Ni bien se produjo la Revolución Libertadora, la ciudad de Montevideo se convirtió en el lugar privilegiado del exilio del peronismo en desgracia. Hasta poco tiempo antes había sido el reducto de opositores de Perón, tendencia que se revirtió a partir de 1955. En efecto, en Montevideo se concentró la mayor cantidad de exiliados peronistas en los países limítrofes de Argentina. Por esa razón, también, es la que más atención concentró por parte del gobierno militar y la prensa oficialista.

            Al asumir el gobierno militar destacó como Embajador al Uruguay al dirigente socialista Alfredo Palacios, quien había estado exiliado allí durante un largo período del gobierno peronista.

Poco después se produjo el regreso triunfal de los exiliados políticos antiperonistas, así como de los marinos que habían participado del alzamiento y de los bombardeos de junio de 1955. Fueron recibidos en el Puerto de Buenos Aires por el Almirante Isaac Rojas, en un acto que contó con una amplia cobertura periodística. A todos ellos se les dio el tratamiento de “héroes de la libertad”.

            Como contrapartida, la colonia de refugiados peronistas se engrosaba a ritmo febril. En la actualidad existe un listado de más de cien personas que formaron parte de ese colectivo. Al igual que en otros países, los grupos fueron llegando por oleadas e individualmente y su composición fue heterogénea. Los integraron exfuncionarios, políticos, sindicalistas, empresarios y militantes de base. Los recién llegados se sumaban a quienes ya estaban en la otra orilla antes del golpe de Estado de 1955 y que habían salido del país por disensiones internas del peronismo: tales eran los casos de Domingo Mercante, Arturo E. Sampay y Horacio Haramboure, entre otros.

            Puede identificarse una primera oleada entre noviembre de 1955 y los primeros meses de 1956. Allí llegaron quienes tenían pedidos de captura o habían sido sometidos a las comisiones investigadoras, creadas en octubre por el gobierno de Eduardo Lonardi y puestas bajo la órbita de la vicepresidencia de la Nación. Como es sabido, las Comisiones se formaron en el orden nacional y provincial. Se contaron por decenas y libraron órdenes de detención contra exlegisladores y promovieron investigaciones sobre altos funcionarios y empresarios que habían alcanzado cierto renombre o agrandado su patrimonio durante el peronismo. De allí que llegaran a Montevideo figuras como Eduardo Colom, Ricardo Guardo, Juan Carlos Zamudio, Francisco Cardillo, Adolfo Bianchi, Juan Manuel Montes, Miguel Á. Miel Asquía, José Preste Lo Bianco, Pascual Preste Di Nápoli, Rodolfo Decker y Carlos Seeber, que fueron diputados nacionales. Funcionarios del ejecutivo nacional, como  Juan Francisco Castro, ex Ministro de Transportes; el excanciller Juan I. Cooke; el exministro de hacienda Pedro Bonanni; el ex director del Banco Central y titular de la Empresa periodística Haynes, Domingo Maroglio; el arquitecto Jorge Sabaté, quien había sido intendente de la Capital Federal y actuado en el marco de la Fundación Eva Perón, el militar y diplomático José Embrioni, también intendente capitalino. Otros intendentes como Vicente García (Avellaneda), Antonio Rodríguez (Vicente López). O funcionarios provinciales, como el ex gobernador de Santa Fe Luis Cárcamo; el exministro de acción social de La Pampa, Rodolfo Desperbasques; Aimone Franceschi, ex director de Suministros en Mendoza, entre otros. Magistrados judiciales como Jorge Gowland, juez en lo comercial de la Capital Federal o Ismael Segovia, de destacada actuación en la expropiación del grupo Bemberg, también formó parte de los expatriados. Las medidas y amenazas del gobierno alcanzaron a familiares de figuras políticas, como el caso de Carlos Parodi, esposo de Delia Degliuomini, detenida y encarcelada de manera inmediata por su actuación legislativa y la presidencia del Partido Peronista Femenino. Entre los empresarios exiliados se encontraban: Rolando Lagomarsino (se había desempeñado como Ministro de Industria y Hacienda), Víctor Madanes y Luis Vidal, estrechamente ligado a Jorge Antonio. La llegada de ese primer grupo fue recibida con hostilidad por la prensa local y frialdad por una opinión mayoritariamente antiperonista.

