiente representando a Unión del Pueblo Argentino (UDELPA).
Alejado definitivamente de la política activa, en 1971 brinda testimonio sobre su actuación sindical y política en el marco del Proyecto de Historia Oral del Instituto Torcuato Di Tella. En 1973 da a conocer sus memorias, que tituló Yo hice el 17 de octubre, donde expuso su versión de aquella jornada, destacando con especial énfasis su actuación como dirigente sindical que logró amplio apoyo de los trabajadores de los frigoríficos de Berisso.

En 1980 dio rienda suelta a su pasión por la literatura cuando publicó Mi sermón de la llanura, que fue reconocida por distintas entidades de escritores, a la que le siguió en 1985 Cantos de Amor, cantos de lucha.
Como simple ciudadano no permaneció ajeno a la vida política del país: en las elecciones de 1983 llamó a votar por el candidato radical Raúl Alfonsín y en la década del ’90 se mostró crítico de Carlos Menem. En 1987 había publicado su otro libro de recuerdos, La farsa del peronismo, donde se explayó sobre la creación del laborismo y la ruptura con Perón, brindando su interpretación del fenómeno peronista.
Cuando ocurrió su fallecimiento, los medios de prensa se hicieron eco del hecho, recordando sucintamente su trayectoria gremial y política ligada a los orígenes del peronismo. No sería la última vez en ser recordado. Una década después, el realizador Marcelo Gálvez dirigió la película Cipriano, basada en su libro autobiográfico y protagonizada por Luciano Guglielmino, donde rescata los merecimientos de su lucha en los frigoríficos de Berisso que culminaron con la movilización del 17 de octubre. Al año siguiente se estrenó otra película, El día que cambió la historia, de Sergio Pérez y Jorge Azuaje, que también se aproximó al personaje a través del relato de la historia del movimiento obrero de Berisso desde sus orígenes hasta 1945. Ambas se esforzaron por mantener viva la leyenda de Cipriano, aunque no con los fundamentos de la que se pretendió forjar a partir de 1955 sino con los más trascendentes de 1945.
Obras:
Reyes, Cipriano. Qué es el Laborismo. Buenos Aires, Ediciones RA, 1946.
Reyes, Cipriano. Yo hice el 17 de octubre. Memorias. Buenos Aires, G-S Editorial, 1973.
Reyes, Cipriano. La farsa del peronismo. Buenos Aires, Sudamericana/Planeta, 1987.
Fuentes:
El Argentino, 4 de enero de 1958, 10 de marzo de 1962, y 19 de febrero de 1963.
El Día, 11 de julio de 1959.
El Laborista, 26 de julio de 1957.
Referencias bibliográficas:
Gay, Luis. El Partido Laborista en la Argentina. Buenos Aires, Biblos/Fundación Simón Rodríguez, 1999.
Lobato, Mirta Z. La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970). Buenos Aires, Prometeo, 2001.
Panella, Claudio. “Cipriano Reyes. De protagonista del 17 de Octubre a opositor a Perón”, en Rein, Raanan y Panella, Claudio (Compiladores). Los indispensables. Dirigentes de la segunda línea peronista. San Martín, UNSAM Edita, 2017.
Pont, Elena S. Partido Laborista: Estado y sindicatos. Buenos Aires, CEAL, 1984.
Senén González, Santiago. Laborismo. El partido de los trabajadores. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2014.
Torre, Juan C. La vieja guardia sindical y Perón. Buenos Aires, Sudamericana/Instituto Torcuato Di Tella, 1990.
Claudio Panella