La CGT normalizada en 1963, con José Alonso como secretario general, elaboró un Plan de Lucha cuya primera etapa cumplió aquél mismo año, con una semana de protesta. Durante 1964 llevó adelante la segunda etapa, con las tomas de fábricas, y la tercera y cuarta etapa con cabildos abiertos y movilizaciones en torno del regreso de Perón. Así, llegó enero de 1965 con la necesidad de renovar autoridades, y evaluar las etapas del Plan de Lucha realizadas, para proyectar la quinta y última de ellas.

La renovación de autoridades se dio después de varias renuncias de sindicatos “independientes”, disgustados por la politización peronista de las acciones del Plan de Lucha en 1964; así, estuvieron ausentes los principales líderes de ese espacio (quienes, por otro lado, estaban negociando con el gobierno radical la formación de una central sindical paralela). De esta forma, aunque el Congreso de la CGT contó con independientes de peso (como Luz y Fuerza, o la Unión Ferroviaria, entre otros), consolidó una mayoría peronista.

El Congreso se realizó los días 18, 19 y 20 de enero de 1965, y llevó el nombre de “Felipe Vallese”. Reeligió al secretariado que venía en funciones tras las renuncias de los independientes, aprobaron lo actuado durante las etapas del Plan de Lucha, confirmaron la realización de la quinta etapa pendiente, y actualizaron el programa de demandas de la CGT de 1963. También encomendaron a los cuerpos directivos el análisis de los documentos presentados al Congreso, para la actualización del Plan de Lucha. El Consejo Directivo de la CGT (bajo la dirección de José Alonso) elaboró un estudio para debatir en el CCC que se realizaría en marzo, que como máximo cuerpo de conducción debería considerarlo, para terminar de fijar la posición de los trabajadores. Ese estudio se dio a conocer en públicamente el 9 de marzo de 1965, con su edición en folleto por parte de la CGT, con el título La CGT en Marcha hacia el cambio de estructuras. Juzga el pasado, analiza el presente y proyecta el futuro.

El documento recuperaba desde el título la vocación por proponer un cambio de estructuras, para dar participación a los trabajadores en la conducción económica del país, situación que la CGT venía planteando desde 1963. El folleto, que buscaba contener todos esos desarrollos conceptuales (“estructura”, “sistema”, “cambio social”, un análisis científico del país) está dividido en tres secciones: social, económica y política. El primero analiza la estructura social del país, la modernización y el desarrollo (para entonces juzgados como desacoplados), las clases medias (prematuras), la pequeña burguesía (incipiente), las condiciones de vida de los trabajadores (adelantadas al desarrollo del país), y otros diagnósticos cuya solución se cifraba en la planificación organizada (el folleto los incluía en temas desde vivienda a desocupación). La situación económica remitía al problema de la inflación, la deuda externa, el salario, la distribución del ingreso, entre otros problemas. Para conjurarlos, nuevamente la planificación del desarrollo aparecía como ineludible para el cambio estructural (y proponía aumentar la producción, desarrollar mercados, la nacionalización de los depósitos bancarios, una reforma agraria, la utilización correcta de divisas). La última sección, la “situación política” reseñaba los conflictos históricos del país, el papel de los partidos políticos, y la necesidad de representación política más allá de los mismos, es decir, con inclusión de los grupos sociales, como la propia CGT (proponían la creación de un organismo en el alto nivel del estado, donde los sindicatos pudieran participar), para una “expresión real de la vida democrática” (p. 69). Las conclusiones resumían en dos páginas las propuestas principales, y el folleto cerraba con un anexo de apéndices estadísticos.

De acuerdo con el análisis de Daniel James, el documento dirigía su atención a lo económico, con planteos entre desarrollistas y peronistas, en un marco de consenso de clases (deben existían beneficios privados pero limitados al bien común, debe existir participación del trabajador en el nivel empresarial, desarrollo pero con justicia social, etc). Pero también tenía posiciones políticas: no existían partidos políticos representativos, ante lo cual era inadmisible que fueran los únicos capaces de expresar la vida política. Así, Alonso y el grupo de intelectuales que se acercó a la CGT en ese período buscaron mostrar a la central como idónea para pensar técnicamente al país. Para este autor, las tendencias neocorporativistas presentes en el documento de la CGT se sustentaban en un contexto político proscriptivo, y en que los sindicatos tenían gran capacidad real de ejercer funciones políticas y económicas. Finalmente, James destacó la oposición que encontró Alonso de parte del vandorismo, que resistió el nuevo documento de la CGT.