            Un segundo grupo se nutrió de la confrontación con el gobierno militar en su segunda etapa, esto es, en el momento en que ascendió al gobierno Pedro E. Aramburu y recrudeció la persecución al derribado peronismo, con la ilegalización del Partido y la intervención de la CGT. Allí hay que ubicar la salida de la Argentina de un grupo de peronistas exforjistas tales como Arturo Jauretche, que había desplegado una campaña de prensa y desafiado a Raúl Prebisch a un debate público con motivo de la publicación de su conocido informe económico (1955); Francisco Capelli, que había quedado a cargo del Partido Peronista tras el encarcelamiento de Alejandro H. Leloir y Ricardo San Millán, autoridades de esa organización al materializarse el golpe. Tanto Leloir como San Millán viajaron con sus esposas, Clara Iturraspe y Martha Aristegui, junto a sus hijos Isabel y Alejandro, respectivamente. También formaron parte de esta oleada los sindicalistas ligados a la CGT que, en un primer momento, intentaron participar de los llamados conciliatorios de Lonardi: tal fue el caso de Ángel Cabistán, ex tesorero de la central obrera. Dirigentes de gremios combativos contra el gobierno, como el de los municipales de Provincia de Buenos Aires, liderado por Gerónimo Izzeta, también nutrieron el contingente de exiliados. No faltaron allí profesores universitarios, como fue el caso del platense Joaquín Pérez, destacado historiador especializado en la cuestión sanmartiniana.

            Una tercera fase fue la de los exiliados posteriores al fallido levantamiento de Juan J. Valle (9 de junio de 1956). Un grupo significativo de protagonistas de la conspiración llegaron a Montevideo. Al igual que en las oportunidades anteriores, el contingente era heterogéneo. Por un lado, lo formaba un puñado de militares implicados en el levantamiento: Pablo Vicente, Bernardo Alberte, Arturo Pons Bedoya, el Cnel. D’Onofrio, Adolfo Phillipeaux. Entre los civiles que se exiliaron estaba Pedro Lizaso, hombre vinculado históricamente al forjismo que había sido Comisionado Municipal en Vicente López durante los gobiernos peronistas y se había concentrado, más tarde, en la actividad privada como martillero. Otro caso de cierta notoriedad fue el de José M. Rosa, quien después de ser sometido a juicio e interrogatorio por parte del “Capitán Gandhi” se sumó a las conspiraciones en marcha, participando en el intento de Valle. Hasta allí llegó también Enrique Olmedo, exsubsecretario de Legal y Técnica de la Presidencia y docente de la Escuela Superior Peronista. Olmedo había estado implicado en la conspiración como parte del grupo redactor de la proclama del 9 de junio, junto a José M. Castiñeira de Dios y Leopoldo Marechal. También se radico en Montevideo Alberto Proia, exdiputado provincial en Buenos Aires y “jefe civil” de la zona Berisso y Ensenada en el levantamiento.

            A partir de ese momento el traslado a Uruguay fue más disperso y predominaron las salidas individuales, en respuesta a situaciones puntuales. Así llegó hasta Montevideo el empresario Alfredo Stagnaro, alias “César Arenas”, que había formado parte del Comando Coronel Perón orientado por Enrique Oliva y se transformó en 1957 en un colaborador importante de John W. Cooke. De las mismas características fue el exilio de Héctor Saavedra, miembro del primigenio Comando Nacional Peronista, orientado por César Marcos y Raúl Lagomarsino, quien conocía de los tiempos de la intervención Partido Peronista de la Capital Federal a Cooke y pasó a revistar en su dispositivo para 1957. Hubo también nacionalistas lonardistas que, tras el golpe palaciego de noviembre de 1955, se enfrentaron al gobierno y tuvieron que exiliarse, Tal fue el caso de Raúl Puigbó, quién desde Montevideo siguió colaborando con notas gremiales en la publicación de Marcelo Sánchez Sorondo (Azul y Blanco).

            De esa manera, en la comunidad de exiliados se fue configurando una jerarquía interna, vinculada al mérito “resistente” en relación al gobierno militar, las trayectorias previas y el lugar asignado por Perón en la organización. En la organización que el expresidente fue otorgando a los Comandos de Exiliados o de Países Limítrofes, como los llamaba, reconoció la jefatura en Montevideo de Eduardo Colom, periodista del diario La Época y luego diputado nacional bajo su gobierno. En la jerga interna de la correspondencia aparecía con la clave Reconquista – JCW Rupert Direc, Klein A.

            Una trayectoria notable de la comunidad de exiliados montevideanos fue la de Eduardo Colom. Aunque el tamaño de la comunidad de exiliados dificultaba el control y liderazgo sobre todos ellos, Colom logró erigirse en referente para la transmisión de órdenes hacia Argentina, tras haber sido designado referente del Comando de Exiliados de Uruguay por Juan D. Perón. Esto lo llevó a atravesar numerosas dificultades, al convertirse en blanco de los ataques de los grupos enviados por el gobierno argentino a Uruguay y de sus aliados locales. A principios de 1956 fue secuestrado por fuerzas irregulares asociadas al gobierno militar. Por las denuncias públicas realizadas apareció días después, tras haber sido trasladado a Buenos Aires y devuelto a Montevideo. Perón le encomendó a Cooke, tras la fuga de Ushuaia, tomar contacto con Colom como referente de los exiliados en Uruguay. Esto implicó una cierta dependencia del Comando uruguayo respecto al Delegado Cooke, que impartió órdenes y directivas. Por la presión del gobierno argentino, Colom debió abandonar Montevideo en junio de 1957 y viajó a Caracas. De regreso recaló en Santiago de Chile, conferenciando con Cooke. Llevaba órdenes de Perón propiciando la abstención electoral. Cooke decidió detener esa directiva y para ello se comunicó con Perón diciéndole que lo conveniente era propiciar el voto en blanco, cosa que Perón aceptó. De regreso en Montevideo, acusado de sabotaje, conspiración y espionaje por la justicia argentina, y a pedido del gobierno militar, Colom fue “internado” en el interior de Uruguay t ras las elecciones de julio de 1957. El 17 de diciembre de 1957 sufrió un ataque en el que fue herido su acompañante, el capitán González Peralta. Poco después, en enero de 1958, fue detenido ilegalmente cuando un avión de “Brasil Aerovías” penetró accidentalmente en territorio argentino.

            Las acciones de Colom en Montevideo, vinculadas a la recepción de exiliados y al desarrollo de las tareas de los comandos (introducir comunicaciones para los grupos del peronismo en el territorio, articular acciones de aprovisionamiento de material o recursos, propiciar directivas políticas), eran resaltadas por la prensa argentina:

“Desde los países limítrofes, particularmente, se hacen entrar al nuestro discos fonográficos con proclamas y discursos del ex dictador. También llegan fotograbados e instrucciones cuyas copias se hacen en mimeógrafo y máquinas para escribir” (Esto Es. Número 148. 30 de diciembre de 1956).

En materia de prensa, Colom promovió la reaparición del periódico La Escoba (redactado con anterioridad por Omar Diaz, delegado uruguayo a las reuniones de ATLAS), bajo un nuevo nombre: El Pueblo. Salieron quince números con fuertes ataques al gobierno militar de la Argentina.

A estas acciones hay que sumar las que promovía directamente Cooke mediante personas de su confianza. Así, en los momentos políticos decisivos, desde Montevideo ingresaron las órdenes de voto en blanco para julio de 1957 y el apoyo a Frondizi en las elecciones de febrero de 1958. En esos casos, Cooke envió las matrices de las órdenes que debían ser multicopiadas y enviadas a los referentes locales para su difusión y distribución.

Más allá de la organización de la red vinculada al Comando de Exiliados dirigida por Colom, tuvo destacada actuación el grupo integrado por Jauretche, Capelli y Lizaso. En septiembre de 1956, al grupo de forjistas se unió Miguel López Francés, que había estado exiliado Río de Janeiro con anterioridad. Un observador local, de clara animadversión para con el peronismo, consignaba:

“Colom, desde su domicilio de la calle Paysandú, dirige la red que opera sobre Argentina, aunque parecerían existir dos tendencias: la de Colom, rígidamente disciplinado a las directivas de Caracas en su planteo de guerra social esperanzado en una revolución proletaria exclusivamente, y la representada por Jauretche, que sostiene la necesidad de un proceso crítico para no caer en errores anteriores [planteando] la necesidad de que el partido debe recuperar su carácter de fuerza vertical con el aporte de la clase media y la burguesía, pues ni el proletariado solo ni estas clases solas pueden lograr la fuerza que necesita un movimiento de realización nacional” (J.Gavina. Carta de los lectores. Esto Es. Número 151. 21 de enero de 1957).