En su contexto de publicación, el folleto generó varias controversias, por sus autores, su lenguaje, y diversas lecturas (contrapuestas) de sus vinculaciones políticas. El tono académico de las formulaciones técnicas de aspectos económicos, y de las ciencias sociales en general, fue uno de los focos de las críticas al folleto de la CGT. La propia central informó, cuando dio a conocer el folleto los primeros días de marzo de 1965, que lo elaboraron miembros del secretariado de la central, del consejo directivo, de algunos gremios confederados, e integrantes de los equipos técnicos y de investigación que trabajaban en la central (comunicado de prensa N° 42, del 9 de marzo de 1965, en Boletín Informativo Semanal de la CGT, N° 104, 8 al 14 de marzo de 1965).

Diversos comentarios, como el de Carlos Altamirano, destacaron la redacción asistida por la sociología universitaria, especialmente la vertiente que tomaba de Gino Germani la idea de que la Argentina era un país más moderno que desarrollado, cruzado por otras corrientes como socialcristianos y nacionalistas, que también metieron mano en el texto. Otros análisis, como el de Rubén Rotondaro, destacaron igualmente que la influencia socialcristiana generó críticas por parte de otros actores, quienes no dejaron de remarcar la falta de claridad  para destacar los logros del período 1946-1955, y que el folleto tenía mucho palabrerío.

Más allá de estos análisis, es importante destacar diversas recepciones contemporáneas al texto de la CGT. La más importante fue del vandorismo. Semanas después de su publicación, en una reunión del Comité Central Confederal de la CGT, Vandor puso reparos al documento; señaló que cuando Alonso afirmó que el mismo llenaba un vacío que no había sido cubierto por ningún partido político, seguramente olvidaba que el Partido Justicialista había presentado un programa completo en ese sentido; los reparos del documento de la CGT a la representación política partidaria encontraron pronto rechazo por parte de los sectores del peronismo que precisamente se estaban preparando desde lo partidario para las elecciones legislativas. Así, Vandor mocionó con éxito por la creación de una comisión de estudio del documento de Alonso, antes de que lo aprobara el CCC, porque objetaban también las críticas al manejo económico durante los gobiernos de Perón, entre otras.

Otra recepción dentro del peronismo, más bien un comentario del folleto de la CGT, fue el que Jorge Antonio, importante actor de entonces, le transmitió a Perón: el “folleto tiene un cierto olor a Prebisch e incluso a Frondizi, y tampoco puedo descartar el que fuese una especie de carta pero de mayor extensión de Rauch”; como el lenguaje ni era para la masa peronista, ni para la clase media, no debían descartar que Alonso estuviera combinado con los militares que sonaron para dar un golpe de Estado en los días de la elección de marzo (Antonio a Perón, 5 de abril de 1965). El comentario de la revista católica Cruzada fue más allá, al señalar que al compararlo con el Manifiesto Comunista, emergían muchas similitudes.

El documento de la CGT quedó perdido en la interna peronista, que se acrecentó en los meses inmediatos que siguieron a su publicación. De cualquier forma, las recepciones señaladas dan cuenta, por lo menos, de que el documento fue importante y fue leído. Logró colarse en el debate público. No puede dejar de señalarse que esa fue una de las búsquedas de la CGT bajo la conducción de Alonso, la colocación de la central obrera como un actor de peso en el ámbito sociopolítico, que pensaba los problemas del país y ofrecía soluciones.

Fuentes:

Carta de Jorge Antonio a Perón, carta del 5 de abril de 1965, en AGN, Fondo Perón, Caja 7

Comunicado de prensa N° 42, del 9 de marzo de 1965, en Boletín Informativo Semanal de la CGT, N° 104, 8 al 14 de marzo de 1965

Cruzada, N° 58, agosto de 1965

Referencias:

Altamirano, Carlos, Bajo el signo de las masas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001

James, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina (1946-1976), Buenos Aires, Sudamericana, 1999

McGuire, James W., Peronism without Perón. Unions, Parties, and Democracy in Argentina, Stanford, Stanford University Press, 1997

Rotondaro, Rubén, Realidad y cambio en el sindicalismo, Buenos Aires, Pleamar, 1971

Darío Dawyd