Así, el grupo de exiliados dirigido por Colom era presentado como “ortodoxo”, mientras los exforjistas representaban los “herejes”.  Los segundos tildaron a los primeros de “guerreros sistema Pitman”, es decir, luchadores por correspondencia por sus tareas de enviar directivas insurreccionales hacia el país.

 En ese marco, el grupo liderado por Jauretche y Capelli promovió las siguientes acciones:

            -ingreso clandestino de dos ediciones de El 45 mediante mensajeras mujeres. En mayo de 1956 se produjo la detención de dos contrabandistas en Carmelo. Entre el material requisado se encontraban “paquetes con el periódico peronista ‘El 45’, editado en Montevideo. Todo lo pasaban de contrabando para la República Argentina” (Esto Es. Número 148. 30 de diciembre de 1956). El Diario montevideano El País publicó la foto de los paquetes y del periódico.

            -cobertura para el escape de Raúl Tanco, mediante una estratagema planeada por Jauretche en acuerdo con el radical intransigente Agustín Rodríguez Araya. El mismo Jauretche controló la inscripción del falso Tanco en el registro de pasajeros del Hotel Brasil, con lo que fue despistada la policía uruguaya y confundida la noticia de su salida del país.

            -publicación de un folleto titulado “Los fusilamientos de Junio en la Argentina”, una denuncia a los autores intelectuales del hecho:

“queremos dejar denunciados a los verdaderos culpables nativos, las fuerzas cipayas que hoy operan contra el pueblo argentino como han operado y operarán mañana contra los demás pueblos de América. Los gestores verdaderos de estos crímenes no son los hombres de armas, como ha querido insinuar aquí el ex embajador Palacios en la charla confidencial. Los hombres de armas son en cierta manera lógicos cuando emplean la violencia, y no se han formado en las disciplinas políticas, económicas y sociales para poder comprender el alcance de la mayoría de sus actos. Los responsables de lo que ocurre en Argentina, los servidores conscientes de la guerra al nativo y a sus intereses, son civiles. Son empresarios, periodistas, políticos, profesores, profesionales, escritores”.

Este material tuvo alto impacto en la prensa uruguaya, aun en aquella que tenía simpatías con el gobierno de la Revolución Libertadora.

-organización de una agencia informativa para neutralizar noticias desfavorables al peronismo. La misma tomó el nombre de “Agencia de Difusión Internacional” (Esto Es. Número 135. 20 de agosto de 1956).

-impulso al Congreso Postal de Exiliados: fue un intento de poner en comunicación a todos los exiliados por vía postal, ante la imposibilidad de realizar un encuentro presencial debido a la clandestinidad y a la ausencia de fondos. La primera circular salió el 1 de septiembre de 1956, recibiendo adhesiones de distintas latitudes. La recepción de la iniciativa por parte de Perón fue distante y solicitó a sus promotores que se pusieran en contacto con el Comando de Montevideo. Para ello sugería que escribieran a Colom, quien tenía los vínculos con el resto de los Comandos de América y Europa. De ese modo subordinaba la iniciativa a la estructura que, mediante una relación radial, manejaba desde Caracas.

-participación en acciones de prensa en Buenos Aires, mediante la producción de notas para los semanarios de amplia tirada Qué y Mayoría.

-publicación del libro Los profetas del odio, de Jauretche, que tuvo una extraordinaria difusión mediante dos ediciones sucesivas realizadas en julio de 1957.

Por otro lado, Jauretche frecuentó en Montevideo a José M. Rosa en su casa de La Barra. Desde allí promovieron el “Centro Mártir Ibazeta”. Con motivo de la visita del Almirante Rojas a Montevideo, desde este espacio advirtieron a los exiliados que evitaran todo incidente para no dar lugar a quejas o conflictos diplomáticos (Esto Es. Número 139. 17 de septiembre de 1956).

Estos vínculos y relaciones forjaron una activa vida social que irrumpió en la geografía urbana de Montevideo. Una salida habitual eran los paseos al atardecer por la Avenida 18 de julio, donde se encontraban y socializaban:

“En todas las esquinas de 18 de julio suelen verse conocidos personajes. Fácil es percibir que en su mayoría son exiliados argentinos. El uruguayo los reconoce en seguida por ciertas modalidades idiomáticas que el porteño no percibe y sobre todo por el calzado. Son exiliados peronistas, algunos de los cuales pasean por la amplia avenida sus ocios de rentistas (J. Gaviña. Esto Es. Carta de los lectores. Número 151. 21 de enero de 1957).

Las caminatas eran acompañadas por encuentros en bares y puntos de reunión. Entre ellas resaltaba la confitería “Madrid”, ámbito de la mayoría por ser un emprendimiento comercial de algunos de los exiliados. Otro punto de encuentro era el bar “El Tupí Nambá”.

            Con la perspectiva de una estancia prolongada, los exiliados fueron buscando alternativas de sustento:

“Hay quienes han instalado negocios y quienes los están instalando; está próximo a abrirse un restaurante de ‘auto servicio’ propiedad de varios de ellos. Algunos menos afortunados hacen trabajos manuales; hay quien plastifica pisos. Son muchos y variados los niveles económicos. Tal vez los ricos se han ido a otra parte o los de aquí tienen la virtud del disimulo” (J. Gaviña. Carta de los lectores. Esto Es. Número 151. 21 de enero de 1957).

Los vínculos de la comunidad de exiliados con las dirigencias políticas uruguayas también merecen mencionarse. Entre los políticos que dialogaban con referentes del grupo argentino se encontraba Eduardo Víctor Haedo del Partido Blanco. De los jóvenes intelectuales quien se acercó fue Alberto Methol Ferré.

En el transcurrir de la colonia de exiliados peronistas no estuvieron ausentes las divisiones y tensiones. En ese marco, las elecciones de elecciones de julio de 1957 reeditaron los cruces entre los exforjistas y demás sectores. Los comandados por Jauretche propiciaron el voto en favor de Frondizi, en la convergencia que había planteado con Frigerio desde principios del año 1956 y que se veía reflejada en las páginas de la revista Qué sucedió en 7 días. Esa posición les valió los anatemas de Eguren, Cooke y del mismo Perón. Estos conflictos se morigeraron de cara a las elecciones de febrero de 1958, debido al acuerdo al que llegaron Cooke y Perón con Frondizi y Frigerio. Si bien la mayoría acató la directiva del Comando Superior de votar en favor de la fórmula Frondizi-Gómez hubo quienes, como Capelli, siguieron la línea del voto en blanco.

            Tras la normalización institucional de mayo de 1958, Montevideo no dejó de ser la “capital” sudamericana del peronismo en el exilio. John W. Cooke fijó allí residencia en 1958. Luego lo hizo el delegado que lo sucedió, Alberto M. Campos. En la década del ’60 Américo Barrios fue delegado de Perón en esa capital y hasta entrada la década del ’70 ejerció ese papel el Mayor Pablo Vicente. En paralelo a la labor de los delegados, cabeza de la representación peronista en esa ciudad, dirigentes y militantes participaron activamente de las redes y vínculos al interior del movimiento derrocado, con importantes repercusiones en suelo argentino. Así, la capital oriental siguió siendo un espacio central de la actividad militante del peronismo durante la larga etapa del exilio.

Fuentes:

Capelli, Francisco. Los fusilamientos de Junio en la Argentina. Montevideo, 1956.

Correspondencia Perón-Cooke. Buenos Aires, Ediciones Papiro, 1972.

Esto Es. Número 129. 9 de julio de 1956.

Esto Es. Número 135. 20 de agosto de 1956.

Esto Es.  Número 148. 30 de diciembre 1956.

Esto Es. Carta de lectores. Número 151. 21 de enero de 1957.

Referencias:

Cichero, Marta. Cartas peligrosas. Buenos Aires, Planeta, 1992.

Cloppet, Ignacio. Las claves secretas de Perón. Buenos Aires, SB, 2025.

Lichtmajer, Leandro; Pulfer, Darío. La génesis de la intermediación. Perón y los comandos de exiliados (1956-1958). En Folia Histórica. Número 48. Septiembre- diciembre 2023.

Monzón, Florencio. Llegó carta de Perón. Buenos Aires, Corregidor, 2006.

Prieto, Ramón. El Pacto. Buenos Aires, En Marcha, 1963.

LEANDRO LICHTMAJER – DARIO PULFER